23 de noviembre de 2008

El cielo de Madrid



El de Madrid es uno de los cielos más intensos que existen. De un azul profundo y oscuro, casi insultante. Y las mañanas de otoño lo recortan con una fuerza tan inusitada que sorprende hasta para el que, como yo, lleva muchos años viviendo aquí. Tímidamente voluptuoso aunque con firmeza se asoma entre los tejados y terrazas para quien quiera darse cuenta de que más allá del cemento y de asfalto, más allá aún de los arboles que amarillean en el Retiro, existe una Naturaleza infinita que nos envuelve, que nos posee y que nos dibuja a su antojo con el color que define cada día. Así debió sentirlo la pequeña Sara ayer, mientras miraba con insistencia el abundante azul que se derramaba hasta el perfil de los edificios de la Gran Vía. En medio del gentío que avanzaba con lentitud en todas direcciones ella permanecía detenida, de la mano de su madre y en silencio, como queriendo escuchar el sonido de ese cielo por encima del rumor insistente de voces y automóviles. La madre comienza a tirar de ella hacia los grandes almacenes donde pretende hacer una compra. Y Sara nada, que no se mueve. La madre que se enfada, pero Sara no se inmuta.
Finalmente consigue levantar el dedo y señalar hacia arriba. La madre, sin embargo, le propina un ligero manotazo cariñoso en la mano y, sin ni siquiera mirar hacia donde señala la pequeña, tira de ella hacia delante. Sara mira hacia el suelo y sigue a su madre sin rechistar. Se vuelve una vez más para mirar, y es entonces cuando descubre mi mirada espía. Son sólo una par de segundos, pero en ellos ambos volcamos una infinita melancolía. La de los incomprendidos. La de los que tienen a su alrededor un mundo pero son capaces de ver otro. La de la tristeza de tener que vivirlo en secreto. Y es que ella, aunque no lo sabe aún, creo que lo presiente. Ese mundo tendrá que sellarlo para la mayoría. Al final le sonrío y ella también. Hasta me saca la lengua antes de ser tragada por la multitud, tras el brazo de su madre. Sara tampoco lo sabe, pues es probable que de momento sólo le digan que es una niña rara, pero yo sí lo sé, aunque no la conozca. Es y sin sin duda será un ser muy especial.

12 comentarios:

senses and nonsenses dijo...

ains... qué post más tierno, con lo sensible que estoy hoy. Sara no tendrá problemas de encontrar otros raros y raras. en cuanto consiga soltarse de la mano de la madre...

un abrazo.

susana dijo...

el cielo que tiene madrid es lo más!!! soy una absoluta fan.
ahora además sé, gracias a tí, que pertenezco a un extraño club de raras y raros, y me siento aún más feliz de no ser como la mayoría.
besitos

NaT dijo...

Muy tierno y muy triste y melancólico a la vez, así te noto últimamente.
Puede ser que yo reciba rayos y relumbre y tú los vayas perdiendo?
Túmbate en el suelo de la terraza y mira el cielo, mira las nubes pasar y olvídate de todo. Si yo pudiera te invitaria a mi terraza para que vieras más y más cielo.

El jueves que viene quizá tengamos visita, así que espero nos hagas un huequito en tu agenda para el finde ¿vale?

Un beso tierno, enorme y con un cariño inmenso.

Martini dijo...

Me encanta Madrid!!

Unknown dijo...

ya tengo ganas de ver ese cielo.. sobre todo si está despejado como el de la foto... que aquí llevamos un mes entero sin ver el sol...
besos guapo!!

Anónimo dijo...

me ha gustado mucho la historia.

por muchos aspectos, estoy enamorado de esta ciudad, y su cielo es sus ojos, solo preciosos cuando se saben mirar.
al igual que sara, hay que saber mirar para encontrar.

Javier dijo...

Y es que Sara sabe la verdad de las cosas que importan, de aquellos retazos de felicidad en lo pequeño, en lo que podría admirarnos cada día si nos permitiéramos respirar y disfrutar de auténtica belleza sin camuflaje.

luigi dijo...

Y que sigan viniendo... que sigan llegando seres especiales al mundo, que aun no hay suficientes...
No es la versión que buscaba, pero... http://es.youtube.com/watch?v=MIdzSMotDvo Se me olvido ponerla en mi cd de este año...
¡Un beso!

Alfredo dijo...

Lo raro es estar en Madrid una ventosa tarde de otoño y no quedarse mirando el cielo. Pero es que hay gente pa´tó.

mikgel dijo...

Hace 17 años fui por primera vez a Madrid en un viaje del instituto. Llegué al atardecer. A primera impresión me pareció una ciudad horrible, pero su cielo me sobrecogió. No hubo una segunda impresión, apenas recuerdo las callas, las caras, los escaparates, de ese viaje, me lo pasé mirando al cielo.

M.Eugenia dijo...

Estoy de acuerdo contigo sobre el cielo de Madrid, y sus atardeceres son los mejores que he visto hasta el momento.. me siento una privilegiada por disfrutar de ellos todos los días.
Saludos

Argax dijo...

A lo mejor podemos montar una escuela para niñas y niños como la que mencionas.
Empatizo con el dolor y la maravilla que aguardan a Sara.

Un abrazo.