26 de mayo de 2008

Distancia y Tiempo


No me gustan las estaciones de tren. Los aeropuertos tampoco. Ni siquiera cuando me llevan donde deseo ir. Son lugares que me recuerdan las muchas distancias físicas que siempre ha habido en mi vida. Distancia familiar, distancia sentimental... Distancias sólo remediables acudiendo a esos lugares que sin embargo me llenan de una tristeza inevitable. Porque en ellas es como si siempre oliese a melancolía. Como si la tristeza se pegara a los zapatos y me llegara a la sangre. En ellos se me encoge el corazón, como fruto de una presión infinita. Me siento lejos, desprotegido, ausente, perdido...

Las distancias nacen a veces como murallas que es necesario salvar, traspasar, dominar. Pero otras muchas son el resultado de elecciones que tomamos porque es necesario vivir y perseguir aquello que deseamos, aquello que nos hace sentirnos vivos aquello por lo que podemos ser nosotros mismos. Casi nada es gratuito cuando elegimos, y las pérdidas que con ellas asumimos no son menos duras. Pero uno debe ser responsable y saber llorar en silencio. Son muchas lágrimas tragadas en soledad, demasiados 500 kilómetros trazados y atravesados, demasiados momentos de ausencia que sin remedio pasan factura. Y es en lugares como aquellos donde suelen hacerlo, inesperados, en la cola de facturación de una terminal abarrotada de sandalias o en un anden de cemento duro, mientras algún despistado arrastra lentamente su maleta en sentido contrario.

Y es tan fácil pensar que falta decisión, que faltan ganas o cariño. Y tan difícil entender el peso de la responsabilidad de ser coherente con lo que uno siente que es, con el lugar del mundo en el que uno siente que puede ser a pesar de tener que empujar uno mismo la daga del dolor de la distancia.

Y al tiempo que la vida toma sus lugares y sus heridas también el tiempo impone su ley y me demuestra año a año que ningún statu quo es posible, que nunca esos periodos donde parece que ya todo ha llegado a su clímax van a poder mantenerse así. En suma, que ninguna perfección se mantiene en el tiempo, porque todo cambia siempre. Y siempre hay quien se va, inesperadamente, como quien llega de repente. Y que nada puede ser nunca la realidad que podemos contar como perpetua, que todo son breves capítulos. Y que esa sensación de infancia donde parecía que todo iba a durar para siempre –el cielo tan azul, los paseos de julio con el viento fresco entre los árboles, la inocencia con la que contemplábamos la madurez como algo de otro mundo, como algo eterno y lejano a la vez- no es más que uno de esos milagros que nos regala la vida, pero que luego todo queda atrás, y que sólo la memoria la rescata, literaria como siempre, aunque la de la infancia lo es especialmente.

A pesar de ello, a veces cierro los ojos con fuerza y la arena casi parece estar ahí, húmeda entre mis dedos antes de entrar en el cubo de plástico azul intenso mientras mamá me recuerda que no se me ocurra bañarme, que se me puede cortar la digestión. Y de fondo el griterío de otros niños se mezcla con el olor de la imaginación de un helado en la terraza, al sol, o de un bocadillo interminable sintiendo el viento, siempre el viento, enredado entre los árboles oscuros.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

a mí sí me gustan las estaciones. será porque las veo como puntos de partida. porque para mí han sido eso.

hay recuerdos de la infancia que se mantienen muy intensos.
uff, esos bocadillos interminables al lado de la piscina...
me vas a emocionar...

un abrazo (qué ganas de darte uno de verdad)

Musafir dijo...

Cómo es a veces tan fácil sentirse identificado con esa sensación que describes acerca de unos lugares tan impersonales como son las estaciones, aeropuertos, y demás puntos de inicio o llegada de viaje...

Da igual, en realidad, que sean 200 o 500 los km que medien en el viaje; nunca acaba uno de acostumbrarse a la cola gris de facturación de un aeropuerto, por más colorines del arcoiris que tenga la terminal...

Por mucho que la azafata de un tren de largo recorrido, repeinada y maquillada con los colores corporativos de su empresa hasta las pestañas, se preste amable a ayudarte con la maletita con ruedas y asa, que ahora con eso del inglés todo el mundo llama "trolley"...

Siempre se nos queda algo atrás; por mucho que vayamos y vengamos en el mismo itinerario, que de repetido una y otra vez, ya ni nos emociona.

Puntos de viaje, solo para las vacaciones. Y mejor en compañia.

Un saludo,

Martini dijo...

Que de melancolía en el texto (cómo me gusta!)

NaT dijo...

Ufff, que triste, aunque me ha gustado mucho, una buena reflexión a la vida y que razón tienes cuando el pasado, la infancia y los recuerdos se nos estancan ahí, como el lodo de una charca que se va llenando poco a poco de oscuridad y de repente un día un rayo de luz los alcanza y salen de las sombras todas esas cosas bellas que hemos vivido, que hemos perdido y que vuelven durante un segundo, una fracción y nos arrancan una sonrisa, quizá una lágrima.
Exactamente, todo cambia siempre, si no cambiara hay quien se pasaría el día en la penumbra, ahogados en su propia humedad o siendo tan asquerosamente feliz que incluso eso dolería.
Uno ha de empujar su propia daga, para que traspase, duela y luego cicatrice.
Y no digo más que al final esto va a ser un comentario de texto.
Un beso con añoranza… y un abrazo, que eso no falte.

Raúl dijo...

las estaciones de tren y los aeropuertos siempre se me antojan contradictorios, quizá porque últimamente lo único que hago es moverme a ciudades donde tengo amigos que viven en ellas. pero la verdad es que me gustan.

qué puedo decirte yo de la distancia y sus variantes. ahora mismo tampoco estaría a la altura...

besos, tío, y muchos.

David dijo...

Jooo

(y ya.)

dijo...

Tampoco me gustan las estaciones... y las distancias son dolorosas y aveces irremediables...
un abrazo

CRISTINA dijo...

Me parece muy bonito lo que has escrito. Y muy triste. Y muy de verdad.

Arquitecturibe dijo...

Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas....
no se porque recordé esa canción...
a mi las distancias no me gustan... las estaciones si. Sobre todo las de trenes... me traen a los paseos con Mamá a la región cafetera...
saludos desde mi lejana galaxia

Javier dijo...

Todo pasa y todo queda, porque cada vivencia, cada día, cada momento va generando un poso en nosotros y construyendo nuestra vida y nuestra historia.

mikgel dijo...

Yo adoro las estaciones y los aeropuertos. Y casi nunca añoro el pasado, ni lo idolatro, quizá porque para mi el pasado casi siempre fue más gris, más doloroso que el presente.

Lo único que añoro a veces son las vidas que pude vivir y no viví, los lugares a los que no fui. Soy más de añorar lo que no tuve que lo que perdí.

Argax dijo...

Mikgel decía que no añora el pasado. Creo que yo tampoco, lo que si añoro es sentir las cosas como las sentía entonces. Porque ahora voy a pisar la arena de la que habla vulcano y para nada siento lo que sentía entonces.
Hoy mismo, andando de regreso a casa, me he cruzado con tres chicos, tendrían unos trece años, iban en bañador (a pesar de lo nublado del cielo), tomaban un flas y hablaban sobre que iban a hacer ese verano. Han pasado muy cerca de mi y he sentido el olor, olían a colonía infantil, olian recién duchados, el viento que corría por la calle potenciaba el que su olor me llegara mejor. De repente, ahí estaba yo, con trece años, en verano, porque a esa edad la vida siempre se desarrollaba en verano.
En fin, la infancia es una de mis obsesiones, porque entonces si eramos capaces de ver las cosas de una forma que después perdemos al hacernos adultos.

Gracias por este pellizquito de melancolía tio.

Besos.

Cvalda dijo...

Como tú dices, es algo contradictorio, porque aunque son decisiones que tomamos, también lo hacemos sabiendo que dejamos muchas cosas detrás.

En breve me enfrentaré a eso. Aún no he experimentado una distancia real elegida, asi que no sé exactamente qué se siente. Puedo imaginar...

Tom dijo...

Hola Vulcano Lover, q es de tu vida???

senses and nonsenses dijo...

pues fíjate, no creo que hablemos de cosas muy distintas en nuestros posts. y me quedo con lo que dice pe-jota, ...es que así es.
en otra peli de bergman dice que somos niños eternamente aunque la imagen que nos devuelva el espejo sea la de un anciano que no reconocemos.
y lo largo que eran los veranos...
noches estrelladas, castillos en los árboles y el primer amor...

un abrazo.

Anónimo dijo...

¿Por qué será que escribes posts como este justo después de poder volver a verte?

Cafeína dijo...

Los aeropuertos y estaciones han sido el centro neurálgico de mis últimos años. Partidas y llegadas los dos han tenido su rinconcito importante, y eso les hace especiales.