6 de octubre de 2008

Noches en blanco.



Había noches en las que reconozco que no era aplicado. Me escapaba sin ser visto y echaba a andar calle abajo, hasta que la oscuridad me tragaba. Confiaba en el sueño pesado de Íñigo. A pesar de la libertad que siempre me había dado, en el fondo el estómago se me hacía un nudo al cerrar la puerta y apretar el botón de llamada del ascensor. Y eso que creo que nunca notó nada.

Aquellas noches la sangre me hervía y el frío de la calle no refrescaba mi excitación ni un ápice. Acudía a los bares de entonces. Esos a los que iba antes de conocer a Íñigo. Seguían yendo casi los mismos. También él, aunque nunca le hablé. En eso las cosas no habían cambiado. Al primer sorbo de vodka el estómago se apaciguaba y comenzaba a borrarse esa extraña sensación de no estar haciendo lo correcto. A veces me quedaba hasta pasadas las tres de la mañana y al volver a casa no siempre quería recordar todo lo que había sucedido. El filo del ecuador de la noche solía sorprenderme en lugares insólitos como parques, portales o incluso algún que otro interior. Pero hasta ahí alcanzaba mi indisciplina. Estuviese donde estuviese, retomaba mis pasos y me marchaba a casa. Nunca hubo palabras. No las necesité. No las necesitábamos.
Al volver, con el frío retomando mis manos y mis pies, olía mis dedos con ansia y dejaba que por última vez el caudal de sentimientos encontrados chocase en mi interior. Después entraba sigiloso en casa, me lavaba silenciosamente en el lavabo, entraba en la cama y me acercaba a Íñigo, que respiraba profundamente hundido en su sueño. Era muy especial sentirlo tan tibio entre las sábanas. Como volver a casa después de un largo viaje.

Después de Íñigo vino Felipe, pero con él nunca me he escapado. No sabría muy bien por qué. Felipe es diferente. Y supongo que también porque su sueño es demasiado ligero. Pero también porque es más frágil, más débil, más inseguro, y eso me hace preocuparme más por él. Supongo que es una relación más descompensada. No sé, hasta ahora no lo había pensado. Y es que tampoco echaba de menos el peligro de las noches ausente de casa en secreto.

Hoy, sin embargo, aquella sensación ha vuelto. Esta tarde me ha parecido verle en un vips del centro mientras hojeaba una revista. He salido enseguida, sin ser visto, eso creo. Pero no me detenido hasta llegar a casa y encontrar aquella camiseta rebuscando entre la ropa vieja. Me ha costado, casi pensé que la habría tirado. Pero allí estaba, perdida entre las cosas de verano, en el fondo del altillo del armario. Aún tiene aquel olor. Y su efecto no se ha hecho esperar.

Esta noche Felipe no está, se ha ido a pasar la noche con su madre, que anda mala la pobre. No es la primera vez que lo hace, pero sí la primera que siento esta desazón, como un animal que mordisquea mis entrañas. He puesto música alegre, de la que nunca suele fallar. Pero hoy, esas mismas notas se me cruzan en la cabeza y me empujan hacia la puerta. Siento un deseo atroz de calzar mis pies desnudos en los zapatos que descansan inmóviles a tan sólo unos metros. Después, es tan fácil como tomar una chaqueta y llegar hasta el pomo frío de la puerta. Siento ya cómo calmará mi mano que arde. Abrir y salir. Tan sencillo. Hoy, ni siquiera tengo que preocuparme de no ser escuchado.
Me detengo y tomo una decisión. Sonrío, porque la duda acaba de esfumarse. Ya pensaré en lo demás mañana por la mañana, me digo.

9 comentarios:

Martini dijo...

nunca dejas de sorprenderme con tus relatos... decidiamente eres mi muso...

Fenjx dijo...

estos relatos de vidas furtivas siempre son como un viaje a otras búsquedas que aunque no son la mía
podrían serla
cada uno a su manera busca el absoluto
un segundo, dos, 24 minutos o con suerte toda una tarde
sentirnos vivos
ya sea como animales desatados o como actores armónicos danzando al compás bajo las estrellas
es como ponerse una gabardina que no es tuya ni huele a ti
que no te queda cómoda
pero que es de tu talla

Carlitos Sublime dijo...

Si es que en el fondo somos todos TAN humanos... Por cierto, me ha encantado el símil de "como un animal que mordisquea mis entrañas". Muy bueno.

Besos

senses and nonsenses dijo...

es como la historia de mi vida (en una época muy concreta, eh).
no me queda claro su decisión: al final salió, o prefirió quedarse en casa? ...y esperar a Felipe.

un abrazo.

Anónimo dijo...

la necesidad de escapar, de vivir un rato intenso que nos hace sentir y des-sentir.

ya lo dice ella:
i'll go through all this
before you wake up
so i can feel happier
to be safe up here with you

Alfredo dijo...

Pero llega un día en que dejas de jugarte la vida por un subidón de adrenalina. Y entonces es que te has hecho viejo.

Argax dijo...

Veo un nexo común en muchos de tus textos: hablan de libertad. De su búsqueda o de su pérdida.

Un abrazo, en noviembre estaré por Madrid seguramente.

Javier dijo...

Siempre hemos de estar moviéndonos entre lo que debemos y lo que no, siempre castigándonos y fustigándonos con los cargos de conciencia y los sentimientos de culpa. Sí dejáramos que las relaciones fluyeran, ¿No serían etas más duraderas y estables?, se acabarían los reproches y demás zarandajas, o acaso no es algo totalmente diferente amor y sexo, podemos amar y desear a una persona, y serle fiel en el amor, pero y en el sexo ???, menuda pregunta ...

Luís Galego dijo...

senti uma nostalgia enorme nestas palavras escritas...senti muito este texto, meu amigão