9 de junio de 2009

El tiempo de las cerezas.



Era un día de finales de mayo y en el frigorífico de Joaquín quedaban algunas cerezas en un bol verde, tapadas con una de esas finas mallas de plástico protectoras que, tras toda una mañana cerrando el recipiente, recogía ya unas minúsculas gotas de agua en su parte interior.
Cuando salió del metro subiendo lentamente las escaleras que daban a la calle Sagasta, Joaquín aún tenía los labios húmedos y su espalda guardaba algo del frescor metálico de la columna sobre la que Juanjo le había empujado en aquel rincón oscuro del andén.
Un gran termómetro digital sobre la acera marcaba con precisión la temperatura (veintiséis grados y dos décimas) y sus pasos rotundos sobre el granito de los escalones comenzaban a fundirse ya con el bullicio de la calle, con los cientos de pasos de zapatos, tacones y chanclas que pisaban sobre el pavimento.
Fue entonces cuando se detuvo, y miró hacia arriba. El azul oscuro se derramaba abundante y opulento, invadiendo el perfil de los edificios, y el sol rozaba los brazos de los transeúntes. No llegaba a abrasarlos, pero cegaba sus miradas lo suficiente como para embriagarlos. Mayo se desvanecía ya ante la llegada del verano y aquel día parecía haber sido creado para una indescriptible eternidad.
Sacó su lengua puntiaguda y compacta y la deslizó lentamente sobre los labios. Aún conservaba el sabor en la boca, casi idéntico al de las cerezas de su desayuno.
Comenzó a caminar, y fue entonces cuando sintió que la felicidad, tras un instante detenida en su garganta, se quedaba a pasear perezosa por su estómago. Encendió su ipod, y todo el caudal de música de ese barroco sublime andaluz recién descubierto con entusiasmo aquellos días, cayó sobre él, sobre el azul, sobre las ramas y sobre los brazos peinados por el sol. Las gotas de agua sobre las cerezas, sin que él lo supiera, acababan de evaporarse sobre el bol.



9 comentarios:

Javier dijo...

Que antojo de cerezas me has provocado.

Gus Planet dijo...

Querido David: no entendí muy bien que hacían Joaquín y Juanjo en ese andén recogiendo cerezas ... cómo llegaron esas cerezas hasta allí y otros pasajeros no se dieron cuenta primero? ... en fin, creo que me quedé en mi propio tiempo de cerezas ... JE!

GS dijo...

Que bello tu texto! Fresco y sabroso!

Las cerezas simbolo de Primavera en Japon, de recuerdos dulces... y la musica de tu ipod [barroco andaluz, debe de ser lindissimo!]

'Nenhum Olhar' de José Luís Peixoto... lo les in portugués?
Uno de mis poetas!

Una mescla de culturas muy bonita!
Saludos

senses and nonsenses dijo...

yo quiero un postre así después de desayunar... a mí no me pasan esas cosas en el metro, ni en...
si se evapora se transforma en otra cosa, un aroma, un sabor, un olor, o un recuerdo...
dejaré el barroco andaluz para otro mmto...

un abrazo.

Anónimo dijo...

Me ha sorprendido gratamente el texto, es tan opuesto al abismo dantesco en el que estoy sumergido ahora... Parece mentira que sea tan fácil ser feliz, con tan sólo un encuentro sexual, el sol de junio y el sabor de unas cerezas...
Salud y Libertinaje

Anónimo dijo...

Muy buen texto.

Besitos de miel.

molano dijo...

Iba a comentarte como me había gustado tu texto pero los otros comentarios me han hecho pensar en como cada cual interpreta la historia.
Nadie se ha dado cuenta de que Juanjo es su frutero y lo empujó contra la columna porque no le había pagado las cerezas. Mejor asi.

Anónimo dijo...

qué bueno cuando los pequeños detalles nos acompañan.

Argax dijo...

En la brevedad, en tu manera de llenarla, también se te encuentra.

Me gusta como condensas el entorno, como colocas a Joaquín en el centro de una perfección que justifica con creces su felicidad.

El inicio, detallista y lleno de serenidad, es lo que más me ha gustado, es como si hubieras estado observando le bol de cerezas en muchas ocasiones hasta haber capatado su significado y nos lo regalas.

Abrazos señor...