19 de febrero de 2007

Victoria de la sinceridad


Juegos secretos, Todd Field, 2006


No es la primera vez que un cineasta viene a hablarnos de la insatisfacción. Tampoco es la primera que se nos ofrece un retrato de lo que esconden detrás de si muchas de esas familias perfectas de la clase media americana. Otros lo han hecho antes, y quizás con más éxito.Y sin embargo, la mirada cautivadora de Todd Field me ha emocionado este fin de semana. Y no por abrirme los ojos a nuevas historias o por la originalidad de su propuesta, que no lo es en absoluto. Pero consigue ofrecer un retrato muy sincero de unos personajes a la deriva vital. Un hecho casual, que cruza la vida de dos personas, aparentemente felices e integradas en sus aparentemente perfectas vidas familiares, que de repente comienzan a bordear peligrosamente el filo de sus inmensas debilidades, en una historia relatada en un poderoso in-crescendo que nos atrapa por la rotundidad de un guión muy sólido y unas interpretaciones de gran nivel. En el fondo, sobran muchos de los detalles que Field se detiene a incluir en el fresco, pues es quizá demasiado redundante la insistencia en un retrato de los vicios de la sociedad americana que nos suena un poco a déjà vu. Pero las interpretaciones de Jackie Earle Haley y Phyllis Sommerville como madre e hijo (pedófilo recién salido de la cárcel que vuelve a la casa materna ante la oposición de toda la comunidad) que se convierten en diablos que todos pretenden exorcizar sin concesión alguna como medio a dejar libres sus conciencias, y que planean con su historia a lo largo de toda la película, como un referente que la articula, no deja indiferente a nadie, que sentirá en su propia incomodidad, en su propia duda interior, un elemento más de una crítica del lado oscuro de la naturaleza humana que ejercemos con demasiada superficialidad, casi como un espejo donde arrojar basuras propias y ajenas que son más fáciles de eliminar higiénicamente así, que de afrontar.
La historia central es la de una infidelidad. Una de tantas a las que hemos asistido en la historia del cine. Y sin embargo, hay algo en ella que nos atrapa. La serenidad con la que ambos protagonistas afrontan sus personajes no nos deja indiferentes. Kate Winslet nos brinda una Sarah madura y arrojada, profundamente apasionada y cegada ante un hombre que le abre la puerta a la luz de la vida, y que la coloca en la la contemplación de su propia (otra) miseria existencial. Pero consigue hacerlo sin estridencias y con evidente verosimilitud. Patrick Wilson también convence en su papel de Brad, "amo de casa forzoso" que descubre que la vida puede ser mucho más estimulante y satisfactoria de lo que llevaba mucho tiempo sin sospechar, al tiempo que consigue también estimularnos a muchos con sus generosas escenas de "baño" y "cama". Al final triunfa la sinceridad de un amor que surge poderoso, arrasándolo todo, devorando la realidad misma. Esos momentos en los que la felicidad los atrapa, bajo la única mirada inocente de sus hijos pequeños, testigos vírgenes que no juzgan, pero que son conscientes de muchas cosas (no en vano la película se llama en su versión original little children) más allá de lo que la historia nos deja ver, son verdaderamente conmovedores. Pero, en fin, pronto el prejuicio y las reglas se apoderarán de ellos (muy interesante cómo hace el director coincidir este germen de la culpa, con la escena del pedófilo que se dispone a usar la piscina pública ante la alarmada oposición de todos sus ocupantes). Algo se quiebra, y el peso de la responsabilidad, de las coincidencias ahora adversas, la seguridad vital, la falta de expectativas quizá, el miedo sin duda, precipitan la historia hacia un agridulce final, que nos deja un extraño sabor de boca. Quizá una traición al verdadero sentido de la película, pero sin duda un final absolutamente creíble y real. La vida, ciertamente, suele ser mucho más compleja de lo que parece.
La película tiene también evidentes deficiencias. Un abuso en ciertos momentos de la voz en off del narrador que a veces se hace simplemente redundante o superflua, a pesar de que a veces nos deje con la miel en los labios del interesante texto original, de Tom Perrotta y un final quizá demasiado maniqueo para la historia del pedófilo McGorvey, que ensombrece algo lo que podría haber sido un brillante final... Aún así, la película nos deja escenas que se nos quedan marcadas en la memoria... He seleccionado dos. La primera, en la que, tras refugiarse en casa de Sarah a causa de una tormenta, Brad descubre la verdadera naturaleza de los sentimientos de Sarah hacia él.


En esta otra, Kate Winsley nos muestra cómo defiende su personaje con absoluta contención y serenidad, pero evidente pasión. La alusión a la Madame Bovary y esa lectura B del mito literario me pareció tan acertada. Su sentencia es absolutamente conmovedora, liberadora incluso. The hunger for an alternative... and the refusal to accept a life of unhappiness

11 comentarios:

El Calentito dijo...

Peliculón... y del bueno!! Me ha gustado mucho como has relatado la historia.
Seguro que la veo pronto!!!

Besos Calentitos

Martini dijo...

Me has convencido... pero esperaba una de esas generosas escenas de "cama" y "baño" de las que hablabas... para que negarlo...

;p

senses and nonsenses dijo...

te he leído entrelíneas porque esta quiero verla.
un beso.

Anónimo dijo...

Bueno...

Conmovedora también tu selección de escenas, tremendamente sensata tu visión de la película. Dos momentos en que la vida se desnuda y las verdades afloran por encima de todas las máscaras y mecanismos de defensa...



Y es que tenemos tantos chivos expiatorios para no afrontar nuestras miserias personales, para que parezca que todo cuadra y lo imperfecto siempre queda lejos, fuera de nosotros, de nuestro mundo...



Es verdad que nos habla de algo de lo que el cine nos ha hablado otras tantas veces, pero eso no quita mérito al hecho de que es una de las películas que nos relatan desde el otro lado, desde la lucidez, como hizo magistralmente American Beauty , desde una mirada que penetra más allá de los decorados y desvela el vacío que queda detrás, dejando el sueño americano (y por extensión, el occidental) a ras de suelo. Y al final, quedan las personas buscando la felicidad como pueden, con sus contradicciones, sus barreras, pero, a pesar de todo, rebelándose aún sabiendo que la partida casi siempre se pierde...

Me ha encantado volver a ver las miradas de esas mujeres de edad que desde la experiencia y quizás también desde el fracaso, son capaces de apreciar las palabras audaces de la protagonista, desde la tranquilidad que otorga saber que al menos alguien ha recogido el testigo, y que aunque también finalmente fracase, conserva en su interior esa brasa ardiente de rebeldía.

Unknown dijo...

tu y yo no nos vamos a entender muy bien con el cine me parece a mi... eso si, hay gustos q compartimos!! asi que sacar partido a eso y disfrutaremos de dos butacas bien juntas para algunas bellezas visuales... esperemos que pronto.

Javier dijo...

Este post me recuerda que tengo que ir al cine, y es que no me gusta tirarme a la piscina sin agua.
Gracias por la recomendación, ya sabes que sí soy de los que opinan.
;)

Caronte dijo...

Una gran crítica de una gran película, me gustó mucho la historia (aunque en la segunda parte quizás baja un poco) y a veces parece "american beauty", pero es de lo mejor que se ha estrenado últimamente. saludos

Anónimo dijo...

¿Para ti solito? JAjaja, ainss

Muaka gamberrillo.

Anónimo dijo...

Enhorabuena he decidido pasar por tu casa, Vulcano, para deleitarme e identificarme. Felicitaciones, se ve que tienes domesticadas las palabras. Has echado luz sobre ciertos momentos de Juegos secretos que había pasado por alto, he repensado el significado de algunas palabras que se quedan en mi como si fuese su dueño, me has hecho interesarme en Vivaldi y me he reconocido en tu descripción de lo que te tiene unido a tu amor.
Por todo eso, Gracias.
Desde Argentina,

JfT, un vaquero soñador.

Vulcano Lover dijo...

Vaya, quizá que sí la he destripado un poco... Bueno, los que no la hayan visto que la vayan a ver, y que opinen luego, jajja
Esta semana ando algo perdido y sin inspiración... La vida, que a veces es así, no me deja avanzar o me hace avanzar demasiado deprisa... poco importa si quiero o puedo, si deseo o me retengo, si me freno o me escondo, ella siempre marca el ritmo...
besos a los que seguís or ahí, a pesar de todo.

Javier Herce dijo...

Yo quería haber visto esta película el lunes, pero Alberto no me dejó!