30 de enero de 2007

El triángulo quebrado

Diego sube al vagón como quien abre la puerta de casa para salir al mercado. Con un itinerario en mente que se alberga en un lugar de la memoria que no está al alcance de la conciencia, al que obedecen los músculos, las piernas, pero del que la cabeza, por un momento, se olvida. Sí, como ir al mercado y que los pies vayan solos porque ya conocen el camino. Y es que seguramente irá pensando en otras cosas. Seguramente, pues no ha visto cómo Alicia le ha saludado desde el andén de enfrente... aunque ha dejado de hacerle señas en seguida, creyendo que ha querido hacerse el despistado, o por no colocarlo en una situación embarazosa. Se ha quedado mirándolo con el rabillo del ojo. Hasta que su tren ha entrado en la estación y se lo ha tragado. Lo último que ha visto de él es su bufanda coloreada a través de los cristales sucios, y su cabello largo, enredado entre las hebras de lana.

Diego no ha visto a Alicia. No la ha visto hoy, pero sí otros muchos días, en el andén de enfrente, al salir del trabajo. Veces en las que se ha vuelto cara a la pared o se ha camuflado entre las personas que invadían la estación. Le cae bien Alicia. Es una pena que, ya desde el primer día, descubriera quién era, y cómo (de aquella maldita manera) estaba conectada a él. Las casualidades en la vida a veces nos ponen en situaciones muy difíciles... Y sí, aquella Alicia era la Alicia de Marcos. La misma de la que hablaba y que exhibía en una pequeña foto de carné en su cartera, la misma que estaba ahora a punto de mudarse a vivir con él, y la misma que en aquel momento acababa de ganar un concurso oposición y había elegido plaza en su misma unidad. ¡Qué jodida es la vida a veces! Porque Alicia, en el fondo, le caía simpática. Si no hubiera sido por aquello sabe que habría tenido mucha complicidad con ella. De hecho, la ha escuchado muchas veces a escondidas hablar con sus compañeros, desde su mesa fingiendo estar ocupado con algún informe, pero con el oído registrando cada palabra suya, sonriéndose al descubrir detalles que no sabe si son de Marcos o de ella, pero que sin duda deben formar parte de esa intimidad suya que a veces odia y a veces desea conocer... Tanto como, también a veces, desea su vida y la desea a ella.

Todo eso era hasta ayer, claro. Hasta la llamada de Marcos de ayer. Esa llamada a hora inusual que disparó el corazón de Diego al observar cómo esas letras naranjas componiendo el nombre de Mark (así lo llama él) surgían intermitentes en la pantalla de su teléfono móvil. La conversación duró bastante, pero Diego habló bien poco. La decisión de Mark de terminar con todo aquello, con las excusas y la doble vida, con los momentos robados al gimnasio, las comidas apresuradas juntos al salir del trabajo, o las huidas en esas tardes de sábado en que ella quedaba con sus excompañeras de la facultad, le habían ido minando en estos últimos meses. "Ya sé que no me entenderás, ni tampoco me vas a creer. Pero te quiero demasiado. Es por eso, Diego, te quiero demasiado". Esas habían sido las palabras que más había repetido. Diego de alguna forma ya esperaba aquello. Su mente lo había estado imaginando en las últimas semanas. Ahora tocaba transformar la imaginación en dura realidad. No era la primera vez. Tampoco sería la última.
Por eso ha sido incapaz esta mañana de mirar a la cara a Alicia, y lleva toda la mañana esquivándola. Sabe que no puede ser así cada día. Pero al menos hoy, no puede hacer otra cosa. Siempre ha mantenido la compostura en la oficina y no quería, bajo ningún concepto, que hoy se rompiera la regla. Y sin embargo, no ha podido quitársela del pensamiento en toda la mañana. Alicia, Alicia, Alicia... La envidia que no puede evitar. Su voz, cruzando aquí y allá, hablando por teléfono (¿será con él?) o proveniente de la máquina de café, descubierta como por casualidad desde el baño. Un odio que le martillea, pero que lo hunde en la curiosidad. En la curiosidad de esa chica aparentemente gris y superficial que, finalmente, se ha quedado con él. No, no quiere mirarla hoy, No puede. Y al salir de la oficina, dirige su mirada hacia el suelo, con saña, con insistencia. Y es que no quiere ya mirar hoy a nadie más... Pero en su viaje de tren, ese por el que transita sin apenas ser consciente del rumbo de sus pies, sigue degustando sus palabras, las que ha creído escuchar al teléfono, e intenta destriparlas, analizarlas... inútilmente.

Alicia, en realidad, nunca había pensado más de diez segundos en Diego, y así, se sonríe de pensar cómo esta especie de desencuentro en el metro, aparentemente forzado, le ha hecho pensar en él más segundos de lo previsible. En el fondo, si hace memoria, sí que ha pensado en él muchas veces, en la oficina. Gestos suyos, frases pronunciadas en alguna ocasión que, de repente, le vienen a la memoria sin recordar que estaban ahí. Diego es extremadamente taciturno, y quizá sea esa una razón más para liberar cierta curiosidad en torno a él. Desde que entró en la oficina, hace ahora un año, ya se lo señalaron como un "rarito". Y nunca supo si lo de rarito era por lo poco sociable que aparentemente se mostraba con todos, o por ese leve amaneramiento al hablar. El caso es que Alicia siempre ha sentido que con ella era especialmente seco y que también evitaba más que con nadie el contacto. Al final, después de haber tenido que asistir a aquel curso juntos, algo más sí que había hablado con ella. Siempre sintió que tanto su distancia como esa forma de evitar que tanto le definían tenían, de alguna forma, algo de forzoso, de intencionado... En el fondo, nunca lo ha verbalizado mucho, pero lo ha intuido desde siempre.
Su tren, acaba de detenerse a lo largo del andén, lento, extrañamente silencioso. Alicia se deja llevar, se hunde con parsimonia en el túnel oscuro. Nada, ni la tristeza de la mirada de esa niña que la observa sin pudor, ni la bolsa de plástico hecha jirones que lleva en la mano esa mujer anciana y de aspecto descuidado que se sienta junto a ella, nada le hace presagiar que al llegar a casa, una nota de Marcos, cariñosa pero escueta, será la última noticia que tenga de él.

Diego ha salido ya del metro, y sus pasos se dirigen solos calle arriba, mientras las palabras de ella, las palabras de él, siguen dando vueltas por su mente. Y de repente, esa inconsciencia de la ruta que ha tomado desde que salió del trabajo, se delata a si misma. Y la evidencia de la puerta del piso de Mark lo toma como por sorpresa. Ha ido muchas veces a su casa desde el trabajo. Tantas, que hasta sus pies se han acostumbrado a hacerlo sin necesidad de ser dirigidos.
El sol cae oblicuo sobre la calle, calentando con suavidad el mediodía invernal. Y sobre el portero electrónico, el segundo B de Mark refleja con fuerza sus rayos. Diego está paralizado, y casi le cuesta respirar. Lentamente flexiona sus piernas, y se acomoda despacio en el escalón de entrada al portal. Voces, memoria y fantasías se enredan en sus pensamientos con la razón. Y no sabría ni él mismo determinar cuánto tiempo ha estado ahí, así. El sol ya bajó, y el frío intenso se va dejando sentir... ¿Habrán sido horas? No, no lo sabe. Respira, como si lo hiciera por primera vez, tras ese periodo de tiempo indeterminado en el que ha estado absorto y paralizado.
Y en ese instante, de la acera empinada de la calle en subida, comienza a surgir lentamente la silueta de una chica. Paso a paso, definiéndose en su andar ligero y preocupado, dubitativo... Un paso más y sabrá quién es.
Y sí, es Alicia, también paralizada en sus pensamientos, con sus pasos que también la han llevado solos hasta la casa de Marcos, sin saber muy bien cómo, sin saber muy bien por qué.
Y al llegar se detiene. Diego se ha incorporado y la mira a los ojos. Ella también. Pero en el fondo de sus miradas hay un gesto de no reconocimiento, una sombra que pretende esconder la asombrosa tristeza de sus miradas, el inevitable lazo de sus melancolías. Y se quedan así un par de minutos. Extrañados y en silencio. Y es Alicia la que primero acerca sus labios a los de Diego, que sigue paralizado. Pero el beso de Alicia se detiene, esperando un impulso de Diego. Y en ese momento, el vínculo secreto de sus deseos se desata en la humedad de sus lenguas, apasionado y fugazmente concupiscente. Se tocan un instante con las manos. Sus mejillas, y sus cabellos. Y al separarse, sus miradas arrojan sobre cada uno esa indescriptible melancolía del abandono, de cada uno de sus secretos abandonos.
Alicia se da media vuelta y desciende la calle, más despacio esta vez. Una única lágrima se desprende de su ojo derecho. Diego se queda quieto unos instantes, al cabo de los cuales, también se da la vuelta, y se determina a seguir la calle, cuesta arriba, en dirección contraria a Alicia, exactamente igual que hace unas horas, en el túnel del metro.
Ambos saben que nada de lo que acaba de suceder, en realidad, habrá sucedido nunca.

27 de enero de 2007

Invierno interior.

Es invierno, y hace frío. A pesar del sol de hoy, hace frío. Las calles están secas del hielo y la ventisca de anoche. Y se han roto algunos hilos de la camisa esta noche. He abierto los stores para que entre la luz en toda la casa. Y lo hace, impune a la visceralidad de mi tristeza. Y suena un piano que no quiero oír, pero que escucho. El café de la mañana también ha salido delicioso, y hasta me he enfadado al beberlo, porque lo imaginé amargo. La ducha tibia caerá en un rato sobre mi piel, y me pondré el abrigo más largo, para cubrir también mis largas piernas. Y vestiré algún color claro, para contagiar al sol. Y pasearé en secreto mi melancolía por Madrid.

23 de enero de 2007

El amante del volcán, un año después.

Cuando en el Vesubio se acercaba otra erupción, el Cavaliere subía más a menudo, en parte para saborear cuán intrépido había llegado a ser. ¿Era por la predicción de la sibila respecto a una larga vida? En ocasiones se sentía más seguro en el ascenso a la montaña hirviente que en ningún otro lugar.
La montaña procuraba una experiencia distinta a cualquier otra, una medida diferente. La tierra se ha expendido, el firmamento ha crecido, el golfo se he ensanchado. Tú no tienes que recordar quién eres.

***

El Cavaliere saboreaba el tener un secreto, una pequeña debilidad que podía concederse: una debilidad estimulante. Nadie debería ser del todo consecuente. Como su siglo, el Cavaliere era menos racional de lo que se ha contado.

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Así pues, el coleccionista es un encubridor, alguien cuyas alegrías nunca están exentas de ansiedad. Porque siempre hay más. O algo mejor. Debes tenerlo porque es un paso para completar idealmente tu colección. Pero esta culminación ideal, que todo coleccionista anhela, es una meta ilusoria.

***

El Cavaliere en su salón del tercer piso. Contemplaba levantarse la columna de humo gris, hincharse y balancearse contra el cielo. Cayó la noche. Contempló el ascenso de la masa rojiza. Catherine tocaba la espineta en una habitación próxima. La espesa corriente de lava se ensanchaba.

***

Debajo de los estratos de la historia, todo habla de amor. Según el folclore local, el origen de muchos emplazamientos napolitanos es una desdichada historia de amor. En un tiempo, estos lugares fueron hombres y mujeres, quienes, debido a un infausto o desgraciado amor, sufrieron una metamorfosis en la que les vemos ahora. Incluso el volcán. El Vesubio fue en una ocasión un joven, que vio a una ninfa preciosa como un diamante. Ella le arañó el corazón y el alma, no podía pensar en nada más. Respirando con más y más vehemencia se abalanzó sobre ella. La ninfa, abrasada por sus atenciones, saltó al mar y se convirtió en una isla que hoy se llama Capri. Al ver esto, el Vesubio enloqueció. Se irguió amenazador, sus suspiros de fuego se esparcieron, poco a poco se convirtió en una montaña. Y ahora, tan inmóvil como su amada, para siempre más allá de su alcance, sigue lanzando fuego y hace que tiemble la ciudad de Nápoles. ¡Cómo lamenta la indefensa ciudad que el joven no consiguiera lo que deseaba! Capri está en el agua, totalmente a la vista del Vesubio, y la montaña quema, y quema, y quema...

***

El Cavaliere era un buscador de felicidad, no de arrobamiento. Nunca, en todas sus cavilaciones sobre la felicidad, había vislumbrado el abismo entre una vida feliz y una que persigue el éxtasis. El éxtasis no sólo supone, como diría el propio Cavaliere, una petición irracional a la vida. Tiene que volverse algo brutal, también.
Como las pulsiones sexuales, cuando pasan a ser un foco de dedicación o de devoción y de hecho son vividas en toda su capacidad de adicción y su vehemencia, así la sensibilidad al arte (o a la belleza) puede, al cabo de un tiempo, experimentarse únicamente como exceso, como algo que se ejercita al máximo en sobrepasarse a sí mismo, en ser aniquilado, en suma.

Extractos de "El Amante del Volcán", Susan Sontag, 1992



Todo empezó una noche de invierno, de carne y palabras hasta el amanecer. Una simple coincidencia. Una, como millones pudieron suceder. Pero fue aquella, y no otra. El comentario preciso, la clave perfecta.
Y llegaron aquellos días de verano, y las palabras se Susan sobre el césped de la piscina. Y el arrebato de la palabra sobre el sol. Y la palabra que desencadenó la búsqueda y la necesidad. Y de nuevo el tiempo, y los susurros. Y con él otra vez el invierno. Y las historias. Y en una tarde de enero, con unos versos sencillos de Pessoa, hace hoy justamente un año, nació mi Amante del Volcán. Y fue poco a poco albergando esas historias que se habían ido dibujando en mi fantasía desde hacía tiempo, y otras que nacieron después. También surgió la música. Pero, sobre todo, fuisteis surgiendo vosotros, inesperados, pero inevitablemente importantes. Y en el camino, me atrapó la pasión, intensa y oscura, esa inolvidable pasión. Y las manos, que arrastraron el hilo del futuro a través de un laberinto que se construía mientras yo seguía aquel. Era la Anti-Ariadna, deseando llegar al centro, al oscuro minotauro. Pero, a cada paso, el laberinto se hacía más grande, más inescrutable, más interminable aún. Y llegaron Teseos y Bacos, y muchos olvidos: necesarios unos, irrelevantes otros... Así, sin querer, mi vida se vio demasiado envuelta en este instrumento, al que poco a poco he ido colocando en el lugar que quiero para él. A estas alturas, y por el momento, demasiado vinculado a mí y a mi vida. Ha sido testigo de un año de transformaciones, de extrema felicidad y de dolorosas ausencias, de un pedazo de vida que me ha traído un poco también las vuestras, demostrándome una vez más que la palabra es algo que me conforma, algo a lo que soy adicto, y sin lo que no puedo vivir, porque me atraviesa y me determina, porque la amo y la necesito, y porque entre las mías y las vuestras, a veces, encuentro razones para creer que esto es todo un invento. Y porque toda palabra (no sólo la poética, como rezaba Celaya) es un arma cargada de futuro. Así pues, a por otro (año) más...
Gracias a todos los que estáis siempre ahí, detrás de la palabra. De la mía. De la nuestra...

21 de enero de 2007

Entre volcanes

Sergei Rachmaninov, 1873-1943

Volcán entre volcanes, quizá desmedidamente despreciado por los vanguardistas de su tiempo bajo pretexto de dedicarse a una música demasiado “demodée”. Sin embargo es posible que en su música encontremos muchos más hallazgos y elementos de modernidad de los que podríamos imaginar. Como siempre, es más difícil aceptar la innovación desde la invariabilidad de las formas imperantes, ya que exige un ejercicio mucho más exhaustivo de análisis. Yo pienso así y la prueba está en que pocos músicos han sido capaces de crear un Universo absolutamente particular e inimitable, y él es uno de ellos.
A mí siempre me sedujo, por su capacidad de transmitir la pasión en su más descarnada expresión, por su historia de hombre triste, depresivo y exigente, que atravesó por importantes crisis creativas. La primera, tras el fracaso estrepitoso del estreno de su primer concierto de piano, compuesto bajo la fascinación de haber conocido en persona a su ilustre compatriota Tchaikovsky. La siguiente, fruto de su huida de la U.R.S.S. tras la revolución y, por ello, de su necesidad de vivir más de la interpretación (no en vano fue uno de los más grandes interpretes de piano del Siglo XX) y la dirección de orquesta. Su definitivo establecimiento en América lo apartó totalmente de la composición. Siempre quise pensar que la inspiración de su tierra natal era fundamental en la esencia de su obra y que aquella música que él creaba no era posible sin Rusia.

Con sus conciertos de piano realizó una contribución importante a la historia de la música, llevándolos al límite de sus posibilidades rítmicas y tonales, potenciando la orquesta para dotarla de voz propia y no sólo para acompañar al instrumento, convirtiendo así el género de concierto instrumental en una verdadera y nueva forma de sinfonía. Su inspiración apasionada atacaba con intensidad los sentimientos de los espectadores de la época, y se dice que en los conciertos de su música, las adolescentes podían caer víctimas de desmayos y lipotimias, en lo que podría ser la esencia precursora del movimiento de las “fans” que tan familiar se hizo a partir de la segunda mitad del siglo, a través de la música pop y rock.
Yo, que siempre fui un adolescente inusual, encontré en su música algo parecido a aquello. Sin desmayos, pero sí que recuerdo con nitidez escuchar aquella música que me cortaba la respiración, con evidente aceleración del pulso y algún que otro momento de éxtasis... Eran otros tiempos para mí, y yo vivía demasiado en una burbuja vital... Las cosas cambiaron, pero a Rachmaninov lo sigo teniendo en un lugar muy especial de mi corazón.

Hoy se lo traigo en una grabación excepcional, a cargo de otros dos volcanes en estado de gracia, que son capaces de llevar la partitura al límite con evidente pasión. Martha Argerich, una de las más apasionadas pianistas de todos los tiempos. Y el italiano Ricardo Chailly, en evidente estado de arrebato (no se pierdan su impresionante y ardiente forma de dirigir la orquesta y su más que complicidad con la argentina, inefables las miradas que le dirige ella hacia el final del movimiento). Creo que es una interpretación que acerca mucho al oyente a la sensación de escuchar esta música en directo. Se trata del final de su concierto para piano número 3, obra cumbre del repertorio. Con ella les dejo, y con la pasión de tres volcanes en erupción.

19 de enero de 2007

La eternidad en un instante

No era extraño obsesionarse con aquella música salida de otro universo. Escuchada en el Cd siempre nos había desconcertado por su aire de otro planeta, por su estrecho pasillo hacia el vacío, hacia el desasosiego de una existencia que ya nos mordía en las esquinas. Pero tener el chelo allí delante y la partitura junto a él era diferente... Recuerdo la fruición con la que fuimos buscando las notas del pentagrama sobre el diapasón. Aparentemente no había artificios, las notas eran fáciles de encajar. No había virtuosismos, la melodía era diáfana y sencilla, como una cancioncita que se nos iba hundiendo bajo la piel a medida que las frases que conseguíamos componer eran cada vez más y más largas. Al cabo de un buen rato, casi nos era familiar aquella falta sutil de tonalidad que planeaba sobre las cuerdas, aquella extrañeza que surgía de repente en el medio de una obra compuesta hacía más de doscientos años, en plena efervescencia barroca. Más allá del misticismo que parecía haberla inspirado, daba la impresión de que aquel hombre había conectado con un cosmos infinito, situado más allá de razones y de moldes. ¿Recuerdas tan nítidamente como yo cómo se nos clavaban los tímidos silencios, cómo aquellos graves descendían y tensaban la piel y el deseo? Un deseo de quebrar la realidad y conquistar el infinito, un deseo de salir de nosotros mismos, de dejar de ser, para poder ser un momento, un instante, sin el inevitable peso de la existencia. Sí, fue solo un segundo, quizá menos, y quedamos para siempre enredados en esa melodía circular, en ese final que nos llena de estupor, que se desliza por la razón levantando la fina membrana que la adhiere al deseo, uniéndonos a través de la carne y el ardor, marcando con los huecos entre las notas esa invisible cadena que ya nos une para siempre: la de la no-existencia, la de la oscura incógnita del salto a la nada.
Bach - Cello Suite No.5 iv-Sarabande

16 de enero de 2007

Pequeña gran literatura

A veces sucede en medio de una narración que no termina de atraparnos, que no consigue ser redonda y que por tanto leemos con la desidia de quien atraviesa un desierto, pero sin posibilidad de abandono. Y todo porque sabemos que a veces puede ocurrir que nos asalte ese párrafo, esas líneas cuya inspiración nos llega con ardor, y nos atraviesa. Esa pincelada de palabras capaz de dibujar con precisión, con extraño lirismo, una realidad conocida, incluso ajena, pero inefable, que hasta entonces sólo formaba parte de lo no expresable, o de lo no existente. Pero que irrumpe rasgando nuestra imaginación, dejándonos desnudos frente a las palabras que muerden afiladas el vano oscuro de esa imagen que existe sólo unos segundos, como un flash que irrumpe un instante, y sin embargo deshace por unos minutos el asombro de la retina, y el de la razón.
Así me sentí, y quise compartirlo. Extrayendo ese párrafo, porque se sostiene casi sin necesidad de contexto, porque es literatura con Mayúsculas, porque lo he leído decenas de veces estos últimos días...

Pete y Cat son miebros de la policia que trabajan en los teléfonos de recepción de llamadas de personas que dan información sobre la banda terrorista que asola New York diseminando bombas por toda la ciudad, incluso a veces los propios autores que anuncian la colocación de los artefactos:

"He stepped into the cubicle, made so bold as to put his hand on her shoulder. She and Pete had mantained an unspoken no-touching rule since that night three months ago when they were both working late, when they'd been exhausted and discouraged enough to duck into the women's room together. Cat still couldn't say why she'd done it, she wasn't remotely interested, and yet mysteriously, unaccountably, she'd been headed to the ladies' and had nodded to him, and before you knew it she was sitting on the sink with her legs wrapped arround his unpretty middle-aged ass, he because she'd allowed it, becouse they'd seem at that moment like the only two people in the world, because his wife was loosing her sight and his only child had become an econut in Latin America,and she because... because Pete's wife was loosing her sight and his only child had become an econut in Latin America, because she'd led her own son die and she'd been taking calls for going on twelve hours, because Pete's neck reminded her of her ex-husband's neck, because this place was so ugly and silent and far from everything, because she'd seemed to have wanted, at that moment, to tear everything apart, to go down, to be as crazy and destructive and irresposible as the people who called her. She and Pete had never spoken about it.They both knew it would not happen again."

Michael Cunningham.
Specimen days, 2005.

LA ESPERADA TRADUCCIÓN...

“Caminó hacia el cubículo, con la suficiente audacia como para poner su mano en el hombro de ella. Ella y Pete mantenían una regla implícita de no-contacto desde aquella noche de hacía tres meses en la que ambos trabajaban tarde y estaban lo suficientemente exhaustos y desanimados como para introducirse juntos en el baño de señoras. Cat aún no se podía explicar por qué lo había hecho. No estaba ni remotamente interesada en él, y sin embargo de alguna forma misteriosa e inexplicable, se había dirigido al retrete y le había hecho un gesto con la cabeza, y antes de ser consciente, ya estaba sentada en el lavabo con sus piernas alrededor de su feo culo de mediana edad. Él porque ella se lo permitió, porque parecía como si en aquel momento fueran las dos únicas personas del mundo, porque su mujer estaba perdiendo la vista y su único hijo se había convertido en un loco ecologista en América Latina, y ella porque... porque la mujer de Pete estaba perdiendo la vista, y su único hijo se había convertido en un loco ecologista en América Latina, y porque ella había dejado a su propio hijo morir, porque llevaba doce horas de llamadas telefónicas, porque el cuello de Pete le recordaba a la de su ex-esposo, porque ese lugar era tan feo y silencioso, y estaba tan lejos de todo, porque justo en ese momento, parecía como si ella hubiera querido desgarrar todo, bajar, ser tan loca, destructiva e irresponsable como la gente que la llamaba por teléfono. Ella y Pete nunca habían hablado de ello. Ambos sabían que nunca sucedería de nuevo”
Michael Cunningham.
Días memorables, 2005.

12 de enero de 2007

Atlántidas cotidianas.


Cuando la espera nos asalta en las esquinas del día, y el recuerdo de una mirada vence a cualquier precio la heroica resistencia...
Cuando el tiempo se hace circular y nada detiene su giro...
Es entonces preciso que sepáis que en vuestros abismos también reposa una misteriosa Altántida de silencios.
Y que sus sueños truncados recorren la memoria kilométrica de la piel.
Y que en el rumor de las olas, en la marea que remueve la arena y traslada las piedras minúsculas sobre su espuma, se escucha el eco de su pasado y de sus sueños acuáticos.
La Atlántida somos todos alguna vez. Y todos tenemos un espacio mudo que esconde tesoros hundidos en el olvido de las algas, innudados del óxido de las manos azules. Mundos imposibles con los que soñar, y de los que escapar... contínuamente.



SONRISA DE ATLÁNTIDA

Este pensamiento, de repente me sacude
y destruye todo pudor y toda defensa.
Había sofocado aquella estúpida actitud
de vuelos Pindáricos y destructoras esperas heroicas,
y sobreviviré a esta falta de oxígeno.
A pesar de las insidiosas corrientes llegaré
al fondo de los abismos entre antiguos espendores
de un mundo inmerso desde miles de años.
Estupidamente he temido la inmensa y despiadada belleza, la profundidad de tus ojos.

Este pensamiento suaviza el despertar
incomodando la somnolencia, la habitual pereza.
Reviven fragancias extintas y ocasos de encanto.
Las grandes esperanzas arrebatadas por la ira de los océanos en tormenta,
envuelta de una prodigiosa atmósfera Atlántida
sonríe intacta y dirige una mirada amistosa al fondo de los abismos, antiguos esplendores
de un mundo inmerso desde miles de años
Estupidamente he temido la inmensa y despiadada belleza, La profundidad de tus ojos.

Carmen Consoli.

SORRISO DI ATLANTIDE

Questo pensiero d’improvviso mi scuote
e annienta ogni pudore ed ogni difesa
Avevo soffocato quella stupida attitudine
ai voli pindarici ed alle struggenti eroiche attese
e sopravviverò a questa mancanza di ossigeno
malgrado le insidiose correnti arriverò
In fondo agli abissi tra antichi splendori
di un mondo sommerso da migliaia di anni
stupidamente ho temuto l’immensa e spietata
bellezza la profondità dei tuoi occhi
Questo pensiero rende soave il risveglio
scomodando il torpore la consueta pigrizia
rivivono fragranze estinte e tramonti d’incanto
Le grandi speranze travolte dall’ira di oceani in tempesta
avvolta da una prodigiosa atmosfera Atlantide
sorride intatta e volge uno sguardo amichevole
In fondo agli abissi antichi splendori
di un mondo sommerso da migliaia di anni
stupidamente ho temuto l’immensa e spietata bellezza
la profondità dei tuoi occhi

10 de enero de 2007

El recuerdo de la perfección.

Teatro Olimpico,
Vicenza. (Véneto, Italia)


Nada consiguió emocionarme más. Ni la exactitud para la belleza y el aparente descuido de Venecia. Ni sus canales oblicuos hechos para sospechar del infinito. Ni siquiera sus tesoros escondidos ni sus esquinas de olvido donde sentirse eterno. Ni los frescos revolucionarios de Giotto, Menabuoi, o de del Cosso. Ni la elegancia del renacimiento de barro en Ferrara, ni las cumbres prealpinas del Garda o las calles serenas de Verona. Siendo todas ellas razones para el éxtasis y frutos de la esmerada búsqueda de la belleza, ninguno se escondía tanto entre mis deseos como ese pequeño teatro de Palladio. Última obra del genial arquitecto renacentista, tesoro más oculto de su villa, reinventada por él: Vicenza. Una pequeña ciudad de provincias del Véneto italiano que no se concibe ya sin él, sin la armonía perfecta de las formas clásicas, que él recupero a través de un minucioso estudio del arte clásico para darles una dimensión y unas formas adaptadas al tiempo que vivió, llevando a la perfección el resurgir de placer en torno a los sentidos, alrededor de un hombre que él lleva al infinito desde su centro. La demanda de sus diseños por parte de las ricas familias vececianas para construir sus villas de reposo en la rivera del río Brenta o en los alrededores de Vicenza produjo algunas de las más hermosas y espectaculares villas de toda Italia. En ellas, el uso de la columna y el frontón fue reinventado como elemento arquitectónico de una forma que ha sido después copiada hasta nuestros días. Sus iglesias también fueron fruto de un intenso estudio de adaptación de los elementos y formas clásicas a las necesidades de diseño de estos edificios.
Durante mi viaje este verano tuve ocasión de visitar algunas de las muestras de su trabajo que salpican la geografía véneta. Pero mi deseo mayor, aún sin ser yo consciente, era poder visitar el Teatro Olímpico de Vicenza.


Este edificio absolutamente singular, tiene un interesante origen como encargo de la Academia Olímpica de Vicenza, una sociedad nacida para el cultivo de las artes que reunía a ciudadanos de diversas condiciones en un organismo originalísimo, que en su concepción se enfrentaba al tradicional y exclusivo mecenazgo de las artes por parte de la aristocracia.
Palladio creo un edificio magistral. Partiendo del concepto griego y romano del teatro, intento depurarlo hasta conseguir un espacio de proporciones exquisitas, sincero homenaje a la indispensable tradición de las artes clásicas. La obra fue terminada por Scamozzi, con un conjunto escénico representando una perspectiva de ciudad ideal, que es ciertamente único, ideado para la primera representación del teatro (Edipo Rey) y que jamás ha sido desmontado.


Para hacerse una idea, pueden mirar en esta página y buscar unas fotografías en tres dimensiones que dan buena cuenta de la sensación intensa que produce una visita a ese escenario.

Entré por la pequeña puerta de uno de los laterales sin respirar, como sumido en una casi religiosa reflexión estética, preparándome para el impacto con un lugar tan sumamente bello. Así fue, dentro de aquellos muros siguió sin existir respiración, sólo hubo aliento. Y no sé si sería aquel vídeo de la mezzo-soprano italiana Cecilia Bartoli grabado allí, que hace años que conozco y he visto en varias ocasiones conmovido por su voz y por el espacio. O si quizá la recreación del Don Giovanni de Mozart de Joseph Loosey, algunas de cuyas escenas también fueron grabadas allí (y habían llegado alguna vez a mi retina en un ejercicio de azarosa curiosidad). Lo cierto es que aquel espacio ejercía un poderoso magnetismo sobre mí. Sentarme desde cualquiera de sus perspectivas era un acto de puro hedonismo, de perfección susurrada a la pupila, de insistente y turbadora belleza. Quizá el espacio más digno, en más bello que pueda existir para el ejercicio del drama, de la comedia, de la música. Porque resume gran parte de la historia del arte, de la mitología, de la filosofía de Europa Occidental y es además todo un símbolo del espíritu del Renacimiento, del hombre y el conocimiento como centros del Universo. El renacimiento de la concepción crítica del mundo, de la ilustración, y la primera piedra hacia una visión del mundo dominada por la libertad, la igualdad, la fraternidad...
Les dejo con unas escenas del maravilloso recital que dio la Bartoli allí mismo en el año 98.

8 de enero de 2007

Ya ves

Ya ves
y yo sigo pensando en ti
como ave
que retornará
ya ves
y yo sigo pensando en ti.

Ya ves
y yo sigo pensando en ti
aunque sepa
que después te irás
ya ves
y yo sigo pensando en ti.

Una gota de lluvia
en mi alma cayó
una hoja de otoño
en mi pecho durmió,
mas
un rayo de sol,
se negó
a acompañarme
por mi estrecho sendero sin luz
y que yo siga
pensando en ti.

Pablo Milanés, 1965.

5 de enero de 2007

Tarareando...

En un día como hoy, quiero aprovechar la oportunidad del carácter infantil de esta jornada para desvelar algunas de las cosas que me encantan, aunque nunca las hago visibles por aquí. Mi lado infantil y mi lado petardo se unen para presentarles uno de los más nostálgicos Mega-hits de la inefable Barrio Sésamo. Además, quiero aprovechar para dedicárselo a quien me ha hecho pasar tan buenos ratos de charla y de risas últimamente... Sí, claro, Pedro (PCJ), eres tú. Con quien he tenido oportunidad de hablar de ópera, arquitectura, relaciones humanas, y demás cosas interesantes, pero al mismo tiempo también de todo un catalogo de elocuencias “infantiloides” y “marujiles” con las que que, a pesar de esa distancia que sin querer a veces impone (mal denominada como carácter “arisco” por mi querido Ennis) se ha ganado un espacio de aprecio y, sobre todo, calidez en el corazoncito del que suscribe. Porque además, me encanta imaginármelo tarareando la cancioncilla del vídeo al tiempo que se compra el último recital de una soprano búlgara que seguramente nadie de los que por aquí lee conocería, y pasado mañana irá a verla quién sabe si a la ópera de Liechtenstein o a la de Bratislava, para hacerse una foto con ella, que colgará de esa estancia maravillosamene freak al tiempo que musicalísima, donde vive. Y porque me encanta su visión global, pragmática, pero divertida y feliz de la vida. Un beso, guapo.

No pierdan la ocasión de hacer un análisis un poco más en profundidad del vídeo, una verdadera reliquia que en el mundo de la comunicación infantil de hoy en día ya no sería posible.
¿no recordaban ya a aquella maravillosa llama??
Ya nunca sería posible algo así, tan naïf e inocente. Y ya nunca lo veríamos doblado con tanto acierto, con nombres tan inenarrables como “Marichari” para la dichosa llama... Por cierto, qué doblaje musical. Fíjense que la niña canta mejor que muchos de los ínclitos de OT... Ays! Qué tiempos aquellos. Qué viva Marichari.

3 de enero de 2007

Bogart revisited

Para comenzar el año cumpliendo uno de mis propósitos, que era ir más al cine, poco han tenido que insistirme esta tarde para terminar en la puerta de los Alphaville escogiendo sala. Las opciones, entre lo visto y lo previsiblemente malo (Antonio Banderas no me va a engañar ya a estas alturas), nos inclinamos por Brick, una propuesta de cine independiente americano que en el trailer, que había visto hace poco, vendían como auténtico cine negro, lo cual, a estas alturas de degradación del género es, cuando menos, sospechoso. Así que entramos en la sala con cierto ánimo escéptico, la verdad. Pero la propuesta (ópera prima) del joven director Rian Johnson es de sobras convincente por si misma. Un guión complejo y lleno de vericuetos, pero coherente. Una estética que atraviesa cierto feísmo a veces, pero que no se recrea en él, y deja paso a un universo lleno de lirismo a veces y cierto toque Lynchiano otras, pero siempre abordado desde la contención. Una iluminación más que acertada y una música excelente, que nos sirven de escenario para sumergirnos en un universo de personajes oscuros y llenos de aristas, pero curiosamente creíbles y, sobre todo, excelentemente dibujados. Y un protagonista-detective (Joseph Gordon Levitt) en el que a veces no podemos evitar recordar a Bogart, y que peca quizá de perfección en su inteligencia y en su destreza, pero que el director sabe también humanizar y hacer débil, aunque sea fugazmente. Así, en un explosivo cocktail de drogas, chantajes, pasiones y traición, la galería de personajes que van surgiendo nos rescatan lo mejorcito del cine negro, desde la atormentada víctima a la mujer fatal, desde el soplón al matón, pasando por un capo de la droga sutilmente extravagante, interpretado por el mítico niño (ya no tanto, evidentemente) de Único Testigo, Lukas Haas. En fin, sin resultar una obra maestra, la película es muy sincera y convincente en sus argumentos, y sus personajes recogen todo lo que un buen guión de cine negro debe contener, esa verdadera esencia del lado oscuro de la vida, real y obsesivamente inquietante (como el túnel donde aparece la víctima) que en tantas y tantas pretendidas películas de cine negro, no termina de funcionar... En definitiva, talento para construir una historia que consigue removernos, cortarnos la respiración y revolvernos en el asiento... ¿qué más podemos pedir los amantes del género?
Les dejo con el trailer. Que lo disfruten.