La noche que llegó Inés, sólo mi hermano Sergio estaba en casa, así que cuando el resto llegamos, ya estaban los dos allí charlando animosamente en la salita pequeña. Nunca me contaron las razones por las que apareció, o quizá era yo muy pequeña aún para poderlas entender. Desde el primer instante, ella me fascinó de manera poderosa: su larga melena oscura, sus ojos profundos y tristes, ese lunar sobre el labio, como una actriz de Hollywood. Vestía una gabardina de corte masculino, que llevaba con una indiscutible elegancia y misterio. Sí, Inés fue siempre para mí una mujer llena de misterio. Sin duda lo que más me gustaba de ella era cómo se colocaba aquella boina oscura de manera ladeada sobre su cabeza. No he vuelto a ver a nadie hacerlo como ella.
Inés venía de París, lo cual me llenaba de curiosidad. Cuando los mayores nos dejaban, siempre aprovechaba para preguntarle cosas. Cómo eran las avenidas, cómo eran los parisinos. Pero sobre todo le pedía que me cantara, que me cantara "la vie en rose", porque ella la cantaba como nadie, con esa voz tan oscura suya. ¡Inés era tan elegante! . Es cierto que siempre la rodeaba un halo de melancolía, de gravedad, pero a mí, todo lo que hacía y decía me parecía absolutamente fascinante. Cuando me llevaba, a veces, de paseo al centro, me describía con tanta precisión los Boulevards, los cafés, los paseos junto al Sena, que Madrid casi se transformaba y adquiría mucha más luz, más brillo, más glamour...
Íbamos con frecuencia a pasear al puente de Toledo, y me decía que aquello no era nada comparado con los puentes de París, que dónde iba a parar. Que en París el río era inmenso, y en las orillas se alineaban puestecillos de libros usados, y que por las calles se escuchaba música de acordeón, y que estaba plagada de gente muy elegante y moderna, y que se podían ver las chicas con la ropa más provocativa del mundo. Solíamos caminar hasta la cuesta de la Vega, y contemplar allí la puesta de sol. Era entonces cuando me solía hablar de su novio Michel. Que era muy moreno y guapo, y mucho más amable que los españoles, que le enviaba unas cartas larguísimas y llenas de cosas bonitas, que en francés, sonaban aún mejor. Michel era conductor del metro. Porque el de Paris era un metro con muchas líneas de muchos colores, muchas más que aquí. Y Michel le enviaba fotos que tomaba en muchas de las paradas por las que pasaba, y eran unas fotos preciosas. Y siempre terminaba tarareando "la vie en rose" mientras el sol se ocultaba tras los árboles de la casa de campo.
Un día, Inés dejó de venir. Aún era yo una niña, y no consigo recordar muy bien qué pasó. Mamá dijo que ya no volvería nunca. Sé que lloré mucho, y recuerdo que mamá me abrazaba con fuerza, pero que no decía nada. Nunca volvió a decirme nada, simplemente, nunca volvimos a hablar del tema.
De alguna forma creo que, a pesar de que nadie me lo confirmara, imaginé que Inés se había ido al final a vivir con su Michel. Pero no podía perdonarle que se hubiese ido así, sin despedirse de mí. Un poco a causa de aquello, París se transformó para mí en la ciudad más triste del mundo, y prometí que nunca iría. Pasó el tiempo y no llegaron cartas, ni ninguna de aquellas fotos que tomaba Michel por las estaciones de metro.
Yo fui olvidando poco a poco a Inés, y a Michel, y los boulevares de París, y las chicas francesas por la calle. Hasta que un día dejé de pensar en ellos, y de recordarlos. París pasó a ser una ciudad en la sombra, que siempre me transmitía una indescifrable melancolía cuando se cruzaba conmigo en las novelas, o en las películas.
Muchos años después me otorgaron aquella beca para terminar mi doctorado en La Sorbona. No era mi primera opción, pero era una oportunidad muy interesante, que no podía dejar escapar. Entonces, de repente, los recordé a todos, después de tantos años en el más absoluto olvido. Fue aquel día que recibí la noticia y comencé a imaginar mi estancia allí. Inés, Michel, y todas aquellas historias de la ciudad que había escuchado de sus labios entraron en mi cabeza como una cascada imparable.
Corrí a preguntarle a mamá por ella. Al principio pareció no recordar quién era esa Inés. Luego sí (también como yo) de repente, pareció recordar. Un gesto sombrío la recorrió al hacerlo.
- Eras tú tan pequeña, hija... que no quisimos decirte nada, como le cogiste tanto cariño... ¿pero cómo es que te has acordado de ella ahora? Hace ya muchos años que pasó todo-
-No sé, supongo que como ella vino de París, y me contaba siempre tantas cosas de allí...-
-¿De París? No, hijita, qué cosas... Inés no había salido nunca de Madrid... Leía mucho, eso sí, y tenía mucha imaginación... Pero, qué cosas, ¡así que te hablaba de París como si hubiera vivido allí! Qué chiquilla, la pobre- y le brillaron los ojos un instante-
-Sí, ella me hablaba siempre de París... y me cantaba "la vie en rose", la cantaba tan bien-
Al parecer, Inés tenía una personalidad mucho más autodestructiva de lo que parecía, o de lo que yo suponía... Su novio la había dejado unos días antes de casarse por una chica con la que, al parecer, se había marchado fuera de España.
-¿No recuerdas su nombre, mamá?-
-Menudo sinvergüenza era ese Miguel. Sí, así se llamaba, Miguel-
-Apuesto a que huyeron a París-
-No sé, es posible. En aquella época mucha gente se iba a Francia a trabajar-
Inés quedó muy afectada después de aquello. Fue en aquella época cuando, al parecer, frecuentó tanto nuestra casa. Nadie consiguió borrarle la tristeza de la pérdida de Miguel, y terminó la pobre suicidándose con una sobredosis de pastillas. A mí, decidieron no decirme nada.
Hoy he decidido bajar desde la Cité Universitaire hasta la biblioteca de la Sorbona a pie, a lo largo de la rue Saint Jacques. De repente me ha llamado la atención un pequeño centro cultural de barrio en el que nunca había reparado hasta hoy. La razón, que exhibían una muestra de fotografía de un desconocido autor local, un tal Michel Dévigny. El cartel es bastante grande, y destaca mucho más que la discreta placa de información que anuncia la presencia del centro. En él, aparece una de esas bonitas paradas de metro art-nouveau fotografiado con una luz muy especial: “Une vie au métro-lumière”. Me he animado a entrar.
La exposición es curiosa, y muestra fotos de distintos lugares de la red de metro parisina, en blanco y negro fundamentalmente. Tomo uno de los folletos, y leo que la retrospectiva se realiza al cumplirse un año de la muerte de Michel Dévigny, fotógrafo aficionado cuya principal ocupación era la de conductor de trenes en el metro, y que dedicó parte de su vida a retratar con evidente poesía los rincones más anodinos del suburbano, transformándolos en verdaderas obras de arte que, gracias al trabajo de un grupo de amigos, han podido ser catalogadas y ordenadas para rendir homenaje a este hasta ahora desconocido artista. No puedo evitar pensar en el Michel de Inés. En ese Michel fruto de la fantasía o de un canalla Miguel transformado por la bondad de una chica desesperada a la búsqueda de otra realidad. Inés no encontró otra realidad... ¿o sí?. La inquietante última fotografía muestra la silueta de una mujer de espaldas, de cabello largo y oscuro, envuelta en una gabardina de hombre, subiendo unas interminables escaleras incrustadas en un blanco túnel de baldosines. El inequívoco toque de su boina ladeada no me deja lugar a dudas. En el hilo musical, Edith Piaf inicia su “vie en rose”. Sí, es ella. Desde esta mañana siento como entonces su presencia. Paris vuelve a ser la ciudad de la luz, la ville-lumière.
Inés venía de París, lo cual me llenaba de curiosidad. Cuando los mayores nos dejaban, siempre aprovechaba para preguntarle cosas. Cómo eran las avenidas, cómo eran los parisinos. Pero sobre todo le pedía que me cantara, que me cantara "la vie en rose", porque ella la cantaba como nadie, con esa voz tan oscura suya. ¡Inés era tan elegante! . Es cierto que siempre la rodeaba un halo de melancolía, de gravedad, pero a mí, todo lo que hacía y decía me parecía absolutamente fascinante. Cuando me llevaba, a veces, de paseo al centro, me describía con tanta precisión los Boulevards, los cafés, los paseos junto al Sena, que Madrid casi se transformaba y adquiría mucha más luz, más brillo, más glamour...
Íbamos con frecuencia a pasear al puente de Toledo, y me decía que aquello no era nada comparado con los puentes de París, que dónde iba a parar. Que en París el río era inmenso, y en las orillas se alineaban puestecillos de libros usados, y que por las calles se escuchaba música de acordeón, y que estaba plagada de gente muy elegante y moderna, y que se podían ver las chicas con la ropa más provocativa del mundo. Solíamos caminar hasta la cuesta de la Vega, y contemplar allí la puesta de sol. Era entonces cuando me solía hablar de su novio Michel. Que era muy moreno y guapo, y mucho más amable que los españoles, que le enviaba unas cartas larguísimas y llenas de cosas bonitas, que en francés, sonaban aún mejor. Michel era conductor del metro. Porque el de Paris era un metro con muchas líneas de muchos colores, muchas más que aquí. Y Michel le enviaba fotos que tomaba en muchas de las paradas por las que pasaba, y eran unas fotos preciosas. Y siempre terminaba tarareando "la vie en rose" mientras el sol se ocultaba tras los árboles de la casa de campo.
Un día, Inés dejó de venir. Aún era yo una niña, y no consigo recordar muy bien qué pasó. Mamá dijo que ya no volvería nunca. Sé que lloré mucho, y recuerdo que mamá me abrazaba con fuerza, pero que no decía nada. Nunca volvió a decirme nada, simplemente, nunca volvimos a hablar del tema.
De alguna forma creo que, a pesar de que nadie me lo confirmara, imaginé que Inés se había ido al final a vivir con su Michel. Pero no podía perdonarle que se hubiese ido así, sin despedirse de mí. Un poco a causa de aquello, París se transformó para mí en la ciudad más triste del mundo, y prometí que nunca iría. Pasó el tiempo y no llegaron cartas, ni ninguna de aquellas fotos que tomaba Michel por las estaciones de metro.
Yo fui olvidando poco a poco a Inés, y a Michel, y los boulevares de París, y las chicas francesas por la calle. Hasta que un día dejé de pensar en ellos, y de recordarlos. París pasó a ser una ciudad en la sombra, que siempre me transmitía una indescifrable melancolía cuando se cruzaba conmigo en las novelas, o en las películas.
Muchos años después me otorgaron aquella beca para terminar mi doctorado en La Sorbona. No era mi primera opción, pero era una oportunidad muy interesante, que no podía dejar escapar. Entonces, de repente, los recordé a todos, después de tantos años en el más absoluto olvido. Fue aquel día que recibí la noticia y comencé a imaginar mi estancia allí. Inés, Michel, y todas aquellas historias de la ciudad que había escuchado de sus labios entraron en mi cabeza como una cascada imparable.
Corrí a preguntarle a mamá por ella. Al principio pareció no recordar quién era esa Inés. Luego sí (también como yo) de repente, pareció recordar. Un gesto sombrío la recorrió al hacerlo.
- Eras tú tan pequeña, hija... que no quisimos decirte nada, como le cogiste tanto cariño... ¿pero cómo es que te has acordado de ella ahora? Hace ya muchos años que pasó todo-
-No sé, supongo que como ella vino de París, y me contaba siempre tantas cosas de allí...-
-¿De París? No, hijita, qué cosas... Inés no había salido nunca de Madrid... Leía mucho, eso sí, y tenía mucha imaginación... Pero, qué cosas, ¡así que te hablaba de París como si hubiera vivido allí! Qué chiquilla, la pobre- y le brillaron los ojos un instante-
-Sí, ella me hablaba siempre de París... y me cantaba "la vie en rose", la cantaba tan bien-
Al parecer, Inés tenía una personalidad mucho más autodestructiva de lo que parecía, o de lo que yo suponía... Su novio la había dejado unos días antes de casarse por una chica con la que, al parecer, se había marchado fuera de España.
-¿No recuerdas su nombre, mamá?-
-Menudo sinvergüenza era ese Miguel. Sí, así se llamaba, Miguel-
-Apuesto a que huyeron a París-
-No sé, es posible. En aquella época mucha gente se iba a Francia a trabajar-
Inés quedó muy afectada después de aquello. Fue en aquella época cuando, al parecer, frecuentó tanto nuestra casa. Nadie consiguió borrarle la tristeza de la pérdida de Miguel, y terminó la pobre suicidándose con una sobredosis de pastillas. A mí, decidieron no decirme nada.
Hoy he decidido bajar desde la Cité Universitaire hasta la biblioteca de la Sorbona a pie, a lo largo de la rue Saint Jacques. De repente me ha llamado la atención un pequeño centro cultural de barrio en el que nunca había reparado hasta hoy. La razón, que exhibían una muestra de fotografía de un desconocido autor local, un tal Michel Dévigny. El cartel es bastante grande, y destaca mucho más que la discreta placa de información que anuncia la presencia del centro. En él, aparece una de esas bonitas paradas de metro art-nouveau fotografiado con una luz muy especial: “Une vie au métro-lumière”. Me he animado a entrar.
La exposición es curiosa, y muestra fotos de distintos lugares de la red de metro parisina, en blanco y negro fundamentalmente. Tomo uno de los folletos, y leo que la retrospectiva se realiza al cumplirse un año de la muerte de Michel Dévigny, fotógrafo aficionado cuya principal ocupación era la de conductor de trenes en el metro, y que dedicó parte de su vida a retratar con evidente poesía los rincones más anodinos del suburbano, transformándolos en verdaderas obras de arte que, gracias al trabajo de un grupo de amigos, han podido ser catalogadas y ordenadas para rendir homenaje a este hasta ahora desconocido artista. No puedo evitar pensar en el Michel de Inés. En ese Michel fruto de la fantasía o de un canalla Miguel transformado por la bondad de una chica desesperada a la búsqueda de otra realidad. Inés no encontró otra realidad... ¿o sí?. La inquietante última fotografía muestra la silueta de una mujer de espaldas, de cabello largo y oscuro, envuelta en una gabardina de hombre, subiendo unas interminables escaleras incrustadas en un blanco túnel de baldosines. El inequívoco toque de su boina ladeada no me deja lugar a dudas. En el hilo musical, Edith Piaf inicia su “vie en rose”. Sí, es ella. Desde esta mañana siento como entonces su presencia. Paris vuelve a ser la ciudad de la luz, la ville-lumière.
13 comentarios:
Por lo leído por encima, sé que me va a encantar camino de casa :)
Y también se de UNO que no se va a leer ni el título, jajajaja, que vaguísimo que es.
Besos niño!!!!
P.D. voy a pedir asilo político en otro lado, ehhhhh. Abandonaíiiita me tienes :P
Muackssssss
Eres un solazo de tio. No cambies.
Un besazo.
No soy yo de leer post muy largos. No suelo. y no se si sere ese uno del que habla Nat, lo mismo si. Pero no se si por ser tu o porque me ha enganchao un poco el principio, me lo he leido de un tirón. Es precioso. Mucho. Ines, Michel, Paris... Es una ciudad que tanta gente conoce y que yo aun no he visitado. Tiene que ser una ciudad preciosa. Y a mi siempre me recordará a las personas que me han hablado de ella, entre ellos tú. Me reitero. Precioso. 1 beso fuerte de premadrugada.
Nada el mundo en este momento me gustaría más que conoceros a todos y cada uno de vosotros.
Os habéis portado muy bien conmigo, y cuando pedí ayuda, ahí estabais todos desinteresadamente prestándome vuestro valioso tiempo... y que menos que quedar un día para tomar algo y conoceros.
Pero ahora mismo geográficamente me es imposible, porque hay mar de por medio.
Supongo que la quedada es Madrid verdad??? Ahora mismo no estoy en Madrid. Estoy en las afortunadas... pero a Madrid voy con bastante frecuencia... incluso varias veces al mes... pero hasta finales de marzo, creo que no estaré por ahí.
Lástima... además me encantaría estar ahí y vivir la experiencia.
Si no me equivoco creo que soy el Benjamín del grupo jajajaja (23 añitos)
Espero que la próxima vez que se repita la cita... pueda estar ahí.
MUCHAS GRACIAS Y BESOS CALENTITOS PARA TOD@S.
Chapó!!!!
Inés me ayudará a soñar esta noche (esta mañana más bien) con París.
No te mando ni besos ni abrazos ni nada... te los guardo todos para cuando nos veamos.
a mi que nadie me quite el apodo de nene, eh? así que "el calentón" nada de ser el benjamín de no se que grupo, porque ese soy yo :)
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vulcano, gracias por una historia tan fresca!! que tan me viene en medio de este trance entre el sueño y los apuntes. es como si nadie antes me hubiera conocido tanto y me sorprendieras con ráfagas de lo que necesito antes de siquiera plantearme que estas ahí para ofrecerlas.
historias de paris, ese que tenemos pendiente por varias razones, un verano y nosotros cubiertos de palabras y cerezas entre el sena y los puentes, será verdad?
Un día, Inés dejó de venir...
infelizmente as pessoas que admiramos (e as outras também)um dia deixam de vir...ainda que m forma de conto tudo parece tão real...Obrigado Vulcano Lover por esta tua mestria...
¿Y quién puede decir que Inés no tuvo una doble vida y se enamoró de Michel, el fotógrafo-maquinista parisino de viaje por Madrid?
No sé, cada vez que intento visualizar a Inés me sale la imagen de Lauren Bacall, que no tiene nada que ver.
Es un cuento muy bonito. ¡Cuántas ineses y cuántos Michel hay en la vida de cada uno de nosotros y, si hay momentos en los que no nos conocemos ni a nosotros mismos, ¿cómo podremos llegar al fondo de un corazón ausente?.
Bicos
me gusta como entra el azar en tus historias por las ciudades, como las casualidades van dándole sentido a todo.
ya sé que me repito muchísimo pero, soy fan cuando escribes estas historias tan bonitas (y tan tremendas).
un abrazo. ;)
Hilos invisibles conducen nuestros pasos por esta vida, convirtiendo, a veces, las fantasías en realidades y anudando nuestros recuerdos a vívidas imágenes de nuestros pasado, ensoñaciones pretéritas convertidas en sentimientos presentes.
Un cálido verso, y gracias por estar ahí.
...me ha gustado ese mundo de Ines, componiendo una realidad a través de sus fantasías...
Un besito majo.
Nat... es que estas zonas de equinocio siempre me hunden en la sombra... Ya sabes. Pero vamos, que del superabrazo no te libras hoy
UNO... tú sí que eres un sol, guapo..quiero ver más sonrisas en esas fotos, vale? Besos
LUIGI. No hace falta que los leas, sólo si te gustan... No, no eres uno, uno justo escribió delante tuyo. Es una ciudad muy especial París, también desconcertante... quizá por eso me atrajo siempre tanto...
CALENTON... pues nada guapo, tú nos vas anunciando tus próximos viajes, que organizmos un sarao Nat y yo con todos los honores, para pasar una noche inolvidable en nuestro Madrid...Y no, claro que no, los hay más jóvenes por esta miniblogosfera. Muchos besos.
MARTINI... esperándolos, estoy, y gardando los míos, que ya se me escapan entre los dedos de lo grandes que son.
EFESOR... Los hilos no sólo unen, mi niño, también preceden y anuncian, vigilan y acarician, cuidan y se adelantan. Hilos tridimensionales y electrónicos del corazón, cables de humor sonrosado y electrónica del sentimiento... Lo magnético se persigue de cerca, como nuestra mirada y nuestra piel, como paralelas sin ser secantes aún son nuestras palabras en desfase... Besos acoplados, y antitiritas para ti, NENE
LUIS, sempre obrigado pelas tuas palavras, pelo teu ánimo, pelos tuos exagerados parabéms... São vocês e as vossas palavras as que nos momentos de baixa inspiração como este, fazem-me continuar a encher a tela vazía do computador. Beijos.
ALFREDO... sí, ahora que lo dices, Inés sí que podría tener un parecido aon la Bacall... y es que siempre nos hacemos una idea tan física de los personajes que nos crean las ficciones sobre el papel... Por eso a veces, cuando la historia la traslada alguien al cine, nos resulta tan decepcionante... Besos.
AMILAMIA... gracias por tus palabras, siempre gusta oir que al menos entretienes a la gente... En momentos poco inspirados, esta fuerza del ánimo se transforma en inspiración misma... No te he comentado últimamente, pero te vigilo de cerca, no creas... Tus personajes siempre se me prenden por entre las neuronas, y reflejan muchas veces cosas que atraviesan mi memoria. Moitos bicos.
SENSES... gracias por tu incondicionalidad... Es más aún importante cuando uno sabe que proceden de alguien que se adivina para mí especialmente especial... Seguimos persiguiéndonos en la madrugada??? Besos.
PE-JOTA... no sé por qué no te animas más a menudo a escribir desde el corazón en tu blog... Demostrado está que puedes... No soy exclusivo portador de la intensidad del corazón... hay dentro se esconde un universo... lo sé... espero que me lo vayas enseñando poco a poco... >Besos
UN-ANGEL...Sí, la fantasía que a veces se transforma en salvación del a mediocridad y de la tristeza o en alternativa de los cobardes, quien sabe... Yo, más allá de todo, me niego a creer que la fantasía no nos transporte a algo que tiene muchas veces mucho más de real de lo que pensamos... Gracias por tus palabras... besos
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