30 de agosto de 2006

Enigmático Adriático.


"La idea del amor es impensable sin el mar del que nació, fecundado por los genitales de Urano, a quien castró el hijo de Kronos con la guadaña. Se podría creer, si atendemos a una etimología desenvuelta, que es el tiempo, Cronos, el que mutila el cielo, el infinito, haciendo caer de él un fragmento en el mar, que junto al amor, es un eco del infinito y un desafío al tiempo. La etimología es falsa, pues Kronos, la divinidad que derroca al padre de Urano, no tiene nada que ver con Cronos, pero de vez en cuando nos gusta llevarnos una concha al oído y simular que el rumor de aquel vacío es el mar. No es, sin embargo, tan vacío, pues basta levantar la vista y el mar está ahí delante, inagotable e inexplicable. Marisa sale del agua -la primera vez, la centésima; cada verano es único e irrepetible, uno tras otro desfilan como las cuentas de un rosario, el tiempo las redondea como piedras en la playa, entre uno y otro se abre un infinito."

Claudio Magris.


Leo estos días un bonito ensayo de Claudio Magris, que comencé este invierno y dejé casi al inicio. Ahora lo he retomado con fuerza y estoy buceando en él con cierto placer. Se llama Microcosmi (Microcosmos) y se divide en diferentes capítulos, en los que el autor trata de dibujarnos diferentes pequeños universos del Norte de Italia en los que las continuas divisiones nacionales y el pasar de poderes gobernantes con diferentes culturas e identidades nacionales, han supuesto un continuo trasiego y mezcla de lenguas, costumbres, nombres, formas de pensar, etc, que han durado hasta prácticamente nuestros días. Ello ha propiciado que en estos lugares se hayan creado microcosmos humanos, formas absolutamente únicas y excepcionales desde las que enfrentarse a la vida a pesar del cambiar de gobernantes, idiomas y ejércitos que sobre ellos han intentado dibujar una forma determinada de ver la realidad.
Magris parte de la vivencia de personajes anónimos y escritores locales para mostrarnos una imagen absolutamente conmovedora de cada uno de estos microcosmos, a través de las palabras, de los recuerdos, y de la poesía. Estoy disfrutando mucho con él, y aprendiendo mucho de lo que es una conciencia propia, determinada por el lugar en el que uno ha nacido. Al final, uno no puede sino llegar a la conclusión de que cuando el lugar de origen ha sido muchas cosas, y nuestros vecinos también, por un lado perdemos una referencia clara del poder, de la autoridad, de la identidad como nacionalidad, pero por otro ganamos una libertad extraña que (curiosamente en esos lugares) ha sido inspiradora de un florecimiento literario bastante fecundo.
En el caso del extracto que os he copiado, traduciéndolo directamente del italiano (espero haber hecho una traducción decente) Magris nos habla de las Islas adriáticas que están entre la península de Istria y Fiume (actual Rijeka, en Croacia). Antigua región de recreo estival de la aristocracia centroeuropea, estas tierras han sido muchas cosas, pero resumiendo, en el último siglo, a saber: Italiana, después Yugoslava y finalmente Croata

En ellas se mezcla la arquitectura veneciana, la influencia austro-húngara, el influjo cosmopolita de la aristocracia centroeuropea, y la confrontación de población de origen fundamentalmente italiano y eslavo.
La Marisa del extracto es Marisa Madieri, la esposa del escritor, y también escritora. Nacida en Fiume y exiliada en Italia tras la anexión de Istria a Yugoslavia en 1945. He encontrado un blog que habla un poco de ella (pincha aquí)

Todo esto que leo, más allá de la poética simbólica de Magris, que riega todo el texto, y que es maravillosa como lectura, me hace pensar en la realidad de difícil identidad de estas tierras, pero que sin embargo nace con fuerza de las personas, de los habitantes singulares, y no de una autoridad o nacionalismo, tantas veces inútil. En España leemos a diario el duro debate acerca del camino que deben tomar los nacionalismos territoriales, que, ciertamente, han sido olvidados y masacrados durante mucho tiempo, pero que a veces enarbolan unos argumentos muy preparados y con frecuencia alejados de la realidad diaria de los individuos de estos microcosmos que habla Magris. En Istria podemos hablar de habitantes exiliados, perseguidos, incluso asesinados, de convivencia de eslavos e italianos que han debido enfrentarse en sus culturas, en sus idiomas, por causa de una serie de identidades nacionales consecutivas que no contemplaban su realidad diaria. Pero han sabido estar muchas veces por encima de eso, sin dejar de crear una identidad absolutamente propia y particular. No, seguramente no hacen manifestaciones ni cometen atentados para reivindicar nada. Quizá no han tenido esa capacidad de rebeldía. Pero por otro lado sí han sido capaces de labrase una identidad cultural real, que con grandes dosis de tolerancia se ha agarrado desde la convivencia a la palabra, al trabajo, a la cotidianeidad, y al mar, a ese profundamente azul mar adriático y a sus veranos consecutivos que, como dice Magris, abren el infinito entre ellos. Creo que algo podríamos aprender, ¿no?

29 de agosto de 2006

Las dos caras de la moneda

Suena el telefonillo. Descuelgo con la certeza de que es él. Siempre fue puntual, y son ya las diez en punto. "Sí, soy yo, sube" he dicho, intentando sacar de mí un tono de indiferencia que me cuesta fingir.
Vuelvo al lavabo, a mirarme al espejo, toco con los dedos mis cabellos, como queriendo colocarlos aún mejor de lo que lo he hecho ya varias veces en la última hora. Miro mi camiseta, la misma que llevaba puesta la última vez, aquella última vez. He pasado media tarde del armario al espejo, del espejo al salón, del salón a la ventana, de la ventana al armario... Mis pasos van tan deprisa como mis pensamientos. No sé muy bien por que le dije que volviéramos a vernos. Pensé que era para siempre, que a pesar de todo no era aquella la vida que yo quería. "No", me digo, mejor me pongo otra camiseta, y corro de nuevo al armario a buscar una de las que suelo llevar en casa, una más discreta, que no me favorece demasiado. No quiero que piense nada raro. Mientras el algodón se desliza por mi piel reconozco todas las veces que le he echado de menos estos meses. A pesar de todo, a pesar de Luis, a pesar de mi felicidad, esas noches de lluvia, siempre ha vuelto a mi memoria. Tampoco he pasado ningún día sin poder evitar comprobar si está esperando su autobús bajo la marquesina. Lo hago cada vez que paso delente de esa parada de autobús con mi coche. A veces, incluso me desvío de mi itinerario para poder hacerlo.
Escucho sus pasos subir la escalera, despacio, como si en realidad estuviese pensando en volver atrás. No sé por qué me aseguré que Luis no estuviera en casa. La excusa del encuentro no exigía una cita a solas. Pero lo he hecho así. Sé que no debo acercarme demasiado, sé que no debo preguntarle si aún siente algo, sé que no debo, sé que no debo..." No, no quiero que me vea así, quiero que me vea con la camiseta naranja, como la última vez", decido de repente, y dirijo mis pasos a la habitación, donde aún descansa sobre la cama. Mientras la recojo, un escalofrío me recorre. Escucho sus pasos en el tramo final de la escalera. Exactamente igual que la última vez. Silencio. El corazón late, casi se sale del pecho. Por fin suena el timbre, y mis pupilas se ensanchan, como si por ellas saliese la sangre que mi corazón bombea con furia. En el último instante, decido cambiar de nuevo la camiseta. Y abro la puerta, inentando mostrar indiferencia, mientras aprieto con fuerza los puños.

No resisto verle tan guapo, corro a abrazarlo para que no vea la expresión de mi cara... Sé que aún sería capaz de reconocerla. Me detengo en el abrazo, le estrecho y tímidamente respiro de nuevo en su nuca. Las yemas de mis dedos crujen sobre su piel. Mi aliento se desploma, y mis labios se escapan para darle un beso pequeño, en la mejilla. El deseo me golpea y muerdo mis labios para no huir en los suyos. "Pasa, pasa..." Intento sonreír, intento parecer feliz. La melancolía y el deseo se quedan detrás de la piel, como amordazados. "La casa no la vas a conocer ya. Luis y yo hemos hecho muchos cambios" le digo, con tono seguro. Sí, la seguridad se crece, va apaciguando la sangre. La felicidad va instalándose, poco a poco, escueta y perfecta, sobre mi boca. . Sin embargo, detrás de ella, mi corazón se está rompiendo a cada segundo, a cada segundo, a cada segundo...

28 de agosto de 2006

No quedan días de verano

Si tuviera que capturar en un instante parte de mi felicidad para hacerla física, supongo que me hundiría en la memoria del verano. Cerraría los ojos y buscaría en el recuerdo de las horas tibias bajo el sol, de las miradas bajo la sombra azul de las tardes calladas. Buscaría seguramente el sonido del Mediterráneo sobre la piel, el beso carnoso sobre la arena, el viento agitando los dedos mientras se deslizan entre las páginas de un libro en el que se hunden mis deseos.
Pero, al final, llegaría con certeza a un momento como este:





Lugar: Padova, Italia.
Compañía: rodeado de belleza, diluido en la humana desidia de la hora del aperitivo. Con mi chico frente a mí
Boca: en la boca, un spritz, aperitivo amargo típico de la ciudad, que sus habitantes acostumbran a deslizar por sus gargantas a la hora del atardecer, entre miradas de placer estivo y risas que dibujan ya la noche.
Sobre la mesa: el último libro de Umberto Eco, y el placer de haberme perdido en una librería para encontrarlo, oliendo con detenimiento el papel de cada novela, acariciando los lomos de la fantasía con mis dedos.
En mi mirada: la suya, que toma la foto mientras me sonríe.
En mi pensamiento: algo parecido a la felicidad.

26 de agosto de 2006

L'ultimo Bacio

Elección difícil encontrar una canción para dedicar... Inicialmente para Nat, pues se lo prometí... Pero tras rastrear lo que me apetecía poner, escuchándome a mí y escuchando sus sugerencias, he elegido algo para lo que creo que hay más personas de por aquí a las que tiene que ser dedicado, cada uno que se autoelija si así lo siente. Querida Nat, me puede lo italiano, me temo.
También para todos los que estamos así un poco melancólicos en este final de agosto. Yo, en un fin de semana que camina peligrosamente en el precipicio que separa el desenfreno y la melancolía, la mirada que paraliza y su sombra que te hunde, entre risas frenéticas y lecturas que me tenía prohibidas, pero en las que me arriesgo a entrar, me he detenido en este vídeo, de una película muy menor, casi mediocre por momentos, pero que reune tres cosas que me gustan mucho.

  1. La cantautora Carmen Consoli, y una de sus canciones más hermosas.
  2. La actriz Giovanna Mezzogiorno (la morena, para quien no la conozca), que adoro, porque es una gran actriz, y porque desde que vi esa mirada final de "La finestra di fronte" la tengo clavada en el alma.
  3. Stefano Accorsi, que es uno de los hombres que más me gustan del mundo. Por su belleza, por su hermosa voz, por sus formas elegantes y profundamente seductoras(ays)

"de esos violines sonando al viento,
el último beso, mi dulce niña,
quema en la cara, como gotas de limón
La heroica valentía de un adiós feroz.
Pero son lágrimas,
mientras llueve,
llueve,
llueve."

Para todos. Besos... que no sean los últimos, por favor.




24 de agosto de 2006

RESPIRO...

Una de las noches de mi viaje a Italia, mientras rastreaba en la televisión del hotel intentando escuchar algo de italiano, aparecieron las imágenes de esta película que ya había visto yo hace unos años cuando la pasaron por aquí. Película extraña y difícil, que pone diálogo, pero sobre todo imagen, a una vieja leyenda de pescadores de Lampedusa que cuenta cómo toda la isla consideraba loca a una joven madre que vivía con sus hijos pero que no se adaptaba bien. Todos deseaban que se fuera para curarse y un día sus ropas aparecieron en la orilla del mar y no había ni rastro de ella. Todos se sintieron tan culpables que empezaron a rezar y a desear su vuelta. Unos días más tarde, la mujer regresó y pudo llevar una vida normal, aceptaba por la comunidad a pesar de sus rarezas.
Valeria Golino es Grazia, madre de dos adolescentes y un niño. Sólo desea la libertad y no se lleva muy bien con la vida aburrida y previsible de sus vecinos, en una primitiva y excesivamente machista y castrante sociedad de pescadores de la casi africana isla italiana de Lampedusa. Una especie de oveja negra en una comunidad totalmente cerrada.
La famosa canción de Patty Pravo, la bambola, recorre las escenas de un personaje que la Golino interpreta de forma cautivadora y sensual. Grazia es pura esencia de mujer, de madre, necesitada de cariño y de belleza, pero sobre todo de libertad, Una libertad que intenta ejercer en un paraíso de isla mediterránea que es un auténtico goce para los sentidos, algo de lo que nadie salvo ella parece darse cuenta. Así, cual muñeca (bambola), es lanzada y casi pisoteada de un lado a otro por marido, hijos y vecinos... Película de pocos diálogos, en donde la acción gira en torno a la bellísima y cautivadora fotografía de Fabio Zamarion, que nos llena la vista de sensualidad y simbolismo, para casi hacernos vivir la agreste belleza de una sobrecogedora Lampedusa. La imagen y la mirada son también principales conductores de esa introspección psicológica en la esencia de una Valeria Golino que ciertamente está sublime mientras nos transporta por ese himno a la diferencia y a la lucha por la libertad del ser humano que es, en realidad, la película.
En fin, terminamos a altas horas de la madrugada, pero es que esta película tiene uno de los finales más bellos e hipnóticos de la historia del último cine europeo... Les dejo con un trailer, para que sientan ganas de verla los que no lo hicieron o de revisarla los que la conocen. Sensualidad para el verano, ¿les provoca?
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23 de agosto de 2006

Metamorfosis de la Melancolia (2) Tristeza Glam.


Hay días en los que todo ese amor, toda esa intensidad, toda esa entrega que hemos dado de más alguna vez a alguien que no lo recibió, que no lo quiso recibir, que no supo recibirlo... vuelve, como una lava espesa de volcán, como un maremoto lento que nos envuelve y nos hunde.
El amor no recibido vaga sin rumbo por el océano infinito de la energía universal, y, a veces, vuelve para recalar en el puerto de nuestras penas más íntimas, ese que siempre guarda un mirador al interior de nosotros mismos.
Esos días, la vida nos parece por momentos algo injusto, inexplicable, rotundamente hostil. Y buscamos esa vía de la anestesia, de la mirada oblicua, como nave por la que traspasar el recuerdo de tantas retóricas de silencio, de tantas e inexplicables esperas, de tanto eco de nada en las manos.
Sólo nos queda esperar... esperar mientras miramos la vida pasar... Yo, esos días, la vida la prefiero a ritmo de glam. Con la que mejor sabe hacerlo:



(la imagen no se ve bien, pero no he encontrado otra copia)

21 de agosto de 2006

Aquellos días de Diciembre

La vida está llena de giros y de precipicios. Los acontecimientos y, sobre todo, las personas, llegan cuando llegan, y no siempre lo hacen en el momento apropiado. Sin embargo, el deseo y la atracción actúan siempre como ineludibles motores de la carne y del intelecto. Hay historias de noches fatales, de sueños rotos, de besos nunca dados, de miradas no continuadas, que nos hilvanan la vida y retornan en trazos de sueño y recuerdo, en forma de puertas cerradas que de repente se abren y nos arrojan a súbitas caídas al vacío de la existencia, a la extrañeza de nosotros mismos.
Aquella noche yo no te esperaba. En aquella época yo solo esperaba cuerpos sobre la luna, y frívolas garras de carne sobre la sábana. Yo quería vivir la noche y la mirada sobre la piel recién saciada; convertirme tras el ocaso en un Don Juan sin escrúpulos que vivía sin más el placer de la seducción de los otros, recorriendo los amaneceres de camino a casa lamiéndome aún los labios con concupiscencia ante el taxista. Tú tampoco me esperabas. Hundido en tu ruptura sentimental, en tu huida de vida en común, de trabajo, de vida entera. Con poca vida en los bolsillos y la cabeza llena de incógnitas y cristales rotos. Pero desde nuestra primera mirada ninguna de esas dos vidas oblicuas se amedrentó. Los caminos de la literatura y la inevitable caricia de la seducción nos llevaron al sortear, no sin dificultad, las personas que nos unían inevitablemente. Jugando a no reconocernos, sorteamos pruebas, presencias y miradas ajenas, para, de repente, fugarnos sin salir de un Madrid que recorrimos como gatos. Con nadie he recorrido esta ciudad como contigo, en aquel diciembre soleado. Tu piel apenas rozaba la mía en aquel abigarrado café, y, sin embargo, la sexualidad del momento me erizaba los sentidos. Fueron días anaranjados de recorrer la Latina entre risas y miradas silenciosas, de visitas a librerías y a oscuras discotecas. Fueron días de invierno que nunca se han ido, que se quedaron ahí, como caricia abundante de un recuerdo siempre vivo bajo la piel. Y no pudo ser, nunca podría ser, nunca podrá ser. Pero ante la ceguera de la evidencia, ambos negamos con igual evidencia la realidad y nos entregamos al momento... El deseo no se desató, no nos atrevimos a desatarlo. Siempre quedó, como letargo de la no-realidad de lo que sucedía, como un territorio prohibido donde la inmersión podía producir que todo se disipase, recuerdo y realidad, mirada y poesía. Así cumplimos el pacto implícito y sólo jugamos hasta el límite nítido de la boca del deseo. Aquella fría noche de la despedida, con el hielo temblando en mis manos y el fuego quemándome las ideas, el abrazo fue leve, y el beso, sutil, en la mejilla. Mi estómago sentía un feroz aleteo que necesitaba la carne oscura de tu boca, pero el taxi esperaba, y mis brazos no pudieron hacer nada por retenerte. Así te fuiste, a tu país lejano, a tu nueva vida. Y tras cinco o seis correos, desapareciste. Yo encontré también una vida, otra de las miles que pudieron ser. A pesar de todo, aquellos días de diciembre viven continuamente en algún lugar de mi piel, con el magnetismo intacto de nuestro engaño inteligente.
Varios años después nos reencontramos, cada uno con su vida a medio hacer. Cada uno con una pasión bajo el brazo. Y hemos construido una relación del todo distinta. De complicidades evidentes y de vericuetos repentinos que nos asaltan entre miradas furtivas. La piel sigue siendo nuestra barrera, y no sé si algún día dejará de serlo, aunque sea sólo un instante. Sólo podría serlo durante un instante, lo sabes. Pero me gusta pensar que en cualquier momento, de forma inesperada, ese precipicio que sé que hay detrás de tu mirada, puede ser el escenario de mi caída. De una caída en el más allá de tu piel y de tu aliento. Mientras tanto, en cuanto llegues esta tarde, volveremos a quemar Madrid con el impulso de nuestras manos infinitas.

18 de agosto de 2006

Cuando la voz del poeta calló...

Hoy se cumplen 70 años ya del vil asesinato de uno de los más grandes poetas del siglo XX. Federico es un Universo en sí mismo, capaz de subyugar como pocos, con una capacidad para el simbolismo poderosamente magnética, poseedor de un lenguaje poético demoledor, que casi cruje en la boca de placer y misterio cuando lo leemos en voz alta.
En mi familia hay cierta tradición de magisterio, que comienza con mi abuela, una de las pocas maestras de su época en Galicia, a la que no conocí, pues murió demasiado joven, pero de la que mi madre siempre cuenta que adoraba a Lorca, a pesar de vivir en un entorno más bien falangista. Ella, sin embargo, se preocupó siempre de leerlo en la escuela, aún estando "mal considerado" hacerlo, aún no apareciendo sino apenas mencionado en libro escolar alguno. Lo leía y contagiaba a los pequeños de un interés y una pasión excepcionales por el poeta granadino. Mi madre, apasionada y vehemente por naturaleza, siempre ha amado a Federico. En su 17 cumpleaños, su madre le regalo el que probablemente sea el regalo más especial de su vida, las obras completas de Lorca, en la edición (hoy mítica) de Aguilar. Amor por la poesía y por la belleza transmitido con mimo y con pasión. El libro, de papel biblia, de Aguilar sigue en una de las estanterías de la casa de mis padres.
Como ya he contado alguna vez por aquí, a mi madre le ha dado ahora por escribir su vida y sus recuerdos. Parece que ya ha terminado. En una de sus confesiones, declara con cierto placer que está orgullosa de haber transmitido a sus hijos ese amor por Lorca, y que sabe (porque así lo hemos dicho nosotros alguna vez) que el único objeto de la casa que será objeto de disputa de herencia cuando ella muera, será ese ejemplar de las obras completas de Lorca. Ese que, recuerda ella, aún sigue conservando una rosa seca cogida en un verano gallego de hace ya muchos años, marcando la poesía favorita de su hijo mayor (yo). La rosa, oscura como Federico, también tiene su historia, aunque ella no lo sepa. La poesía que marcaba, la dejo hoy como testimonio de una voz que nunca debió apagarse.


ROMANCE DE LA LUNA, LUNA

La luna vino a la fragua
con su polisón de nardos.
El niño la mira mira.
El niño la está mirando.


En el aire conmovido
mueve la luna sus brazos
y enseña, lúbrica y pura,
sus senos de duro estaño.


Huye luna, luna, luna.
Si vinieran los gitanos,
harían con tu corazón
collares y anillos blancos.


Niño déjame que baile.
Cuando vengan los gitanos,
te encontrarán sobre el yunque
con los ojillos cerrados.


Huye luna, luna, luna,
que ya siento sus caballos.
Niño déjame, no pises,
mi blancor almidonado.


El jinete se acercaba
tocando el tambor del llano.
Dentro de la fragua el niño,
tiene los ojos cerrados.


Por el olivar venían,
bronce y sueño, los gitanos.
Las cabezas levantadas
y los ojos entornados.


¡Cómo canta la zumaya,
ay como canta en el árbol!
Por el cielo va la luna
con el niño de la mano.


Dentro de la fragua lloran,
dando gritos, los gitanos.
El aire la vela, vela.
el aire la está velando.

17 de agosto de 2006

Estranha forma de vida. Metamorfosis de la melancolía entre Lisboa y Belgrado.


Foi por vontade de Deus
Que eu vivo nesta ansiedade
Que todos os ais são meus
Que é toda minha saudade
Foi por vontade de Deus

Que estranha forma de vida
Vive este meu coração
Vive de vida perdida
Quem lhe daria um condão
Que estranha forma de vida

Coração independente
Coração que eu não comando
Vive perdido entre a gente
Teimosamente sangrando
Coração independente
Eu não te acompanho mais
Pára, deixa de bater
Se não sabes aonde vais
Por que teimas em correr?
Eu não te acompanho mais

Bajo la piel de este gato lunático que soy, siempre se escondió la sombra alargada y espesa de la melancolía. Como si de un destino se tratase, albergo esa magnética atracción por la belleza serena de la tristeza desde que mi razón me permite recordar. Desde mi adolescencia, rendido en exceso a un sentimiento que se torció demasiado en fatalista y oscuro, en icono de una supuesta profundidad que no merecía. También sufriendo la negación de su existencia: frente a los demás, y frente a mí mismo, en una lucha de engaños que me hundía en otra melancolía paralela, y también inexistente. La lucha terminó por agotarme, y resultar inútil. Ahora dejo que fluya, como parte ineludible de mi identidad, como determinante de mi visión de la belleza y del sosiego, como vía de liberación de una frustración que nace con la vida misma, y que es causa y remedio del éxtasis de la vida. He aprendido a mirar la melancolía de frente, sin miedo, con los ojos firmes y decididos de quien se sabe vital por naturaleza, apasionado por necesidad y profundamente carnal por decisión. La melancolía, en el fondo, es un estado, una sensación, una actitud... Voluble y débil, como lo son todos los estados humanos, como lo es su íntima naturaleza. La vida y nuestro apego a ella nace de esos desequilibrios, de la conciencia de un estado carencial y de la seguridad de la posibilidad de su satisfacción. Mi actitud ante este sutil misterio de la existencia siempre ha sido de extraña atracción, de profundo estupor. Necesito la vida y su irracionalidad, y planteármela de esta forma día a día, en cada pequeña imperfección que me asalta, me hace sentir más vivo y más consciente de la inutilidad de las respuestas, pero también más necesitado de seguir consumiéndola. Igual que no me he parado ante mi instinto felino y he husmeado en la noche y en el deseo, en la mirada turbia y en la debilidad de la carne. De la misma forma que no he evitado la felicidad ni el desenfreno, el límite ni la procacidad, de la misma forma, tampoco he huido de la melancolía. Cuando llega, así, en días como hoy, le abro la puerta y la dejo pasar como un río desbocado, rugiendo a mi costado. La veo pasar, y busco mis discos de música portuguesa, busco esa sangre lusa que corre por mis venas y me reflejo en esa identidad insatisfecha de la saudade, del errar infinito, del olvido y del abandono. Dejo que me arañe, que me marque la piel con esa aguda espina de la incomprensión, del deseo que late sin poder ser piel. Y dejo que corra, que galope hacia el mar, que se deshaga en el infinito azul. Y entonces, con la distancia de que soy capaz, descubro de nuevo el concepto de la vida en el que creo, más ligado a una de esas películas desenfrenadas y surrealistas de Emir Kusturica. Una locura, como debe ser la vida. También una cruel imagen de la existencia, donde no evitar el lado amargo de la existencia (la violencia, la corrupción, la maldad, la muerte, el egoísmo...) pero donde siempre nos quede la necesidad del otro, la carne dulce y espesa, oscura y tibia del amor inevitable, como triunfo sobre nuestra propia mezquindad. Y así, todos, en un frenético girar, disolvernos en esa música desmedida y vital, pero a la vez melancólica, de los gitanos balcánicos. Nacer y morir, de la nada a la nada. Y en este fugaz instante... VIVIR


14 de agosto de 2006


A Costa de Morte, en la provincia de Coruña, es uno de mis lugares en el mundo, y lo lleva siendo más de 30 años. Es uno de los más bellos parajes que conozco, y por él siento un especial amor, porque sus olas y sus rocas, pero también sus bosques, han sido el marco de demasiados momentos importantes y felices de mi vida, y han sido además cómplices de mi crecimiento personal, de mis decisiones de vida. Los que me conocen saben bien lo que siento por Galicia y por esta comarca en particular. Porque además es el entorno de vida de mi familia, de quienes tienen mi propia sangre. Con su desaparición, me quitan una parte de mí, de mi vida y de mis sueños. Por eso hoy, estoy triste.
No puedo quitarme las imágenes de la cabeza... Primero me negué a verlas en la televisión o en los periódicos. Es muy duro ver los incendios, cuando éstos destruyen algunos de los lugares donde más feliz has sido. Los lugares de la niñez, los que llevas en el corazón, los lugares donde reina parte de tu sentido de la belleza, de tu forma de entender la naturaleza. Hoy me he querido enfrentar con las imágenes. He entrado en periódicos, en vídeos, en blogs... Y las imágenes me han causado un enorme impacto, porque tienen dimensión de tragedia, de devastación. Esta ola de incendios tiene los tintes de un atentado terrorista. Sí, porque comparte con él la impotencia ante la destrucción. Nada se puede hacer. Se puede trabajar más, mejor... pero el fuego destruye a pesar de todo. Sin embargo, este fenómeno al que estamos asistiendo en Galicia carece por el momento de autores claros
¿Es un movimiento espontáneo? ¿Hay una trama? ¿los incendiarios están coordinados?
Nada sabemos aún de ello. Aunque de alguna forma, las condiciones para que una algo así sucediera, estaban sobre la mesa, y a ello apunta bien el escritor Suso de Toro, en su artículo de opinión del viernes 11 en El País. El artículo es de pago y no me lo puedo bajar, así que si alguno sabe o puede, y lo quiere colgar, se lo agradezco, pero AQUI tenéis un pequeño resumen de él. No quiero darle la razón ni quitársela. Simplemente me parece que apunta con razonable lucidez no sólo a una situación compleja de intereses enfrentados que está presente en Galicia tras la marcha de los populares del gobierno de la Xunta, sino también a los efectos de una política agrícola que a lo largo de mchos años ha dejado algunas provincias como Pontevedra y Coruña, sin microestructuras productivas primarias. El monte ha quedado prácticamente abandonado y las políticas forestales, injustamente poco preventivas, no han fomentado ni el cuidado de los bosques ni un plan serio para devolver a Galicia un hábitat autóctono, dejando que las masas de eucaliptos sigan extendiéndose sin control por la geografía gallega . Al final, como siempre, el perjudicado es el pueblo. Los que se quedan sin los árboles, los que se quedan sin naturaleza, sin vida, los que se quedan sin oxígeno, los que se quedan sin espacios para soñar, para imaginar, para vivir. De nuevo muchos pensarán en la tradicional indiferencia gallega. Un pueblo que parece no reaccionar, no despertar... Los que conocemos Galicia desde dentro sabemos que decir algo así es injusto. Y mucho. Ahora todos están con Galicia, es imposible no estarlo... Pero tendremos que estar con Galicia también cuando se apaguen los incendios. El apoyo pasa por no olvidar, por no cancelar nuestros viajes a Galicia, por no dejar de consumir productos gallegos, por tantas pequeñas cosas que sí podemos hacer.
A los gallegos, sin embargo, les toca hacer un ejercicio responsable de poder. Un atentado así es difícil de prever y de minimizar, pero una gran parte del esfuerzo por hacer, parte de las políticas municipales, y ahí los ciudadanos sí podrían tener cierta capacidad para cambiar el rumbo. También de exigir soluciones y políticas para prevenir que estas situaciones se produzcan de nuevo. Me temo que luchamos contra algo que tiene una dimensión mayor de lo que pensamos. Pero me consta que asociaciones ciudadanas, grupos ecológicos, y demás movimientos sociales están haciendo una importante labor de movilización y a ellos quiero dar todo mi apoyo, porque el lamento no vale, ya sólo vale la respuesta, la responsabilidad, la acción. Y sin dejar por ello de recordar, animar y agradecer a tantas personas y voluntarios que a pie de fuego están haciendo un trabajo titánico y lleno de valentía para salvar el bosque.
LUMES NUNCA MAIS.

11 de agosto de 2006

Música contra la violencia.


Ni una palabra, ni un discurso, ni una declaración de intenciones que no fuera la breve que recogía el programa de mano que ni siquiera llegó a todos los asistentes. No hacía falta. Beethoven y su novena sinfonía son más que suficientes para hacernos llegar el más hermoso mensaje de hermandad que el hombre pueda imaginar. Baremboim, más allá de su genialidad como director, con la que coincido a medias, es una persona excepcional, brillante, apasionado y sobre todo comprometido. Un compromiso con la paz en Oriente Medio que ejerce con vehemencia desde hace muchos años en este proyecto de la Orquesta East-Western Divan. Un grupo de jóvenes músicos de Oriente medio, de origen árabe y judío, que se reúnen cada año para hacer música en Sevilla, amparados en un hermoso proyecto de la Fundación de las Tres Culturas de la Junta de Andalucía. Un proyecto, que como el mismo Baremboim reza, no pretende cambiar el mundo , porque probablemente (y desgraciadamente) no lo conseguirá. Pero es un ejemplo inimitable de un grupo de personas que piensan diferente y quieren demostrar que es posible vivir y sobre todo trabajar unidos. Una orquesta sinfónica es quizá uno de los ejercicios más arduos y difíciles de trabajo en grupo y sincronía que existen. Esta generación de jóvenes de Oriente Medio nos está demostrando que es posible. Que es posible que árabes y judíos trabajen en grupo, y que es posible entre todos interpretar una música tan hermosa (gracias, Beethoven, gracias Barmboim) de manera intensa y apasionada. Así lo fue. Sobre nuestras cabezas ayer, con esa brisa veraniega de Madrid que hacía volar a veces las partituras, Beethoven sonó más o menos perfecto, pero sonó sincero y lleno de fuerza. Esa fuerza que van a necesitar esos músicos en su regreso a su vida diaria, para intentar ser germen de otro tipo de juventud, de otro tipo de forma de hacer las cosas. Hay una mayoría de jóvenes de oriente medio que viven inmersos en una realidad de odio, y que son fácilmente manipulables, y lo están siendo en esa cultura de odio, un odio aún mayor que el de sus generaciones anteriores, que parece prolongar el final de este conflicto a un futuro incierto y lejano. Estos jóvenes de la Orquesta East-Western Divan deben ser una semilla de tolerancia y convivencia. Bien lo sabe Baremboim, que con ahínco sigue luchando por este proyecto a pesar de las dificultades (este año varios músicos de Siria y Líbano no han podido unirse al proyecto, por causas evidentes)... Supongo que es un sueño, pero la música, en su capacidad de hacernos evadir de la realidad, de hacernos ver la vida con distancia, de crear belleza y paz de espíritu, dejó ayer que ese pequeño rincón de esperanza que todos albergamos se hiciese grande, infinito, bajo la noche. Sólo horas antes escuchaba en directo por la televisión, desde la frontera de Israel con el Líbano, el viento inclinar las columnas de humo de los misiles israelíes.
Gracias Baremboim, gracias Beethoven, gracias Orefeón Donostiarra, gracias solistas (adorada Waltraud Meier) y sobre todo, gracias jóvenes de la orquesta East-Western Divan, por el ejemplo y por la tenacidad. Suerte y ánimo. Con el corazón

10 de agosto de 2006

I love you Marisa.


Ya tengo entradas para su concierto el 13 de Septiembre. Es una de mis musas, desde que hace años la descubrí en aquel disco forrado de ilustraciones de cómic erótico. Marisa Monte es una de las reinas del pop en Brasil, donde colabora habitualmente con sus amigos Carlinhos Brown y Arnaldo Antunes, con los que hace años grabó el conocido y estupendo Tribalistas. Salvo esa excepción y alguna colaboración con algún otro amigo (maravillosa su aparición en El Milagro de Candeal de nuestro Fernando Trueba o sus dúos con mi adorada Adriana Calcahoto, que le ha escrito alguna de las más bonitas canciones de sus últimos discos) Marisa llevaba 6 años sin sacar un disco al mercado. Ha estado dedicada a la vida familiar, a sus hijos, a reflexionar, imagino... Pero su actividad creativa no ha cesado, y buena muestra de ello es su aparición de nuevo en el mundo discográfico, con 2 cd's simultáneos. Y son los dos estupendos. Uno dedicado a la samba, con canciones nuevas y recreaciones de sambas antiguas. Otro con canciones más pop, que respira más quietud y menos frenetismo que otras veces, pero que está maravillosamente producido y consigue llevarnos por un rato a un séptimo cielo muy particular. Ella sigue siendo esa voz inteligente, fresca e infinitamente seductora que te envuelve y te enamora con elegancia. Su tono de voz flexible, navega entre la bosanova, lo tribal y el pop más rabioso, y mientras, uno puede bien imaginar esos cabellos negrísimos, y esa sonrisa inimitable suya... Mmmmm quero dançar con você...

De su disco pop, Infinito Particular, escogí esta canción para dejarme llevar...

PRA SER SINCERO

Eu era tão feliz
Eu não sabia, amor
Fiz tudo o que eu quis
Confeso a minha dor
E era tão real
Que só fazia fantasia
E não fazia mal
E agora é tanto amor
Me abrace como foi
Te adoro e você vem conmigo
Aonde quer que eu voe
E o que passou, calou
E o que virá, dirá
E só ao seu lado, seu telhado
Me faz feliz de novo
O tempo vai passar
E tudo vai entrar no jeito certo de nós dois
As coisas são assim
E se será, será
Pra ser sincero, meu remédio é te amar, te amar
Não pense, por favor
Que eu não sei dizer
Que é amor tudo o que eu sinto longe de você.

9 de agosto de 2006

Mozart está triste.


Hemos superado muchos obstáculos. Desde la primera vez que nos vimos, ¿recuerdas? Sí, fue en casa, y venías a ayudar a mi hermano con un trabajo de Biología, tema en el que eras más experta que él. Te parecí distante y algo arrogante. Después supiste que fue sólo esa estúpida timidez que me atrapa ante la gente que me interesa, y que me paraliza y me hace huir la mirada. Mi pánico feroz ante la atracción. Después seguiste viniendo, como amiga de él, y se os veía con química. A veces me unía a la conversación, pero nunca llegaba ni a sentarme en la silla, dando a entender que yo, en vuestra amistad, estaba de paso, y no quería inmiscuirme.
Después llegó aquél día (que más que obstáculo fue una victoria), volviendo de aquel paseo. Recuerdo haber pensado en ti mientras bajaba por la calle Gerona, delante de aquella sala en la que solía ensayar la Orquesta Sinfónica. A los pocos minutos tuve el arranque de, al pasar por tu casa, llamar a la puerta y preguntar por ti... Fue la primera de muchas y muy largas tardes juntos. Hablando sin parar, siempre apasionándonos por todo lo que nos gustaba. Lo primero que me descubriste fue tu amor por Mozart. Casi lo único que tenías de música clásica, pero que adorabas. He llegado a amarlo (tanto) gracias a ti.
Crecimos juntos en nuestra melomanía. Te transmití ese amor por la música clásica que ahora es en ti muchísimo más intenso que en mí. Aún recuerdo aquella tarde, recién llegado de Inglaterra yo, con mis discos, recién descubiertos, de Jacqueline Du Pré, tomando café en mi casa... Nuestras miradas siempre lo han dicho todo entre nosotros. Y esos instantes de Jacquie compartidos contigo están entre los más especiales que he tenido nunca. Después te compraste el violonchelo... yo sabía que era por ella. Y también, un poquito por mí. Me dejaste tocarlo aquella tarde de invierno, en una de mis paradas en Sevilla. Yo arañaba las cuerdas con una torpeza que a ti no te importaba, porque sabías que me sentía feliz haciéndolo, sintiendo esa vibración grave e inexplicable de la caja por todo mi cuerpo. Al final lo dejaste. Sí, lo tuyo fue siempre el canto. Incluso antes de que te aficionaras a la ópera. Me has hecho con tu voz el regalo más hermoso que nadie me ha hecho. Sí, ya sabes, aquella canción que me dedicaste, en secreto, en aquel recital, que nadie más que tú y yo supimos que era para mí.
Hemos hablado de la vida y de la muerte. Me has hablado con pasión de tu familia paterna, haciéndome quererlos aún sin conocerlos. De tu pasión por tu padre al que tan poco pudiste conocer, de tu tía, que se nos fue, con esa poesía que aún me marca tanto la ruta de mi manera de sentir cuando la recuerdo. Han sido tardes interminables escuchando ópera, o tomando café con tu madre para provocar esas risas con las que tanto hemos disfrutado. Noches de verano en el Torreón, viendo la lluvia de estrellas de San Lorenzo mientras sonaba Strauss, entre confidencias y helados de chocolate. O con el cosí fan tutte sonando mientras nadábamos en la piscina. Han sido momentos de mucha belleza compartida.
Hemos sido y somos muy diferentes. Opuestos en tantas cosas. Política, religión, forma de vivir, actitud ante la vida... Pero llevamos años y años por encima de eso. Superando esas batallas que la vida nos había preparado para no conseguir lo que es inevitable: que no podemos dejar de querernos. Y las razones sólo las sabemos tú y yo. Porque nuestra historia es inexplicable, pero nos da igual que lo sea. He tenido que renunciar a integrarte en mi vida, a compartirte en grupo, a verte más de lo que te veo. Pero siempre serás mi debilidad, Y yo la tuya. Y esas miradas nuestras son y serán un territorio exclusivo, impenetrable, que sólo nosotros entendemos.
Has estado muy malita... He pensado mucho en ti en Italia, sabiéndote en el hospital por algo tan grave. Y ayer, al teléfono, te sentí abatida. La recuperación no va bien y no es broma. Te noto menos sonriente, menos animada, negativa en tus comentarios sobre todo. No puedes engañarme, sé que algo no va bien. Me gustaría tanto estar ahí contigo y cuidarte como tú me has cuidado siempre, casi como una segunda madre... Te han prohibido cantar, me confiesas, como intentando evitar pronunciar las palabras. Y de repente me doy cuenta de todo. Sin cantar, no puedes vivir. Lo sé bien. Y me entra una tristeza grande, infinita, de la que no me puedo desprender desde que te escuché. Mi amiga del alma, qué puedo decir... Que he llorado, pero no voy a confesártelo, te pondrías aún más triste. Pero que es una de las cosas más amargas que he tenido que vivir en los últimos meses. Ya sé que tu marido te adora y que te ha comprado partituras para hacerte sonreír. Imagino tus mañanas, cantándolas en silencio, con el pensamiento, pero frustrada por no poder interpretarlas, por no poder usar esa maravilla de voz que tienes... Yo sé que te vas a poner bien. Y que volverás a dedicarme canciones sólo para mí, como antes... que incluso dejarás que cante contigo a pesar del fiasco de mi voz. Yo, en secreto, escucho cada día esa grabación tuya del "Summertime" que cantas como nadie. Verás, dentro de poquito volverás a susurrármela al oído.

8 de agosto de 2006

Seducción Amarilla



"Anche i colori per me hanno un altro significato. Hanno una voce, i colori, un suono, come tutte le cose. Un rumore che li distingue e che posso riconoscere. E capire. L'azzurro, per esempio, con quella zeta in mezzo è il colore dello zucchero, delle zebre e delle zanzare. I vasi, i viali e le volpi sono viola e giallo è il colore acuto di uno strillo. E il nero, io non riesco a immaginarlo ma so che è il colore del nulla, del niente, del vuoto. Però non è solo una questione di assonanza. Ci sono colori che per me significano qualcosa per l'idea che contengono. Per il rumore dell'idea che contengono. Il verde, per esempio, con quella erre raschiante, che gratta in mezzo e prude e scortica la pelle, è il colore di una cosa che brucia, come il sole. Tutti i colori che iniziano con la b, invece, sono belli. Come il bianco o il biondo. O il blu, che è bellissimo. Ecco, ad esempio, per me una bella ragazza, per essere davvero bella, dovrebbe avere la pelle bianca e i capelli biondi.
Ma se fosse veramente bella, allora avrebbe i capelli blu."


"Incluso los colores para mí tienen otro significado. Tienen una voz, los colores, un sonido, como todas las cosas. Un ruido que los distingue, y que puedo reconocer. Y comprender. El celeste, por ejemplo, con esa , es el color del aZúcar, de las Cebras, de los Mosquitos (en Italiano ZanZare). Los Vasos, los Viales, y los zorros (Volpi en italiano) son violetas y amarillo es el color agudo de un trino (en italiano giallo y strillo, muy onomatopéyico). Y el negro, yo no consigo imaginarlo, pero sé que es el color del nada, del vacío. Pero no es sólo una cuestión de asonancias. Hay colores que para mí significan algo por la idea que contienen. Por el ruído de la idea que contienen. El verde, por ejemplo, con esa erre rascada, que araña en medio y pica y desolla la piel, es el color de algo que arde, como el sol. Todos los colores que comienzan con la b, por el contrario, son bellos. Como el Blanco o el rubio (Biondo en italiano) O el Azul (Blu), que es bellísimo. Así, por ejemplo, para mí una chica bella, para ser de verdad bella, debería tener la piel blanca y el pelo rubio. Pero si fuera verdaderamente bella, entonces tendría los cabellos azules (i capelli blu)"


En Italia, lo que aquí llamamos novela negra, es "giallo" es decir, amarillo. En mi adolescencia me he nutrido muchísimo de este género literario, y aún conservo autores que me gusta revisar. Pero tengo que reconocer que es un tipo de literatura que hoy en día me suscita menos interés. Hace días he terminado una de las más interesantes excepciones a esta afirmación que me he encontrado últimamente. Se trata de una exitosa novela de uno de los autores más deslumbrantes de las últimas generaciones literarias del país de los Apeninos. Hablo de Carlo Lucarelli y su "Almost Blue".
La detención de un asesino en serie que comete crímenes brutales en la comunidad estudiantil de la tranquila Bolonia, sirve a Lucarelli de excusa para trazar un intenso retrato de unos personajes a los que delimita con maestría y precisión. El arma de este escritor es su espectacular dominio de la lengua italiana (leerlo en original es ciertamente placentero). Además, su técnica narrativa es ciertamente personal, y eso es de agradecer en el panorama literario actual. Así, esta novela, con un final que a mí personalmente no me convence, dotada de un efectismo a veces mal calculado y con tintes supuestamente surrealistas que tampoco llegan a convencer a muchos, resulta sin embargo una lectura apasionante y que consigue una implicación considerable del lector, por exigente que éste sea. Eso es toda una proeza, que Lucarelli se gana a pulso a través de su narrativa fresca e intensa a un mismo tiempo, su uso certero de la palabra, y una acción que sabe manejar con gran habilidad para "engancharnos" en una lectura de la que a veces he releído párrafos enteros en voz alta, sólo por el placer escuchar de sus palabras en mis oídos.
El asesino en cuestión es un desequilibrado bajo los efectos de una extraña posesión animal, que Lucarelli nos hace vivir en primera persona a través pasajes que nos absorben por lo descarnado y casi demoníaco. Esa primera persona se va alternando, a veces en una sucesión frenética, para meternos en la piel de la policía científica Grazia, encargada del caso, o de Simone, velado protagonista de la novela, un joven ciego y muy particular que dedica su vida a escuchar jazz mientras rastrea las voces de la ciudad con un escáner en el que captura retazos de conversaciones de camioneros, radiotaxis, policía, o simplemente de móviles que, en una de las marcas características de Lucarelli, nos aparecen en la novela como pequeños mosaicos cargados de una sutil humanidad, pero que al mismo tiempo nos disparan con fuerza el "voyeurismo" sobre una Bologna que se nos desnuda a través de la cerradura. Lucarelli no desaprovecha la ocasión para llevar a cabo un retrato psicológico creíble de unos personajes que nos llegan. Tampoco pierde ocasión para dejarse contagiar de un delicado lirismo al introducirnos en el pensamiento de Simone, para entender la forma en la que desde la oscuridad traduce el mundo exterior, especialmente su "código de colores" a traves de pasajes que podrían contarse entre los más bellos de la literatura italiana de los últimos años.
He visto que en España ha sido traducido por Mondadori, así que os lo recomiendo encarecidaemtne, porque además es un libro cuyo interés alcanza a casi todo tipo de lectores. El que se atreva con el italiano, pues nada, estoy dispuesto a hacer préstamos también.
Con especial cariño a mí "fata particolare", Marilena, la chica de la sonrisa más bonita del mundo, que me convenció para revisar a un Lucarelli que no me agradaba demasiado hasta entonces, regalándome este libro, que tan especial ha sido para ella en su vida... Cara, tu sarai sempre Blu...La mitica... Ti voglio benissimo, e lo sai.

7 de agosto de 2006

auf Wiedersehen Marschallin


Elisabeth Schwarzkopf


La hemos perdido este fin de semana. Con ella hay que cerrar definitivamente la memoria de uno de los periodos más brillantes y mágicos de la historia de la interpretación musical. Esos años cincuenta del siglo XX en los que su voz se convirtió en una de las más poderosas del estrellato operístico.
Recuerdo la primera vez que la escuché... Era mi primera ópera en compacto. Un regalo con demasiado sentimiento y amor detrás como para olvidar. Se trataba de la grabación de Las Bodas de Figaro, en la que ella interpretaba a la Condesa. Estaba dirigida por Carlo María Giulini y también aparecía la americana Anna Moffo, en una inolvidable Susana. Todos ellos han desaparecido recientemente, y, en este año Mozart, ciertamente una sombra oscurece la que es una de las interpretaciones más destacables de su producción operística.
Cuando escuché alquel "Porgi Amor" que salía de los altavoces, se libró en hechizo. El de su voz inigualable, limpia, de una perfección extraña, madura, elegante, llena de belleza. Desde aquella primera aria, mirando su foto, esta misma que cuelgo hoy aquí, me rendí a la fascinación que esta soprano ejerce sobre todo aquel que la escucha. Su voz, la más elegante que el mundo del disco ha dado nunca, su irremediablemente aristocrática pose. Esa voz, inconfundible, inimitable, reconocible para toda la vida una vez que se ha escuchado, me ha acompañado en demasiados momentos, me ha emocionado en demasiadas ocasiones como para no sentir hoy una pena muy muy grande.
Elisabeth, además, es el paradigma de la carrera musical impecable. La ascensión imparable de una voz que se gestó con intensidad e inteligencia. Escogió siempre los papeles adecuados, nunca arriesgó más de lo necesario, más de lo asumible. Su matrimonio con Walter Legge, uno de los más importantes productores de una de las grandes discográficas (EMI) del momento le ayudó a ello. Y él la convirtió en un objeto de veneración. La hizo fotografiar de la maneramás exquisita, le dedicó algunas de las más hermosas portadas de vinilo de la historia del disco, descubrió para el mundo su indiscutible magnetismo, la elegancia perfecta de esta mujer, su increíble belleza. Los más grandes directores de la época, como Karajan, Böm o Toscanini la adoraron. Y tenían razones.
Hay demasiados momentos que vienen a mi cabeza cuando pienso en ella. Sin olvidar sus comienzos en papeles de menos envergadura como La Susana de Mozart, la Zerbinetta de Strauss, o la Marzellina de Beethoven, a las que daba un aire de grandeza que jamás volvieron a tener, hoy la reconocemos como interprete indiscutible de los grandes papeles Mozartianos (Su condesa, su doña Elvira, su Fiordiligi, inolvidables) y, sin dudarlo un instante, de las heroínas de Strauss. Nadie podrá negar que su Mariscala en el Caballero de la Rosa es y será inigualable. O que su grabación con George Szell, de los cuatro últimos Lieder, es uno de los discos de clásica más intensos que ha dado el siglo XX. Pero para despedirme de ella, he escogido mi favorito, esa Ariadna, también de Strauss, en la que como nadie canta esa aria de bienvenida a la muerte. Esa muerte que nos la arrebata para siempre. Adiós, Mariscala, adiós. Aquí no te olvidaremos nunca.

4 de agosto de 2006

Incisos de verano

Tras noches vacías de aire e insomnio entre las sábanas, esta noche, repentinamente, el viento se ha colado por la ventana. Un viento fresco, audaz, como si la tierra hubiera comenzado a moverse después de días de parálisis. Y por fin he notado el calor de tus mejillas, la lengua difusa de tu abrazo inconsciente, de nuevo bajo la sábana. Estos ojllos míos se han quedado pequeños, casi cerrados, pero no del todo, para no dejar de mirarte en tu sueño de apariencia frágil y mejillas ardientes. No sé por dónde camino estos días. Sé que lo sabes, aún sin atreverte a decirlo, por si acaso. Pero intuyes perfectamente que me pierdo en vías muertas, escondido entre los cactus. Hoy, al salir del metro, la boca dentada de escalones sobre mi cabeza me ha dejado ver un cielo azul profundo, limpio, indescriptiblemente hermoso, como sólo los cielos de este Madrid saben serlo los días claros. Los edificios, indecentes, se recortan con trazo intenso sobre el aire fresco. El guiño del viento parece querer decirme que al menos me dirijo hacia algún lugar. ¿Esperarás mi palabra?

3 de agosto de 2006

El reloj sin dueño.


Aquella noche, mi deambular por ese pub al que suelo acudir en búsqueda de aventuras de sexo casual, no pasó desapercibido por la mirada larga e intensa que me dedicó al pasar yo a su lado. Confieso que las miradas me matan, ciegan mi voluntad más que ningún otro reclamo físico. En aquel primer instante, no reparé en cómo iba vestido, ni en cómo se movía, ni siquiera en cuál podría ser su edad. Me bastó esa mirada certera, cargada de deseo, para a su vez provocar el mío, sin ir más allá de sus ojos. No siempre lo pienso, pero en aquel momento, supe que terminaríamos en la cama. La verdad es que no hicieron falta muchas palabras. El acercamiento fue más de piel. Pero suficiente para reparar en su edad, como poco, unos 15 años más que yo, y su aspecto, excesivamente remilgado y pijo, nada acorde con el mío, o con el de los chicos en los que me suelo fijar. Pero tras una mirada así, todo eso estaba ya de más. Recuerdo la sensación de zambullida en su perfume, en mi primer acercamiento a su boca. Usaba uno de esos perfumes caros, de esos capaces de transformarse según la piel de quien lo usa. Era agradable, si bien excesivo. Pero recuerdo que pensé que al menos, para elegir aroma, sí tenía buen gusto. De camino a mi casa, en su coche, también descubrí que su voz me excitaba; grave, pero con una entonación delicada, que sonaba con deseo en mis oídos. Su brazo, que acaricié disimuladamente mientras sujetaba el volante, se adivinaba terso y definido. Se veía que hacía gimnasio a diario, pero sólo lo necesario para dar al cuerpo un contorno sutil y mantener el cansancio muscular del paso de los años. Nada más caer sobre las sábanas, su forma física dejó constancia evidente no sólo de dureza, sino de flexibilidad, que supo acompañar de una imaginación insultantemente morbosa. Usando por momentos cada centímetro cuadrado de la cama, navegando y dejándose navegar por una piel que se nos perdía en las manos.
Hay cuerpos que se dejan caer en el placer y otros, que se entregan. Y esa entrega es rotunda, sin barreras, como en la más ciega de las inmersiones. Cuando dos cuerpos se entregan sin contrapartida al deseo sin límite, el sexo se hace aún más razón de vida, y la noche, que observa, el único escenario que merece la pena. Repetimos al terminar, en una sucesión de besos tras el orgasmo, que llevó a una nueva erección sobre la piel aún húmeda. Y así dos veces más, en un exhausto juego de frenético placer, casi onírico, que nos abandonó en un sueño de sudor sobre la boca y su lengua olvidada en la mía. Desperté y él ya estaba vistiéndose. El trato implícito desde el inicio era jugar a ser desconocidos, y desaparecer después en la noche. La noche se había hecho mañana, pero la regla era compartida, a pesar de nuestra confesión de que la noche nos había gustado mucho a los dos. No quiso desayunar. Demasiadas palabras, imagino. Yo, ya solo, tomé un café saboreándolo a fondo, con la sensación de la noche desmedida de sexo aún sobre los músculos, y me volví a la cama.
Al despertar lo descubrí. Estaba sobre la mesilla, pero no había reparado en él en toda la noche. Grande y elocuente, un reloj de marca. Con correa de tela, de un color beige, de la que emanaban aún los efluvios del perfume. Mi primer pensamiento fue el de la imposibilidad que tenía de poderme poner en contacto con él. Ni teléfono , ni dirección, nada. Él tampoco tenía el mío, pero sí que sabía dónde vivía. Quizá no tendría el valor de presentarse en casa para recuperarlo. Era una situación extraña, un indefinible guiño del destino, no sé bien si para él o para mí. Los días pasaron y nada sucedió. El reloj pasó a formar parte del fondo del segundo cajón de la mesilla de noche, que ahora, cada vez que abría, dejaba alcanzar a mi olfato un suave resto de perfume. Pasaron las semanas. Volví al pub varias veces, pero nunca lo encontré de nuevo. Quizá no era de aquí, quizá sólo estaba de paso ¿Debería apropiarme de él? Sí, tómalo y úsalo, me decía a mí mismo. Es curioso, sigue oliendo, débilmente, a su perfume. No, no podía, mientras siguiera oliendo no. Además, a mí no me gustan esos relojes tan grandes de muñeca. Y siempre volvía a su fondo de cajón.
Hace unos días, al sacar las cosas del cajón para la mudanza de mi piso, lo he vuelto a encontrar... Ya casi no me acordaba de aquel reloj. He sonreído al verlo. Lo primero que he hecho es llevarlo bajo la nariz, pero no, ya no huele a nada. Han pasado más de cinco años, calculo. Ahora no me parece tan grande como entonces. Ni siquiera tan pretencioso. Me lo ajusto a la muñeca y se adapta perfectamente a su perímetro, y a mi piel. Creo que voy a probarlo, me he dicho. Y así hasta ayer... No recuerdo muy bien cómo terminé en ese bar nuevo, alguien me convenció porque parece que está muy de moda ahora. Me pareció que el público era bastante joven... Los universitarios cada vez me parecen más atractivos. Y más directos. En sólo diez minutos, ya tenía a un par detrás de mí en la pista de baile. En realidad ya me había fijado yo en ellos cuando entré. Les descubrí diciéndose algo al oído mientras me miraban... Y me sentí halagado. Me subyuga pensar que aún atraigo a chicos tan jóvenes. Me hace sentir bien, atractivo, deseable. Así que les arrastré a un rincón del local, donde empezamos a besarnos con una prisa desmedida... Me propusieron ir a su casa, que no estaba lejos. Y acepté. En seguidame di cuenta que eran pareja. Hay miradas, formas de estar, que nunca dejan lugar a dudas. Y quizá sean ellos los últimos en ser conscientes de que su vínculo físicamente invisible, no lo es casi nunca cuando van juntos, aunque jueguen a no ejercerlo. Me asustan algo los tríos con parejas estables. Me siento el tercero en discordia, el tercero al margen de muchas complicidades que no puedo ni vislumbrar, me siento objeto de un juego en el que tengo la sensación que siempre voy a perder yo. Así, mientras los besos del ascensor siguieron su curso en el sofá del salón, y las manos ya se deslizaron bajo las camisetas, y entre los botones de los vaqueros, casi sentí ganas de partir... Pero sus manos habían llegado ya a demasiados rincones, y tengo que reconocer que no me sentía extraño, que ambos estaban preocupándose de que estuviera en igualdad de condiciones, que ambos se entregaban a mí como se entregarían a ellos mismos. La entrega física, como siempre, me desató la pasión, el rugir de la piel deslizándose sobre las suyas, los sexos abundantes que me abrigaron, que me hincharon de deseo, que me hicieron huir de mí, de mi realidad, para que todo fuera un jardín de placer para jugar en cada columpio, en cada rama, en cada fuente. El sexo se sucedió durante toda la noche y prosiguió en la mañana, incluso después del breve desayuno que compartimos mientras, casi sin hablar, nos seguíamos besando. Una breve siesta matutina precedió la despedida, también de largos besos, que me dejó de forma salvaje en el descansillo del ascensor, envuelto en un cruel silencio que me martilleaba los sentidos. De repente, miré mi muñeca desnuda. Me volví hacia la puerta. Pero algo me detuvo, impidiéndomelo. Me metí en el ascensor y me dirigí a salida. No, no pensaba volver a por él. Mi perfume (ahora uso uno de los más exclusivos) es el que baña el reloj ahora, y quiero que sea para ellos. Son ellos los que deben decidir ahora. Quién sabe si el reloj no lleva dando vueltas más tiempo del que creo. En realidad, casi todo, tangible e intangible, da vueltas por el mundo de mano en mano. Ningún reloj se queda para siempre en la muñeca, me dije. Y dirigí mis pasos a casa. Me gusta mi nueva casa...

Monstruos.


Los monstruos pueblan nuestro pasar por el mundo. Siento pena por ellos. Monstruos que esconden miedo de sí mismos, y que, en lugar de afrontarlo, hacen pagar a sus compañeros de viaje el peaje de su inadaptación a sí mismos. Más allá de pecados veniales, de algunos otros capitales, hay en todos nosotros un oscuro habitáculo de maldad, una diabólica tentación que mora en nosotros. Es una elección convivir con ella. Es una elección usarla, dejarse seducir. Hacerlo no es lo que encuentro condenable. En realidad yo no condeno nada. Simplemente he decidido que no quiero en mi vida aquellos sin la humanidad necesaria para admitir la tentación, para asumirla con sinceridad. Esos los quiero lejos, me dan más pena que otra cosa, porque sufren a veces más que el sufrimiento que provocan, pero en su negación, se deshumanizan, se vuelven dueños de una crueldad hacia los demás que no estoy dispuesto a tener que soportar.
Me confieso de ser a veces perverso, de sentir cosas que condeno y critico. Me confieso de sentir rabia, celos, egoísmo, ira, envidia, soberbia... Sí, lo admito, que lo sepan todos, soy humano y con frecuencia débil. Pero no pienso mentir por ello, lucharé por rectificar cuando no me sienta bien, por evitar caer en la rutina de saltar el ejercicio de la conciencia, por querer como quiero a los que quiero, por amar como amo a los que amo, de manera incondicional, desde el fondo del corazón, con la espontaneidad del impulso de la pasión, con la marca incandescente de la lava, de mi entusiasmo en el cariño, en la caricia, en la mirada.

Los que no quieran jugar con las cartas descubiertas, por favor, que se queden detrás de la línea.

EVA AL DESNUDO

Mírame a los ojos,
Desnúdate de toda falsedad
Ese aire de pureza traiciona diabólicas anomalías
Y sabes de qué estoy hablando
qué necesito
Y aún tendrás la valentía de llamar a la evidencia casualidad
ansia y doblez conspiran con la más severa crueldad
Y sabes de qué estoy hablando
y que mentir no es el remedio a una injusticia
Llorarás, poniendo en escena el enésimo drama
mientras las lágrimas corren por tus mejillas encendidas
Eva
y jurarás por Dios y por tu madre que no tienes la culpa
mientras las lágrimas corren

Mírame a los ojos,
Desnúdate de toda falsedad
Eva
Ese aire de pureza traiciona diabólicas anomalías
Y huye ese monstruo inmundo que has creado
ese sueño que no concede descanso
Llorarás, poniendo en escena el enésimo drama
mientras la lágrimas corren por tus mejillas encendidas
Eva
Y jurarás por Dios y por tu madre que no tienes la culpa
mientras las lágrimas mojan tu camisa de seda

"Creedme, es un sortilegio
es la obra de un hechizo
no era dueña de mis facultades"

Y llorarás, poniendo en escena el enésimo drama
mientras la lágrimas corren por tus mejillas encendidas
Eva
Y jurarás por Dios y por tu madre que no tienes la culpa
mientras la lágrimas corren.

Música y Letra: Carmen Consoli
Traducción del italiano: By me (original en comentarios)

1 de agosto de 2006

Entresijos...

La verdad es que nunca me han gustado nunca estas cadenas, que ya he repetido más de una vez (con preguntas parecidas) por e-mail, en las que se pretende descubrir algún lado menos conocido de personas con las que tenemos más o menos trato... Pero al final siempre pico...

Et voilà:

¿Cuánto tiempo llevas blogueando?
Eso se puede ver en el histórico... he mantenido el mismo blog desde el inicio. Así que...desde enero, aunque la idea estaba en la cabeza desde antes, de hecho el blog lo creé como allá por noviembre... Su inicio se hizo de rogar un poco.

¿Cómo te enteraste de la existencia de los blogs y por qué te animaste a participar?
Conocía la existencia de los blogs de bucear por internet, pero no les había prestado mucho interés... Un amigo me lo descubrió como herramienta disciplinaria para esto de escribir, que yo siempre he hecho... Y me enganché... El que me conozca desde el principio recordará que empecé comentando en muchos blogs, comentarios que se hacían largos (de los más largos que seguro más de uno recuerde por aquí... me llegaron a nombrar hasta mejor comentador de la blogosfera... pero pronto comenzaron a animarme a abrir el blog (y yo con él creado, pero sin atreverme e iniciarlo)... Hasta que un día, tras una aparición como invitado en uno de esos blogs que no existen ya, de pronto, surgieron las primeras palabras... un trozo de una poesía de Pessoa, algo así como :
(...) E a orla branca foi de ilha em continente,
Clareou, correndo, até ao fim do mundo,
E viu-se a terra inteira, de repente,
Surgir, redonda, do azul profundo. (...)

Cinco blogs que sigas a diario o con mucha frecuencia...
Pues los de mis enlaces los miro a diario. Inquilino, Naxo, Cinephilus y Mart-ini... De ellos me leo posts y comentarios, y casi siempre les digo cosas.
Cada vez más también leo a JH, desde que hace tiempo me comentó alguna cosilla en el mío. Tengo pendiente linkearte...
Los enlaces de todos ellos también los miro con frecuencia, y siempre le dedico un ratito a descubrir blogs nuevos...

¿Eres lector anónimo de algún blog?
Sí, de alguno...

Nombra cinco autores que te despierten especial simpatía
Los autores que me despiertan simpatía son los que leo habitualmente, y dejo constancia abundante de mis argumentos para ello con los comentarios que les dedico... Los que son mi debilidad lo saben, o lo intuyen.

¿Qué blogs consideras con mayor calidad?
La calidad de los blogs no me parece una variable fácil de determinar... Podría ser en el aspecto técnico (ahí están muy bien las de Mart-ini o JH) o en el literario (del que no me considero crítico de mucho rigor, pues de dejo llevar demasiado por las filias y las fobias, así que no opinaré). En general leo muchas cosas de calidad por los blogs, pero lo que más me llega es la sinceridad de la gente, su habilidad para hacernos llegar de alguna forma, a ellos mismos, e incluso descubrirnos mucho de su yo más reservado. Es una forma curiosa e intensa de contacto humano éste...
También están los blogs que te descubren cosas y más cosas nuevas... En ese sentido, El Calentito siempre consigue sorprenderme con su capacidad para estar actualizado en tantas cosas. Y con Inquilino... en fin, con inquilino me descubro a mí mismo cada día, en este afan universal de abarcarlo todo, desde lo más intelectual a lo más freakie, desde lo más bello a lo más detestable... Me ayuda a desarollar mi curiosidad como nadie.

¿Con qué blogueros te irías de borrachera? (de 3 a 5)
Yo soy fácil para la borrachera, como para tantas otras cosas, aunque a primera vista parezca todo lo contrario. Me dejo llevar con facilidad por todo tipo de propuestas, y en la de las salidas con borrachera, también... Más me interesa a mí saber quién se iría conmigo de copas, así que espero esas propuestas en los comentarios...

¿Con qué tres blogueros pasarías un noche de locura sexual?
Pues... admito que esa es una de las cosas en las que también soy bastante fácil (por lo menos para la primera vez...) Y, pues... no sé, eso de la química surge más en persona o al menos por alguna referencia gráfica... Además, hay mucho blogero interesante por ahí que aún no ha puesto sus fotos... No daré nombres... si los hubiera, ya me habría insinuado yo de alguna forma.
Y como no quiero pecar de lo que critico, dejo caer una de mis fotos del verano, posado absoluto, intentando imitar el estilo italiano por las calles de Venecia




¿Te has enamorado alguna vez de un bloguero?
Tendría que pensarlo...

¿Conociste a alguno más allá del teclado? ¿A cuáles?
A algunos ya los conocía antes. Como ya dije, entré en este mundo por alguien a quien ya conocía. Pero esa es una vieja historia... Después, también he conocido a alguno. De los de por aquí, Inquilino y Cinephilus. En general, cuando alguien me parece interesante en el anonimato de la red, me gusta conocerlo/a en persona. Suelen surgir con ello historias más que divertidas, más que interesantes... Si viven en Madrid es más fácil, claro.

¿Te consideras satisfecho con tu blog? ¿Qué cambiarías?
Uno aquí es un insatisfecho crónico con casi todo, pero en el caso del blog, no puedo decir que quepa la insatisfacción, sobre todo porque el mío no nació nunca con intención alguna, sino como necesidad y como herramienta. Herramienta de disciplina para escribir, que a su vez, es una necesidad en mí. En el aspecto técnico supongo que sí son mejorables algunas cosas, pero es que uno es un poco torpe para según qué cosas... Afortunadamente me llovió Mart-ini del cielo, con el que aún tengo pendiente una renovación... Aquí todos te debemos mucho, amiguito... Aprovecho para mandarte un buen beso sin permiso.

Pasa este meme a un mínimo de tres personas y un máximo de cinco.
No soy persona de obligar a nada, y menos de algo que ni a mí mismo me convence, jeje. Prefiero proponer. Si alguien quiere, que prosiga la cadena.

Y, por último, que se mojen los lectores y digan una virtud y un defecto de este blog
Virtud (con guiño a Cinephilus): mi blog NO TIENE PALABRAS DE VERIFICACIÓN... je je je. Aunque tengo que decir que durante una época nos reíamos mucho en el blog de Inquilino, intentando interpretar las puñeteras palabrejas, pero de todo se aburre uno (confieso que yo me aburro pronto de las cosas, por interesantes que sean, en eso soy como un niño). De todas formas, hay que reconocer que últimamente ponen unas palabritas que son un rollo, además de largas.
Defecto... yo tengo muchos defectos, pero los compenso con mucho cariño... y quien me conoce puede atestiguarlo.