2 de marzo de 2010

Austerlitz


Incluso ahora, cuando me esfuerzo por recordar, cuando he vuelto a ocuparme del plano de cangrejo de Breendonk y leo en la leyenda las palabras antigua oficina, imprenta, barraca, sala Jacques Ochs, celdas de confinamiento, depósito de cadáveres, cámara de reliquias y museo, la oscuridad no se desvanece, sino que se espesa al pensar lo poco que podemos retener, cuántas cosas y cuánto caen continuamente en el olvido, al extinguirse cada vida, cómo el mundo, por decirlo así, se vacía a sí mismo, porque las historias unidas a innumerables lugares y objetos, que no tienen capacidad para recordar, no son oídas, descritas ni transmitidas por nadie (…)
De “Austerlitz” (W.G. Sebald)



Austerliz es una historia, pero podrían ser cientos de historias. Igualmente podría no ser ninguna. Muchas, como las de los cientos personajes anónimos que la cruzan y que quedan reflejados por una imagen, por una mirada, por algo que en un momento se quedó grabado, quién sabe por qué, en la memoria de alguno de los narradores de esta novela. Ninguna, porque la historia de Austerliz es la historia de un hombre desarraigado que intenta descubrir su identidad pero que a fuerza de convertir su vida en un ejercicio obsesivo para conseguirlo, va vaciándose de vida propia poco a poco.

Sebald nos propone un viaje sorprendente, desasosegante y fascinante a la vez, a través de alguien que busca su origen para poder entender su destino.
Austerliz es una novela compleja, que se va tejiendo como un mosaico de historias anónimas, de esas que vieron truncada su existencia como consecuencia del exterminio nazi en la Europa de la segunda gran guerra. Es un homenaje a la memoria perdida de quienes desaparecieron en la nada en un ejercicio no sólo de pérdida de la dignidad propia, sino dejando en un desamparo afectivo y de identidad, lleno de estupor, a familias, amigos y conocidos. Homenaje también a quienes debieron crecer en la mentira, o en la dolorosa ausencia de pasado y de raíces, a quienes debieron abandonar sus pasado, sus hogares, para vagar en una diáspora amarga y silenciosa, en medio de la indiferencia general.

En un momento en el que el valor del sacrificio no existe, en una era en la que la memoria carece de valor, porque todo parece poder ser registrado y fotografiado automáticamente, Austerliz se convierte en una reflexión necesaria sobre la importancia de la memoria y del testimonio como necesidad humana y literaria. En ella, el texto se conjuga con la imagen de cientos de fotografías que no son casuales, sino que se nos presentan como piezas ineludibles, fascinantes, junto a las palabras, o a las reflexiones sobre arquitectura, de un texto provocador y magnético, que nos habla de la locura del hombre, de las raíces, del destino, de la fatalidad, pero sobre todo de búsqueda de la identidad. De una búsqueda insistente y perturbadora que a medida que va dibujando un pasado, va borrando sutilmente el futuro, como si la pérdida, ya fuera aquí que allí, nos provocase una condena inevitable. Como si la identidad no pudiese dejar de ser un oscuro misterio que no nos deja vivir tranquilos.

Absolutamente recomendable.

5 comentarios:

Javier dijo...

El pasdo construye el presente y aventura el futura, pero el destino siempre está en nuestras manos, dependerá de nuestros actos, actos que no sólo nos afectan a nosotros, personalmente, sino tambien a todos aquellos que nos rodean. Si bien es necesario saber de dónde procedemos y cuales son nuestros orígenes, estos no deben de ser determinantes ni elementos limitadores de nuestro futuro, pero sí ser asumidos como parte de nuestro yo más profundo.
La memoria como parte indisocible de nuestro presente.

Argax dijo...

Esta nueva faceta me gusta.

De la novela pues, no la conocía. Por lo que comentas su estructura me resulta atractiva, historias mínimas que construyen otra más general. Parece que hay un hilo conductor, los ojos de alguien que no es en realidad nadie, que se busca, con lo que todo que pasa ante él aparece como en una primera mirada, una primera impresión.

El comentario de pe-jota también me ha hecho pensar. Yo soy más pesimista y tiendo a pensar que esa idea de futuro del que somos responsables no es más que otro mecanismo más de control mental de la realidad, tendemos a controlar lo incontrolable en vez de limitarnos a asirnos a las pequeñas conexiones que se producen dentro del caos.

Espero leerte más en estas lides.

Un beso.

Vulcano Lover dijo...

No son realmente historias mínimas... Son las historias que reconstruyen el pasado y las raíces del protagonista. Solo que, a medida que avanza la novela se van colando montones de personajes que sólo aparecen por un gesto, una palabra o una pose, pero que en ella encierran también una vida. Pero las que cuenta completas son vidas, vidas relacionadas con el protagonista. Pero unas vidas que son un ejemplo claro de las millones de vidas que se truncaron en la segunda gran guerra... Tienes que leerlo, Argax...
Opino como Pe-jota, que la mayor parte de nuestro destino lo decidimos nosotros (aunque estos de la novela tuvieron menos márgen de maniobra), pero cuando me refería a destino lo hacía de una forma más colectiva, y ahí sí que el pasado y las raíces, de aluna manera son, a su vez, también destino.

senses and nonsenses dijo...

gracias por la explicación, porque tb iba a decir yo que sólo alguien que no conozca su origen puede creer que ahí encontrará respuesta a su destino. estoy un poco harto del exterminio judío, al menos en el cine, pero cada vez me gustan más las de desarraigo. lo tendré en cuenta. parece interesantísimo.
decíamos ayer...

un abrazo.

Vulcano Lover dijo...

Te gustará, Senses, ya verás... El tema del exterminio no es el que se plantea como de reflexión principal en la novela, sino más bien el de la memoria histórica (la memoria en general). Importante en este momento de recuperación en España, que parece estar en decadencia después de la famosa ley, y que considero que habría que avivar.