3 de diciembre de 2007

El sexo y el espanto


Te miro y mi cuerpo se aproxima al tuyo. Te rozo casi sin querer y te persigo en la piel, caminando siempre por las calles que descienden, por los callejones más oscuros, esos que me hacen imaginar lo que no imagino. Y siempre me detiene la luz de una angustia que me siega los pulmones, que me paraliza al llegar a las yemas de tus dedos, que me abrasa cuando mi nariz roza tus pestañas. Sé que mis manos no entienden de posesión ni de conquista, que para ellas sólo cuenta el instante de cabalgar sobre tu espalda y navegar desde tu pecho a tus caderas. Y que atraquen otras naves llenas de piratas de olor a madera y sal. Mezclar nuestras lenguas con las suyas, y el aliento recorrerá las mentes llenas de inhóspitas mareas, y deshará todo el espanto contenido entre la espalda y la retina. Quiero librar ese sortilegio de latidos, quiero desatarme entre vuestros muslos, quiero brotar entre mis grietas y mis precipicios, y quiero sobre todo sentir que estoy vivo, aunque sea fugaz el verbo que nos define, y también el que nos deshace en el olvido. El instante, grabado a fuego con el viento de vuestros labios, durará por siempre.



Pensamientos y conexiones al hilo del ensayo "El Sexo y el Espanto" de Pascal Quignard (Ed. Minúscula, 2005). De él, traigo aquí un extracto del prólogo, para que meditéis y reflexionéis sobre esas turbadoras miradas llenas de estupor y espanto de los frescos de Pompeya, y de cómo se perpetúan en nosotros y en nuestra manera de entender el sexo.

(...)

Venimos de una escena en la que no estábamos.
El hombre es aquel a quién le falta una imagen.
Aunque cierre los ojos y sueñe de noche, aunque los abra y observe atentamente las cosas reales a la luz resplandeciente del sol, aunque su mirada se aleje y se extravíe, o vuelva sus ojos al libro que tiene entre sus manos, aunque espíe una película sentado en la oscuridad o se quede absorto contemplando un cuadro, el hombre es una mirada deseante que busca otra imagen detrás de todo lo que ve.

Las patricias representadas en los frescos que compusieron los antiguos romanos están como ancladas. Permanecen inmóviles, con la mirada oblicua, en una actitud de espera anonadada, paralizadas justo en el momento dramático de un relato que ya no comprendemos. Quiero meditar sobre una palabra romana difícil: la fascinatio. La palabra griega phallos se dice en latín fascinus. Los cantos que lo acompañan se llaman "fescenius". El fascinus atrapa la mirada, ya que no podrá apartarse de él. Los cantos que inspira están en el origen de la invención romana de la novela: la satura.
La fascinación es la percepción del ángulo muerto del lenguaje. Por eso la mirada es siempre oblicua

Trato de comprender algo incomprensible: el traspaso del erotismo de los griegos a la Roma imperial. Esa mutación no ha sido pensada hasta ahora, no tanto por una razón que ignoro como por un temor que concibo. La metamorfosis del erotismo alegre y preciso de los griegos en melancolía aterrada tuvo lugar durante los cincuenta y seis años del reinado de Augusto, que reorganizó el mundo romano bajo la forma del Imperio. Esta mutación tardó solo unos treinta años en imponerse (del año 18a.c. al 14 d.c.). Y sin embargo aún nos envuelve y domina nuestras pasiones. El cristianismo no fue más que una consecuencia de esa metamorfosis: retomó, por así decirlo, el erotismo en el estado en el que lo habían reformulado los funcionarios romanos que promovió el principado de Octavio Augusto y que el Imperio, en los cuatro siglos siguientes, se vio obligado a multiplicar con obsequiosidad.

Hablo de los terremotos

El eros es una placa arcaica, prehumana, totalmente bestial, que aborda el continente que emerge del lenguaje humano adquirido y de la vida psíquica voluntaria, adoptando las dos formas de la angustia y la risa. La angustia y la risa son las cenizas densas que caen lentamente de ese volcán. No se trata nunca del fuego abrasador ni de la roca aún incandescente y viciosa que sube del fondo de la tierra. Las sociedades y el lenguaje se protegen sin cesar de la amenaza de ese desbordamiento. En los hombres, la fabulación genealógica tiene el carácter involuntario de un reflejo muscular: son los sueños en los animales homeotermos entregados al sueño cíclico; son los mitos en las sociedades; son las novelas familiares en los individuos. Inventamos padres, es decir historias, a fin de dar sentido a lo aleatorio de un apareamiento que ninguno de nosotros -ninguno de sus frutos, tras diez oscuros meses lunares- puede ver.

Cuando los bordes de las civilizaciones se tocan y se superponen, se producen sacudidas. Uno de esos seísmos tuvo lugar en Occidente cuando el borde de la civilización griega tocó el borde de la civilización romana y el sistema de sus ritos: cuando la angustia erótica se convirtió en fascinatio y la risa erótica en el sarcasmo del ludibrium.
(...)

Pascal Quignard.

13 comentarios:

Miguel Cane dijo...

Los terremotos...

demasiado dolor como para soportar uno.

Javier dijo...

Eran dos mundos, dos mundos que chocaron, los griegos amaron la vida y gozaron de ella, Roma intentó domeñarla.

Javier dijo...

It could be......

Anónimo dijo...

cuando me hablaste de este libro me entraron ganas de leerlo, pero es quizás demasiado denso para este momento.

es curioso cómo el sexo pasa de ser un acto privado a un hecho cultural.

senses and nonsenses dijo...

...touché...
me encanta lo tuyo y lo de quignard.
siento que la mayoría de las veces el sexo es pura representación, coreografías resueltas con más o menos gracia. lenguaje corporal.
otra cosa bien distinta es el orgasmo...

me gustó mucho 'shortbus' pero me he dado cuenta al ver el vídeo que no me acuerdo casi de nada. me gustó mucho pero adoro a hedwig.
la has visto por fin?

un abrazo.

Arquitecturibe dijo...

Quisiera saber la escala para medir los terremotos que sacuden el alma y cambian su geografia!!!!
un beso enorme desde mi lejana galaxia

Cvalda dijo...

Demasiado calor para una de mis noches más frías...de todas formas, me alegro de que el mundo siga haciendo spinnin' consigo mismo :)

Anónimo dijo...

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David dijo...

Voy a seguir una recomendación tuya anterior. Ya te contaré..

-- dijo...

el sexo mueve el mundo, a las personas y es nuestra fuente de traumas e inquietudes....

genial combinación de textos

Anónimo dijo...

Joo, te mando un mail y me lo devuelven

:(

Un besollo.

;-P

pon dijo...

Vuelvo por aquí y me doy cuenta de que me parece una mirada libidinosa.

Anónimo dijo...

Hola q tal
Lo prometido es deuda, paso por aquí para dejar mi comentario.
Salud y Libertinaje