10 de diciembre de 2009
Georg Friedrich Handel
Enfrentarse como melómano a hablar de Georg F. Handel no es fácil, sobre todo porque es un músico extraordinariamente popular, y por ello casi todo el mundo que conoce algo de música clásica tiene una idea preconcebida de quién es y qué tipo de música componía.
En mi caso, sin embargo, después de muchos años dedicado a escuchar música clásica, no ha sido hasta recientemente que el efecto mágico de sus composiciones ha llegado hasta mí de una manera intensa, y casi adictiva.
Desde hace un par de décadas vivimos un proceso de recuperación de todo su legado operístico y de oratorios escenificados, beneficiado por el creciente interés en el rescate y reinterpretación de de la música barroca que vivimos y al que han contribuido nombres tan destacados como René Jacobs, William Christie, Alan Curtis, o Mark Minkowski entre otros. Y es que, a pesar de que Handel ha seguido siendo bien conocido como músico desde su muerte, sólo algunas de sus obras se habían seguido interpretando ininterrumpidamente hasta el siglo XX. En este año 2009 en el que conmemoramos el 250 aniversario de su muerte este proceso de se ha intensificado con multitud de nuevas grabaciones y conciertos.
Me pregunto a veces, ¿qué he descubierto ahora en Handel que no había descubierto antes, para haberme lanzado como un poseso a comprar todas las obras de él que he podido y no perderme un solo concierto de los que se programan? No sabría explicarlo bien, pero creo que la palabra (aunque ambigua) que mejor lo define, es: un rotundo flechazo. Diría que tiene que ver con su capacidad dramática, con la humana espiritualidad de su música o con la belleza de sus melodías, que tienen un sello inconfundible que se te mete en el cuerpo y ya no te abandona.
Handel es, ante todo, uno de los músicos más grandes de le historia de la música. Su grandeza abarca varios géneros, para los que escribió innumerables obras maestras. Sus obras para clave o sus conciertos así lo prueban. Pero hay que reconocer que Handel es, sobre todo, uno de los más grandes compositores de ópera del periodo barroco. Dedicó su vida a ello, y de manera profesional. Tras su formación en Alemania y sus estancias en Italia, Handel se estableció definitivamente en Londres en 1712, llevando consigo las dos tradiciones musicales más importantes de Europa. A inicios del siglo XVIII Londres era ya la metrópoli más importante y activa de Europa, y su avidez de vida lírica la convertía en el destino ideal para alguien ambicioso como Handel. Allí retomó la tradición del teatro musical inglés, que tenía su máximo exponente en Henry Purcell (del que de alguna manera es continuador) para darle un estilo que conjugaba las tendencias musicales europeas del momento con su inconfundible talento personal y una de las inspiraciones más asombrosas de toda la historia de la música. Su primera obra londinense, Rinaldo, recogía material de sus obras anteriores, predominantemente italianas, y en ella, además, Handel quiso epatar al público de Londres con una puesta en escena espectacular y llena de efectos que incluían batallas, tormentas, pájaros cantando en el escenario y un sinfín de sorpresas que hicieron que esta obra lo catapultara a la fama. De esa obra quizá hoy en día sólo se recuerda el famoso “lascia ch’io pianga” (en realidad tomado de su oratorio anterior, “il triunfo del tempo e del disinganno”) pero la obra, a pesar de su flojo libretto (algo, por otro lado, habitual en Handel y que de hecho es uno de sus puntos flacos) tiene muchos otros hallazgos de espectacularidad.
No debemos olvidar que Handel era una persona muy ambiciosa y que al mismo tiempo que compositor, fue también empresario de teatro de sus propias producciones. A él le interesaba sobre todo la fama y la rentabilidad económica de las obras que estrenaba. No olvidó, no obstante, su necesidad compositiva, pues a lo largo de su vida siguió escribiendo muchísimas obras para otro tipo de encargos, e incluso para su propio disfrute.
En el terreno de la lírica, fue en la Royal Academy of Music primero y después en el teatro del Covent Garden donde dio rienda suelta a una capacidad compositiva que se nutrió de la moda londinense de la época en el gusto por la ópera en italiano. De esa época (1720-1738) son algunas de sus obras maestras, como Giulio Cesare, Tamerlano, Alcina, Rodelinda o Ariodante, que reflejan un absoluto dominio del género y en el que los personajes llenos de sentimientos y pasiones despliegan en sus arias una fuerza expresiva y dramática incomparable. Es ahí donde mejor se puede comprobar ese inefable imán de su música.
Con el tiempo, el teatro italiano dejó de estar de moda (e incluso prohibido en algún periodo), algo a lo que también contribuyó la popularidad de los oratorios escenificados en las iglesias, con libretos en inglés, comprensibles sin necesidad de traducción, y argumentos muy dramáticos, al límite de lo religioso, que intentaban recrear las mismas pasiones que enfervorizaban a la gente en los teatros (amor, celos, pasión, ira, odio…). Además, las intrigas políticas, las disputas con los divos, la bancarrota de su compañía teatral y la aparición de otras compañías nuevas hicieron que parte del público que hasta entonces le había aplaudido le volviera la espalda. En esa época, Handel también comenzó a componer oratorios y con gran inspiración. Algunos de sus mejores son de este periodo, como Saul o Israel en Egipto, pero sobre todo, y de manera espectacular, su obra más grandiosa, el oratorio El Mesias (1741), cumbre absoluta del género y de todo su arte compositivo, plagado de algunas de las mejores arias y coros que escribió nunca. Un milagro de una inspiración como pocas en la historia de la música. El maravilloso relato incluido en el libro “Momentos estelares de la humanidad” de Stefan Zweig novela ese proceso de gestación de una forma conmovedora.
A partir de él, Handel se dedicó únicamente al oratorio en inglés, y su música, aunque quizá no evolucionó formalmente, adquirió una pureza, una depuración de estilo, una profundidad y una espiritualidad que son evidentes cuando escuchamos algunas de estas últimas obras, como Semele, Theodora, Hercules o Susanna.
Con ellos Handel llega a su madurez habiendo sido casi el equivalente a una estrella del pop actual. Sus obras habían arrebatado a Londres, cuyos habitantes de seguro tararearon muchísimas de sus melodías por la calle, y su fama se había extendido, aunque de forma irregular, por todo el continente. El poder y la fascinación de su música, de su capacidad para transmitir toda la intensidad dramática de la vida y de sus pasiones, nos llega hasta hoy casi intacta, y toda una hermandad de seguidores de su música continuamos enganchados a él sin remedio.
Os invito a conocerlo para quién no lo conozca y a profundizar en él a quien no lo tenga demasiado explorado. El riesgo es, como ya he dicho, la adicción que crea su música.
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6 comentarios:
el amplio contenido musical no lo voy a comentar porque se me escapa.
pero me voy a permitir hacerte una corrección: no es correcto decir que celebra el aniversario de su muerte; en todo caso, se conmemora.
Bueno caro, ¿qué se puede agregar ante un despliegue musical-cultural tan redondo como lo es este que nos regalas?
Pues nada, darte las gracias porque en tu espacio supe de Andreas Scholl en aquél texto de Io t'abbraccio y tal es el caso que hoy día tengo casi toda su discografía donde mis favoritas son "ombra mai fu" y el Nisi Dominus de Vivaldi en su hermosa voz. Así mismo me podría seguir con la música barroca y Bach, con la Jaroussky, Mozart, etc. etc.
En verdad se agradece que alguien se tome tanta dedicación en compartir su expertise cultural, ampliando así nuestro buen gusto.
Que tengas un hermoso fin, amigo tan querido.
Chapeau !!!
Temo abrir tu blog, porque aunque ultimamente no te prodigas mucho, se que cuando lo haces me darás trabajo ( y placer ) por un mes, ahora es Handel ¡ vamos allá !,
Menudo trabajo te has tomado esta vez, te felicito.
Un abrazo.
Mu buena síntesis! Repasaré la gran parte que me falta! :)
Un saludo!
ya sabes de mi ignorancia en este tema, ...de Handel conozco Sarabanda, e imaginarás que gracias a Barry Lyndon. pero es un trabajo completísimo, y conociéndote supongo que riguroso.
yo en realidad lo que quería era felicitarte las navidades, un año más, estés donde estés. y mis mejores deseos para el año que viene.
un beso.
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