Desde niño he sentido un extraño magnetismo por los mapas. Me pasaba horas mirando fijamente los que encontraba en las páginas de la enciclopedia que teníamos en casa. Me encantaban a partes iguales los físicos y los políticos. Estimulaban mucho mi imaginación, pues adoraba recrear en mi mente cómo serían aquellas costas, qué ciudades se asentarían sobre ellas, cómo se verían las montañas que sobre el papel sólo se adivinaban, por dónde estarían los puertos que las salvaban, qué capítulo histórico habría determinado el capricho o la necesidad de esta o aquella frontera... Los miraba durante horas, soñaba viajar a todos esos países, llenarme de sus imágenes, descubrirlo todo, en fin.
Hoy en día sigo perdiendo muchas horas viajando virtualmente con el Google Maps o mejor aún, con el Earth. Sobre todo, a esos sitios que no forman parte del imaginario viajero colectivo (al menos de este mundo occidental nuestro) como a ciudades (inmensas) perdidas de China, al corazón de África, a la selva amazónica o al desierto de Australia.
Claro, cuando uno llega a los sitios, la comparación con los mapas es a veces una cuestión harto difícil. Nos falta esa visión de pájaro que, sin embargo, sí tenemos en los aviones. Cuando voy en ellos, siempre intento descifrar los mapas que se extienden sin identificar allá abajo. ¿Qué ciudad será aquella, qué bahía, qué cadena montañosa? Escucho con atención las rutas, cuando el comandante del vuelo las explica al pasaje, e intento imaginar el vuelo sobre un mapa imaginario con una (también imaginaria) línea de puntos discontinuos.
El otro día, a la vuelta de Atenas, se nos dijo que la ruta cruzaría la bahía de Nápoles y giraría rumbo a Cerdeña, Baleares y la costa de Valencia. Creo que me quedé dormido un rato, y cuando desperté, sobre las nubes se elevaba inmensa aquella montaña que inicialmente confundí con el Vesubio. Pero no, la línea de la costa no me encajaba con mi memoria cartográfica de Nápoles. Además, tampoco veía la gran urbe del sur de Italia... El Vesubio tampoco es tan elevado como para imponerse sobre unas nubes tan altas como las de aquel día... Hasta que de repente se aclaró la costa y apareció el estrecho de Messina, dejándome claro que estábamos un poco más al sur, y que era el Etna lo que precisamente se levantaba poderoso sobre buena parte del Mediterráneo. Recordé el año de Sicilia y todo el impacto de su belleza. Después, en seguida traté de componer el perfil de la isla, pero es demasiado grande para hacerlo de un vistazo. Así que traté de centrarme en Messina y contemplar toda Calabria, la provincia de Catania, el mar separandolas. Fue entonces cuando las descubrí de golpe. Las Eolias, desplegándose entre isla y continente con su dedos volcánicos alzándose sobre el agua. La grandes, perfectamente reconocibles, Lipari y Vulcano casi inseparables desde la altura. Salina junto a ellas. Panarea, casi minúscula. Y la más cercana, Stromboli, redonda, con su imponente volcán que lo ocupa todo desafiándonos, levemente coronado por una fumarola. Fue emocionante verlo, sentirlo abajo, como si fuera él quien me observara, impotente, pero igualmente magnético a mis ojos. Recordé las imborrables imágenes de Stromboli, o aquellas otras de la Meglio Gioventù en las que aparece... y sentí una secreta inquietud por dentro, una llamada salvaje que sigue hablándome desde entonces. La imagen quedó fijada en mi mente y no se borra... ¿La distinguen?
8 comentarios:
Que mejor visión para un amante de los volcanes.
Hoy he visto a tu doble en el Dia% y lo iba a saludar creyendo que eras tú
Puede parecer tonto, pero este post de hoy me ha emocionado.
Son esas cosas que me pasan contigo, que a veces somos muy distintos y a veces somos casi el mismo.
Mi madre siempre me ha llamado el tonto de los mapas.
Hay muchas cosas que a manera de metafora se comparan con los volcanes... que alejados están de la realidad.... no hay nada que se les compare.
besos desde mi lejana galaxia
Muy bello relato amigo David!
Qué linda forma de describir todas tus sensaciones de un vuelo ... el vuelo que ahora recuerdo, que tiene que ver con los mapas, es el 'cruce' de París a Marrakech, cuando dejas atrás Europa (exactamente España) y ves como 'casi' roza a Africa, dos continentes tan cercanos y a su vez tan separados en la historia ...
Esa es una visión increible!
oh! Stromboli... amigo, y amante, de los volcanes.
para conseguir distinguir tantas cosas desde la ventanilla de un avión, sí, has debido pasar muchas horas delante de mapas.
en mi memoria hay una bola del mundo, que me gustaba girar y girar, seguro que tb tuviste una... creí que iba a aparecer en el post, la eché de menos.
un abrazo.
Es que tu perteneces a otra tierra, a otro tiempo, a otra manera de vivir. Tu perteneces a la belleza y ella te llama desde sus diferentes manifestaciones.
Con tus viajes de ahora sólo completas esos mapas que tan interiorizados tienes.
Algún día viajaremos juntos y yo me quedaré embobado con tus explicaciones geográficas.
un abrazo fuerte y emocionado titi.
viajar por google earth es una genial forma de perder las horas muertas
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