Acabo de volver de ver Brokeback Mountain, y me siento abatido. Abatido después de haber asimilado la fuerza y la humanidad de la película, que es inmensa, porque es universal la historia que cuenta. Porque cuenta la historia de la vida, del paso del tiempo, de la imposibilidad de comprendernos, y de la imposibilidad de comprender a quien queremos. De la pasión y de su fuerza cegadora, capaz de destruir el mundo a su alrededor, pero de la misma forma en realidad también salvarlo. De la carne y del deseo, pero sobre todo de la humana necesidad de aquel/la a quien queremos. De la infinita imperfección del mundo y de nosotros mismos. Y del amor como fuerza poderosa que está por encima de todo lo demás. De la belleza, que pasa del exuberante y desmesurado espesor de la montaña, a la desnuda y árida, pero a la vez lírica, como en un cuadro de Hopper, soledad de la horizontalidad texana, con la misma cadencia con la que la incomunicación se abre paso. Porque Ang Lee nos sitúa como espectadores de primera fila en el drama universal, pero nos coloca la espesa cortina de la opacidad de los personajes para que suframos e imaginemos la incomprensión, la vertiginosa insatisfacción que va tomando lugar en esas miradas. Y porque es una película de silencios, de unos silencios mortales, que me han dejado sin aliento, con el corazón encogido: todos y cada uno de ellos. Porque en esos silencios está realmente escrito el guión.
Pero también porque como humano e imperfecto, yo también he sido esa historia una vez. En mi caso, con demasiada similitud. Y esas historias, nunca se van. Esos silencios quedan tatuados a fuego en la oscuridad de los pasillos del alma y en días como este, sangran con violencia, salen de detrás de sus puertas, exigen ser escuchados de nuevo.
A pesar de todo, yo esta noche dormiré abrazado a quien amo. Pero eso no ocurrirá con todos los amores que no pueden ser. Y así ha sido desde que existimos. Así que cuando esta noche descienda al cálido abrazo de mi amado también, al mismo tiempo, sentiré el escalofrío de quienes han amado y amarán sin obtener abrazo, obteniendo condena, rechazo, incomprensión de los demás y de sí mismos. Sean gays, personas de diferentes razas, condiciones, latitudes... La historia del mundo se ha hecho de infinitas historias de amor desmedido que han debido permanecer en secreto. Que quede como sencillo recuerdo de todo el amor invisible que ha cruzado el planeta, de norte a sur, de la prehistoria al futuro. Por ellos y ellas.
6 comentarios:
No haces más que leer lo que siento, neverland, una vez más y con asombrosa perfección. El Tête à tête se prevé cuanto menos interesante. Ah! y gracias a ti hoy por tu río de lava verbal, espeso y apasionado, que me inunda pero me acompaña en este mañana que vuelve a tornarse especial.
Te recomiendo también el artículo que escribía la autora del relato sobre su génesis y su transformación en película, desde su mirada, en El País semanal del domingo. Aporta cosas y resulta conmovedor. Si no lo tienes, intento hacértelo llegar.
Me resulta intrigante sospechar qué otras formas de pensar comunes hallaremos. Me encanta tu lenta simetría inesperada.
Si hay una cosa que te envidio, es esa facilidad de palabra, esa increíble capacidad de transmitir los más puros sentimientos a través de la letra escrita, sabias al leer mi post, que esta entrada tuya me llenaría y me emocionaría, has logrado que mi corazón palpitara, supongo que al mismo ritmo que el tuyo cuando lo escribiste.
Has logrado robarme otro beso
jo nene
al llegar al final
no podía leer y limpiarme las lágrimas a la vez
en esta noche te busco a través de las palabras porque necesito las tuyas
se que son éstas
las que voy encontrando mientras busco en este baul lleno de cosas que necesito leer
yo aún despues de verla dos veces y de todo este tiempo
no he conseguido digerirla
ni sé si lo haré alguna vez
(la película)
Hola, compañero.
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