20 de mayo de 2007

Amor con Fortuna

Aquel primer segundo casi no pude verle. Se escondía tras la sombra de un gran castaño, en plena noche. Sólo su rostro quedaba oculto a la luz de la farola. La oscuridad de aquella solitaria avenida era aprovechada por muchos buscadores de placeres nocturnos. Y se paseaban con descaro, o permanecían quietos en la semisombra que proporcionaban las ramas enredadas entre el alumbrado público. Así le conocí. Y aquella primera imagen de él, no sé por qué, me recordó aquella escena de "To catch a thief" de Hitchcock, en la que Grace Kelly queda a oscuras, pero la luz exterior consigue iluminar su cuerpo solo hasta el cuello, hasta ese magnífico collar que luce en el cuello, mientras su cabeza permanece en la sombra.

Evidentemente, Enrique no llevaba ningún collar de diamantes el cuello. Pero tampoco llevaba ninguna de esas cadenas gruesas de oro que tan poco me gustan, lo cual, en aquel lugar era ya algo. Sin embargo, sus poderosas manos llamaron inmediatamente mi atención. Me detuve ante él, atraído por ellas, y por los inmensos brazos que las acompañaban. Entonces, poco a poco, fue surgiendo su rostro de las sombras. Unos inmensos ojos azules se dibujaron de inmediato sobre su rostro anguloso y alargado. Me tendió la mano, y caí en ella inevitablemente. Cruzamos unas pocas palabras, y me subió con él en la moto. Me agarré a su pecho como pude. No estaba muy acostumbrado a subir en moto detrás, y me pareció que casi no podía abarcar con mis brazos su cuerpo. Su olor corporal me invadió y el viento contra mi cara no impedía que llegase intenso a mi cabeza. Veía la ciudad pasar, en aquella noche veraniega, y sentía el calor que transmitía su cuerpo en mis brazos. Y me pregunté sólo un instante qué hacía yo allí, camino de quién sabe dónde, agarrado a aquel desconocido del que poco más sabía que el intenso color de sus ojos. Pero la brisa tibia de la noche me calmaba, y me hacía olvidar cualquier temor, cualquier duda. Sólo tenía que dejarme llevar. Dejarme llevar, dejarme llevar... Seguro que tiene más de 30 años, pensé. A mis 22 años, todavía no solía hacer ninguna discriminación de edad a la hora de sentir atracción por alguien. Pero al final, nunca terminaba con chicos muy mayores, a pesar de que la madurez sí que era algo que yo valoraba.

Cuando llegamos a su casa, casi escondida en una tortuosa calle del centro, me condujo a oscuras a través de las estrechas escaleras. Olía a polvo y a cerrado, y cuando me estrechó contra la pared y me rodeó con sus brazos, tuve por primera vez en mi vida esa sensación embriagadora de ser poseído, de ser tomado por aquel cuerpo que sentía que podría hacer conmigo lo que se propusiera sin que yo pudiera físicamente evitarlo. Su boca era amplia, y su lengua, voluminosa como todo él, me supo extraña cuando se introdujo en mi boca. Casi sostenido por su fuerza, arrastrado escaleras arriba, entramos en su habitación, y me depositó suavemente sobre su cama. Después se levantó un instante, para dirigirse al otro lado de la habitación. Escogió un cd, y lo puso en su equipo de música. Yo esperaba cualquier tipo de música romántica que me fuera a borrar la líbido del cuerpo conseguida en la escalera. Incluso algo de jazz suave que nos aislara del ruido de las ventanas abiertas a la calle. Pero entonces comenzó a sonar aquella música.



Nunca hubiera imaginado que de aquellos altavoces fuese a salir aquella música de danzas del renacimiento. En casa tenía algo de música clásica, pero la música antigua me parecía un auténtico aburrimiento. Lacónica y repetitiva.

A Enrique, sin embargo, parecía gustarle mucho. Comenzó a bailar desnudo por la habitación, imitando esos bailes medievales reverenciales y saltarines. Yo aún estaba perplejo sobre la cama. Él parecía tener su mundo propio donde todo aquello cobraba sentido, donde hasta lo más aparentemente aburrido podía transformarse en algo dinámico y divertido. Así, pasó del suelo de losa a las sábanas, danzando, moviéndose sin parar. Y su danza se transformó en compartida sobre el lecho. Y bailamos retorciendo nuestros brazos y nuestras piernas. Y las manos recorrían la piel del otro como rasgando la piel de los tambores que nos acompasaban. Yo me sentía volar, como inmerso en otro mundo donde todo era posible. Y volamos, claro que volábamos... él me rodeó de nuevo, y me hizo sentir esa serena pérdida de la realidad mientras su piel recorría la mía, mientras su vértigo entraba en el mío. Lo hizo, pero también se dejó dentro de mí esa inquietud infalible para transformar el vacío de la vida, para hacer del tiempo búsqueda. Para hacer de la música una compañera.

En Enrique, todo era grande, no solo su físico. Desde su tremenda inquietud hasta la oscuridad en la que bañaba la mayoría de su vida. Poco a poco fui sabiendo detalles. Los que me desconcertaron, como el de saber que tenía nada menos que 46 años que (sinceramente) no aparentaba ni en aspecto ni en vigor, pero que me trasportaban a una zona de inquietud e inseguridad de mi aún escasa madurez. (a pesar de todo, allí seguía yendo yo, casi a diario). Los que me atrapaban y enloquecían, como aquella inagotable pasión por todo, por reconstruir la historia de aquel libro antiguo que había heredado de su padre, o sus convicciones políticas, o aquella música del Renacimiento Español que podía escuchar hasta la extenuación sin perder un ápice de placer en la mirada, ni en el ritmo que siempre seguía con la cabeza. Y yo que iba aprendiendo con él, y apasionándome por todo lo que él vivía con pasión.

Y así, entre visitas a aquel ático de Sevilla, y búsquedas del libro aquel, y danzas sobre la cama, y ratos de espía de aquella aristócrata local que vivía en frente y a la que controlábamos todos sus amantes, fui entrando poco a poco en el hábito del sexo desenfrenado, y también de las danzas renacentistas. Comprendí que la música respondía a una necesidad que era universal. Como también lo eran las palabras y la grandeza de la literatura. Y que algunos, como él, y como quizá yo también, podían vivir sus emociones a través de la memoria de otra época. Porque la intensidad y la pasión son siempre las mismas e igualmente actuales, aunque la gente nos tomase por locos.

Enrique se fue un día. De repente, como un golpe seco. Desapareció de mi vida, casi sin decir adiós. Siempre supuse que había vuelto con su antigua pareja. Hablaba con mucha frecuencia de él. En el fondo yo sólo debí ser un entretenimiento, poco más.
Pero me acostumbré rápido a no tenerle. Me hice a otros brazos y a otros sexos. Cada vez que pasaba delante de su casa miraba hacia su pequeña ventana, pero nunca vi a nadie. Sin embargó, la emoción por aquella música nunca me dejó. Y así ingresé en el conservatorio, y terminé todos los estudios de percusión, e impulsé aquel pequeño grupito de aficionados a la música antigua que nació como un juego, con los compañeros de clase, pero que es ahora un grupo de cierto reconocimiento.

Han pasado más de 15 años, y no he vuelto a ver a Enrique, hasta esta noche. Han pasado muchos hombres por mi vida, Y todos los he vivido como si fueran el primero, y a la vez como si fueran el último de mi vida. Como si tuviera que agotar la intensidad cada día. tal y como aprendí de él. Tal y como me contagió él.

Estaba en primera fila del auditorio, seguro que no me reconoció, pero yo e él sí. Su vejez de ahora ya no es camuflable, pero sigue teniendo esa misma fuerza en la mirada. Habría querido preguntarle tantas cosas... Pero no, no podía. Así que tan solo me dejé llevar por aquellos recuerdos que casi ya había olvidado, para interpretar ese villancico de Juan del Enzina que estaba en el programa. Recordé cuánto le gustaba escucharlo. Y creo que nunca habrá escuchado una versión más entregada que la de hoy... No sé si me reconoció, supongo que no, pero en un breve instante que conseguí mirar hacia él sin distraerme reconocí su sonrisa de satisfacción y placer. Aquella que me llevó a este amor con fortuna. La fortuna de encontrar la pasión por existir y sentirse vivos.



AMOR CON FORTUNA

Amor con fortuna
me muestra enemiga.
No sé qué me diga.

No sé lo que quiero
pues busqué mi daño.
Yo mesmo m'engaño,
me meto do muero
y, muerto no espero
salir de fatiga.
No sé qué me diga.

Amor me persigue
con muy cruda guerra.
Por mar y por tierra
fortuna me sigue.
¿Quién hay que desligue
amor donde liga?
No sé qué me diga.

Fortuna traidora
me hace mudança
y amor, esperança
que siempre empeora.
Jamás no mejora
mi suerte enemiga.
No sé qué me diga.

17 comentarios:

Anónimo dijo...

Hoy he dedicado la mañana a pasar por internet y leer algún blog, ya que hacía tanto tiempo que no lo hacía. Lo cierto es que tengo mucho que contar, quizás sea que falta motivación, o lo que me tiene aquí atento no me deja hueco a cosas asi (será el miedo de sacar lo que está prohibido sentir?)

tu cuento, como no, entra dentro y juega conmigo y yo con todo lo que en él ocurre.

en el blog de nat, mucha envidia de ver todo lo que os mantiene juntos y yo aqui, tan lejos que la noche ni se digna aparecer, lo cual me tiene muy mosqueado... los días deberían tener sus ciclos de noche y día!!!

te beso y te abrazo desde este norte tan luminoso, esperando el hueco exacto.
jose/nene/efesor

salva dijo...

¡Niño otro post precioso!, conectas con mucha facilidad con mis emociones.
Es curioso los mecanismos que rigen la atracción; como en un momento determinado y fuera de toda lógica te sientes irremdiablemente fascinado y al mismo tiempo anulado por una persona, por su sola presencia, esa fascinación te hace en parte olvidarte de tí mismo y de los miedos, te dejas llevar por ella hasta el final sin pensar en las consecuencias.

Y como toda atracción, como toda fascinación desencadena en deseo, que devoras, que consumes con avidez, con intensidad, y de repente como una vela se desvanece, y desaparece sin más.

Una historia de encuentros, de reencuentros y de música, que marca, que define muy bien y que se integra perfectamente en el post.

ahora pienso en unos ojos verdes, pícaros y pequeños...

Anónimo dijo...

Se acaso um dia tivermos de fazer um balanço de vida, o que se "regret" é precisamente o que não tivémos coragem de fazer, por medo ou por qualquer outro motivo, não o que se tentou e não resultou, o insucesso. Mais vale uma paixão vivida e posteriormente não correspondida do que cem "imaginadas", virtuais,sem serem concretizadas. Contudo, fica-nos sempre um sabor amargo, cáustico e félico (não fálico..)no instante da ruptura, do abandono. Há quem fique com chaga, difícil de sarar. Nothing is taken for granted, Nada!, e isso tem sido a minha "fortuna", daí que tento cada vez mais viver o presente de modo pleno, com verdadeira paixão.

Martini dijo...

Mira que me gustan tus relatos! me ha encantado, de una exquisitez insuperable!!!

Besos, muchos besos

Fenjx dijo...

:)

NaT dijo...

Pero que bien que escribes ¡¡joio!!
me voy a tener que juntar contigo más a menudo, a ver si se me pega algo ¿no? pero bueno, eso ya será el mes que viene.
Besotes

Alfredo dijo...

Estuve el sábado pasado viendo un espectáculo que hubiera encantado a tu Enrique. L'Orfeo, de Monteverdi, con una buena interpretación de un grupo inglés de música antigua.
Así que he disfrutado doblemente con tu historia.

Anónimo dijo...

La de cosas q se entera uno contigo y además hasta se aprende. tomaré nota!

Besos de Fanta manzana1

David dijo...

Me encanta. Tiene momentos de una fuerza tremenda. Me deja algo compungido el tema del paso del tiempo. Cómo 15 años son muy diferentes para uno y para otro...

Arquitecturibe dijo...

Genial!

Javier dijo...

Tengo la gran suerte de poseer este CD, el cual formaba hasta ahora parte de esos momentos serenos de intimidad, relajación y meditación, ahora tal vez encuentre un nuevo significado, gracias a tí.......;)

Desde la Ranbla Catalunya ;)

Vulcano Lover dijo...

Efesor.
Mi niño, no sabes la alegría que me da verte por aquí... este final de curso está siendo ma´s frenético de lo que pensábamos, pero tampoco nadie diría que tras muchos sms's y una noche especial de conocernos y despedirnos, íbamos a seguir e TAN estrecho contacto como en realidad estamos. Cierto que hemos perdido algún hilo y aplazado más de un cuento, pero nos espera un futuro muy bonito, no crees?
Besos, nene
Salva
Quería contar varias cosas... quizá demasiadas... Y la música como hilo y como objeto de reflexión sobre muchas cosas... Me encanta cómo le sacas punta a todas las cosas que escribo... jajajaj... Muchos besos, guapísima.
Antonello
sempre tive muito claro que as paixões têm de ser sempre vividas e não só imaginadas, mesmo com o risco de perder tudo. Sim, amigo, creio que falamos a mesma lingua... Um abraço e obrigado de continuar a me ler.
Mar-ini
con seguidores así da gusto escribir... yo no estoy muy convencido con este, pero bueno, al menos no os he aburrido.
fenjx
:-P gracias por tu gesto, en tu periodo de silencio. Me sabe muy bonito... Recibe muchos besos, silenciosos
Nat---
Gracias, guapa... pero es que creo que me ves con bueno ojos porque me quieres mucho... A ver si nos vemos, que estoy tan cansadito que igual hasta suspendo mi viaje... hablamos, vale??
Alfredo
Sí, seguro que le encantaba el Orfeo de Monteverdi... pero, sabes una cosa??? lo que en realidad le gustaba mucho mucho al verdadero Enrique, era la música barroca francesa... ya ves.
Un beso
Quijote.
Para aprender vente unos días conmigo, ya verás--- Anda que no vamos a beber fanta...
Un montón de besos, guapo.
David.
El paso del tiempo nos dice tantas cosas. De cómo somos, de cómo cambiamos, de cuáles son las cosas importantes, las personas importantes... de que la mayoría no trasciende, y quizá sí lo más infimo, sin que no demos verdadera cuenta... qué extraña es la vida, eh??? Tengo ganas de seguir con esa conversación, sabes?
Besos. y cuídate (qué cansados andamos todos esta semana...)
Dark Angel
Gracias... Me gusta verte por aquí. besos.
Pe-jota.
tenías que haber conocido a algún Enrique tú también, supongo...
Besos, guapo, y gracias por tu regalito de hoy, sabes que me gustó mucho.

Anónimo dijo...

Tienes razón. Me ha emocionado mucho el texto. Sobre todo el papel que juega para el narrador ese hombre maduro que es quien juega el papel de iniciador si no me equivoco, quien con sus bellos gestos, cariño y sexo le está diciendo al joven "Intellectum tibi dabo et instruam te in via hac qua gradieris: firmabo super te occulos meos".
También tiene la parte triste, la del paso del tiempo, la nostalgia...
Tiene mucha fuerza. Enhorabuena por el relato.
Salud y Libertinaje

senses and nonsenses dijo...

la primera parte de la historia me ha recordado a otra época, otras tierras, otro enrique... qué habrá sido de él? esos enriques que recuerdo y que aún siento su gran influencia sobre mi piel, viejos maestros del deseo...
y como dice gato nocturno, la nostalgia del paso del tiempo...
y en estos momentos de bajón, siempre nos resulta cómodo refugiarnos en recuerdos.
gracias por este texto, me ha gustado más según lo he ido pensando.

un abrazo.

Anónimo dijo...

qué fortuna que por fin me deje tu blog abrir la ventana de comentarios!! Tu historia me ha emocionado mucho, porque yo también tuve un Enrique "in quei verd'anni miei". Lo que pasa es que lo mío no pasó del platonismo, porque ya sabes que la antonia clásica es más casta que la moderna...:-P
Ya comentaremos las historias cuando nos veamos o nos leamos.
Ciao ciao

@ELBLOGDERIPLEY dijo...

Me gustó mucho y me atrapó la historia, la perfecta combinación y sincronía entre el texto y la música antigüa. De hecho, me he imaginado que estabáis bailando "Amor con Fortuna", lo he imaginado completamente. Un abrazo.

sopi/magyca dijo...

simplemente me has hecho llorar, al igual que a ti a mi tambien me han hecho amar la musica, al igual que a ti solo me dejo la musica... uff que manera de llorar. besitos