¿Qué pasa por la mente de los genios?
Siempre he querido conocer las vidas de los personajes que en la Historia han contribuido a que los cambios tomaran lugar. Sobre todo cuando hablamos de Arte, pues los revolucionarios de la Historia suelen dejar más pistas en sus biografías para entender las razones de sus actos. El arte, casi siempre más críptico que la realidad pues en su misma definición encierra esa mirada subjetiva que representa, también ha tenido sus geniales renovadores, aquellos que han sabido en un momento dado arriesgarse a probar ejercer un camino nuevo, inexplorado. Siempre he pensado que el secreto de la innovación estaba en la sinceridad de la mirada. Es inútil y además vacío pretender romper si no es para mostrarnos algo nuevo. Y esa nueva forma de ver siempre tiene que ser el reflejo de lo que sentimos. Sólo el que se atreve a sentir de forma diferente es capaz de innovar. La creatividad sobre el vacío, la imaginación no sentida, pueden engañar, pero el tiempo se encarga de poner a cada uno en su lugar, y en el de los atrevidos vanguardistas, yo sólo veo almas sinceras.
Esas ideas me rondaban la cabeza cuando este verano me disponía a visitar el monumento mejor protegido de Italia. Está en la ciudad de Padova, al noreste del país, a escasos kilómetros de Venecia. Se trata de una pequeña y sencilla capilla, llamada dell'Arena porque se construyó sobre la antigua arena (anfiteatro) romana. Un espacio ovalado que delimitaba el jardín del palacio de la familia de los Scrovegni, hoy en día desaparecido. La capilla ha sufrido en los últimos años una intensa restauración a partir de la cual se conserva prácticamente en una burbuja de atmósfera y condiciones estrictamente reguladas, donde para entrar hace falta pasar por una pre-cámara de aclimatación. La mala calidad de los materiales constructivos así lo requiere. Pero, ¿qué se esconde en esa pequeña capilla para ser objeto de tanta atención? No sería ambicioso decir que probablemente uno de los ciclos pictóricos que más han influido en el desarrollo de la pintura occidental. Su autor es Giotto, una figura que en su tiempo revolucionó completamente la pintura gótica e imprimió un estilo que en disposición, técnica y expresividad apunta ya al Renacimiento en pleno siglo XIV.
Recuerdo con una emoción intensa el momento en que esperaba (junto a los dos o tres turistas que habíamos reservado hora en la primera visita) en la sala de aclimatación, hasta que una celadora, de acento más romano que véneto, nos hizo pasar a la capilla. En su interior, ese ciclo figurativo, que pasa por ser uno de los más determinantes de la Historia del Arte. Mientras se entra, considero que es interesante para calibrar la medida de lo que nos disponemos a ver, tener un recuerdo en mente de lo que es la pintura del gótico, con su profusión de dorados, formas rígidas, uso exclusivo de la representación de frente o como mucho con las cabezas giradas como única forma de mostrar el perfil. Una forma de pintar aquélla, que llevaba siglos ejerciéndose sin ser puesta en cuestión. La Capilla de los Scrovegni es algo radicalmente diferente. Partiendo de una ruptura con la tradición bizantina de las reglas para disposición en la pintura figurativa, Giotto propuso una representación de escenas de la vida de la Virgen y sus padres (Santa Ana y San Joaquín) y escenas de la vida de Cristo. Bajo éstas, pueden verse alegorías que personifican las Virtudes y los Vicios, pintadas en monocromía, simulando ser esculturas. La capilla se completa en su frontal con un Juicio Final, y en su extremo opuesto aparece una bellísima Anunciación. La tradición gótico-bizantina imponía rigidez y ceremoniosidad en los gestos y en las escenas. Además, no se trabajaba la perspectiva, el espacio era hasta entonces un fondo plano sobre el que situar a los personajes.
Buceando en la vida de este pintor me encuentro con su origen humilde, hijo de pastores, e imagino que ello contribuyó probablemente a conformar el espíritu ciertamente naturista que le inspiró para romper con las rígidas formas "arcaizantes" que la tradición imponía aún. En ese contexto, vemos despertar en Giotto un ímpetu humanista extremadamente conmovedor. El ejercicio de querer transformar las leyendas bíblicas en historias de hombres de carne y hueso tiene un resultado que nos emociona y más aún debió emocionar a sus contemporáneos. La creación del espacio tridimensional y el fuerte colorido que despliega, confiere un contexto real y humano a los personajes que aparecen. Y es que la figura humana es el elemento predominante de estas series. En particular los rostros, que vienen representados de todas las formas posibles: de perfil, de espaldas, de tres cuartos, desde lo alto, desde abajo... Giotto, además, dota a esos rostros de una expresividad inusitada. Son personajes reales, casi identificables. A pesar de que, a diferencia de los posteriores pintores del Renacimiento, éste no contaba con los estudios de anatomía y perspectiva necesarios, Giotto lo hace lo mejor que puede, y consigue transmitirnos una profunda emotividad. Su estilo está dominado por una frescura y una vida inesperadas, que emocionan porque consiguen que al observar esas imágenes de gente bajo presión, en crisis, sufriendo el dolor de la pérdida o tomando gravísimas decisiones espirituales, nos identifiquemos en ellos con todo lo que es importante para nosotros como seres humanos. Es prácticamente un sueño lo que se siente al verlas por primera vez, un sueño de color, expresividad, simbolismo... ¡Se hacen tan cortos esos escasos 15 minutos que dura la visita! La celadora, en un intento de explicarnos la simbología de casi todas las estampas del ciclo, se detuvo con especial parsimonia a relatarnos la serie de la vida de Santa Ana y San Joaquín. Al llegar al retorno de Joaquín a Jerusalén, Santa Ana le recibe con un beso. "Il primo bacio della storia", pronunció aprisa, como si enumerase un objeto sobre un extenso catálogo, y pasó a otra cosa... Me quedé mirando fijamente la escena. Seguramente no el primer beso representado en la historia del Arte, pero con certitud sí el primero en la boca de dos personajes Santos. Y el primero en ser tan arrebatadamente tierno, jugando con esas manos que acarician, que se enredan entre los cabellos, que expresan esa inusitada carnalidad... En el fondo, pensé, las revoluciones siempre tienen origen en los sentimientos más simples del mundo. ¡Lo universal es tan sencillo si se es honesto!
*** He encontrado en Youtube un vídeo que muestra alunas de las escenas de los frecos de los Scrovegni, para que el que no las conozca las pueda ver (me temo que corresponden a fotografías de antes de la restauración. Los colores ahora lucen aún más espléndidos). Pueden ver algunas en las siguientes webs:
Capella degli Scrovegni.
Giotto agli Scrovegni.
Siempre he querido conocer las vidas de los personajes que en la Historia han contribuido a que los cambios tomaran lugar. Sobre todo cuando hablamos de Arte, pues los revolucionarios de la Historia suelen dejar más pistas en sus biografías para entender las razones de sus actos. El arte, casi siempre más críptico que la realidad pues en su misma definición encierra esa mirada subjetiva que representa, también ha tenido sus geniales renovadores, aquellos que han sabido en un momento dado arriesgarse a probar ejercer un camino nuevo, inexplorado. Siempre he pensado que el secreto de la innovación estaba en la sinceridad de la mirada. Es inútil y además vacío pretender romper si no es para mostrarnos algo nuevo. Y esa nueva forma de ver siempre tiene que ser el reflejo de lo que sentimos. Sólo el que se atreve a sentir de forma diferente es capaz de innovar. La creatividad sobre el vacío, la imaginación no sentida, pueden engañar, pero el tiempo se encarga de poner a cada uno en su lugar, y en el de los atrevidos vanguardistas, yo sólo veo almas sinceras.
Esas ideas me rondaban la cabeza cuando este verano me disponía a visitar el monumento mejor protegido de Italia. Está en la ciudad de Padova, al noreste del país, a escasos kilómetros de Venecia. Se trata de una pequeña y sencilla capilla, llamada dell'Arena porque se construyó sobre la antigua arena (anfiteatro) romana. Un espacio ovalado que delimitaba el jardín del palacio de la familia de los Scrovegni, hoy en día desaparecido. La capilla ha sufrido en los últimos años una intensa restauración a partir de la cual se conserva prácticamente en una burbuja de atmósfera y condiciones estrictamente reguladas, donde para entrar hace falta pasar por una pre-cámara de aclimatación. La mala calidad de los materiales constructivos así lo requiere. Pero, ¿qué se esconde en esa pequeña capilla para ser objeto de tanta atención? No sería ambicioso decir que probablemente uno de los ciclos pictóricos que más han influido en el desarrollo de la pintura occidental. Su autor es Giotto, una figura que en su tiempo revolucionó completamente la pintura gótica e imprimió un estilo que en disposición, técnica y expresividad apunta ya al Renacimiento en pleno siglo XIV.
Recuerdo con una emoción intensa el momento en que esperaba (junto a los dos o tres turistas que habíamos reservado hora en la primera visita) en la sala de aclimatación, hasta que una celadora, de acento más romano que véneto, nos hizo pasar a la capilla. En su interior, ese ciclo figurativo, que pasa por ser uno de los más determinantes de la Historia del Arte. Mientras se entra, considero que es interesante para calibrar la medida de lo que nos disponemos a ver, tener un recuerdo en mente de lo que es la pintura del gótico, con su profusión de dorados, formas rígidas, uso exclusivo de la representación de frente o como mucho con las cabezas giradas como única forma de mostrar el perfil. Una forma de pintar aquélla, que llevaba siglos ejerciéndose sin ser puesta en cuestión. La Capilla de los Scrovegni es algo radicalmente diferente. Partiendo de una ruptura con la tradición bizantina de las reglas para disposición en la pintura figurativa, Giotto propuso una representación de escenas de la vida de la Virgen y sus padres (Santa Ana y San Joaquín) y escenas de la vida de Cristo. Bajo éstas, pueden verse alegorías que personifican las Virtudes y los Vicios, pintadas en monocromía, simulando ser esculturas. La capilla se completa en su frontal con un Juicio Final, y en su extremo opuesto aparece una bellísima Anunciación. La tradición gótico-bizantina imponía rigidez y ceremoniosidad en los gestos y en las escenas. Además, no se trabajaba la perspectiva, el espacio era hasta entonces un fondo plano sobre el que situar a los personajes.
Buceando en la vida de este pintor me encuentro con su origen humilde, hijo de pastores, e imagino que ello contribuyó probablemente a conformar el espíritu ciertamente naturista que le inspiró para romper con las rígidas formas "arcaizantes" que la tradición imponía aún. En ese contexto, vemos despertar en Giotto un ímpetu humanista extremadamente conmovedor. El ejercicio de querer transformar las leyendas bíblicas en historias de hombres de carne y hueso tiene un resultado que nos emociona y más aún debió emocionar a sus contemporáneos. La creación del espacio tridimensional y el fuerte colorido que despliega, confiere un contexto real y humano a los personajes que aparecen. Y es que la figura humana es el elemento predominante de estas series. En particular los rostros, que vienen representados de todas las formas posibles: de perfil, de espaldas, de tres cuartos, desde lo alto, desde abajo... Giotto, además, dota a esos rostros de una expresividad inusitada. Son personajes reales, casi identificables. A pesar de que, a diferencia de los posteriores pintores del Renacimiento, éste no contaba con los estudios de anatomía y perspectiva necesarios, Giotto lo hace lo mejor que puede, y consigue transmitirnos una profunda emotividad. Su estilo está dominado por una frescura y una vida inesperadas, que emocionan porque consiguen que al observar esas imágenes de gente bajo presión, en crisis, sufriendo el dolor de la pérdida o tomando gravísimas decisiones espirituales, nos identifiquemos en ellos con todo lo que es importante para nosotros como seres humanos. Es prácticamente un sueño lo que se siente al verlas por primera vez, un sueño de color, expresividad, simbolismo... ¡Se hacen tan cortos esos escasos 15 minutos que dura la visita! La celadora, en un intento de explicarnos la simbología de casi todas las estampas del ciclo, se detuvo con especial parsimonia a relatarnos la serie de la vida de Santa Ana y San Joaquín. Al llegar al retorno de Joaquín a Jerusalén, Santa Ana le recibe con un beso. "Il primo bacio della storia", pronunció aprisa, como si enumerase un objeto sobre un extenso catálogo, y pasó a otra cosa... Me quedé mirando fijamente la escena. Seguramente no el primer beso representado en la historia del Arte, pero con certitud sí el primero en la boca de dos personajes Santos. Y el primero en ser tan arrebatadamente tierno, jugando con esas manos que acarician, que se enredan entre los cabellos, que expresan esa inusitada carnalidad... En el fondo, pensé, las revoluciones siempre tienen origen en los sentimientos más simples del mundo. ¡Lo universal es tan sencillo si se es honesto!
*** He encontrado en Youtube un vídeo que muestra alunas de las escenas de los frecos de los Scrovegni, para que el que no las conozca las pueda ver (me temo que corresponden a fotografías de antes de la restauración. Los colores ahora lucen aún más espléndidos). Pueden ver algunas en las siguientes webs:
Capella degli Scrovegni.
Giotto agli Scrovegni.
6 comentarios:
Curiosidad siento... me lo imprimo y lo voy leyendo de camino a casa.
Te he tenido un poquito abandonado... sorry!
Así que te dejo muuuuuchos besos candentes y abracitos de esos que te gustan :)
MUAKCSSSSSSSSSSS!!!!!!!!!
a tus pies, excelente y bellísimo post!
siempre aprendiendo un montón de cosas.
un beso.
Tu y tus clases de arte... un genio hablando de otro, una obra de arte hablando de otra...
madre mia, y voy a estar casi una semana en Padova, en unas doce horas sale mi avión helsinki - amsterdam - venecia y pasare por ese norte italiano hasta el 31 de oct, gracias por las pistas, las miniguias...
vas a estar muy cerca de este viaje conmigo, a la vuelta, te cuento todo.
ya sabes q sobre todo voy para mirar unos ojos.
Il Giotto di Bondone. Según Vasari
cierto día, el pintor florentino Cimabue iba caminando por el campo cuando observó sorprendido a un joven pastor, que pintaba con tiza blanca e inusual soltura unas ovejas sobre una roca. Al preguntar el maestro por su nombre, el crío respondió: me llamo Giotto, y mi padre se llama Bondone .
De este encuentro y la posterio formación nacería uno de los mayores genios del arte, rompería con el esquematismo hasta entonces imperante acercandole más a los pintores del cuatrocento, Giotto ve, mira y siente el mundo que le rodea, ve su palpitar, ve su vida y la transferirá a su obra, utilizará la perspectiva para dar fondo y profundidad, para dar corporidad a un mundo que empezaba a renacer y que tan solo era un pálpito pero que Giotto anticipa, la oscuridad dejará paso a luz, al saber, al investigar, ya no sirven las formas rígidas regidas por viejos esquemas, es hora de que el hombre cobre el sitio que le corresponde y aprenda a mirar el mundo con ojos nuevos.
Giotto nos está anticipando El Renacimiento y su influencia alcanzará no solo a los pintores que le siguieron si no que de sus fuentes veverán Masaccio y Miguel Ángel.
Qué bien describes las cosas, ayyy, quien pudiera escribir así y saber tanto…
He de reconocer que a mi la pintura gótica nunca me ha gustado, demasiados dorados para mi gusto que soy algo más austera.
La primera vez que fui a Barcelona y visite el museo MNAC de Arte a parte de el edificio en sí, con su cúpula, sus escaleras, sus columnas, y su vista de la ciudad en las que antaño uno debía sentirse desde allí el rey del mundo… deambulé por la zona del románico, Taüll, la Seu d'Urgell, Boí… todo eso que te enseñan en el colegio. Cuando ya iba a salir, entré en la ultima sala y… allí, me quedé casi una hora, EXTASIADA mirando al frente, al techo, a los lados, intentando descifrar lo que había sentido la gente de antaño al ver lo que yo en ese momento miraba, si se habrían quedado igual que yo, quien lo hizo qué pensó en esos momentos… El fresco de Santa María de Sirena me, dejó sin habla, tanto que me tuve que sentar en el suelo y casi intentar respirar. Nunca he visto algo tan bello y que me impactara tantísimo. No podía hacer fotos :(, me tuve que contentar con una postal de la tienda. Pero sé que el día que vuelva a Barcelona entraré allí de nuevo y me quedaré igual de impresionada y si hay alguien a mi lado, que no se olvide de decirme que he de respirar.
Besitos mi lindo instructor de cosas bellas.
¡¡que síii, que este finde hay que verse!!!!!
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