28 de noviembre de 2008

Ópera y Futuro.


Los melómanos de la capital nos hemos topado esta semana con una noticia que ya se venía adelantando en algunos medios de comunicación después de saberse que la actual dirección musical y artística del Teatro Real dejarían sus funciones el año 2010.
Gerard Mortier, uno de los "gurús" de la ópera de las últimas décadas ha aceptado la invitación para dirigir el coso madrileño a partir de 2010 y, en principio, por 5 años. Jesús Ruiz Mantilla dice en el diario El País:

"Con Mortier en el teatro se abre una etapa apasionante. Su trabajo en el Festival de Salzburgo en la década de los noventa le reveló como un auténtico intelectual, agitador de conciencias y creador ambicioso. Él ha colocado la música y el arte escénico en el siglo XXI como algo vivo y vigente. Su trayectoria posterior en la Ópera de París también ha estado labrada de éxitos. Y de polémica. Nunca rehuye la agitación y el debate. No deja a nadie indiferente. Con su llegada se abren unas expectativas y unos interrogantes apasionantes: ¿cómo encajará el público conservador de Madrid los golpes de Gerard Mortier?
Todas las miradas internacionales quedan puestas en el Real de Mortier. Haga lo que haga, de eso no hay duda. "Será este teatro quien marque la pauta con los montajes, no otros", comenta Marañón. La temporada 2010 se abrirá con una propuesta suya. Comienza el espectáculo."


La ópera es una institución que más allá de su necesidad lleva siendo un espectáculo elitista prácticamente desde que nació y más de uno (con razón) se preguntará si no sería más útil para todos invertir el dinero en crear (por ejemplo) una segunda casa de ópera (en una ciudad que tiene tamaño e interés de sobra para poderlo absorber) centrada en un público quizá más joven y que se dedique a producciones de calidad y bajo presupuesto (hay muchos teatros hoy en día que demuestran año a año que esto es posible) más centrada en consolidar una afición estable y servir de instrumento para la educación musical de una ciudad que necesita poder ver la ópera de otra forma para entenderla. Es cierto que el Real ha hecho un esfuerzo grande en ampliar representaciones y en abrir el Teatro a otros públicos con multitud de posibilidades y precios más populares. Aún así, siento que a largo plazo, otra temporada (aunque fuera más modesta) paralela a la del Real es necesaria en una ciudad como la nuestra.

En fin, desde mi punto de vista, y dejando a parte polémicas sobre la idoneidad de apostar por uno de lo más grandes y el presupuesto que esto va a suponer para las Administraciones que sostienen el Teatro sobre todo en una época de crisis económica, se abren una serie de caminos interesantes.

La llegada de Mortier a un lugar como Madrid sorprende, la verdad. En primer lugar, porque él es un director muy exigente y que no creo que haya firmado con un Teatro sin un proyecto innovador. Exigente en lo musical, uno de los puntos débiles de la casa de opera de Madrid (la orquesta del teatro, la Sinfónica de Madrid, es probablemente una de las mejores de España y sin duda en los últimos años ha experimentado una evolución importante en calidad, pero no nos engañemos, está en un segundo nivel y tiene importantes deficiencias). Y exigente también en el diseño de las producciones. No veo a Mortier sin una carta blanca para hacer lo que quiera en este sentido. Y es una persona que he generado fuertes polémicas allá donde ha ido debido a su carácter transgresor.
En fin, que estos dos aspectos (fundamentales en la ópera) del belga hacen vislumbrar un cambio radical en la trayectoria que hasta ahora ha tenido la historia del Teatro madrileño.

Así que ya que no hemos optado por "democratizar" este espectáculo y hacerlo accesible a la mayoría y más bien nos hemos apuntado al carro de comenzar a destacar como uno de los Teatros de Ópera más importantes y que más tienen que decir en el mundo (en la línea del empeño del presidente por estar en el G20), me alegra que lo hagamos con Mortier, director que sin duda hará remover muchas conciencias, demostrando que frente a la ópera no sólo cabe el disfrute estético o la ostentación de un status, sino la creación de un espectáculo vivo y que nos exige interactuar intelectualmente con él, ser críticos y aportarnos reflexiones que nos ayuden a crecer como seres humanos. Con él imagino un camino futuro que al menos, espero, contribuirá a renovar esa visión conservadora y plana que se tiene aquí de la ópera. Ya me veo las críticas incendiarias que desde los melómanos más retrógrados y reaccionarios del Real va a tener... Eso sí, el día de su estreno seguro que el teatro se viene abajo de aplausos, que para eso es una estrella mundial del mundo de la Ópera. El público de Madrid es así, desgraciadamente.

23 de noviembre de 2008

El cielo de Madrid



El de Madrid es uno de los cielos más intensos que existen. De un azul profundo y oscuro, casi insultante. Y las mañanas de otoño lo recortan con una fuerza tan inusitada que sorprende hasta para el que, como yo, lleva muchos años viviendo aquí. Tímidamente voluptuoso aunque con firmeza se asoma entre los tejados y terrazas para quien quiera darse cuenta de que más allá del cemento y de asfalto, más allá aún de los arboles que amarillean en el Retiro, existe una Naturaleza infinita que nos envuelve, que nos posee y que nos dibuja a su antojo con el color que define cada día. Así debió sentirlo la pequeña Sara ayer, mientras miraba con insistencia el abundante azul que se derramaba hasta el perfil de los edificios de la Gran Vía. En medio del gentío que avanzaba con lentitud en todas direcciones ella permanecía detenida, de la mano de su madre y en silencio, como queriendo escuchar el sonido de ese cielo por encima del rumor insistente de voces y automóviles. La madre comienza a tirar de ella hacia los grandes almacenes donde pretende hacer una compra. Y Sara nada, que no se mueve. La madre que se enfada, pero Sara no se inmuta.
Finalmente consigue levantar el dedo y señalar hacia arriba. La madre, sin embargo, le propina un ligero manotazo cariñoso en la mano y, sin ni siquiera mirar hacia donde señala la pequeña, tira de ella hacia delante. Sara mira hacia el suelo y sigue a su madre sin rechistar. Se vuelve una vez más para mirar, y es entonces cuando descubre mi mirada espía. Son sólo una par de segundos, pero en ellos ambos volcamos una infinita melancolía. La de los incomprendidos. La de los que tienen a su alrededor un mundo pero son capaces de ver otro. La de la tristeza de tener que vivirlo en secreto. Y es que ella, aunque no lo sabe aún, creo que lo presiente. Ese mundo tendrá que sellarlo para la mayoría. Al final le sonrío y ella también. Hasta me saca la lengua antes de ser tragada por la multitud, tras el brazo de su madre. Sara tampoco lo sabe, pues es probable que de momento sólo le digan que es una niña rara, pero yo sí lo sé, aunque no la conozca. Es y sin sin duda será un ser muy especial.

20 de noviembre de 2008

Antídoto Otoñal

Este semana ha estado plagada de conciertos. Demasiados, quizá, para poderlo asimilar todo. A veces las fechas de los eventos musicales que me interesan se agolpan en la misma semana. Si es una semana de esas en las que la prisa parece correr por las venas de uno, parece que se ve uno obligado a ir, algo en el interior le hace tomárselo como una especie de auto-condena.


A veces llego al lugar del concierto y, al sentarme en la butaca, con la velocidad aún en los pulmones, me cuesta entrar en la música. Si además tengo el día de humor extraño, como era el caso ayer, casi me dan ganas de levantarme y salir por la puerta a caminar un rato, con un sentimiento mezcla de rebeldía y de asfixia. Nunca lo hago, y pocas veces me arrepiento. Ayer, más que no arrepentirme, me alegré profundamente. La violinista alemana Anne Sophie Mutter no es cualquier músico. Su fama estratosférica la precede. Niña prodigio, protegida de Karajan y estrella de las últimas grabaciones del director alemán, su carrera, tras ese inicio fulgurante no ha hecho más que crecer y no sólo en perfeccionamiento técnico, sino en hondura de sus interpretaciones. Sus grabaciones de adolescencia eran ya de una brillantez impecable. Pero ahora, Anne Sophie ha sabido recrear sus propias lecturas con una sensibilidad exquisita, que desgrana la partitura con inteligencia sin desequilibrar las intenciones del pentagrama.





Ayer se dedicó al ciclo de sonatas de Brahms, quizá el más hermoso de todo el repertorio. También el más melancólico y otoñal. Perfecto para este otoño de manual que estamos viviendo en Madrid. El sonido de la Mutter, sin embargo, se escapa a cualquier manual. Es difícil conseguir hacer algo nuevo con estas sonatas, pues han sido infinitamente grabadas y ejecutadas. Aún así, son verdaderas joyas llenas de secretos entre sus notas pero a veces hacen falta grandes dosis de sensibilidad para explorarlas. Ella demostró tenerla a raudales. Si bien es cierto pasó por alto los recovecos llenos de posibilidades de la sonata nº2, que interpretó en primer lugar (haciéndome dudar por unos minutos de sus verdaderas capacidades más allá de su impecable técnica), pero desplegó con generosidad su impronta personal a partir de ese momento. Las otras dos sonatas (las más conocidas, las más generosas en belleza, aún así, yo me sigo quedando con la nº2 para muchas cosas) fueron todo un festival de sonidos y belleza. Su versión camina entre la suavidad otoñal y la enérgica virilidad que la partitura exige.



Cuando una "top-one" se inspira de esta forma el resultado no tiene que ver con nada de este mundo. El auditorio en pleno (salvo los mismos pacatos de las toses sin control y los móviles sin desconectar cuya proliferación en aumento es preocupante) fue capturado por ese magnetismo indescriptible de la versión rotunda y redonda que nos brindó. Literalmente proyectados a ese universo sonoro de Brahms que es uno de los más grandes creadores de música de cámara.
De adolescente fui un consumidor empedernido de su música. Recuerdo aún aquellas navidades hace muchísimos años, en que mi tía me regaló aquel compacto con las sonatas, con esa emoción de saber que me abría las puertas a un universo musical inigualable, y que tantas y tantas veces ha sido refugio de penas y oscuridades. Pero nunca hasta ayer había podido vivirlas tan intensamente. Con la fuerza del directo, pero también a través de las manos de una violinista cuya reputación no es vacía, que proyecta su elegancia personal (su presencia en el escenario, esbelta y contenida, es impresionante) en la música que interpreta. Y es que tocar a Brahms desde la elegancia que lo hizo, pero con esa incisiva y sutil recreación de la pasión melancólica que descansa en esas notas, es un ejercicio difícil y cuyo camino es muy estrecho y difícil de encontrar. Ella lo hace con una naturalidad pasmosa. Su acompañante, Lambert Orkis, se adapta a ella a la perfección, y hace una notable versión de la rica y bellísima parte de piano que tienen estas obras, muy desprendida de la gravedad de algunas versiones, muy centrada en su ritmo y su musicalidad.




El auditorio se comportó y le brindó una calurosa ovación, sin demasiados vítores, pero ciertamente muy especial, se sentía en la atmósfera que aún permanecíamos todos en esos universos ingrávidos y melancólicos de Brahms. De propina, un par de danzas húngaras con arreglo para violín y piano. Aquí, por si no nos había quedado claro, se encargó ella de demostrarnos que no sólo sabe transmitir la profundidad de la música, sino que su virtuosismo es también impecable y elegante como todo en ella.
No, no me arrepentí de no irme. Viajar un rato con una de las mejores miradas de Brahms que se pueden escuchar en la actualidad es un antídoto para casi cualquier mal día.

17 de noviembre de 2008

hilo argumental para un visionario.



Estos días puede verse en Madrid un interesante exposición sobre las vanguardias de la pintura en torno a la gran guerra. La muestra es muy completa pues abarca muchos motivos, transformaciones y nuevos caminos que se abrieron en esa época y a raíz del pesimismo que envolvió al mundo a raíz de estos conflictos bélicos. Siempre he pensado que el Arte, como elemento de conciencia social y político que siempre ha sido, jugó un papel importante en esa época, pero creo que también la realidad política contribuyó a su desarrollo, a su evolución. Las grandes guerras del siglo XX no eran algo nuevo en su esencia, pero sí las formas de destrucción masiva que desarrollaron y, lo que es más importante, la posibilidad de unos medios de comunicación nuevos que podían llevar el terror, la amenaza, la destrucción, el dolor, a todos los lugares del mundo. Eran las primeras guerras en las que la conciencia de sus efectos era mundial y además en forma de imágenes.

Creía que en la exposición iba a haber más literatura en torno a este concepto, pero al final han optado por pequeños textos que dirijan un poco al espectador haciendo que la expresividad de los cuadros que han elegido haga de la muestra algo más o menos auto-explicativo. Pero es una muestra necesaria que nos pasea por el amanecer de las vanguardias pictóricas del siglo XX desde un punto de vista muy interesante.

La música también tuvo una importante transformación en esos años, quizá la más grande de su historia. Una vez que Debussy (el gran renovador de la música moderna) había construido los cimientos del nuevo camino de la música, no fue hasta los años de las guerras mundiales que músicos como Arnold Schoemberg o Alban Berg cruzaron la frontera de la atonalidad a través del sistema dodecafónico lo cual supuso un ruptura inmensa con el pasado, no tanto por lo interesante de lo que nos intentaron contar, sino porque llevaron las posibilidades de la música hasta el infinito. Y pienso que ello fue en parte posible debido al pesimismo profundo que trajo consigo la primera de las guerras mundiales.

Otro músico, sin embargo, ya había estado a punto de cruzar la línea años antes que ellos. No sólo la de la atonalidad, sino de la propia naturaleza expresionista del movimiento postromántico al que de alguna manera también aquellos habían pertenecido.

Estos días, a raíz de escuchar el sábado pasado en el auditorio la primera sinfonía de Mahler, lo venía pensando. Su música, olvidada durante tantos años del siglo XX por causa de su origen judío, que le valió la prohibición del régimen nazi, es el fruto de un carácter atormentado por los traumas de infancia y juventud y por una intensa conciencia de la fragilidad de la condición y del destino humanos. Su primera sinfonía es brillante, y ya supone un aire de modernidad que no se supo entender. Pero su progresión hasta la incompleta décima o el maravilloso ciclo de canciones (casi en forma de sinfonía también) Das Lied Von Der Erde (La canción de la Tierra) constituye un camino lleno de contradicciones que nos conduce sin duda al abismo de la existencia.

Gustav Mahler.

Después de muchísimos años de vacío durante y tras la segunda guerra mundial, no fue hasta mediados del siglo XX cuando algunos de sus discípulos (además de compositor fue quizá el más grande director de orquesta de la historia, y entre sus alumnos caben destacar batutas de la importancia de Bruno Walter y Otto Klemperer) comenzaron a recuperarlo y a grabar su ciclo sinfónico. Uno de los discípulos de Walter, Leonard Bernstein, ya a partir de la década de los 60, se erigió en profundo defensor del compositor y difusor de su música, elevando esta pasión casi a rango de movimiento de fans. Realizo dos integrales de sus sinfonías que tardarán mucho tiempo en poderse superar, pues en ellas está la herencia directa de la propia mirada del compositor unida a la inefable pulsión apasionada del director americano. La popularidad de Mahler a partir de ahí fue en aumento, llegando a alcanzar el lugar que merecía en el mundo de la fonografía y en de las salas de concierto.

Pero a lo que iba. En la evolución de la música de Mahler se van conjugando una serie de factores que desembocan, a través de su mente lúcida y atormentada al mismo tiempo, en una especie de trampolín hacia el vacío por el que nunca llegó a saltar pues la depresión y la enfermedad le condujeron a una muerte relativamente temprana en la que sin duda la sombra de hasta dónde podía haber llegado y la premonición oscura del destino del mundo debieron a mi juicio jugar un importante papel.

En mi opinión Mahler fue un visionario, y en su música se vio reflejada esa ruptura de la que hablaba más arriba. Las tres características más intensas de su música nos llevan en primer lugar a un descomunal aparato sinfónico que requirió de una orquesta de un tamaño que llegó con él a su límite físico (sinfonía 8, de los mil). Por otro lado, a la incisiva recreación de la belleza, en un estilo postromántico que llega a resultar casi asfixiante (Das Abschied, de La Canción De La Tierra), y que hace contrastar de manera a veces violenta por un lado con un estruendoso gusto por las marchas militares y un desatado uso de la familia de metales en sonoras fanfarrias, así como con su delicado gusto por la recreación de la Naturaleza. Y finalmente un progresivo pesimismo que se va filtrando en forma de avisos oscuros y llamadas del destino que aparecen sobre todo a partir de su sinfonía 6 (Trágica), compuesta casi como premonición de la muerte de su hija mayor a causa de la escarlatina.
Sin embargo es ya al final de su vida, en el único movimiento que escribió completo de su sinfonía 10 (que tanto miedo le provocaba componer, pues los dos grandes sinfonistas románticos, Beethoven y Schubert no habían podido llegar a es número, él finalmente tampoco) donde de repente casi toca la frontera. Es en un pasaje en el que está casi a punto de rozar (e inventar con ello) el dodecafonismo, quizá uno de los instantes más apocalípticos de la historia de la música. Su salto al vacío se queda ahí, contenido, pero tremendo, lleno de horror. Casi parece imposible creer que haya sido compuesto antes que las atroces imágenes de las guerras del siglo XX tuvieran lugar. En el fondo siento que debió presentirlo en sueños. En esos acordes está, de manera velada, una visión futura hacia el lado más oscuro y amargo del siglo XX que acababa de comenzar.

Como dice el gran Ricardo Chailly en el vídeo que os dejo (donde se explica un poco mejor este pasaje terrible de su última sinfonía, que además podéis escuchar entre los minutos 3:25 y 4:48) es prácticamente inconcebible cómo pudo componer esta sinfonía, que termina con ese sutil glissando al que hace referencia el italiano como su “grande urlo di disperazione”, su grito de desesperación a un mundo que se venía abajo y que además le iba a llevar a la muerte demasiado pronto.



Con ese grito nos dejaba uno de los mayores monstruos del mundo sinfónico, creador de universos imposibles, de belleza inexplicable, de una música casi cósmica, de otro mundo, porque él pertenecía a otro mundo sin duda, el de los visionarios.
Con su muerte desaparece uno de los músicos que de haber seguido escribiendo habría sin duda cambiado sustancialmente el curso de la Música. ¿Qué habría podido componer? Casi produce escalofríos imaginarlo.

¿Qué nos espera a nosotros ahora?

12 de noviembre de 2008

El amante viajero

Estas semanas me he dedicado a viajar en el tiempo y en el espacio. He retornado a Italia y al verano, y he hecho memoria de las rutas, de los sabores y de los colores que mi memoria acumuló y que ha estado atesorando estos meses para desplegarse ahora en un cuaderno de viajes que inicia mi otro blog, con el que no sé muy bien dónde viajaré, pero que se ha convertido de momento en un querido compañero de miradas y reflexiones. Creo que merece la pena al menos acercarse a las fotografías en uno de estos días en que el frío barra con furia la tibieza de nuestras cabezas.



7 de noviembre de 2008

Noche de jueves.

Cada noche de jueves, al filtrarse la oscuridad por las calles de Madrid, se inicia el sortilegio que quiebra el hilo. La luz de neón parece espiarnos desde la altura en que se hace esquina para dejar hueco a la noche que comienza. Y los edificios parecen infinitas pupilas que pasan de largo, extrañas amigas que nos cobijan como en un escenario, antes de que se alce el telón. Las historias descansan entre sus piedras frías, bajo los andamios, detrás de los portales. A veces pueden permanecer así años y años, bostezando cada semana al olor de la lejana mañana de viernes, al acecho de la afilada concupiscencia que sesga la semana y con ella el aliento.
El hilo se ha hecho cuerda, se ha casi transformado en roca suave, ligera, volcánica. De nuevo columna inmensa. En secreto aún conserva su espeso magnetismo. Pero la cuchilla inevitable del jueves la ha vuelto a quebrar con un ruido breve y seco que ha estremecido las aceras. Y los dedos, desnudos y huérfanos, te han recorrido en otra piel, en otra noche sin amanecer, en otra vuelta a casa pisando la frontera de la realidad casi vomitando otra vida hasta su límite, en el vértigo de la primera luz del alba iluminando incisivamente la fractura. Fue entonces cuando reparé en que las estrellas, de nuevo, habían vuelto a precipitarse sobre los charcos del suelo.

5 de noviembre de 2008

Sueño Breve


Llegó tan fugaz como se marchó, a pesar de volver al escenario hasta en tres ocasiones. Pero es que ella hace que todo sea leve y ligero. Su entrada discreta, como entre olas, fue con una caracola marina en la mano, como arrastrada por las mareas suaves que anuncia su nuevo trabajo discográfico que (incomprensiblemente) aún no ha sido editado en España.
Adriana Calcanhoto no es una artista brasileña al uso. Carece de los rasgos habituales de lo que tendemos a pensar que es un artista de aquella latitud. Ella proviene de un Sur que no es tropical, que tiene estaciones y cuyo carácter seguramente no se adhiere a la voluptuosidad propia de aquellas tierras. Su acento ya nos dice algo de ella. De su seriedad y su corrección. De su elegancia escueta. De su gesto casi circunspecto. En ella se une lo diminuto y lo inmenso. Lo diminuto de su melancolía, de su ironía, de su fino humor, de sus medidas palabras, de su sutilidad para todo. Inmensa su musicalidad, la aparente facilidad con la que parece cantar, el poder magnético de las letras de sus canciones, llenas de poesía y de sueños. Sueños como el de anoche, que se hizo breve, porque uno no se cansaría nunca de escucharla. Porque, a pesar de las grandes dimensiones del Teatro donde vino a cantar, ella sabe crear esa intimidad, esa relación directa con el espectador, ese clima como de salón, de estar con ella en casa. Y así pasaron sus nuevas canciones, que sonaron frescas y delicadas, como siempre en ella. Y las de siempre, sembradas de esas palabras que ella parece haber recogido de nuestra propia intimidad, como robadas en secreto a las almas sensibles. Porque ella lo es.
Comenzó sentada y casi inmóvil en su silla para ir poco a poco, despacio, como parece hacer todo ella, levantándose, moviéndose, jugando con sus compañeros y con el público, contagiándonos su espectáculo con orden y sentido. Regalándonos al final una sorpresa protagonizada por su amiga Misia cantando a capela para nosotros uno de sus fados de siempre. Elegante hasta el final, seria pero cercana, su concierto de ayer fue como un sueño, como un sueño breve e intenso en el ecuador de la semana. Gracias, Adriana.


SEU PENSAMENTO.

A uma hora dessas
por onde estará seu pensamento
Terá os pés na terra
ou vento no cabelo?

A uma hora dessas
por onde andará seu pensamento
Dará voltas na Terra
ou no estacionamento?

Onde longe Londres Lisboa
ou na minha cama?

A uma hora dessas
por onde vagará seu pensamento
Terá os pés na areia
em pleno apartamento?

A uma hora dessas
por onde passará seu pensamento
Por dentro da minha saia
ou pelo firmamento?

Onde longe Leme Luanda
ou na minha cama?

IF...



45 años después, un pequeño paso en ese largo camino hacia un mundo mejor. Quiero pensar que hoy, muchas de las cosas en las que creo son un poquito más posibles. Habrá quién diga que será más de lo mismo, que nada cambiará demasiado, pero ¿y si no es así? Al menos hoy, perfiero estrenar esperanza.

Congratulations, America.

2 de noviembre de 2008

Y mi mirada...

Es imposible aportar una mirada nueva sobre Roma, y cuanto más veo mis fotografías, más me doy cuenta de lo difícil que es despegarse de las fotografías y de las miradas que sobre esta ciudad hay en tantos y tantos lugares, y que inevitable forman parte de la imagen colectiva y universal de esta ciudad. Es, no obstante, curioso cómo nada más llegar se deshace esta imagen guardada en mil archivos de la memoria visual para dar lugar a esa visión personal de cada uno, que es capaz de incorporar lo tantas veces observado en fotografía de manera que parezca nuevo, como recién nacido. Pero supongo que forma parte del secreto de la ciudad eterna. De todas formas, y con la humildad que merece, os dejo aquí parte de mi mirada, la propia y la ajena sobre mí. Y esas grandes y pequeñas cosas que cautivaron mi retina.