23 de julio de 2010

El último gran Mozartiano.


Sir Charles Mackerras (1925 - 2010)


Hace unos días tuvimos que decirle adiós. Quizá el último de los grandes del siglo XX, y uno de los directores más completos y personales de la historia reciente de la música. Su nombre no brilló tanto como los de Karajan, Celibidache, Giulini o Bernstein, por poner algunos nombres a la altura de él.
Siempre fue más discreto, pero los que amamos la música clásica sí sabemos de él, de su impresionante currículum, y de sus inolvidables grabaciones. Creo que lo más destacable de él fue su inmensa curiosidad hacia la música, lo cual lo convirtió, sin pretensión alguna, en un increíble visionario. Apostó siempre por géneros, autores y formas de interpretación que muchos años después adquirieron una justa valoración e importancia. Tal es el caso de la opereta, de la música checa o de la interpretación con instrumentos originales, por destacar algunos de los géneros y aproximaciones a la interpretación que él indagó desde sus comienzos como director, cuando nadie apostaba por ellos.
Es el gran difusor de la música de Janáček, de cuyas óperas (hoy aclamadas mundialmente como un corpus de referencia en el género) realizó la primera (y hasta hoy aún no igualada) integral. A finales de los cincuenta ya se atrevió a realizar grabaciones de música barroca con instrumentos originales, versión que el mundo de la música no supo entender muy bien pero que terminó constituyendo una gran e impulsiva corriente de la interpretación de la música anterior al siglo XIX que hoy es la que probablemente más interés (y beneficio económico por lo tanto) reporta a las casas discográficas.
Sin embargo, algunos lo recordaremos siempre como uno de los más grandísimos intérpretes de la música de Mozart de todos los tiempos. Es un compositor que siempre ocupó un lugar primordial en su discografía. Un músico que le ha acompañado toda su vida, desde sus inicios hasta este triste final que a los 84 años le ha sobrevenido repleto aún de energía y proyectos. Sus grabaciones de las óperas mozartianas, si no de referencia, siempre han sido de las más equilibradas y completas. Su Idomeneo para el presente festival de Edimburgo quedará huérfano sin su dirección, lo cual no deja de ser un símbolo de la importancia de la música del salzburgués en la carrera de este director incomparable.
Su visión de Mozart fue haciéndose cada vez más rica y madura. Ya había grabado una de las integrales de referencia de sus sinfonías con la Orquesta de Cámara de Praga. Pero con su actual orquesta (la Orquesta de Cámara Escocesa) nos ha regalado probablemente dos de los mejores discos de la historia de la música de Mozart. Grabados en 2008 y 2010, recogen las últimas sinfonías de Mozart en unas versiones que resultan rotundas, inmejorables. Mackerras expresa en ellas toda una vida de amor por la música de Mozart, y su mirada, sabia y madura nos transporta a un Mozart en el que la luz y la sombra nos asaltan con contundencia, pero en el que la luz se impone claramente. Unas versiones expresivas y enérgicas, como salidas de la mano de un adolescente, atropelladas a veces, pero con un desconcertante análisis de detalles en el que Mackerras nos descubre los infinitos matices de la partitura, casi como si las escucháramos por primera vez. Tengo ambos compactos (4 cd’s en total) y confieso que no me aburro de escucharlos.



Tienen una libertad expresiva y una clarividencia que es difícil de expresar con palabras. Su luz, sus ritmos exactos, que pasan de lo sobrio a lo exultante, pero siempre con una indefinible majestuosidad que los hace siempre perfectos, hacen que estas grabaciones sean una referencia absoluta de aquí al futuro cuando se hable de esta música. La producción de estas grabaciones es simplemente exquisita, y saca a la luz del oyente la riqueza de matices expresivos de la composición, especialmente la de los instrumentos de viento, tan olvidada por los productores habituales. Qué pena que personas así tengan que dejarnos. Una pérdida insustituible para el mundo de la música. Curiosamente este año programó un concierto en el Auditorio Nacional de Madrid, para el que yo tenía entrada, que guardaba con emoción, pues nunca había asistido a un concierto suyo, pero que por problemas que no termino de entender con la productora del concierto, se terminó cancelando. Una pena. Menos mal que nos quedan sus estupendos discos, que desde aquí recomiendo encarecidamente porque son de referencia casi todos. Pero, especialmente, los dos últimos, con sinfonías de Mozart y la Scottish Chamber Orchestra, esos son imprescindibles para cualquier mozartiano. Y como prueba, el glorioso final de la sinfonía Jupiter, imposible interpretarlo con más inteligencia… Le recordaremos así, para siempre.