27 de junio de 2007

¿Cuánto tiempo puede durar un beso?

Quién sabe, quizá menos de un segundo, o bien una eternidad.
Los veía besarse con insistencia bajo mi ventana. En verano, cuando el calor me obligaba a abrir las ventanas, hasta se oían los sonidos desde mi cuarto. Ellos parecían perder la noción de final, enfrascados en esa maraña de brazos que se deslizaban lentamente detrás de la espalda, bajo la camiseta o el pantalón. Tímidamente al inicio, como para conquistar pacíficamente la piel. Con instinto salvaje después, como queriendo desvelar los secretos del cuerpo ajeno, alcanzando una especie de gravitar que sus lenguas iban sellando, cada vez más profundamente.
Mi sueño no lograba conciliar descanso en aquellas noches. Mis besos, de como mucho un minuto, pasaban desconcertados por mi cabeza vacíos, inútiles. ¿Era envidia o indignación? Llegué a observarlos con desesperación, hasta ver cómo sus cuerpos terminaban de dar febril continuación al infinito beso.
Por eso, cuando aquella noche llegué a ti y me atravesaste con tu boca, aquel mareo agudo se me metió en el cuerpo nada mas comprobar, estremecido, que al separarme de tus labios, ya amanecía. Y aunque hayan pasado ya tantos años, mi ruta sigue torcida, extraviada por aquel beso que no he vuelto a probar, pero que me persigue cada noche desde la ventana. El amanecer, sin embargo, siempre me sorprende mientras duermo. Me temo que el recuerdo ha terminado por resultar somnífero.

24 de junio de 2007

Sospechan de nosotros...

Sospechan de nosotros. Ha pasado
el primer autobús, y nos sorprende
en el lugar del crimen,
desatados los cuellos y las manos
a punto de morir, abandonándose.

Nos da el alto la luz,
sentimos su revólver por la espalda,
demasiado indeciso,
su temblor en nosotros, encubierto
bajo el pequeño bosque de las sábanas.

¡Corre!
¡Coge el amor y corre cuerpo adentro!
Hay un desfiladero sin leyes en los labios,
un laberinto ardiendo de salidas.
Mira tu corazón o tu cintura,
ese castillo en alto
que mis muslos coronan como un lago de niebla.

¡Corre!
Atiende sólo al viento de la piel
pasando y regresando.
y que suenen las ráfagas,
que suenen los disparos,
que las sirenas suenen a tu espalda.

LUIS GARCÍA MONTERO.



A veces sueño ser fugitivo y corro. Corro sin razón y sin esperanza. Corro por las calles atestadas, y por las desiertas avenidas. Y no sé si llegas detrás de mí o te alcanzaré en la próxima esquina. Pero te descubro prohibido y oscuro, surgiendo de las aceras, con una distancia que no atravieso nunca, doblado en el recóndito infinito de mi deseo. Y mi dedo que no te toca, se transforma en polvo fino que se dispersa mientras la lengua se desploma seca sobre tu ausencia.
Nada es más prohibido que lo que no osamos imaginar. Sólo a veces, en estas noches de salvaje calor, consigo traspasar el umbral que da paso a tocar tu piel y sentir la mirada atónita de las murallas de piedra que circundan nuestro secreto. En ese pequeño instante en el que bajo la máscara de lo que no sucede retiramos el plástico denso que nos hace olvidar, sólo en ese instante, sería posible tomar ciegos nuestro aliento y huir. Escapar del sueño, romper ese recuerdo que precipita afilado sobre las pestañas cuando se hunden en las aguas negras, y atravesar al otro lado, donde nace esa luz que no cesa nunca tras la realidad. Y atender sólo a nuestro viento sobre la piel.
A veces, mientras sueño, no me importaría que las sirenas sonasen a mi espalda.

21 de junio de 2007

21 de Junio, día europeo de la Música.

Para muchos, la música forma parte de nuestras vidas de manera irrenunciable. Música en cualquier estado, de cualquier forma, en cualquiera de sus infinitas manifestaciones.

La música es capaz de hacernos compañía, de modular nuestro carácter, de suavizarlo o acentuarlo según la ocasión. También es fuente inagotable de belleza que nunca se extingue, y nos recorre con pasión, esa misma que nos transmite, que nos provoca. Porque quizá sea la más transparente expresión de lo que sentimos, y lo ha sido así desde el inicio de los tiempos. Porque también es el transmisor más puro y directo para llegar al corazón, a todo aquello vertiginoso y desconocido que albergamos como humanos. Porque, en definitiva, nos hace mejores, sin duda alguna.
Os traigo un clip del famoso e infinitamente repetido final de la novena sinfonía de Beethoven, que no por conocido de memoria a estas alturas, nos deja de emocionar.
La interpretación que os traigo corresponde a un concierto extremadamente especial. Se celebró el 25 de Diciembre de 1989 en la el Schauspielhaus de Berlin-Este como parte de la celebración de la caída del Muro de Berlín. Se eligió como director al americano Leonard Bernstein, mi director favorito de todos los tiempos. Lenny, una de las personas que más han luchado por la difusión de la música en todo el siglo XX, reunió a músicos de las orquestas de Berlín Oriental y Berlín Occidental, más los de Orquestas de los 4 países que ocuparon el país al final de la segunda guerra mundial. A ello sumó la osadía de modificar sutilmente el texto de Friedrich Schiller para decir "libertad" (Freiheit) en lugar de "alegría" (Freude) en el famoso himno del cuarto movimiento. "Estoy seguro de que Beethoven nos hubiera dado su consentimiento", dijo el director. El concierto fue retransmitido a muchísimos países, y yo recuerdo haberlo visto absolutamente emocionado... Nadie podía imaginar que al pobre Leonard le quedaban sólo unos meses de vida. Su pasión nunca disminuyó con la edad. Su vigor y su carácter expansivo sobre el podio fueron los mismos hasta el final. Y esa expresión suya, enérgica y temperamental, que comunica cuando lo vemos, tiene mucho que ver con lo que sentimos muchos con la música, y explica sin palabra alguna el porque no podemos renunciar a ella.
Os dejo con este otro final. Un final que conmueve, que emociona, que redime, porque es, de alguna forma, símbolo de todo le que representa la música como evolución, como construcción, como superación, como elemento de fraternidad universal, como símbolo de la LIBERTAD del hombre frente a la existencia finita, como fuente de vida y de energía, de pasión, de verdad. Y que suene la música, que suene, que suene, que suene...



18 de junio de 2007

La Meglio Gioventù


Hace unos años, el director de cine italiano Marco Tullio Giordana se embarcó en la titánica labor de hacer una serie para la televisión que recogiese la historia de las últimas cuatro décadas de la historia de su país. El hilo conductor: la historia de una familia real y de sus avatares durante todo ese tiempo. El éxito fue tal que se decidió hacer una versión para el cine. Era difícil recortar metraje, y el resultado final fue una película en dos partes, de casi tres horas de duración cada una. Seis horas en las que, sin embargo, más que sobrar, uno diría que aún faltan imágenes, secuencias, minutos para compartir con unos personajes que se nos quedan muy dentro.

El acierto de esta película está un poco en todo. En un guión que dibuja a unos personajes a veces más creíbles que otras, pero todos ellos reconocibles, y que representan una serie de valores y características personales que nos generan una enorme complicidad, una tremenda necesidad de sentirlos cerca, de saber más de cada uno y de las vidas de cada uno. Una dirección más que correcta, emocionante, que nos llena de humanidad porque nos ofrece una visión de la vida amplia, constructiva y redentora, plagada de virtudes y defectos, de actos íntegros y errados, de felicidad y tristeza, de triunfo y frustración, de amor y desamor. Todo ello a través de una mirada poderosa y emocionante sobre la vida, donde lo predecible y lo incomprensible tienen lugar con el mismo nivel de verdad y de honestidad. Y finalmente, porque cuenta con un reparto extraordinario: unos actores que están en casi todo momento en estado de gracia, y que nos brindan con pasión unas vidas llenas de cotidianeidad y de grandeza al mismo tiempo, donde no pasan desapercibidas las miradas que la recorren. Y es que la película está cargada de algunas de las miradas más fascinantes de las últimas décadas de la historia del cine. Miradas capaces de expresarlo todo: amor, admiración, locura, pasión, indignación, vértigo, sufrimiento, angustia, olvido...

Entre líneas, pero determinando el curso de los acontecimientos, discurre ante nuestros ojos la realidad italiana de las últimas décadas, desde “l’aluvione” de Florencia del 66, a las “Brigate Rosse”, pasando por la victoria de la selección italiana en el mundial de fútbol de España o el asesinato del juez Falcone a manos de la mafia.
Cada país tiene una historia, llena de luces y sombras. La italiana también lo es. Compleja y dura, pero apasionante también. Tullio Giordana enhebra la historia de lo público y de lo privado con una grandísima maestría. El resultado es esta conmovedora historia que recomiendo fervientemente a todo el que no la haya visto. Porque es probablemente una de las mejores películas que se han hecho en los últimos 20 años. Porque tiene esa curiosa habilidad de hacer que sus personajes y sus historias entren en nosotros y convivan con nosotros durante mucho tiempo, hasta quizá se queden ahí para siempre. Porque verla es algo que va más allá del arte o de la belleza. Viendo La Mejor Juventud, La Meglio Gioventù (frase tomada de un poema de Pasolini en dialecto romano) , experimentamos el placer de sentirnos vivos, de ser dueños de algo tan infinitamente bello e intenso como es la existencia. Por eso, después de haberla visto somos sin duda más grandes, más comprensivos, más humanos.

Imprescindible verla en versión original. Porque a la belleza de su preciosa banda sonora, la experiencia de escuchar el ritmo y la entonación del italiano se hace necesario.

14 de junio de 2007

Ciudades del alma: LISBOA


“Vende sonhos e maresia,
Tempestades apregoa...
Seu nome próprio:Maria...
Seu apelido: Lisboa...”

David Mourão-Ferreira/Alain Oulman


Hoje acordei com tantas saudades de Lisboa, que até parecia que ia surgir assim, azul e branca, feiticeira tras os límites dos meus olhos.

Nació de un sueño, y ni recuerdo cuándo fue la primera vez que escuché hablar de ella. Un puente inmenso que llegaba a ella, rojo de corazón deshecho, envuelta de océano y sal. Y es que así te llega Lisboa, despacio, antigua, mirándose a sí misma, surgiendo de las brumas atlánticas, suavemente ondulada de blanco. Oliendo a marea y café. Y acercándose poco a poco a ti, a medida que el sol la va dibujando de ocres y atardeceres imposibles, como en aquella escena bellísima de la película “Lisboa, faca no coraçao” en la que una misteriosa Misia tomaba el trasbordador con el sol del ocaso incendiando las aguas, y esa mirada de deseo y trsiteza que la observa sin ser visto, que la persigue, mientras suena un fado tristísimo.

Então que a sombra agite
E assim a imagem faça
Os rostos de nós dois
Tocados pela graça

Amor é muito cedo
E tarde uma palavra
A noite uma lembrança
Que não escurece nada

Amor, o que será
Se nele é para habitar
A escolha do mais puro.

Já fuma o nosso fumo
Já sobra a nossa manta
Já veio o nosso sono
Fechar-nos a garganta

Então que os cílios olhem
E assim a casa seja
A árvore de Outono
Coberta de cereja.

LIDIA JORGE.

Porque Lisboa es ciudad para huir, y para perseguir. Para perseguir la ciudad misma, y no prenderla jamás, porque nunca se llega al fin de Lisboa. Porque se nos muestra y se esconde. Porque oculta misterios que no deben ser revelados, porque su belleza es esquiva y difícil, porque sólo quien sabe pasear entre las sombras puede intuirla. Pero ella consigue traspasar la piel y quedarse ahí, entre la epidermis y la sangre, susurrándonos su nombre despacio, casi envuelto de silencio.


Una de las películas que mejor capta la esencia de la ciudad es la del alemán Wim Wenders, Lisbon Story, en el que un ingeniero de sonido (Rüdiger Vogler) a la acude a la ciudad a causa de la llamada de ayuda de un amigo que nunca aparece finalmente. y en la larga espera, termina indagando poco a poco la esencia de la bella Lisboa (¿acaso no la de él mismo?). En su particular recorrido, plagado de escenas simplemente maravillosas, conoce a la también enigmática y hermosa Teresa. Una Teresa Salgueiro (vocalista del grupo Madredeus) que nos canta y nos introduce en el delicado mundo de la saudade, de la mano de su exquisita voz.

Porque hablar de Lisboa es, inevitablemente, hablar de música. De la guitarra portuguesa en tono menor que nos arroja al profundo abismo de la belleza. Danzas atropelladas bajando por las calles de Alfama. Fado oscuro, que nos asoma al destino, a lo que no sucedió, al infinito precipicio del deseo que no alcanzamos.

Porque hay en Lisboa una continua sensación de melancolía, de suspiro que nos captura como en una falta de algo. Es algo que tiene que ver con la esencia del espíritu portugués, un pueblo en continua necesidad de buscar su identidad, una identidad marcada por su tierra y su lengua. Arraigada profundamente en la palabra, bajo el yugo de la pérdida, siempre buscando, siempre añorando, destilando una melancolía que nace de la propia melancolía, y que ellos llaman saudade. Saudade del amor, saudade de la belleza, saudade del placer... Saudade de Lisboa.
Y enfrentada a ella, la Lisboa moderna. y cosmopolita ruge y vibra como una criatura que siente la vida como una herida que quema, que se deshace de pasión desbocada, pero que siente cómo la atrapa la cuerda de la melancolía.. y es que quizá la melancolía más pura nazca del Tejo caprichoso, que se ensancha rebelde para morir desafiando al inmenso mar.

La brisa recorre Lisboa, y sueño paseando sus calles que parecen moverse como si de la cubierta de una fragata se tratase. Y la senda no se termina nunca, porque los secretos de esta ciudad nunca se agotan, ni se agota la belleza repartida en añicos por todos sus rincones. Desvencijada y olvidada, sucia a veces y desgastada. Pobre Lisboa, radiante y decadente, azul y melancólica, enredada en miradas y aún desconocida. Sueña, Lisboa sueña, y despierta por la noche para haber olvidado todo, y llorar por no saber qué has perdido... pero sueña. En tus sueños, como un secreto, descansan los sueños olvidados de todos los amantes de la belleza, de todos los corazones desbocados, de todos los amantes que nunca conocieron el amor...


Meu amor, meu amor,
Foste-me sonho e pão,
Foste febre e fervor,
Razão e sem razão,
E sede e sabor
Das manhãs de verão,
Mas minha prisão,
Ah não
E em tanto calor
Nada foi em vão,
Mas minha prisão,
Ah não
Meu amor, meu amor,
Não te peço perdão,
Não te peço favor,
Não te peço aversão,
Não te peço dor,
Nem a contrição,
Nem o coração,
Ah não
Agora ao sol-pôr
Meus olhos se vão
E não voltarão
Ah não

CARLOS PAREDES

La primera vez que dejé Lisboa, cruzando el puente del 25 de Abril, era una radiante mañana de verano, y las azoteas ondulaban enfrente, a lo lejos. Sentí la mano posarse sobre mi hombro, mientras miraba hacia atrás alejarse las suaves colinas. El amor actúa así, en momentos muy concretos, de manera certera. Me sentí lisboeta, me sentí ahogar, me sentí enamorado, con un arrebato incomprensible y casi adolescente. Desde entonces siempre vuelvo, como en ritual secreto, para que no me eche de menos tanto como la echo de menos yo a ella.

12 de junio de 2007

Comment te dire adieu?

Hay que caminar, hay que caminar... pero tus hilos me anclan al suelo del sueño y del placer. Hilos invisibles que ninguna decisión desatan, que ningún pensamiento calman, pero a los que ninguna luz halla. Y sigo mi camino sin ti, pero sin nada más que tú, aunque el adiós me rodee y me convierta. Porque las palabras son una máscara... de oxígeno. Y huyo de ti para encontrarme contigo. Detrás, sólo existe lo que yo quiero... así que, si lo digo aún más fuerte, estaré un segundo más cerca de ti.
¿me dirás cómo te digo adiós?

(pena, el vídeo se corta al minuto, pero no encontré otra copia... Françoise Hardy siempre me ha parecido maravillosa)

8 de junio de 2007

Revisitando a Álvaro de Campos

Y allá fuera la luz de la luna, como la esperanza que no tengo, es invisible para mí”
Álvaro de Campos



¿Dónde descansa todo aquello que no sucedió. Esos millones de instantes imaginados que terminaron por escapar deshechos en el aire?
Miradas y paredes, jardines y bosques que fueron tan reales... pero que nunca tocaron la piel de sus dueños. Porque los deseos pueden ser ligeros en peso, y los sueños casi ingrávidos, pero cuando se acumulan en los rincones, transforman el espacio que ocupan y lo dilatan en densidades que no todos perciben. Densidades que arañan la melancolía y el dulce abandono.
Están ahí, sin que lo sintamos. Ahí, detrás de una delgada pared invisible que se esconde en algún lugar indeterminado de cada ciudad, de cada bosque, de cada montaña, de cada casa.

A veces, cuando camino, siento que tengo justo delante de mí una de esas paredes transparentes. Lo siento con fuerza. De la misma forma que un agujero negro de la galaxia, estas paredes ejercen un magnetismo tal, que cualquier presencia inquieta puede quedar atrapada por ellas. Ahí, detrás de ese aire imperceptiblemente transformado, sé que habita algo que no sucedió. Y entonces, en algún lugar que tampoco existe, pero que vive en mí, todo se vuelve rojo y dilatado.

Hoy, estando en casa, he descubierto mi rincón. Ahí detrás del sofá, en un hueco que nunca utilizo, descansaba indiferente de mí. Me he acercado lentamente, con curiosidad, y he alargado la mano hasta tocar levemente su superficie mórbida. Entonces, de repente, he sentido que ahí no había ni sueños ni fantasías, ni imaginación ni deseo, ni siquiera lo que nunca podrá suceder. En ese pequeño rincón, agazapado, aún sintiéndose pequeño, estaba todo lo que nunca llegaré a imaginar, lo que olvidé soñar, aquello que jamás llegaré a conocer, ni a desear. Descubrirlo y sentirme atrapado por un intenso espacio negro, fue todo uno. Hoy ya camino con él. Es un hueco grande que, por momentos, no me deja respirar.

6 de junio de 2007

TEMPUS


Esta pequeña foto muestra el lugar donde nací. Diríase un lugar privilegiado, del "primer mundo". Y no sólo eso. Un lugar lleno de belleza, situado entre un río milenario en Historia e historias, y uno de los más bellos parques que tenemos en este país.
Es una suerte ésa. No sólo la de tener asegurado el sustento, educación en el seno familiar, formación académica y más o menos una perspectiva laboral (en su momento llegó a ser difícil, pero siempre a mucha distancia de la de la mayoría de la población del planeta). También la de contar con una familia que desea tu llegada, más siendo como era yo primogénito. Abundantes fotos e incluso películas del incipiente SUPER-8 (mi padre siempre ha sido un fanático de las últimas novedades de la tecnología de la imagen) dan fe de ello.

De todo eso hace hoy 35 años. Todos esos años desde que mi ojillos, que por aquel entonces no debían ser ni siquiera capaces de fijar las imágenes en la retina, observaron por primera vez esas Palmeras inmensas que jalonan la kilométrica avenida Sevillana. Los mismos años desde que esa primera calurosa primavera Sevillana me hacía sin duda sudar mis primeras gotas.

Pero en realidad nada nos prepara para la vida y su irracionalidad, nada nos ilumina en el laberinto de encontrarnos a nosotros mismos. Quizá la suerte de haber nacido en este rincón de la Tierra sea la de poder enfrentarnos a eso y no en su lugar a otras necesidades más primarias. Yo recuerdo haberme enfrentado ya desde muy pequeño. No sé la razón, pero sí que recuerdo haber visualizado ya con pavor (a la tierna edad de 4 añitos) lo que podía ser la no-existencia. Imaginaba el Universo, su medida infinita, e intentaba visualizar todo ese infinito en mi pensamiento. Y entonces llegaba al mareo, ese terrible mareo que muchas otras veces me debía acompañar en la vida. Después, imaginaba cómo la nada debía ser igual de aplastante que ese infinito recién intuido. Tan aplastante como aplastante era sentirme vivo e intentar comprender que era posible no estarlo...

Claro, un niño así, a priori, tenía muchas posibilidades de terminar siendo un niño "rarito" en todos los sentidos. No fue el único problema al que tuve que enfrentarme. La sombra del desarraigo siempre planeó sobre mí. En un lugar donde la familia y la identidad cultural parece que deben tener un papel capital en el desarrollo personal y emocional de las personas, este niño crecía en una cuidad donde no tenía más familia que padres y hermano. Con una madre del Norte y un padre de otro lugar del Sur. Entendiendo e integrando dos formas de estar en el mundo, sintiendo ambas como propias, pero siendo el extraño siempre en cada una de ellas. Para colmo, a este niño, del que ya decían que tenía mucho carácter, le comenzaban a gustar algunos de sus compañeros de clase y empezaba a aficcionarse ya a la música clásica.

No es fácil entregarse a la tarea de no renunciar a la búsqueda de uno mismo ante la multitud de facilidades para no hacerlo que nos ofrece el mundo. Sobre todo, cuando la búsqueda se plantea necesaria, porque uno nunca ha entendido la vida sin resolver los porqués. O al menos sin llegar lo más lejos posible con ellos. Las búsquedas no son fáciles, y con frecuencia se estrellan con lo que no nos gusta de nosotros mismos. Al final, todas las búsquedas llevan a uno mismo, y al autoconocimiento. La de la belleza, la del amor, la del sexo, la de los otros... Encontrar cosas nos lleva a plantearnos lo que pensamos que somos, y a plantearnos por qué es así y si no podría ser también de otra forma. Siempre he pensado que con ello, evolucionamos.

Para mi familia no he sido un elemento fácil: demasiado rebelde, demasiado independiente, demasiado desarraigado... Huyendo siempre, viajando lejos, yéndome a vivir solo, sin contar con nadie. Y sin embargo, siento que siempre me han imaginado frágil, es curioso. Frágil quizá porque siempre fui sensible a lo bello, receptivo para la música y las otras artes, detallista y medianamente inspirado para la creación. Y lo cierto es que creo que soy más fuerte de lo que siempre han imaginado. Pero ni tan sensible, ni tan inquieto, ni tan receptivo a la belleza como podría parecer. Me conformo con admitir que tan solo soy cada día un poco más lo que quiero ser, aunque también me sienta más lejos de lo que imagino ser. Y es que no es fácil, no.

Pero en un día como hoy, no me apetece aprovechar para hacer repasos ni balances. No. En el fondo lo que más me apetece hacer es sólo mirar para atrás y recuperar un poco más al niño que cada 6 de junio voy dejando un poquito más atrás. Porque en él, en la intensidad y la inquietud con la que lo reconozco en esas imágenes de vídeo caseras de mi infancia (esas que ahora observo con una sonrisa invisible) sigo viendo la esencia de lo que quiero ser, pero que este vampiro que es el paso del tiempo me roba sin remedio si no se lo impido. Yo, estoy dispuesto a hacerlo. En el fondo, cuando repaso muchas de las cosas que siento, sé perfectamente que desde entonces han cambiado muy muy poco.

4 de junio de 2007

Besos de cine (2)

¿Nunca habéis soñado que en medio del sueño alguien llegaba así, de improviso, y os dejaba un beso lento, lleno de aliento?
Y que al inclinarse, la tela de sus ropas crujía suavemente, como haciendonos estallar el deseo en los oídos.
El gran Alfred Hitchcock lo imaginó, y así lo plasmó en su película Rear Window (La Ventana Indiscreta, 1954), con una elegancia y un glamour que sólo su mano sabía imprimir, con la ironía suficiente para hacernos esbozar una sonrisa, y poniendo al límite del desafío a los censores de la época, ya que el beso, en primer plano y casi forzado a una cámara lenta, se recrea un número de segundos que para la época era todo un acto de erotismo en regla. Grace Kelly está absolutamente radiante, y esa aparición suya, surgiendo de la oscuridad, y acercándose lentísimamente a un no falto de atractivo James Stewart para besarle casi interminablemente, quedó grabado a fuego en mi memoria desde la primera vez que lo vi, siendo yo niño, como una de las escenas íntimas más bellas que nunca había visto... Lo reveo y creo que sigue siendo así... ¿qué opináis vosotros?

1 de junio de 2007

Despeguemos

Alguna que otra noche frente al televisor terminan de convencerme de la pésima calidad actual de este medio, al menos en lo que a producción patria se refiere. Salvo alguna que otra serie americana de excelente calidad (todo hay que decirlo) y de la que no digo nada pues ya se habla bastante por la blogosfera de ellas, he decidido que lo que más me cautiva últimamente en la pantalla pequeña es la publicidad.
Quizá porque está más obligada a atrapar nuestra atención... o simplemente porque vivimos una época de intensa inspiración... ¿qué sé yo? Esta semana me quedo con uno de los anuncios que más me han gustado últimamente.

Porque en poco más de un minuto consigue hipnotizarnos y transmitirnos esa extrañeza de lo fuera de lo común, esa magia de le belleza inesperada... En esta sociedad de comportamientos en serie, de caminos inquebrantables, de falta de perspectiva, donde podemos atravesar el mundo en unas horas, pero somos incapaces de viajar tan sólo unos metros fuera de nosotros mismos para saber quiénes somos o qué deseamos, un simple hecho extraordinario nos saca del túnel, y nos llena de sugerentes pensamientos, ya sea la embriaguez de lo estético, ya sea la necesidad de caer en la cuenta de que empleamos demasiado tiempo en cosas que nos importan bien poco.

¿Y si probamos todos a despegar?