4 de enero de 2008

Nombres en azul

A veces hay nombres que se filtran al papel escondiendo miradas que nadie sabe. Existe un mundo de templos subterráneos donde descansan en silencio los gestos que se detuvieron en esa quietud incierta. El tiempo pasa sobre ellos y los destiñe, deshace poco a poco sus perfiles. Pero no puede jamás destruir el sueño que los ordenó existir, ni el deseo circundante de la lengua que los creyó degustar: esa velada lujuria que atravesó fugaz e incómoda la luz de unos ojos que no pudieron evitar caminar por los raíles fríos del apetito, pero que sortearon la inevitable curva desde la piel herida, brotando invisible su sangre en la distancia... y en el olvido.


Hace muchos años descubrí un nombre escrito del revés entre sus cosas, aparentemente olvidado. Algo me hizo intuir que un impulso latía allí más fuerte que ningún otro en el resto de la casa. Lo dejé donde apareció, como si nada hubiese pasado. Pero comencé a jugar a inventarme situaciones y personajes para pronunciarlo delante de ella. Su mirada temblaba levemente siempre que lo escuchaba. Tan imperceptiblemente que nadie hubiese nunca sospechado que su temblor descifraba la sonrisa de un amante invisible. O al menos eso creía yo, y hasta llegué a imaginarlo con fruición obsesiva. Después lo fui olvidando poco a poco. Hasta el día que ella se fue. El día que desapareció sí que volví a recordarlo. Y no encontraba el momento de quedarme a solas para volver hasta aquel prohibido rincón... Pero el nombre había desaparecido. Todo lo demás aún estaba allí, pero aquel nombre se había borrado definitivamente, como por arte de magia.


Mi primer nombre secreto lo escribí en azul oscuro, sobre un pedazo pequeño de papel color sepia. Lo guardé entre los recibos de la electricidad, como olvidado por casualidad. Después llegaron otros, en la contraportada de aquella guía turística de París que ya nunca consultábamos porque era muy vieja, o en interior del libreto del Pélléas de Debussy. Sobre todo existen en otros lugares de mi cabeza y de mi sueño. Allí, de donde no podrían partir nunca. Y sin embargo, sólo ahora comprendo esa obstinación por dejar la huella de esos nombres en algún lugar. Sus secretos están sellados con el celo de la intimidad más impenetrable. Pero saber que existen en ese lugar conocido me tranquiliza, me sosiega, me deja respirar. No sé si se irán conmigo cuando yo me vaya, pero saber que algún espía accidental puede dar con ellos un día me hace sonreír en silencio... sí, exactamente igual que ella.

13 comentarios:

Martini dijo...

que bonito texto, me has hecho recordar muchas cosas...

NaT dijo...

Quién no tiene nombres tatuados bajo la piel? Y viajando en cada glóbulo de sangre? En cada rincón de la existencia…
Los nombre ponen muros, pero también los derriban. Y es tan bueno tener un pico como un bolígrafo… el mío era verde, siempre ha sido verde.
Besos rojos!!! ;o)

Como no veo el vídeo, le echo imaginación a tus reflexiones

Argax dijo...

Y no hace falta escribir ningún nombre, guardar ninguna referencia a esa persona que formó parte de tu vida o que quisiste que formara.
Aunque quememos su ropa, sus recuerdos, sus nombre detrás de esa guía de París, siempre podemos soñar, despiertos o dormidos, que nos la encontramos al doblar la esquina de la calle en la que la conocimos.
La memoria caprichosa.

Me ha gustado titi.

Beso.

Fenjx dijo...

se me ha puesto de gallina la piel por dentro
y por fuera
y me han entrado ganas de escribir por fuera
nombres secretos que tengo escritos por dentro con un bic de esos que si aprietas dejas el nombre marcado en el papel
y por dentro, cuando escribo
siempre aprieto

un apretón fuerte

Anónimo dijo...

Me han entrado unas ganas tremendas de volver a ver la película y dedicarle una de estas tardes de poca luz y de nombres escritos en la almohada.
Un abrazo

Cvalda dijo...

Los seres humanos siempre tenemos la necesidad del peligro, de dejar huella de algo que quizás nadie debería conocer, pero que secretamente deseamos compartir con alguien...
Me encantaría encontrar esa guía de Paris...;)

Anónimo dijo...

el miedo y el morbo de que alguien descubra los secretos de destapamos a propósito.

CRISTINA dijo...

¿Sabes? Él conoce mis "nombres en azul", sobre todo uno. Pero yo no conozco los suyos.
No sé, no sé...

pon dijo...

Leí una historia de un lugar y un tiempo en el que, al llegar a la pubertad, de forma ritual, otra persona sabia te regalaba tu nombre verdadero, el nombre que no debía pronunciarse porque si se decía se perdía el poder que tiene el que sabe su nombre verdadero, y se está desnudo, y se camina sin rumbo.

senses and nonsenses dijo...

si vieras como estoy rodeado de papeles, de cosas para el blog, de telefonos, ...de otros papeles, tb hay nombres, ...que no se olvidan fácilmente.

un abrazo.

David dijo...

Una vez descubrí unos apuntes de clase plagados de un nombre. El mío. Era mi pareja. Me emocionó. Yo nunca hice algo semejante.

Javier dijo...

Pero a veces no es fácil ni posible reconstruir la memoria y viajar al pasado para comprender lo sucedido. Tal vez ese pasado acabe convirtiéndose en una mitificación, no solamente para el que intenta recrearlo, sino que en su propia ensoñación aquél que lo vivió acabe confundiendo sus deseo con unos hecho que en el fondo no fueron tales.

Javier Herce dijo...

Tantos nombres escritos, tatuados y grabados a fuego... y de todos ellos hemos aprendido algo.