5 de diciembre de 2008

Un día cualquiera.


6:20. Suena el despertador.

Abrazo, quizá beso.

Su olor por la mañana, mi favorito.

Ducha azul, agua caliente, ojos aún con el sueño que se derrama con el jabón por entre los pliegues de la piel.

Me quedo mirándome al espejo.

Los calcetines se me resisten siempre. La cafetera sólo a veces. Respiro su aroma justo cuando comienza a salir a borbotones. Escucharlo es lo que me decide a pensar que madrugar no es tan horrible.

Se me olvidó decidir qué me iba a poner. Mordisqueo una galleta, me peino, escojo qué voy a meter en mi bolsa.

Salgo de casa, siempre deprisa. Es triste hacer el trayecto solo en coche. Tampoco es ecológico. Es que son sólo quince minutos, me digo. Y cincuenta minutos más de sueño, me aseguro.

Llego a la ciudad gris, subo a mi puesto, me pongo algo de música bonita para empezar el día. Quiere amanecer. Voy sumergiéndome poco a poco en el trabajo, en la agenda, en la lista de tareas pendientes. El sol comienza a iluminar la inmensidad como si fuese una linterna gigante, emborronada sólo por el sarpullido de puntos-para-sol con los que han tratado todos los cristales. Será para que no veamos todas las cosas bonitas que hay ahí afuera.

No cuentan con la imaginación ni con el deseo...

Informes, correos, alguna reunión. Me ha vuelto a mirar desde la esquina. Me inquieta.

Un café y unas risas. Pocas confidencias.

Llamadas telefónicas, tareas monótonas.

Un sms que me dibuja una sonrisa.

Un respiro

La mañana que no se termina nunca.

Pereza y sueños cibernéticos.

Otro sms. Viaje al pasado. Otro universo me captura.

Salgo, pensando en otra cosa.

Camino de vuelta a casa. Jazz en las ondas de la radio, y el sol de la primera tarde que me apunta ese árbol solitario de la cuesta que me recibe cada día mientras amarillea despacio.

Una sopa y una ensalada pequeña en la bandeja, delante del televisor apagado. La soledad jugando a ser amiga o esquina amarga. La siesta me hunde en el sofá.

Me levanto y cojo la escoba. ¿Por qué las pelusas son tan inmensas en Madrid? Pongo Händel. ¡Qué bien se barre con Händel! Su melancolía está tan llena de grandeza que uno completa la tarea creyéndose el rey del mundo. Vuelvo a huir.

Me apresuro a bajar a la piscina. Azul, de nuevo azul. ¡Qué poco cívica es la gente nadando!
El agua me aleja, entre Händel y las palabras sobre la pantalla del teléfono móvil, aún adheridas a mi retina. En el ducha la piel me subyuga. Lo perfecto y lo imperfecto me parecen ajenos, como de otra raza. Yo sigo con Händel, pero no reconozco mi propia piel.

Vuelta a casa, son dos minutos. Libro en mano, vuelvo a mi esquina. Abrazos en cinco minutos, talvez diez. Besos y calor bajo la mejilla helada. Händel vuelve a lanzarnos a otro universo azul donde nadie más penetra.

Las calles de Madrid ya están oscuras y del sol sólo guardan un recuerdo de corazón lejano. Los charcos comienzan a salpicar mi paseo. Mil limpia-parabrisas se mueven al ritmo de Händel. La ciudad me engulle imparable. Veo a alguien, y los secretos surcan el cielo. Vino tinto en una esquina de madera. Los perfumes del vino tienen la elegancia de la noche que afila su frío. La mirada hace temblar al cosmos, porque no estamos solos. Ahora sí, confidencias...

Vuelta a casa, despacio. Mis ideas que precipitan en la cabeza, como una tormenta furiosa.

Hoy estoy callado al llegar. La cena se prepara crepitando sobre el sonido de la tele.

Cena y besos. Después de la cena, sobrecena cibernética. Intento escribir. La tormenta se me escapa, evaporada entre el rapto de las musas y las conversaciones sobre el teclado.

Un párrafo, tal vez dos. Dudo borrarlos. Un mensaje parpadea. Recuerdo noches donde todo parpadeaba. Y corro a dormir. La sábana fría, y él que dormido me abraza y me besa, sin ser consciente. Y de nuevo Händel que me hunde en el sueño, que nos hunde en el sueño. Enlazados primero, separados al final.

Un día cualquiera.
Tan pequeño... tan grande.

15 comentarios:

Carlitos Sublime dijo...

Miralo él, qué señorón ;-)
Ay, nuestros días. Con tanto y con tan poco...

Besos

Martini dijo...

A eso se le llama captar la esencia de cada minuto

Guay!!

Un beso

Gus Planet dijo...

Hey! Es un relato tan lejano a mi realidad que lo tome creyendo que leia a Paul Auster, y que en vez de sitiar sus historias en Brooklyn, lo hacia esta vez en Madrid ...

Me ha cautivado el ambiente de 'rutina' y 'simples palceres cotidianos': muy bueno!

Pero ojala un dia 'explotes' y puedas hacer realmente lo que tus suen~os te indiquen JAJAJAJA

Un abrazo !

Anónimo dijo...

jo, qué bien lo cuentas...

en la monotonía y "simpleza" de un día cualquiera hay que ver lo bueno que hay.

y cómo me gusta el color de la terra de enfrente.

bicos.

senses and nonsenses dijo...

si todo esto es un día tuyo habitual... tienes muchas cosas bonitas ahí fuera. además...

un beso.

Argax dijo...

Y que te voy a decir yo. No voy a incidir sobre lo bien que escribes, los sabes.
Sólo gracias por dejarnos asomarnos a esa rutina que tiene tan poco de común, este ejercicio de autoconciencia debería ser obligatorio en los colegios, desde pequeñitos nos deberían enseñar a observarnos.

Un beso y te veo muy pronto.

Javier dijo...

El encanto de la cotidianidad, tal vez por repetida pueda parecernos monótona y aburrida, pero que difícil sería vivir sin ella, ya que es lo que ns agarra a la vida y nos da solidez.

mikgel dijo...

Sin palabras. Enorme. La mejor pieza literaria que te he leído.

Anónimo dijo...

No sabía que fueras millonario.
Millonario en besos.
Los románticos estáis en extinción, pero aún quedáis unos cuantos.

Arquitecturibe dijo...

Me levanto, bostezo, vivo, almuerzo,
me lavo, silbo , invento, disimulo,
salgo a la calle, fumo, estoy contento,
busco piso, hago gárgaras, calculo,
me emborracho, trasnocho, llego tarde,
duermo de lado, hablo conmigo, lloro,
leo un libro, envejezco, voy al baile,
sudo tinta, suspiro, me enamoro


Eso simplemente se llama vivir
Saludos desde mi lejana galaxia

Fenjx dijo...

Yo quiero quiero quiero quiero que todo vuelva otra vez a parpadear
Y morir desintegrado en pequeños átomos al ser abrazado
Y viajar en busca de todo lo que aún puedo ser
En un millon de direcciones distintas a la vez
Mientras intentaré encontrar la música adecuada a mi rutina
Lleyendoté me he dado cuenta de que necesito mucho handel

susana dijo...

y si vuelves andando, ¿qué pasa con el coche ;-p ?
eres un privilegiado, yo soy una madrileña de abono transporte y horas perdidas (o ganadas: libro siempre en mano) de metro+bus.

NaT dijo...

Mis días son mucho más aburridos la verdad o sera que tú lo cuetnas de una manera tan precisa-imprecisa que fascina el solo paso del tiempo.
60 besitos, uno por segundo.

Alfredo dijo...

Lo cotidiano, lo más rutinario, suele estar lleno de momentos emocionantes.

Anónimo dijo...

que bonito, david!!!