28 de septiembre de 2006

Sobre las ventajas de soñar...

Soñar no cuesta nada.
Contrario a cuanto ejercicio hoy se nos recomienda,
no requiere de zapatos, ni ropa adecuada.
No nos pide sudar o quemar calorías.
Ni calcular el posible daño o provecho
para nuestra salud.
No es tampoco un hábito
cuya repetición pueda conducirnos a cáncer del pulmón
o de cualquier otra parte del cuerpo.

Soñar no daña la ecología,
ni atenta contra la capa de ozono.
No aumenta el colesterol,
ni fomenta la crueldad contra los animales.
Soñar no afecta los reflejos,
ni causa daños congénitos.
No es dañino para las mujeres embarazadas,
ni inhibe la lactancia materna.
Soñar es un deporte barato.
No requiere de equipo sofisticado,
ni de constante y agotador entrenamiento.

No se puede decir, sin embargo,
que no cause riesgos al corazón.
Sin embargo, hasta el momento,
no se ha encontrado base científica para
contraindicar los sueños.
aunque los argumentos en favor de su extinción
se fabrican a diario.

Yo sostengo que soñar continúa siendo una práctica
subversiva,
con una deliciosa, pero lícita, peligrosidad;
un hábito difícil de erradicar,
cuya ternura y perseverancia
sigue teniendo la innata capacidad de conmover
y abrir ranuras, por pequeñas que sean,
en corazas bien armadas y aparentemente impenetrables.

Si quiere practicar una actividad de bajo costo,
bajo riesgo, y sin ninguna susceptibilidad a las altas y bajas
del mercado,
le aconsejo soñar,
y no permitir que nadie lo convenza
de que no sigue usted siendo dueño, al menos,
del inmenso poder de su imaginación.

Gioconda Belli.

Dedicado especialmente a Nat, por esas noches de risa y confidencia que me ha dado en estos últimos tiempos. El beso más grande para ti hoy, guapa.
Me voy tres días fuera. Os traeré regalitos a todos... A saber:
Por supuesto, a Nat le traeré un pedacito de muro de piedra, de esos tan bonitos que hay en Santiago.
A inquilino, le traeré algo de música, de la que seguro escucharé y se la cantaré cuando nos veamos.
A Mart-ini, le traeré la noche compostelana, y el baile inesperado bajo los soportales.
A Naxito, por supuesto, además de flores... algo de ropa muuuy trendy, que hay unas tiendas muy chulas en Coruña (aunque nunca tendrá bastante)
A Ariadna... a Ariadna la veré, y ya le llevo de aquí un regalo de complicidad en los labios. Veré su exposición en Ribeira. Ya os contaré.
A Javier JH intentaré traerle un poco de inspiración para su rodaje, de esa que sopla veloz por entre los árboles del noroeste.
Para mis ñiños sevillanos... A ver, a Ennis, que tanto le gusta el Otoño, le traeré algunas hojas secas de castaño, para que las pegue en su diario. A pedrito quiero traerle la mirada más seductora que me encuentre por allí, para que siga escribiendo esas reflexiones tan suyas. Para Luigi, después de estos días tan cerquita de él, y de escaparnos al destino de econtrarnos en la capital, un rayito de esperanza para sus sueños. Y el aire que aún separa el abrazo que nos debemos. Para mi querida AZUL, intentaré buscar un desactivador de muros... creo que mi primita debe tener uno entre sus cosas, porque de saltar muros, ella sabe también bastante. Seguro que me lo presta para ti... a ver si os presento algún día.
Para pe-jota buscaré la esquina más bella de la ciudad de piedra, y le traeré el espejo de mi piel al habitarla...si me deja, claro.
Para nevermore, que siempre me confunde positivamente entre su verbo poético y sus melancolías, la lluvia silenciosa bajo el Obradoiro, que sé por experiencia que es una de las lluvias más inspiradoras del mundo.
Para Anita, el rayito de sol que más me sorprenda, entre esas nubes que parece que me acompañarán, lo quiero para ella... en botecito de cristal lo traeré, cual Amélie del destino.
A mi indefinible Senses, por demostrarme ser tan alma gemela, sólo a él le diré qué le voy a traer. Pero de seguro que incluirá gatos y tejados, sombras y piel sobre piel...
Y para mi gaditano, el más lindo, el de la sonrisa más bonita del círculo polar, a él sólo le puedo traer el MAR, ése que compartimos, ése donde desemboca nuestro río común. Y en la playa, un vals. No te quepa duda que lo bailaré, guapo.

Besos, cuidadme esto el fin de semana, niños...

26 de septiembre de 2006

Visiones de la seducción.

LA CONTESSA:Canzonetta sull'aria...
SUSANNA:(scrivendo)sull'aria...
LA CONTESSA:(dettando)Che soave zeffiretto
SUSANNA:zeffiretto...
LA CONTESSA:Questa sera spirerà,
SUSANNA:Questa sera spirerà...
LA CONTESSA:Sotto i pini del boschetto,
SUSANNA:(domandando)Sotto i pini...
LA CONTESSA:Sotto i pini del boschetto,
SUSANNA:(scrivendo)Sotto i pini...del boschetto...
LA CONTESSA:Ei gi il resto capirà.
SUSANNA:Certo certo il capirà.


Cancioncilla en tonada: (en tonada)... [para escribirla sobre una nota] Qué suave brisa (brisa), que soplará esta tarde (que soplará esta tarde), bajo los pinos del bosquecillo (¿bajo los pinos?) bajo los pinos del bosquecillo... Y ya el resto, lo entenderá (seguro, lo entenderá)


Fragmento de "Las Bodas de Fígaro", de W.A. Mozart

Es una de las melodías más bellas de toda la historia de la ópera. De esas que nos hacen penetrar en las notas y vibrar con ellas. De esas que nos hacen despegar de la tierra y, por unos instantes, volar. De las que hacen que la Ópera sea algo emocionante, aunque difícil de explicar a la vez. El genio de Mozart nos brindó muchos de estos momentos, aunque sin duda éste es de los más conseguidos. La bodas de Fígaro no deja de ser una ópera buffa, es decir, cómica. Y el fragmento que transcribo es un nudo más de esta comedia de enredos. Tenemos un Conde que quiere ejercer el antiguo derecho de pernada sobre su criada, en un siglo de las luces donde el mundo ya debería haber superado algo así. Y tenemos a una Condesa desesperada porque su marido no le hace caso, porque no le dedica ya, después de años juntos, atención ni cuidados... Así que deciden darle un poco la vuelta a la situación para evitar el problema y para dar un escarmiento al Conde. Y pasan a escribirle una nota para citarlo en el jardín, supuestamente con la criada (Susana) pero en realidad será la Condesa disfrazada de criada la que acudirá, porque van a intercambiar sus vestidos. El texto que reproduzco describe el momento en el que escriben la nota, en un gesto de complicidad que las acerca a una relación que traspasa los límites de la convención entre amo y sirviente. En ese gesto revolucionario del texto original de Beaumarchais adaptado por Lorenzo Da Ponte, los sirvientes están situados en un destacado lugar del argumento y se les da vida, inteligencia, sentimientos y razones para brillar tanto como los personajes aristocráticos, en un sutil desafío al sistema establecido que comporta una inteligente crítica al sistema de clases. En resumen, toda una brillante provocación. Mozart envuelve ese texto de una música que contribuye a acentuar muchas de estas características, pero que puede ser interpretado de diferentes maneras.

Partiendo de que cualquier intento de hermenéutica en la música es vano, porque la esencia misma de las notas y las melodías no tiene en realidad ningún simbolismo común que vaya más allá del básico modo mayor: alegría/modo menor: tristeza, sí es verdad que el universo de cada compositor puede crear modos, acordes, tonalidades, leif-motifs que pueden, en ciertos contextos, conformar personalidades, caracteres y estados de ánimo.
Mozart, en su aparente sencillez, nos parece un músico directo y espontáneo, pero su música tiene una compleja estructura que responde a su capacidad absolutamente genial para transmitirnos las emociones básicas universales del ser humano. Sus obras, además, recogen tantos imperceptibles matices, que permiten interpretaciones muy diversas, dependiendo de dónde queramos poner el acento a la hora de traducir sus partituras.

Para ilustrarlo, les voy a dejar un par de ejemplos de este maravilloso dueto de sus Bodas de Fígaro. En el primero, la lectura fresca y tendente al rigor histórico del director británico John Elliot Gardiner, nos deja una versión espontánea, dinámica, centrada más en el tono cómico de la escena, en la deliciosa recreación de esa estrategia femenina para la seducción. La complicidad de la Condesa y Susana es destacada por la agilidad del tempo, y esas marcadas notas en los instrumentos de viento que dotan al fragmento de un ritmo y un brío que conecta eficazmente con el tono cómico que intenta transmitir. Así, las cantantes (Allison Hagley y Hillevi Martinpelto) que poseen ambas unas voces limpias y delicadas, se deleitan en las notas de la partitura, parece que jueguen con ellas, se sonríen, disfrutan, como en una metáfora de ese juego que están inventando, esa cita que les desata el placer de intercambiar sus personas, sus roles, sus hombres, por un instante.


La versión se Gardiner es ante todo musical, pero quizá se detiene en el lado más frívolo (bien entendido), más físico, de esta visión de la escena. Porque detrás de ese travestimiento de los personajes, de ese placer de cambiar y seducir al otro, no hay que olvidar que la Condesa, a quien va a seducir es a su propio marido, el mismo del que piensa que ha perdido su amor por ella y del que intuye que volverá a mirarla con deseo, precísamente porque la va a confundir con otra. Sus anhelos transmiten también en esta deliciosa música, ese temblar del alma que fantasea con esa posibilidad de que el Conde, quien parece haberse aburrido de ella, la seduzca de nuevo. Ese deseo humano, universal de la necesidad del amor y de la carne. Y las notas que Mozart escribió para estas palabras reflejan también ese sentimiento brutal de la necesidad del otro, de encontrar un reflejo de nuestra propia existencia en la carne de otra persona que nos ama, de buscar razones para existir y para definirnos a nosotros mismos.

El húngaro Georg Solti, nos plantea en esta épica versión de 1980 en París, una visión más grandiosa del mensaje de Mozart. A través de un tiempo más pausado y una orquesta más compacta, nos reproduce un sonido más fusionado y suave, y de alguna forma, más sofisticado. Elige unas solistas adecuadas para esa misión. Gundula Janowitz como una Condesa, heredera de la tradición de la (recientemente) desaparecida Elisabeth Schwarzkopf, que posee una voz inigualablemente pura, sin vibración alguna, casi diamantina en los agudos, y con una capacidad dramática que potencia por un lado el carácter aristocrático de su personaje, y que nos eleva literalmente cuando deja fluir la melodía por la garganta, casi como lanzandonos a un espacio cósmico, desterrándonos de los sentidos y transmitiéndonos una extraña belleza que se nos agarra a todos con su mensaje lleno de anhelo y necesidad. Susana es una impecable Lucia Popp que también posee una voz cristalina a la vez que contundente y profunda, capaz de llenarnos con esa sutil recreación del placer de una criada inteligente y felina, que parece ser la única que es capaz de ver la historia con perspectiva pero juega desplegando su deseo en este engranaje que ambas inventan. La fusión de estas dos sopranos tiene un timbre de los más hermosos que se pueden escuchar... Disfrutadla también.

Y elegid la que más os guste. Las dos versiones de la ópera están casi enteras en Youtube de manera fragmentada. Ninguna es mejor ni peor, cada una tiene sus hallazgos y sus debilidades, pero las dos tienen carácter suficiente y son una muestra de que la ópera puede vivir y revivir, al igual que el teatro, cada vez que la misma historia se representa en un escenario. Porque cada vez es un mundo diferente el que vemos, una mirada diferente la que nos lo muestra y la que lo percibe. Un nuevo matiz, un nuevo color... siendo sin embargo el mismo sutrato el que permanece... el del indescriptible secreto de la existencia.

24 de septiembre de 2006

En noches de luna nueva

No es extraño que aquella tarde yo sintiera un escozor especial en la piel de mi cuello. Llevaba días durmiendo poco y la alergia siempre se acuerda de mí en esos periodos de baja actividad de Morfeo. Ellos tienen su secreto pacto. La leve urticaria me avisa que debo retornar al dominio de los párpados plegados. El caso es que obedecer al cuerpo cuando el aullido de los lobos es tan estridente en mis oídos no es tarea fácil, pues en el fondo ambos son reclamos de mi parte física. Quizá ambos destinados a equilibrar la dualidad de una carne que se asombra cada noche, que cada atardecer ingresa en esa transfiguración química de lo felino. Pero está claro que sólo uno de ellos puede ganar.

Por un instante, mientras los dedos rozaban mi piel en forma de interrogación, miré despistado al cielo, buscando a esa luna culpable. Pero no, el firmamento era un todo oscuro, ni siquiera salpicado de estrellas tenues. Olvidé que la vorágine de la metrópoli se encarga de digerirlas y transportarlas a otro universo, camufladas en esos sueños robados de sus habitantes. Luna nueva que no me amansaba, y una inquietud que no sentía en meses. Así que la llamada de lo oscuro pudo sobre mi piel, y me dediqué con ahínco a descubrir qué pequeño recodo del laberinto de la ciudad me aguardaba para abrirme la sangre, ésa que comenzaba sin duda a coagularse. Mis piernas caminaron ágiles, y se detuvieron en esquinas y avenidas, en largas pendientes y relajadas plazas. Mi Ariadna no quiso tender el hilo esa noche, como presintiendo mi traición. Pero en noches de luna ausente, no consigo determinar enemigo ni deseo. Por ello, me dejé llevar por la compañía de marineros expertos en ese mediterráneo urbano que es el placer de la noche. Y así, arrastrado conscientemente a universos noctámbulos cada vez más pequeños y poblados, llegué al espacio estrecho de la risa inconsciente, de la palabra negada y de la mirada esquiva. En la noche, llega un momento en que ruido, palabra, deseo y ese mareo voraz de la existencia se funden en uno: un duende que se escapa por la boca en sutiles declaraciones, y que araña con el fuego de sus pupilas. Un ímpetu que no sabe esperar, y que en su vacío, regresa a casa derramando aliento en las aceras. Un alma que sólo al llegar a casa descubre en el espejo de su cuello, una casi imperceptible traza naranja, discontinua y discreta. Una curiosa mutación de la urticaria que le hace pensar que algo sí debió mover el cielo un instante, para descubrir con osadía esa torcida sonrisa de la luna.

22 de septiembre de 2006

When autumn leaves start to fall...

No sé cómo, pero siempre se empeña en llegar cuando menos lo espero. En ese instante en el que el verano se ha hecho ya tan largo, que una parte de mí casi piensa que será para siempre eso de usar sandalias y caminar con el sol abrasándome la nuca. Pero la naturaleza, como siempre, se encarga de ponerlo todo en su sitio. Las sandalias en su armario, y los cambios, en los bolsillos, bien a mano. Estrenamos estación, una antigua conocida. Acostumbrada al complimento de los soñadores, opaca en su esencia y parda en su color. Y nos mira aún de soslayo, pero en su sonrisa oblicua sabe que extinguirá la luz de las tardes y llegará a todos con sus hilos de frío. Para muchos toca recogerse, esconderse, explorar el interior. Algunos lo llevamos peor y nos empeñamos en seguir husmeando por las noches de portal en portal, como gatos rebeldes y engreídos que no han tenido suficiente con el banquete de los helados de agosto. Yo me cuento entre ellos. Y así, me veréis escribiendo en las aceras, susurrando en los andenes del metro, provocando las miradas entre frenos y ascensores. Y me veréis pisar las hojas caídas con fruición, como queriendo convertir en polvo la inestimable huella de este otoño al que me resisto cuando se trata de caer en los tópicos.
Sin embargo, en un gesto de aparente entrega a este diablo de los círculos polares, al que intento seducir para que sople hacia otro lado, he decidido despistarle incluyendo esta melancólica y otoñal canción, que no deja de ser un clásico topicazo, pero que la excepcional voz de Eva Cassidy transforma en algo maravilloso y conmovedor, que te deja literalmente sin aliento... De paso, les hago partícipes de la emoción de su voz, para los que no la conozcan. Disfrútenla sin prejuicios, pero con cautela en las intenciones.

Y feliz otoño...

(de momento el youtube está tonto y no me deja incrustar, así que les pongo el enlace AQUÍ hasta que me deje)


21 de septiembre de 2006

Oscuridad - Luz - Oscuridad

Estos días ha salido a la venta el nuevo álbum de uno de mis cantautores favoritos de estos últimos años: el uruguayo Jorge Drexler, que después de un prolongado silencio y su lanzamiento a un más amplio público tras conseguir el óscar a la mejor canción, regresa con un compacto que a primera vista nos despista un poco. Su anterior trabajo, Eco, era un disco lleno de canciones luminosas y repletas de energía positiva y apuntes de crítica social. En esta ocasión Drexler nos ofrece un trabajo que indaga en los caminos de las crisis personales. El disco, desde una óptica absolutamente intimista, nos desgrana un universo personal no exento de espinas, de cambios vitales, rupturas y dolores. Una ruta desnuda y melancólica que desde una discreta riqueza de sonidos, no carente de ecos cósmicos, nos brinda una mapa difícil y espinoso, donde nos chocamos de frente con la soledad y el peso de los proyectos truncados. Un trabajo que se aleja un poco de una mayor implicación con la crítica a la sociedad actual y que se hunde en un mundo de confesiones y anhelos. Da la impresión de que en este disco, Jorge ha dejado una profunda huella de su intimidad y de un proceso vital en el que seguramente era para él necesario esculpir estas canciones como liberación. Las letras desde luego respiran una sinceridad, directa y sencilla. Es una música que llegará seguro a los corazones de los que atraviesan (¿quién no alguna vez?) por la autoría de estos giros inesperados de la vida, de las rupturas provocadas e inevitables, con ese difícil peso de lo no consumado, de las promesas truncadas... Jorge, aún en este difícil terreno de mostrar el lado amargo de quien cambia conscientemente la felicidad estable por la incógnita de la incipiente (otra) felicidad, nos ilumina con su sutil optimismo. La vida es así, hay que tomar decisiones y seguir adelante, el futuro es siempre un libro pendiente de escribir. Como esos 12 segundos de oscuridad, que dan título al trabajo, los del faro que le inspiró en su retiro uruguayo, y que son los que le dan sentido a la luz...

QUIEN QUIERA QUE SEAS
Jorge Drexler

No hay nada tuyo que no quiera ver yo
No tengo tan claro
que te conozca

Intuyo, apenas algo acerca de ti
y todo lo demás
está en la sombra

Te veo y pienso
te miro y me digo:
"quien quiera que seas
¿de dónde has salido?

Lo quiero todo, y tengo muy claro que no
te voy a entender
más que en parte

Me importa mucho más
verte vibrar, así,
que descifrarte

Te veo y quiero
Que tú me veas
Quien quiera que seas
Quien quiera que seas

Tan poco tuyo que ahora soy
y nunca fui
tan de nadie...

20 de septiembre de 2006

El tentáculo difícil del deseo

Sonnet CXXXVI

I
F
thy soul check thee that I come so near,
Swear to thy blind soul that I was thy ‘Will’,
And will, thy soul knows, is admitted there;
Thus far for love, my love-suit, sweet, fulfil.
‘Will’, will fulfil the treasure of thy love,
Ay, fill it full with wills, and my will one.
In things of great receipt with ease we prove
Among a number one is reckon’d none:
Then in the number let me pass untold,
Though in thy store’s account I one must be;
For nothing hold me, so it please thee hold
That nothing me, a something sweet to thee:
Make but my name thy love, and love that still,
And then thou lov’st me for my name is ‘Will.’

William Shakespeare






Soneto CXXXVI

Si tu alma te reprocha, este continuo asedio;
jura a tu ciega alma, que yo soy tu «deseo»
que el deseo, tu alma, sabe que allí se admite,
y al llegar a este punto, atiende mi requiebro.

«Deseo» saciará tu tesoro de amor.
¡Cólmalo de deseos y entre ellos el mío!
Dudo que a más espacio hay mejor movimiento,
entre los muchos números, uno, apenas es nada.

Deja pues que entre sumas, yo, desapercibido,
sea entre todos, uno, en tu suma de méritos.
Considérame nada, siempre que consideres,
que esa nada que soy es dulce para ti.

Haz tu amor, de mi nombre y ámalo para siempre,
y así, tú me amarás, que «deseo» es mi nombre.

19 de septiembre de 2006

Italian way of Jazz

Tras el regreso de Mart-ini a estos lugares, quería hacer un pequeño homenaje a toda esa estética del gran aperitivo italiano, icono indiscutible de elegancia y glamour, de lujo y sofisticación, de sensualidad estética. Esos anuncios están grabados en la mente de muchos, y representan una Italia un poco difícil de encontrar hoy en día. Así que cerremos los ojos, y sumerjámonos en la Itlalia de los años 50. Una Italia que comienza a dejar atrás la guerra, y que gracias a las inversiones americanas (el famoso Plan Marshall que aquí no llegó) comienza a vivir en el desahogo económico. Una Italia que redescubre sus genes especialmente dotados para el “dolce farniente” y que comienza a vivir en la vida cómoda, esa que bien relata Fellini en su “dolce vita”. Una Italia mítica pues, previa al desarrollo atropellado posterior, donde aún brillaban muchas cosas con exclusividad, donde parecía que casi todo era posible.
Si nos acercamos hasta la costa Ligur, podemos imaginar un Portofino rutilante donde recrear ese glamour de ricos, nuevos ricos, gente guapa y muchos americanos que acuden a la llamada del Italian fashionable way of life. Un alter ego de la vecina Côte d’Azur, que bien recreaba Hitchcok en su también glamourosa “to catch a thieve”.

Tras este recorrido un poco cinematográfico, y quedándonos en Portofino, la película a la que quería llegar es la más modesta “The talented Mr Ripley”, remake de la francesa “Plein Soleil”, en las que se recrea esa época que comentaba al inicio: mucho dinero americano, y mucho italiano deseando seducir y ganar...
La adaptación de la tremenda novela de Patricia Highsmith no llega a redondearse en ninguna de las dos versiones, si bien la francesa nos transmite con mayor acierto ese inquietante lado oscuro de Ripley, esa perversidad malsana disfrazada de fascinación que domina la historia entre sombras y deseos. La moderna americana, sin embargo, y supongo que debido a la época en la que fue realizada, se permitió hablar con más claridad de esa ambigüedad sexual del protagonista, aunque para mi gusto quedaba más intensa en su deliciosa no definición del original escrito, que tantos momentos de lectura ansiosa e imaginación tórrida me hicieron padecer el verano de mi adolescencia en el que lo leí.
La seducción italiana por lo americano, aún presente hoy en día en muchas cosas, se dejaba sentir entonces de manera poderosa en aspectos como la música. El Jazz invadía el gusto musical de salas nocturnas y estaciones de radio. Con esa inspiración, el gran Adriano Celentano hizo esta irónica canción que en la moderna versión del talento de Mr Ripley es reinterpretada en una memorable escena llena de "follia americana" y glamour.

Con un vaso de martini en la mano, y por supuesto, dedicado a él.

Disfruten, de la delicia del ritmo, de dejarse llevar por el Jazz, del placer de la seducción, y de ese beso de Jude Law, que más de uno y de una desearía recibir...


18 de septiembre de 2006

Esa otra realidad...

Invitada: Gioconda Belli


"Siento que me voy alejando, que voy saliéndome poco a poco de esta realidad de las mañanas y las tardes y voy entrando a un mundo que estoy construyéndome con mis deseos y mis ansiedades y todas las cosas reprimidas que empiezan a querer salírseme y que me empujan, casi sin darme cuenta, en la incertidumbre, allí donde deberé quedarme sola, donde me da miedo ir porque sé que tendré que asumir toda la responsabilidad del haberme dado cuenta, del saber que no todo es aire y agua y pan y leche y que hay algo mas que nos rodea, que esta en la atmósfera, que nos persigue y espera para envolvernos en esa belleza dolorosa que quisiéramos compartir y acercarla a los demás pero, al contrario, nos aleja, nos hace sentirnos irreales, diferentes, como que acabáramos de nacer a un mundo que no conocimos hasta entonces o como que hubiésemos llegado de la estrella más cercana o de la más lejana y estamos abiertos totalmente a las hojas, al ruido, sintiendo derramarse la vida, sintiendo que nos acercamos a esa, la verdadera realidad, aunque todos crean lo contrario y nosotros no podamos explicárselo."

De: Sobre la grama.

15 de septiembre de 2006

Turismo de Barrio



Hace unos meses que mi prima me señaló esta curiosa tienda, cerca de casa, mientras paseábamos... El título lo dice todo. Sin embargo, yo me pregunto: ¿qué es un artesano del metacrilato? En fin, no he hecho fotos del escaparate por pudor, pero les comento que podrían confirmar las peores sospechas acerca del asunto. Sí, amigos, al lado de mi casa vive el Lladró del futuro: el del metacrilato. A veces uno descubre que donde no había imaginado, existe todo un universo que ya alguien se ha encargado de explorar. A saber si este hombre cruzará algún día la frontera entre artesano y astista, por otra parte cada vez más y más confusa. Pero bueno, también eran considerados artesanos en el Renacimiento los escultores que hacían estatuas (por ejemplo todas esas que maravillosamente pueblan Italia), como nos recordaba inquilino recientemente en uno de sus interesantes posts . Y sinceramente ¿quién sería hoy en día capaz de denominarlos así?
Supongo que si este hombre se dedica a ello es porque hay un mercado más o menos potencial que atender. De todas formas, debo confesarles que a mi prima y a mí lo primero que nos vino a la mente al ver el rótulo de la tienda, fue aquella onírica escena de la película "Desmontando a Harry" en la que Woody Allen, en un paseo por el infierno contemplando los tipos que por allí deambulaban, a cada cual con más aspecto de pecador, se encontraba con uno bastante corriente al que varios demonios llevaban a una (supongo) caldera... A la pregunta "y usted, ¿por qué está aquí?" la respuesta era "yo inventé el metacrilato", frase que (reconozcámoslo) es de lo más caustico. Pero es que esta película está plagada de frases para la posteridad, y no podemos dejar de lado perlas como "Las palabras más hermosas de nuestro idioma no son "te quiero"; son "es benigno" o "¿Qué tiene de malo la ciencia? Si me dan a elegir entre el aire acondicionado y el Papa, me quedo con el aire acondicionado". Y es que debo reconocer que para mí, éste es uno de los guiones más brillantes que ha gestado Allen en los últimos años.
Nada, nada, disfruten del metacrilato y, si quieren, dejen sus experiencias como comentario. Buen fin de semana.

14 de septiembre de 2006

INFINITO PARTiCULAR

Marisa Monte


Ya nos lo advertía ella al inicio, en un insólito despertar de concierto a luces apagadas completamente en escenario y platea... "Só não se perca ao entrar, no meu infinito particular" (sólo no te pierdas al entrar, en mi infinito particular). Ciertamente infinito fue el mundo que nos atisbó anoche, intensamente personal, provocadoramente bello, conscientemente delicado.
Desde que la conozco, hace unos años ya, he visto cómo su música se estilizaba, se hacía cada vez más y más envolvente, pero sin duda no a través de hacerse más compleja, sino a través de llegar a la raíz misma del acto musical como esencia de vida (ya sea pop que samba, bossa nova que balada). Esencias de melodías y esencias de ritmo desveladas con gravedad e ingravidez. Desde un inicio quizá un poco frío, desde su elevada silla, la música comienza a sonar, un poco envuelta en perfecta imitación de la factura de sus dos recientes discos. Luego, vamos asistiendo al desplegarse de la música, que esos maravillosos y absolutamente talentosos músicos que lleva con ella modulan en contínuas recreaciones que sorprenden por su inspiración y calidad. Ella también se despliega, se levanta, baja a la parte más cercana al público del escenario y baila, se mueve, se entrega con esa sensualidad que la caracteríza, en una puesta en escena cuidada a la perfección, envuelta en un aparato escénico minimalista y poético que más parece creado por la mano de un escenógrafo teatral que por uno de conciertos de pop como en el fondo lo es éste. Elementos sencillos y llenos de poesía y simbolismo (sublime esa luna) que, sin asfixiar, se combinaban con iluminaciones insólitas y escenarios que transformaban atmósferas y espacios de manera bellísima.
Siempre pensé que lo que más caracterizaba la voz de esta brasileira, como digo, es su profunda sensualidad, sus modulaciones carnosas que, sin embargo, se mueven en un elegante registro agudo que ella eleva hasta la poesía. Nunca la había visto en directo, y no sé por qué imaginé que su directo sería más tendente al apasionamiento y el exceso de un Carlinhos Brown del que es estrecha amiga y que ha compuesto muchas de sus músicas... Pero no. Ella se mueve en un universo elegante y siempre contenido. Sin estridencias ni excesos, entregandonos el relevo de su visión de la música como "celebración de la vida" (sic). Ni siquiera en un final lleno de ritmo y melodías más conocidas por los que menos sabían de ella se excedió. Nos hizo cantar con elegancia y bailar con sensualidad y, en un gesto de generosidad, incluso nos invitó a continuar la fiesta con ellos en su hotel. Espíritu brasileiro entregado, que ella ha tocado de su elegancia y de su belleza para crear todo un "universo ao seu redor". Universo del que, al salir de la sala, aún flotan esas frases en su hermoso portugués, entre melodías que se adhieren a la volutad. Palabras que se mezclan entre ellas, y en un sencillo acto de placer, te acompañan horas, incluso días...

pra ser sincero, meu remédio é te amar, te amar

o tempo vai passar e tudo vai entrar no jeito certo de nós dois

não pense, por favor, que não sei dizer que é amor tudo o que eu sinto longe de você

só porque disse que não me quer não quer dizer que não vá querer, pois tudo o que se sabe do amor é que ele gosta muito de mudar, e pode aparecer onde ninguém ousaria supor.

quando un descaminho acha o seu desvio tudo se alivia

Deixa o amanhã dizer
Apesar de tudo existe uma fonte de água pura, quem beber daquela água não terá mais amargura...

Para que compartan la magia de anoche, un pequeño instante de un reciente concierto de ella (sí, fue algo así)

12 de septiembre de 2006

Bálsamos.

Sonatas para violín de Mozart
Daniel Baremboim, piano
Itzhak Perman, violín.


Todo en esta vida es cíclico. Al menos, demasiadas cosas sí lo son. No me cuesta dejar de escuchar ciertas músicas de manera radical, porque sé que un día, de repente, vuelven a aparecer con fuerza y con necesidad en mi vida. Así sucede con la música de cámara de Mozart, a la que no retornaba con esta sed desde que hace justo un año me sumergiese voluntariamente en su balsámico influjo. Porque no es de otra manera que soy capaz de describir su efecto sobre mí. Bálsamo para la melancolía, para diluir el lado dramático de la vida, para borrar las sombras, para sobrevolar los precipicios.
En aquella ocasión escogí las sonatas para piano, que siempre para mí han sido esa suave anestesia contra el dolor. Porque en su gozo para la vida, en su incisiva melancolía, en su perfecto orden, en su desmedida humanidad, en su lírica hondura, me hacen despegar del dolor, y de la tierra herida. Y así, suspendido en esa aérea permanencia de las notas, la sangre vuelve a correr con sosiego, con firme aliento. Recuerdo tardes enteras con la mente en blanco, escuchando una y otra vez aquellas sonatas, como encerrado en una perfección que no quería que terminase jamás. Porque con ellas, Mozart me daba la vida, la pasión, el gozo de la existencia, pero desde una barrera suspendida en el cielo, enfundada en un aire protector que me permitía sentir sin dolor. Y así pasaban tardes y tardes, hasta que un día, sin saber por qué, las sonatas volvieron a su caja para no salir más que ocasionalmente.
Hoy me ha llamado esa salvaje necesidad de sacar otro de mis cofres favoritos de Mozart, el de las sonatas para violín. Mi necesidad es diferente a la de hace un año, quizá no tan radicalmente imperiosa, quizá más caprichosa y leve. Por eso han sido las (más ligeras) sonatas para violín que se han quedado pegadas a los dedos. Inevitablemente, mis manos han elegido el segundo de los compactos, y lo han accionado para que suene la deliciosa sonata K304 en mi menor. Una hermana menor, en tamaño, intenciones e importancia. Pero que sigue contando con mi irresistible debilidad para escucharla sobre todas las demás... Porque he soñado demasiado con ella, porque es en tonalidad menor y siempre me pareció que en las tonalidades menores era donde el genio Salzburgués ahondaba más en la irracionalidad de la existencia, en las sombras de la vida, pero sobre todo en él mismo y en sus inseguridades y fantasmas. Por ello no abusó demasiado de ellas, aprovechando también que la moda no las beneficiaba mucho. La versión de Itzhak Perlman y Daniel Baremboim para la Deutsche Grammophone es simplemente perfecta. Ligera y sutil, sin amaneramientos innecesarios ni efectismos inútiles. Los tempi son con justicia los más acertados que he escuchado en ninguna versión. El binomio Perlman/Baremboim ha hecho escuela en el terreno de la sonata para violín, y sus versiones, absolutamente todas, son de referencia, ya sea en el repertorio clásico o romántico. Es una pena que no se hayan vuelto a prodigar juntos en los últimos años (por no decir lustros). Escoger la forma en la que interpretar a Mozart es algo sumamente difícil, si lo que se pretende es transmitir la grandeza y la profundidad de sus edificios musicales, por eso el resultado de estas grabaciones es aún más valioso. La genialidad de Mozart necesita genialidad en los intérpretes para no perder su perfección. Estos dos grandes intérpretes, además de una técnica asombrosa, están dotados de un conocimiento y una inspiración fuera de lo común. Sus versiones se alejan de las (más al uso) “historicistas” de tiempos recientes. Pero en mi opinión, Mozart, como visionario que fue, no escribió para su época, y ello se refleja también en el aspecto técnico. Así, sus obras requerían particularidades en los instrumentos que no habían aún sido inventadas. De hecho, los músicos de la época tuvieron dificultades con algunas de sus obras. Así que me río yo a veces de algunas versiones historicistas que se defienden por ahí. Baremboim y Perlman llevan estas partituras a su límite, y llenan de arrebato contenido estas obras, incluso mi querida minúscula sonata K304, dejándolas siempre en el límite del precipicio de la desmesura, con elegancia y pasión, con intensa perfección...
(Chapeau!!)
Que suene, que suene, que suene...

11 de septiembre de 2006

Aristas.


A veces, para vivir, debemos doblegarnos a la realidad. Otras, nos mentimos con esas mentiras que pasan a ser verdad.
A veces, la vida parece que no existe, que se esfuma con sorna entre los dedos. Otras, la piel se funde con la realidad y por las venas corre la sangre turbulenta.
A veces los mares bañan el deseo bajo la arena y los bosques funden en sombras las raíces de la felicidad. Otras, el deseo se despliega con audacia, con descaro, con la lengua húmeda y la felicidad, blanca y ocre, sobre la piel.
A veces son necesarios los secretos, y la vida corre más limpia entre sus dedos. Otras, la higiénica transparencia nos impone su dulce dictadura.
A veces nos sometemos a una existencia subterránea. Otras, vivimos en un constante miedo a la oscuridad.
A veces, para vivir, tenemos que enterrar la piel estremecida. Otras, vivimos sólo porque nos estremecemos.
A veces, una sola vida es demasiado poco.
Otras... también.

7 de septiembre de 2006

Fragmentando el Fracaso.



Buscando un documento visual que ilustrara un acercamiento a una de mis actrices fetiche, he dado por casualidad con el trailer de una de sus películas más interesantes, que cuenta además con el acompañamiento sonoro de una de mis canciones favoritas de ese gran creador que es Paolo Conte.
Ella, es Valeria Bruni-Tedeschi y la película, la penúltima hasta la fecha del polifacético realizador francés François Ozon: 5x2 (cinco veces dos).
Cada incursión de Ozon en el cine me deja la sensación de que tener que revisar la idea de él que el filme anterior me había dejado. Admito que no siempre me convence, pero no puedo negar que nunca salgo del cine indiferente cuando veo algo suyo. A veces, como sucedió con su increíble "le temps qui reste", es absoluta conmoción lo que llega a provocarme. Pero aquí hablamos de otra cosa.
Cinco veces dos es una película sencilla, sin muchas pretensiones, que intenta dibujarnos a pinceladas, tan sólo aparentemente gruesas, un retrato fragmentario de una relación de pareja que podría encajar perfectamente en el patrón de muchas parejas de treintañeros de la actualidad, durante los 5 años de su existencia. Los fragmentos, en este caso, son escenas escogidas de 5 momentos de la relación (primer encuentro, boda, nacimiento del hijo, debate sobre la fidelidad y divorcio ). Ozon, en su intento de evitar interpretaciones evidentes por parte del espectador, nos muestra las escenas en sentido temporal inverso. No es un recurso nuevo, pero evita caer en el lado más cegador de la identificación, lo cual nos dificultaría rastrear entre las pistas y las sombras con las que siembra la película. Además, de esta forma, se asegura un final lleno de luz (el momento de la seducción y de la identificación amorosa) en una película que en realidad nos habla de la degradación de las relaciones personales construidas sobre la fragilidad.
En mi opinión, el acierto de la película está en la capacidad de Ozon para no mostrarlo todo, para plagar la película de dudas y de preguntas que nos acechan a cada minuto en el discurrir de los acontecimientos, que nos van dibujando los personajes y sus motivaciones. Cómo el desencuentro va ocupando el espacio entre los anhelos y las fragilidades de los protagonistas. La aparente fortaleza de ella, su falta apetito sexual o sus escarceos con la infidelidad, las debilidades de él y su poca implicación en la relación, se nos van mostrando a retazos, con contundencia en el principio (final) de la película (relación) y desdibujándose a medida que nos sumergimos en el inicio de la historia y va ganando fuerza la necesidad sentimental y el magnetismo del comienzo. Marion y Gilles, los protagonistas, estupendamente interpretados por Valeria Bruni y Stéphane Freiss, van dejando entrever muchas de sus dudas e inseguridades, a medida que van moviéndose en un terreno que se va alimentando de desencuentros sutiles. La distancia entre ambos va ganando lugar, y va instalándose poco a poco la sombra de sus inseguridades, desembocando en el irremediable fracaso. El retrato resulta amargo, porque se roza la felicidad, pero como tantas veces en la vida, algo no cristaliza y el castillo se va desmoronando. La historia no se dispersa mucho en situaciones ni personajes secundarios (aunque los esboce con gran maestría), lo cual, unido a la soberbia capacidad para la elipsis del director, nos llevan a centrar inevitablemente al espectador en las causas de esta desintegración de la que no podemos bien entender bien las razones ni nos orígenes (sorprendente la escena del baile con el hermano gay de Gilles y su novio adolescente, y las dudas que posteriormente deja en el espectador acerca de sus continuas inseguridades) pero que nos llega, y nos sacude, en ese intenso mareo de lo inexplicable de la existencia, de sus encuentros y de sus desencuentros.
Me quedo con esa última escena, brillante, del "coup d'amour" en esa maravillosa playa de Cerdeña... El amor mueve y también deshace, pero sobre todo nos enseña y nos hace mejores. Ese final para mí, representa esas cuantas historias fracasadas que todos hemos tenido, pero de las que no nos arrepentiremos jamás.
Dejo aquí el trailer... ni que decir tiene que adoro a Valeria Bruni!

6 de septiembre de 2006

Regalos

Hoy quiero que se pare el tiempo, que se deshagan los automóviles, las onzas de chocolate incluso. Los árboles, el mar... Hoy no necesito nada más que él. Porque es su día, y lo que le hace más feliz es tenerme a mí al lado y saborearnos los dos. La necesidad y la entrega tienen sus encuentros y sus desencuentros. Pero hoy, sólo cabe el encuentro. Con piel, con aliento, con inequívoca existencia que, por momentos, olvida la sinrazón y nos hace soñar en esas playas del cielo, en la mirada que se toca y en la boca que se hace casa de verano y de sueños.
Para él, hoy, ésta, que es una de sus canciones...

Letra y música: Adriana Calcanhoto

Después de tenerte
Para qué querer saber... qué hora es?
Si es de noche o hace calor... si estamos en verano
Si el sol va a volver o no
O para qué sirve una canción, como esta?
Después de tenerte, poetas para qué?
Los dioses, las dudas
Para qué almendros por las calles?
Para qué sirven las calles... después de tenerte?


Depois de ter você,
Pra que querer saber... que horas são?
Se é noite ou faz calor... se estamos no verão...
Se o sol virá ou não...
Ou pra que é que serve uma canção, como essa?
Depois de ter você, poetas para quê?
Os deuses, as dúvidas...
Pra que amendoeiras pelas ruas?
Para que servem as ruas... depois de ter você?


(no doy con ningún vídeo en youtube... y aún no sé poner canciones por aquí... a ver si alguien me enseña)

4 de septiembre de 2006

Madrid-Kansas-Helsinki Connection.


Las conexiones que a veces la vida nos brinda son insospechadas. Y más si hacemos de exploradores de posibilidades, de secretos topos de arena azul. Después de despedir el viernes a EFESOR en su partida a Finlandia, y de que me encargue que le documente en algunas cuestiones de música clásica para su largo, lo primero que se me vino a la cabeza fue Jean Sibelius, el más grande músico Finlandés. Uno de los compositores más interesantes del movimiento romántico nacionalista, autor de obras que forman parte de la discografía básica de cualquier melómano . Su sinfonía número 2, o su concierto para violín, deberían estar en toda discoteca, por básica que sea. Pero quizá sus obras más populares son sus poemas sinfónicos, como Finlandia, compuesta en época de la dominación rusa y para algunos verdadera melodía nacional, o el Cisne de Tuonela, una de las obras más profundamente líricas de todo el romanticismo sinfónico.
En mi casa, de pequeño, tenía un disco que solía poner mucho, con obras de Grieg y de Sibelius. De este último se incluía Finlandia, el Cisne de Tuonela y el Vals Triste, una de sus obras más tradicionales desde el punto de vista musical, pero de innegable inspiración melódica. Me gustaba ponerla una y otra vez, y me parecía que viajaba con la mirada, con el pensamiento, a esa Finlandia blanca, helada, llena de bosques de árboles infinitamente verticales, de lagos negros, de miradas azules... Era uno de mis ejercicios de fantasía más estimulantes, vivido desde mi Andalucía siempre cálida, entre africana y mediterránea... Y es que de niño siempre me gustó soñar con lo nórdico, con el silencio de la nieve, con el hielo tras los cristales... Y para mí todo aquello era Sibelius, y su Vals Triste, su cisne de Tuonela.
Hoy, mientras intentaba buscar algo de él para dedicárselo a Efesor, me he encontrado con este pequeño corto de un tal Bruce Conner, que no sé quién es, pero que funde estas imágenes antiguas de Kansas (ciertamente cautivadoras) en blanco y negro, con la música del Vals Triste de Sibelius. De repente, esa afilada aguja que guía el hilo del destino ha cruzado por un instante la tierra, y, desde algún origen incierto, nos une: nieve y desierto, azul y verde, muerte y deseo, danza triste. La mirada es la misma... cautivadora. La música, lenta e ingrávida, nos envuelve en las búsquedas. Allí o aquí, nada sabemos, esperamos todo. Comenzamos, continuamos, abandonamos, sentimos, nos acercamos, evitamos, miramos, sonreímos, tocamos, respiramos, nos cruzamos... Y el hilo sigue dando vueltas, rompiendo el aire con su risa. La vida nos envuelve con su lengua y nos traga con la paciencia de la serpiente. Los pasos suenan despacio, como arrastrándose por el suelo en un vals circular...


Dedicado a Efesor, claro...