18 de marzo de 2008

Jacqueline Du Pré


Nunca he sido mitómano, a pesar de que los nombres de algunos artistas me han marcado profundamente. Es el caso de la violonchelista británica Jacqueline Du Pré, de la que he hablado aquí en alguna ocasión. Su figura está siendo revisada estos días en un ciclo que programa el Caixafórum de Madrid, en el que se proyectan las cinco películas documentales que el realizador y amigo suyo Christopher Nupen hizo sobre ella. El ciclo comenzó con una conmovedora conferencia que él mismo impartió en un bastante correcto castellano. Su cercanía personal a esta artista (recuerda él emocionado cómo le sostenía la mano en el momento de morir) le hace hablar con gran pasión de ella, pero su discurso no es sólo emotivo y nos transmitió un retrato de ella y del origen y el valor de estas películas que fue bastante interesante y objetivo.

Jacqueline Du Pré es una de esas figuras de la música que están quizá excesivamente rodeadas de mito y leyenda. Por resumir, para quienes no la conozcan, su carrera fue meteórica desde los 16 años que ya debutó en una de las grandes salas de concierto de Londres. Su talento y la desatada pasión con la que interpretaba la catapultaron a una fama que su matrimonio con el entonces también emergente pianista y director de orquesta Daniel Baremboim contribuyó a rodear de morbo. Su talento era realmente excepcional y todos los que la conocieron coinciden en señalar su inmensa musicalidad y su don para transmitir con pasmosa facilidad sus visiones de la música. También coinciden todos en destacar sus valores humanos, su energía vital, la musicalidad que la rodeaba en todo lo que hacía, así como su gran generosidad.
Las películas de Nupen (nos contaba él) así lo demuestran. La gran aportación del director es haber tenido la suerte de conocerla y ser consciente de su talento en un momento en el que el desarrollo tecnológico (fundamentalmente la aparición de nuevas cámaras de 10mm insonoras, que permitían la filmación en directo y en distancias cortas sin perturbar la música) le permitió un nuevo concepto de cine musical, capaz de acercarse a la interpretación desde ángulos tan próximos que desvelan a través de gestos y miradas las intenciones interpretativas de los músicos de una manera muy eficaz. Él, además, tuvo la ocurrencia de filmar a Jacqueline y todo el grupo de jóvenes músicos y amigos que tocaban en esa época (finales de los 60) con ella (ahora todos ellos músicos de primera fila como Baremboim, Zubin Metha, Pinchas Zukerman o Itzhak Perlman) en escenas de la intimidad del backstage. Hoy en día ese tipo de imágenes están más que explotadas en innumerables programas de televisión, pero en aquella época constituía toda una nueva forma de aportar otra visión a transmitir la esencia de los interpretes. Las imágenes de este tipo que Nupen filmó nos muestran a una Jaqueline de una perturbadora sonrisa llena de una energía y vitalidad arrolladoras. Las mismas que volcaba en la música. La expresividad de sus gestos era evidente y transparentaba de tal manera sus emociones que realmente se puede decir que el espectador se pierde mucho de lo que ella es si sólo se queda en la escucha de sus grabaciones. Nupen habló de la importancia de la imagen en la música como elemento fundamental de comprensión de la esencia interpretativa. Sus películas son incisivas en mostrar primerísmos planos de las manos, de los gestos, de las miradas, con una inspiración realmente asombrosa.

La técnica y personalidad músical de Jacqueline Du Pré son indudables, así como su precocidad, su talento artístico y su talla humana. No hay manera de explicar la madurez y profundidad que alcanzan sus interpretaciones, realizadas a una edad muy temprana (entre los 15 y los 28 años) en la que la mayoría de los músicos son meros estudiantes. La naturaleza nos brinda de vez en cuando estos misterios. Su interpretación más recordada es la del concierto de chelo del músico inglés Edward Elgar. No hay duda que Jacqueline Du Pré ha transformado no sólo la forma de interpretar esta partitura, sino que la ha hecho universal. Es increíble cómo una adolescente de tan solo 20 años (edad a la que grabó el concierto) pudo ser capaz de entender la oscura melancolía otoñal de esta página y mostrarla al mundo como nadie antes lo había hecho.

Al igual que una macabra alegoría, la vida de esta interprete excepcional se truncó a los 28 años cuando le fue diagnosticada esclerosis múltiple, una enfermedad que produce un deterioro progresivo del sistema nervioso central . Toda una triste metáfora de la existencia. Su vida dedicada a la música no se terminó y ella siguió grabando hasta los últimos periodos de actividad -intermitente- que le dejó la esclerosis, colaborando como narradora en grabaciones de otros, y enseñando hasta prácticamente su muerte, en 1987. La enfermedad, sin embargo, la postró en una silla de ruedas y le impidió volver a tocar a partir del año 71. Profundamente crítica con su trabajo, nunca dejó de escuchar sus grabaciones y películas, lo cual le tormentaba profundamente pues era una de esas personas que necesitaban tocar música como forma de expresión vital, como oxígeno para vivir. Las imágenes de alguna entrevista realizada al final de su vida, en momentos en los que la enfermedad le permitió una cierta normalidad para poder hablar y mover las manos sin demasiada dificultad nos muestran una desoladora Jacqueline que sin embargo no pierde esa sonrisa suya llena de vida.

Quiero dejar aquí mi homenaje particular a esta violonchelista que tanto ha marcado mi forma de sentir la música. Alguien verdaderamente excepcional e irrepetible.
Aún recuerdo la primera vez que la escuché, por casualidad, en la radio. Su especial forma de tocar era y es inigualable. Una vez la has escuchado sabes que nunca podrás oír tocar a nadie como ella. No sólo por la arrebatada pasión con la que interpreta (dinamita pura que quemaba literalmente los micrófonos de los estudios de grabación) sino también por el timbre personalísimo que conseguía del instrumento, que yo personalmente no he vuelto a escuchar a ningún otro chelista. Os animo a comprobarlo.
Destacaría de entre todas sus grabaciones la de las sonatas de Brahms, con Daniel Baremboim, el inigualable concierto de Schumann (su más honda interpretación en mi opinión) o su grabación del concierto de Dvorak, que cuenta con uno de los más tristes finales que se hayan grabado jamás, en el que ella parece presagiar que no volvería a grabar más esa música. Y por supuesto, su obra emblemática, el concierto de Elgar, con cuyo final os dejo. Os recomiendo verlo hasta el final y fijaros en la forma de interpretar, que se le escapa a través de la mirada y del movimiento de su cuerpo.

10 comentarios:

Martini dijo...

fascinante!!

NaT dijo...

Joeee, cuando le pones tanta pasión me da una rabia no poder ver los vídeos...
Y luego por la noche en casa, se me olvida.
Sí, me voy, mañana mismito a mi pueblo :) y tengo unas ganas... que ni te cuento, necesito alejarme un poco de todo y de todo un poco.
Un besazo grande y disfrutad de estos días tanto si os quedáis como si os marchais al norte, al sur o al oeste.

Cvalda dijo...

Menos mal que la vida aún nos sorprende con historias como ésta...:)

senses and nonsenses dijo...

impresionante la historia. me has dejao'... no la conocía. como puedes imaginar.

un abrazo.

Javier dijo...

Más que comentar creo que se impone aplaudir tu esfuerzo y el emotivo y reflexivo acercamiento que realizas a esta gran virtuosa.

Carlitos Sublime dijo...

No sabía nada de esta señora, pero aprovechando tu post y tus enlaces, he leído su biografía y he descubierto por qué fue importante. Así que gracias. En cualquier caso, y más allá de los logros técnicos y profesionales, me parece que es protagonista de una bonita historia de amor.

Muchos besos. Y gracias por ofrecerte a decirme rey ;-)

Carlitos

Luís Galego dijo...

a história da vida de Jacqueline Du Pré é algo completamente impressionante. A obra tambêm, embora no caso em apreço não consiga distinguir uma da outra. Que bom vê-la aqui recordada.

pon dijo...

GUAU!!!!

CRISTINA dijo...

¡¡Qué tristeza!!
Si una enfermedad así puede ser una condena, en algunos casos es, además, una terrible ironía. Como si la vida le quisiese quitar a esta mujer y privar a los demás de su esencia, su don.
Por lo menos ha pasado a la historia. Y, por encima de la enfermedad, será siempre grande, una concertista única, una de las mejores chelistas.

Besos, Vulcano.
Muy bonito el post.

Fenjx dijo...

me enamora tu mirada
y me fascina mirar a través de ella
y como la compartes y la traes aquí con meticulosa y ordenada delicadeza
no exenta de pasión
y eso es siempre de agradecer
para alguien como yo
al que dos ojos
no le bastan