11 de julio de 2007

Fantaseando en wifi

El personal de apoyo informático del edificio donde trabajo es el único que osa romper el rígido código de vestuario que, sin ser oficial, es religiosamente seguido por la práctica totalidad de empleados. Los informáticos suelen ser gente joven, y muchas veces acogidos a contratos de tan corta duración que su rotación hace casi imposible reconocerlos porque a la segunda incidencia que vienen a ayudarle a uno, ya se trata de una nueva persona.

Hoy no era uno sino dos los que han venido. Yo no los había visto nunca. Me ha llamado la atención lo jóvenes que parecen. Con sus camisetas de rayas de colores y su pelo encerado y peinado con tanto estilo se hacen notar más en medio del tono gris general de la planta. Pero no, no venían a reparar ningún equipo. Traían en sus manos un extraño aparatito, equipado con una prominente antena, que iban dirigiendo a diferentes lugares, al tiempo que apuntaban una serie de valores en un teclado. Les he preguntado, lo admito, más por el interés de hablar con ellos que por el de saber qué estaban haciendo.
-Medimos la cobertura del wifi en el edificio- me ha dicho uno de ellos. He notado cierta sonrisa pronunciándose en la comisura de sus labios, aunque ha sido tan sutil, que es posible que haya sido más producto de mi fantasía que de la realidad. Es que el muchacho es sin duda atractivo. Y su tono de voz, aún lo hace más. Desafectado, pero con cierta concesión a una oscuridad entre seductora y correcta.
-- Ah -- he dicho, devolviéndole una sonrisa que, como digo, no estoy seguro de haber recibido. Después de esto sí que ha sonreído, y la sonrisa le sienta francamente bien. Tanto como su camiseta, ciertamente ceñida a un cuerpo que, al acercarse, me ha hecho temblar la imaginación. Y es que al apoyarse suavemente en mi mesa para hacer una de sus anotaciones, las curvas de su cadera, delimitadas por el intenso color naranja de su camiseta, han cambiado su ángulo con una levedad que no ha hecho más que despertar inevitablemente el ardor de mi mirada. Al salir de la sala le ha hecho un comentario en voz baja a su compañero, apoyando despacio la palma de la mano sobre su hombro. El otro, de complexión algo menos robusta, pero innegablemente atractivo, ha dirigido su mirada hacia mí, sólo un instante, justo al momento de cerrar la puerta de la planta.

En seguida me he puesto a continuar mi tarea. De todas formas, he de reconocer que lo aburrido del informe de seguimiento de actividad que realizaba esta mañana ha facilitado que las imágenes de estos dos chicos me hayan estado distrayendo de alguna manera, durante un par de horas.

A media mañana me he bajado a tomar un café a la máquina de la planta 6, donde no hay nadie, pues de momento está en obras. Voy ahí cuando no me apetece hablar con nadie, porque siempre está vacía. Hoy, sin embargo, he escuchado unos pasos mientras saboreaba mi café... He levantado la mirada, mientras, sin dejar lugar a que mi imaginación iniciase ya su habitual mecanismo de concupiscencia en estos casos de zonas a medio iluminar, han aparecido los informáticos de antes. Lo primero que he notado es que la semioscuridad del lugar reforzaba sin duda las sombras que dibujaban los músculos de sus torsos, creando una escena que no podía sino convertirse en objeto de deseo. Les he mirado fijamente un segundo, como de pasada, para bajar después los ojos hacia el suelo, arrepentido del atrevimiento. Ellos han seguido con sus mediciones aquí y allá, delante y detrás mío. Mientras, yo he ralentizado el terminar el poco café que quedaba ya en el vasito de plástico.

Es increíble la cantidad de rincones a los que puede llegar la conexión inalámbrica. ¿Serán necesarias tantas mediciones en una planta donde de momento no trabaja nadie?, me pregunto. Pero los chicos no hacen más que ir de un lado a otro anotando. De frente a mi, detrás, en una de las esquinas. Y yo los veo pasar con mi vasito en la boca, y mis ojos corriendo por la habitación detrás de sus espaldas, de sus pechos, de sus pantalones...
Finalmente han dejado el aparatito sobre una mesa, y se han internado en la zona que está propiamente en obras, dejando cerrar la puerta como con cautela. He visto la mano del último, blanquísima, como sellada en la madera, para después deslizarse y desaparecer despacio, casi como en una grabación a cámara lenta. He apurado con violencia el último trago de café, y me he quedado de nuevo en silencio, paralizado... Tras un par de minutos he abierto con cuidado la puerta, casi temblando. La oscuridad en esa zona es aún mayor. Me interno con cuidado. Los chicos parecen haber desaparecido. El silencio es casi preocupante. Pero la planta es diáfana, y de ellos no hay ni rastro. Hasta que mis ojos se detienen en la puerta del fondo, la única aparte de aquella por la que acabo de entrar, y que da acceso a los baños. Sin duda han ido al baño. Doy un par de pasos y dudo si seguir... Me acuerdo del informe, que debo entregar a última hora de la mañana, y que está a medio hacer en mi ordenador.

-- ¿Qué diablos hago aquí? -- me digo.
Pero no puedo evitar seguir hasta la puerta de los baños. La abro con cuidado y entro. Al principio no parece que haya nadie, pero en seguida percibo una respiración, primero casi imperceptible, y poco a poco haciéndose sentir más y más. ¿Agitada? No sé... Creo que sale de una de las puertas de los cubículos. Una que está entreabierta, situada al fondo, que se mueve un poco, como en una especie de balanceo. Me acerco aún más. El movimiento de las sombras que parece intuirse desde fuera me agita la respiración a mí también. Sobre el suelo, una de las dos camisetas. Un pie descalzo sobre ella. La espalda desnuda de uno de los dos, curvilínea y perfecta surge de repente inundándolo todo. La primera imagen que aparece ante mis ojos es la de la lengua del otro sobre sus hombros, deslizándose despacio, como saboreando la piel salada. Y su mirada de placer, que se desvía un instante para fulminarme de un golpe certero. El otro no se gira, pero extiende sus brazos hasta alcanzar las paredes de ambos lados. hacia uno de ellos se dirige aquella lengua, y me invita a mí a seguir por el otro. Lo hago temblando, agotando mi aliento al morder sus hombros y degustar los brazos duros, tensionados. Siento que bajo mi camisa se desliza también una mano. Y consigo con la mía traspasar su pantalón. Y tras el pantalón lo harán cremallera, licra, vello y piel. Y continúan las manos traspasando y bañándose en saliva, y en sudor. Y también los labios se unen a deslizarse hacia lo prohibido, a probar las diferentes texturas de las diferentes pieles, de las diferentes bocas, de los diferentes tactos de la carne, de sus curvas, de sus huecos... Y terminamos los tres flexionados en el suelo, con las bocas jadeantes y las manos bien apretadas, aún febriles de placer, aún húmedas, bañadas de semen. De nuevo, el de la camiseta naranja me dibuja su imaginaria sonrisa con un leve gesto de la comisura de su boca. No hay palabras. El otro se viste ya con rapidez. Y lo único que me viene a la cabeza es el wifi, como único testigo de lo que acaba de suceder... No sé por qué presiento que justo en ese lugar la cobertura debe ser máxima. Y que ellos lo saben. Las ondas electromagnéticas he debido absorberlas yo todas, pues al llegar a mi ordenador, los dedos han volado literalmente sobre las teclas para redactar del tirón el informe más exhaustivo que he preparado en los últimos meses. Lo hago entre suspiros de esfuerzo por el trabajo hecho a toda prisa y el placer de recordar lo que me acaba de suceder.
Mi Jefa ha pasado y ha preguntado que dónde me había metido, que si ya estaba listo en informe.
--Sí -- le contesto, -- en una hora lo tienes en tu bandeja de correo--.

Al final, hasta me ha felicitado y todo.
-- Es que con la nueva conexión inalámbrica tengo un acceso mucho más rápido a los datos -- le digo. Me ha mirado extrañada, como si no comprendiese. -- ¿Conexión wifi? -- me pregunta. -- Pero si precisamente se ha caído la red durante toda la mañana. Aún no la han arreglado, creo -- me comenta. -- Y parece que la avería es grave... Han venido unos chicos a arreglarla--.
-- ¿De verás? -- pregunto extrañado. Ahora soy yo el que traza una sonrisa imaginaria. -- Definitivamente sí, el wifi me lo he quedado todo yo. Y alguna cosa más, de paso, también.

18 comentarios:

mikgel dijo...

Vicioso del wifi... definitivamente no se puede ser más vicioso.

Aunque me han entrado unas ganas de estropear mi ordenador para que venga alguien a arreglarlo...

Bertix dijo...

caray con el wifi!!!!

;-)

Anónimo dijo...

Si es que algunos hasta al wifi le sacaes algo verde, jajaja.
¿Basado en hechos reales? Ainss grandullon, que gamberro estas hecho.

Muchos besos para ti y para tu contrario.

;-P

Fenjx dijo...

hace unas semanas yo también escribía un post sobre el wifi
pero nada que ver con éste
ya es verano en tu blog
que bien escribes nene
a veces pienso que eres un escritor famoso
que aburrido de las exigencias de su editor
se inventa un alter ego en la red
para poder al menos
unos minutos al día
dedicarse a lo que más le gusta
regalar palabras

Anónimo dijo...

Esto.... uy, tengo la conexión fatal. ¿Me dices que empresa era?
Esto.... menuda conexión.

QuijoteExiliado dijo...

Joer, ahora cada vez q digan wifi verás de lo q te vas a acordar!!

Ha sido todo como muy de peli porno, pero con la imaginación q se desborda y hace q te lo imagines tdo conforme vas leyendo, y suba la ttemperatura, y es verano.... y ....

Sigue por este camino y te veo publicando en la Sonrisa Vertical!!

Besos afantados!

CRISTINA dijo...

Suelo leer un poco de los blogs por la noche (más bien de madrugada). Y hoy que me pongo a las diez de la mañana, con el cafecito y el cruasán, me encuentro ¡¡con esto!!
Vamos, que me olvido y que lo leo de nuevo esta noche, con otro escenario y otra disposición.
Viva la conexión wifi

Javier Herce dijo...

Jejejeje, me ha gustado. Me he entretenido leyéndolo.

salva dijo...

Niño el verano, el calor, los cuerpos sudorosos de camisetas pegadas, el olor a celo nos vuelve locos y vuela la imaginación, aunque dicen que la realidad siempre supera la ficción.

Anónimo dijo...

el verano nos tiene calentitos...

me gustó el relato. nunca la palabra "semen" sonó tan poco cerda :P

senses and nonsenses dijo...

qué bien te lo pasas en el curro!
que aburrido sería el trabajo si no fuera por estas historias...

si hoy pretendías ponernos calientes lo has conseguido.

joder. cómo deseo que este relato sea real.
un abrazo.

Martini dijo...

Una mañana agitadilla ¿no?
Lástima que en mi trabajo no puedan pasar esas cosas...

Jajajajajajaja...

Besos (perdidos)

Carlitos Sublime dijo...

Oye... ejem... ¿no hay un puesto para mí en tu empresa? Porque si en la mía me pasara algo parecido, llamaría a la poli ;)

Niño, dedícate a escribir relatos eróticos en la colección Odisea. Te veo firmando libros.

Besos, wapetón.

NaT dijo...

Si si... ahora lo llaman despertar inevitablemente el ardor de mi mirada

Me ha encantado el relato la verdad... ¿Conseguiré llevarme a uno que yo me sé al servicio en verano que hay menos gente en el edificio? ¿O a la azotea?

Creo que voy a imprimir tu relato y dárselo XD ¿o queda demasiado directo? jajajaja

Un beso grande

Habibi dijo...

Te estoy enviando mi currículum, para que me busques faena. :P

Genial, me ha encantado, no es puerco como las historias eróticas habituales, es muy fino, y me gustan mucho los detalles, las curvas, la blancura, las formas y movimientos.
Bravo.

David dijo...

Madre mía cuando te pones lo que dices... Y a mi la palabra semen me ha sonado muy cochina. Mis informáticos son todos feos, debe ser por eso que ni me apetece que resuelvan todas las incidencias.

luigi dijo...

¡Pero que fresquisima Mari Conchi! Ains! A ver si hablamos antes de que te vayas, si es que no te has ido ya. ¡Un beso fuerte!

Javier dijo...

;),Ummmmmmmmm, jajajajajajajaja, buenas conexiones.