1 de diciembre de 2008

L'Heure d'été

Cuando en días como los que vivimos leo el periódico o veo las noticias en la televisión me resulta un poco difícil desvincularme de este pánico global que la crisis económica está contagiándonos. Y parecería hasta frívolo pensar que uno puede reflexionar sobre algo importante sin tener en cuenta la omnipresencia del problema económico mundial. Y sin embargo pequeñas películas sin demasiadas pretensiones como la que vi ayer, en realidad, contribuyen a ahondar más de lo que uno podría pensar en los tentáculos infinitos de la globalización y en la puesta en duda de los paradigmas y las instituciones sociales que han sostenido el mundo hasta ahora.

El mundo evoluciona tan deprisa que saltamos a diario por abismos que ni siquiera paramos a mirar. Cuando nos detenemos y tomamos conciencia de quiénes somos y dónde estamos, más de uno siente un vértigo y una extrañeza que no puede eliminar sino con más velocidad y con menos toma de contacto con la realidad aún, alimentando así un proceso que seguramente no tendrá fin.

Seamos realistas: en una sola generación, casi con seguridad, se habrán desmontado la mayoría de las instituciones sociales que llevan construyéndose, fortificándose y sosteniendo el mundo occidental desde hace siglos. Y no digo que ponerlas en duda (en muchos casos) sea lo mejor. Pero es innegable que se está haciendo de manera automática y discreta, y que en este mundo de lo inmediato la mirada crítica, la reflexión y la comprensión del valor del pasado y de la memoria, no están efectivamente teniendo lugar.

La última película de Olivier Assayas lo intenta, a su manera. Sin ninguna intención de posicionarnos en ninguna opinión, nos abre una pequeña ventana a un momento de inflexión en la historia de una familia. Un momento en el que se va a poner de manifiesto una descomposición que de facto ya existe. La muerte de una madre que vive anclada en un mundo que ya ha desaparecido deja a sus tres hijos la no fácil tarea de enfrentarse al hecho de poner punto y final a la historia familiar. El pasado y la memoria (algo de lo que ella llevaba viviendo demasiados años) inevitablemente van a desaparecer por completo. Los hijos han construido vidas completamente diferentes, y cada uno (de alguna manera) representa un diferente modelo de éxito de la sociedad globalizada y actual. Uno director de producción de una empresa multinacional en expansión que se traslada a China para abaratar la mano de obra, la otra diseñadora de fama en Nueva York y sólo el mayor aún en París, padre de familia desbordado por el trabajo y la incomunicación. Sus vidas ya sólo estaban ligadas por las visitas a la casa materna en el campo unos pocos días de verano al año. Ella es una madre fría y algo excéntrica, hundida en un pasado con más de un secreto que sus hijos desconocen y heredera del legado artístico del tío abuelo de su marido, pintor de reconocido prestigio y hábil coleccionista de objetos de arte. Además, es ya la habitante única, junto con una criada que cuida de ella, de la mansión donde se atesoran todos estos objetos. A su muerte, el único hijo que aún vive en Francia intentará sin éxito salvaguardar la casa y el patrimonio artístico y sentimental de la familia, pero la causa está perdida, pues cada uno tiene su vida y sus intereses y ya nada de ese universo abultado, hermoso y desconocido en parte parece poder salvarse.

Con este punto de partida, Assayas nos deja ver las escenas que se suceden en esos días y que, más que mostrarnos la vida y la esencia de los personajes, nos dejan ver la realidad de la disolución de la familia y la pérdida de valor de la memoria y de sus iconos. Así, con la casa como símbolo de la familia que ya no interesa a nadie se provoca una reflexión sobre el valor de la memoria, el vacío en el que caen las vidas y sus secretos, el poder indestructible del proceso de individualización en el mundo, la falta de comunicación, los límites del arte, su pérdida de humanización y otras muchas que sin duda se me escaparon...

En realidad no ocurre nada que no tenga que ocurrir, pero Assayas nos coloca como espectadores evidentes de una visión que nos remueve porque la sentimos cercana (a pesar de la distancia social y personal que pueda haber con los personajes individuales). En el fondo lo importante aquí no es lo que pasa, sino que lo estamos viendo con mucha evidencia desde fuera, y podríamos así también vernos a nosotros mismos y a nuestro entorno cercano. Cómo cambia el mundo, las costumbres, los referentes, las redes vitales en las que nos refugiamos... y en medio de esa velocidad nosotros incapaces de pararnos en cada uno de esos cambios para valorar su naturaleza real.
El bisturí de Assayas es muy preciso, pero no ataca a las personajes ni a sus vicios, sino a los mecanismos y a las inercias que provoca el mundo actual. Por eso quizá nos deje un retrato algo vacío de los protagonistas (que también por ello requieren una brillante interpretación para sostenerse, y así la brindan absolutamente todos los personajes principales y secundarios) pero nos dibuja a cambio un espacio de reflexión muy lúcido y certero. Cada cual opinará lo que quiera, pero la evidencia dejará huella en cada uno de nosotros. Assayas no nos alecciona, sólo nos invita a darnos cuenta una inevitable realidad ante la que a menudo tendemos a pasar de largo. Nadie se sentirá decepcionado porque la película tiene la capacidad para que cada espectador la haga suya desde su sinceridad. La vuelta de tuerca irónica del final es todo un canto a que la vida sigue a pesar de que lo destruyamos todo: un guiño estupendo para terminar esta cinta que vuelve a demostrar de nuevo lo fino que sigue hilando el cine francés.

10 comentarios:

josef dijo...

No dudo que el cine francés hila fino, pero a veces se pasa de pretencioso y embrollado. Un poquito de lo mismo le pasa al cine español. Siempre nos hemos quejado de nuestros vecinos franceses; que si nos menosprecian que si son chauvinistas y se creen superiores etc. Pero en el fondo pienso que franceses y españoles somos bastante parecidos, ya que nosotros tendemos a hacer lo mismo con nuestros vecinos portugueses y marroquies. Por lo cual creo que ambos pecamos del defecto de ser algo fatuos. Aunque en el fondo, lo reconozco, ambos tenemos una escuela de directores que saben crear buenos metrajes sin caer en malos vicios. No he visto esta película y la veré, al final siempre acabo viendo bastante cine francés; sólo espero que sea de las que merecen la pena verse. Un saludo!

Martini dijo...

Nos hace falta un poco de "tiempo" para nosotros, para pensar...

Veré la peli este finde a ver que tal

senses and nonsenses dijo...

tiene una pinta estupenda, y con juliette binoche!!! recomendación anotada, además, es en el cine donde me siento más cercano a ti.
entiendo lo que dices del cine francés, lo destacas siempre que puedes, y es una de las razones por las que me encanta, supongo. pero en estos tiempos malos para la lírica se hacen necesarios mensajes fuertes, potentes, pa'despertar a la peña, para que la historia de la Europa del s.XXI no se parezca tanto a la del s.XX., que parece que en algunas cosas no hemos aprendido nada: yo cada vez tengo más la sensación de que estamos condenados a repetirla.

un abrazo.

Arquitecturibe dijo...

Que tristeza ver las cosas lindas que se hacen en el mundo y que en Colombia a nadie le interesa y se las pierden!
Peor aun... ares no me funciona en el laptop, asi que no puedo abandonarme a la piratería!
jejejeje besitos desde mi lejana galaxia

Fenjx dijo...

hoy que encuentro un hueco para por fin poder leerte
empiezo precisamente por un post que habla de pérdidas que no nos da tan siquiera tiempo de sentir como carencias
al menos siento que no huyo de esa sensación
que no salgo corriendo de ella
sino que en ocasiones corro hacia ella para tener tiempo
olvidando lo que haría el principito con el tiempo que le quedase al ingerir una pastilla que nos ahorrara la necesidad de beber:
caminar despacito hacia una fuente
gracias por cogerme siempre con palabras de los hombros y abrirme los ojos
me viene la voz de ismael serrano cantando
vertigoquelmundopare quecortosemehaceelviaje
tebuscare
cuandomepierda
ynoseñaleelnortelaestrellapolar

Equipo enStock dijo...

interesante crítica... por mucho que repita tópicos, que sea sospechosamente parecido y que a veces reitere demasiado una misma estética, el cine francés sigue siendo algo que tener muy en cuenta.
Por cierto, de acuerdo con tu valoración del Real, en el post anterior. Como abonado de los que pagan poco y no ven nada (sí, de esos menores de 26 en el palo del gallinero), hace falta buscar nuevas fórmulas, porque es una pena que la gente no vaya más a la ópera, aunque es comprensible dadas las pocas facilidades que se presentan...
un saludo, te seguiremos

Anónimo dijo...

después de leerte y de lo que me has comentado en persna, me la apunto.

el cine francés es peculiar, tiene un lenguaje propio y mucho está orientado únicamnte hacia el autoconsumo. pero hacen cosas muy buenas

Argax dijo...

Sólo una cosita en relación a lo que dice Moderato, una opinión personal, a mi no me parece que le cine francés sea embrollado ni pretencioso, simplemente es una forma de hacer cine, con unas características bastante marcadas que lo hacen reconocible, que lo limitan un tanto pero que lo hacen ejemplo a seguir.
Ojala hubiera un "cine español" tan reconocible y no nos quedáramos en los fogonazos de buen cine a los que se limita esta industria aquí en España.

En fin, respecto a la película, vi el trailer cuando fui a ver Vicky, Cristina, Barcelona y ya me llamó la atención, con estas referencias pues no puedo más que verla.

Saludos.

Tessitore di Sogno dijo...

Ciao Caro,

A recomendación tuya le he visto y creo que el mensaje primario estriba en que la apreciación del arte es subjetiva, de tal suerte que ciertos objetos como el jarrón de puntos verdes tiene un valor distinto para el museo d'orsay, sus asistentes, como el que para la anciana de servicio. Creo que lo que nunca cambiará es el valor real de las cosas y momentos, esos son eternos.

Por cierto, te he enviado un mensaje a tu correo, ojalá lo hayas recibido.

Espero que como el encabezado de tu texto pronto lleguen esas horas, que sé tanto disfrutas.

BACI.

Javier dijo...

Una excelente propuesta para reflexionar sobre a dónde nos dirigimos, yo no se si el mundo que viene es mejor o peor, y creo que tampoco poseo datos para hacer valoraciones, el caso es que la historia nos recuerda la continua movilidad y transmutación en la que ha vivido siempre la humanidad, y a nosotros los nacidos en los sesenta nos ha tocado ver más cambios de los que creíamos posibles.