Cada vez que la puerta del vestuario se abre todo el murmullo de voces y chapoteos de la piscina se cuela hacia el interior, como empujado por una mano invisible, y llega hasta los oídos de los que, con la mente seguramente puesta ya en otro lugar, se apresuran a vestirse o a ducharse con rapidez.
Exactamente así ocurre cuando entran Raúl y Nacho. En el interior de la sala, esta tarde, sólo hay un chico de unos treinta años, de un moreno intenso, que no parece tener la prisa que parece ser la norma aquí. Se seca con una parsimonia poco habitual, deteniéndose en cada pliegue de la piel, en cada articulación, en cada pequeña esquina de su cuerpo.
Raúl y Nacho pasan a las duchas sin parar apenas en las taquillas, Cuando, al cerrarse la puerta, el sonido procedente de la piscina contigua se deja de escuchar, sólo se sienten sus voces de chiquillo con una nitidez sólo rota por el agua de las duchas al comenzar a caer. Habla sobre todo Nacho, y se refiere a lo que tiene que hacer esa tarde. También de Rosa, de la que presume que la tiene a sus pies, con una hombría hinchada de adolescente. Nacho es alto, corpulento y moreno, y habla sin sombra de duda, con un tono de saberlo casi todo. Deportista, con los brazos perfilados de gimnasio, luce un vistoso piercing al final de su ceja izquierda. Raúl es su mejor amigo y le admira. Le escucha siempre con atención, con lo ojos más abiertos de lo que imagina. A Nacho le gusta, porque sabe que siempre le da la razón y casi nunca juzga sus opiniones.
El agua de las duchas se detiene y los chicos comienzan a secarse entre risas. Cuando salen, el treintañero aún continúa secándose. Ahora ya sentado, se afana en pasar su toalla meticulosamente por cada dedo de cada pie. Es bastante guapo, eso es innegable, y en esa postura inclinada se diría que despierta un interés entre tierno y morboso. Del agua que resbala de sus cabellos aún corren algunas gotas por su pecho. Raúl le mira de pasada, y se fija sobre todo en esas gotas de agua que aún permanecen sobre su pecho y sus hombros.
- Seguro que la Rosa me ha dejao ya un par de mensajes. Voy a mirar el móvil. ¿Quieres leerlos? Mira, mira, ja ja ja, mírala lo que dice. Está pilladísima la piba.
El treintañero mira, como dando a entender que el tono de voz es demasiado alto. Se detiene en Raúl, sin embargo, en el que no había reparado hasta ese momento. Le mira directamente a los ojos, y Raúl, algo sofocado, retira la mirada a los dos segundos.
- Sí, ya
- ¿Te vienes esta tarde al centro? Va a venir Claudia. Yo creo que le molas. La Rosa lo dice.
- No sé, yo creo que no. ¿Tú crees que son tan amigas? Yo creo que Claudia es más amiga de Marta y de Laura.
- ¿Marta? ¿Cuál? ¿La rara?
- Hombre- duda- tampoco es tan rara...
- Raúl, tío, es una friki. ¿No has visto la pintas que lleva siempre?, cómo mira y... Vaya, que no mola.
- Tío, Nacho, es que ha vivido en París, igual es por eso, ¿no? Su padre es diplomático o algo así. Debe ser guay vivir así en tantos sitios diferentes
- Raúl, joder, ¿qué dices? ¿Qué más dará dónde vivir, si el mundo está ahora globalizado? Además, los gabachos me dan mal rollo
- Pues (dudando) no sé... a mí París me parece que mola, ¿no? Yo... (breve silencio). De hecho, es un sitio donde me gustaría vivir alguna vez una temporada, a mí me parece que tiene que ser un lugar alucinante. He empezado a aprender un poco de francés, ¿no te lo había dicho?
El treintañero, que inevitablemente escucha las palabras de Raúl, ya a medio vestir, mira de nuevo a Raúl con interés mientras se sube con parsimonia la cremallera del pantalón. Raúl lo siente, de soslayo, pero no se atreve a mirar. Siente de repente que se le seca la garganta, y traga saliva. Comienza a enrojecer, así que se dirige hacia el lavabo, a mirarse el cabello en el espejo mientras se moja la cara con agua del grifo.
- ¿Francés? (se ríe y le mira con cierta sorna) ¿A París? Pues no sé que le ves a París, Ra. A ver si vas a ser tú un friki también como la Marta... Será por eso que la molas a la Claudia, porque a los dos os mola Marta. Eso y París, ja, ja, ja.
- No seas cabrón, Nacho
Lo dice volviéndose hacia el banco del vestuario. Su cara aún húmeda del agua que acaba de dejar caer sobre ella no ha rebajado el tono rosado del pudor que le sube desde el pecho. El treintañero sujeta la camiseta negra en una mano, como detenido, pero sigue mirándole fijamente. Una de las gotas de agua de su cabello se desliza de nuevo en ese preciso instante, y cruza todo su pecho hasta llegar al ombligo.
Raúl se ha quedado paralizado y mira al suelo.
- Y ¿cómo es la otra? La Laura esa. Nunca la he oído hablar. ¿es maja?
- Laura. Laura es... es así un poco callada, es verdad.
El treintañero termina de ponerse la camiseta y acaba de cruzar hasta el lavabo también para peinar sus cabellos. Se ha dado cuenta que Raúl no intercambia su juego de miradas y pasa de él.
- En fin, vaya panorama de tías que tenemos en clase.
- ¿Sabes que me ha dicho Ramón?
- ¿De qué?
- De Laura
Raúl se queda un instante callado, y duda un par de segundos antes de continuar, como si no estuviese seguro de que quiere decir lo que va a decir, como si llevase un par de días pensando si hablar del asunto o no. Finalmente se decide.
- Pues... según Ramón... pues, vamos, que... que le... que le gustan las chicas. Hasta creo que tiene novia, pero por lo visto es así como medio en secreto.
Lo dice despacio, como temeroso.
- ¿Bollera? Joder, Raúl, lo que yo te digo, vaya mierda. y ¿quién es la otra?, ¿alguien de la clase también? Hay que tener cuidado, tío, que todo se pega.
- Sí
Raúl pronuncia su sí muy bajito, como por inercia, pero se le llena el estómago de un vacío grande. Alrededor, las baldosas blancas del vestuario reflejan su mirada perdida. Se siente, por un instante, la persona más sola del mundo. Busca de repente, también sin saber por qué, la mirada del treintañero, como si en él pudiese encontrar una ventana abierta. Pero el treintañero acaba de cerrar su bolsa y sale ya del vestuario. Cruza un instante su mirada con la de Raúl y por primera vez, se reconoce en él. Le parece que el muchacho le mira con angustia, como pidiéndole algo. Pero sigue su camino y sale de la sala. El ruido de la piscina vuelve a entrar en el vestuario mientras Nacho y Raúl terminan de vestirse. Raúl siente ahora pudor. Nacho se peina frente al espejo. Raúl mira su espalda y se detiene en la curva ligerísima de su cadera. El silencio vuelve a hacerse con el espacio al cerrarse la puerta, y Raúl lo siente como un pinchazo agudo en el estómago.
20 comentarios:
Muy bonita la historia, como siempre, haces que una se meta dentro de ella y parezca que está en el mismo lugar en el que ocurren los hechos y pueda sentir el olor característico de un vestuario de piscina, incluso perdibir como esa gota de agua va cayendo.
Eres único para esas cosas... bueno, eres único :)
Besotes
Me enganchan estas historias.
Un beso, remajo.
;-P
por qué me ha resultado esta historia homoerótica si los dos son unos machotes con novia??
xDD
quizás x la descripción
me has despistado en todo momento
bien!!!
Vulcano, Vulcano, siempre endulzando una realidad que sabes más trágica, más grosera, pero esta bien, esta bien esperar que un día estas conversaciones mantengan este tono y no lo que por regla general no deseáramos oír.
en fin, que quieres que te diga.
una historia maravillosa, la mire desde donde la mire.
y luego me dices que tengo la belleza enredada en mis ojos. pues tu la tienes enredada en tus palabras
beso guapo
Que estupendo relato, que bien conjugas las miradas, la lentitud, lo que sienten y no hablan, vamos me ha recordado a Visconti.
Un blog estupendo, gracias por permitirme la visita.
Isidro.
pero tú conoces a todos mis amigos en su medio natural o cómo va esto? hijo, que ojo clínico...
Me ha encantado el relato y eso q espera un final más guarrindongo :p
Besos con fanta!
unpostrelatoprotesta
las sombras siguen entre nosotros acechando
porque hace falta todavía mucha luz
porque hay rincones y lugares mugrientos a los que todavía no ha llegado
ventanas abiertas
leerte me ha dado ganas de salir a la calle a abrir ventanas ojos mentes
me voy a poner ahora mismo la pegatina
un abrazo
Huys estoy en la oficina y se me han saltado algunas lagrimillas. No sé por qué me ha tocado tanto...
...debo ser franco y reconocer que yo tambien esperaba un final un poco subido de tono, jaja, pero me ha gustado, sobre todo porque es fácil identificarse con la situación y el personaje...que diablos, no sé porqué esperaba el final "hot", si en la vida real mis finales son con más frecuencia como los de tu cuento...
Como siempre, un abrazo.
Como ya han comentado más arriba es fácil o bien identificarse o bien reconocer la situación. Eso es un mérito de tu relato.
A mi me ha tocado de cerca, me he enternecido con Raul, me han entrado ganas de zarandearlo y decirle tres cositas.
Y al final esa puerta que se cierra.
De lo mejor que te he leído, especialemente esto:
"Raúl lo pronuncia su sí muy bajito, como por inercia, pero se le llena el estómago de un vacío grande. Alrededor, las baldosas blancas del vestuario reflejan su mirada perdida. Se siente, por un instante, la persona más sola del mundo. Busca de repente, también sin saber por qué, la mirada del treintañero, como si en él pudiese encontrar una ventana abierta".
Pero no hay ventana abierta, todo es asfixia y habitaciones que oprimen.
Un beso majo, un beso. Hoy me han entrado ganas de dartelo en vivo y en directo y es que siempre resulta gratificante que lo saquen a uno de su estado de hombre piedra.
Realmente maravilloso, ha sido como si lo estuviera viviendo en primera persona, es la primera vez que entro en tu blog y me ha encantado.
Enhorabuena.
Mal silencio, malo, malo no decirse las cosas claras a si mismo, malo no pode decirlas a los demás, qué malo es el silencio.
En un vestuario de piscina uno puede darse de bruces dolorosamente con uno mismo.
A veces una y otra vez.
Me encantó el relato. Un saludo.
El principio de tantas cosas...qué sugerente :)
Uy, yo también creía que al final habría canne.. ;) jejeje... En serio, muy bonito: me encanta cómo describes el sentimiento.
Besos. Y aunque perdido por mil razones, siempre a tu lado.
Carlitos
che meraviglia di relato
xDD
:P
los secretos de los otros nos enfrentan con los nuestros propios, ...con nuestros miedos.
a mí sí que me ha parecido muy homoerótico...
me he acordado de miradas indiscretas en otros vestuarios (...mientras se escuchan conversaciones de fútbol y mujeres).
un abrazo.
qué cortado...
el relato, el uno y el otro.
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