15 de marzo de 2009

Realidad, noche y deseo.


Vincent van Gogh, nuit étoilée



Hay momentos en los que no hay instante para el deseo, y nos ocupamos en vivir la realidad, hasta en sus más cotidianos detalles. Tomar el sol, estos días que hay tanto, saborear un rico zumo de naranja por la mañana, pasear y sentir el aire en la piel, reírse sin sentido, decir alguna sinceridad sin filtro de la razón, bailar porque sí, sin necesidad de que haya música, rozar el brazo eléctrico de un cuerpo tibio a tu lado mientras suena Mozart. Capaces de actuar sin que la consciencia del paso siguiente, de las acciones supuestas o de las ramificadas repercusiones nos ate a la voluntad. Como peces sin memoria... y sin recuerdo del deseo.

Entonces llega la noche, y en la oscuridad silenciosa de una calle trasera, sin posibilidad de charcos que reflejen las pocas estrellas que consiguen sobrevivir al neón salvaje de la metrópolis, levantas la mirada y ahí está el cielo, oscuramente quebrándose a tu paso, como dispuesto a hacer llover su tinta espesa sobre tus neuronas dormidas, aún drogadas por el sol. Y entonces, toda la podredumbre te asalta, la insondable irregularidad de la calle fría, las sombras mudas detrás de la esquina, la espada afilada del ecuador de la noche. Y tras ellos, como un salto al vacío, el deseo amordazado, que te ahoga implacable, al paso de las sirenas.

5 comentarios:

Martini dijo...

ains

Javier dijo...

Y luego hablan de mis cambios de registros, ja!!!

Menudo contraste de versión con la de Kylie

senses and nonsenses dijo...

mira!

otra vez carmen consoli, me ha gustado mucho esta versión. sorprendente.

qué bien!, será la primavera ...que asoma.
besos.

Argax dijo...

Y por la mañana de nuevo zumo de naranja delicioso. Una leve resaca de haber pensado poco y sentido mucho.

Un besazo.

Anónimo dijo...

la noche como eterna testigo de los secretos...

(pd. tremenda versión)