Hay un camino que lleva al noroeste. Pedregoso, árido, llano; de esos en los que cada árbol se convierte en símbolo. Este camino se hace más camino cada vez que lo recorro, y llevo haciéndolo desde mi infancia. Es el camino de mis orígenes, de la brújula de mi piel. Mi camino se hace tibio y forestal cuando entro en ese reino verdescente(1) de los secretos rincones y de la voz de agua multiplicada entre las ramas. Sería capaz de llegar hasta allí con los ojos cerrados, y saber que estoy a ciencia cierta en los dominios de la reina Lupa, porque el olfato no me falla y mi sangre, suave bombea con insistencia cuando mi pecho siente dentro ese dulzor inefable de los árboles atlánticos. Las aristas se pliegan, lo agudo se torna romo, y la melancolía de las ondas suaves de la fraga te acompaña rozándote la nuca. Mi aliento nace del espesor de ese interior secreto, ideado e imaginado, sorprendentemente girado hacia sí mismo. Mi camino conduce a un valle, y el valle me lleva lentamente, descendiendo, hasta la orilla del mar, de una ría estrecha y segura que tiene nombre recio y que bordeo entre óxidos y hortensias, a la luz mortecina de la tarde cansada de verano. El bosque juega a esconderse y a dejarme ver. En la orilla, la espuma me devuelve el brillo cegador del sol interminable. El camino lleva a un castillo, el castillo a otro bosque, el bosque a un prado de hierba nueva, el prado a un faro, el faro, finalmente, a una gran roca, dulce en su contorno cóncavo, como una silla milenaria y serena. Esa es mi roca. Y aquellos, mis ojos. Unos ojos que descubren impunemente la redondez del planeta, el vasto occidente de agua, la espesura azul de un océano que de inmenso, digiere los rayos del sol en la más deseada puesta de sol, esa en la que el rayo verde(2) nunca defrauda en verano.
Confesar ese secreto justo allí ha sido siempre mi mayor muestra de intimidad humana: mi más profunda forma de sentir descansa en la existencia de aquella roca. Cuando voy, siempre busco una excusa para acercarme allí solo, despacio, con la ritualidad que entrar en tu única casa verdadera en este mundo tiene. Allí, sobre el granito tibio del atardecer, he tomado las decisiones más importantes de mi vida. Mis estudios, mi amor, mi sexualidad, todo me ha llegado siempre claro al contacto de su rugosidad. Y de esas decisiones firmes, tomadas en la soledad oceánica, inspiradas por el sagrado Pindo(3), ha nacido mi mayor felicidad. La de saber quién soy y quién quiero ser. La sabiduría para relativizar todo y para sentir la conexión con lo infinito y lo universal. Siempre me acompañó allí la belleza soberbia de la Naturaleza de la que somos inspiradores a la vez que guardianes. Esos momentos de intensa intimidad han vertebrado sin duda mi vida, y se han convertido en compases en el recuerdo, a través de los cuales volver a nacer a la experiencia de la belleza como inexorable motor de la existencia. Cuando estoy en mi roca, siempre he sentido la necesidad de encontrar un sentido a la vida desde uno mismo como ser en soledad, sabiendo por encima de ello que me siento también ser social, nacido con una serie de necesidades de afecto y de relación que me producen una intensa dependencia de la que no sé si puedo ni quiero escapar. Mi amor, aguda espina que enlaza soledad convencida y necesidad del otro, intenta conjugarlo todo con la palabra y con la intensidad del impulso reflexionado en un esfuerzo no carente de desilusiones.
Cuando siento que las olas, de hilo blanco, despegan con su frío mi sueño, miro hacia mi faro, al que quizás el ocaso guiña con complicidad. Y yo me siento minúsculo, átomo, aliento en el viento, mayúsculo en la necesidad de lo pequeño. Entonces sé que es hora de volver. Caminando, devuelvo mi espalda al mar y retorno por mi camino, que me lleva a mi bosque, a mi castillo, a mi orilla de ría, a mi fraga insólita, a mis montañas curvas, y al fin a dejar de oler tu esencia, a abandonar tu verbo poético, el que más, y volver a esas tierras amarillas, como de cartón piedra, encerradas en el agostado y tórrido viento abrasador.
(1)verdescente: (en gallego): que es intenso en colores verdes.
(2) rayo verde: El rayo verde es un fenómeno atmosférico, convertido por Jules Verne en protagonista de la novela homónima, pero con existencia real (aunque poco frecuente). Se debe al comportamiento de los rayos del Sol poniente o naciente al atravesar nuestra atmósfera.
(3) Monte Pindo: Monte sagrado de Galicia. Lugar presumible de ubicación del Olimpo Celta.
N.B. Carmen Martín Gaite (re)escribió su novela “La Reina de las Nieves”, cuyo protagonista, casualmente, tenía mi nombre, en varios veranos durante los primeros años de la década de los 90. Y Fue allí, justo allí donde yo la conocí, interesante y humana, femenina y consciente, insaciable. Pocas palabras intercambié con ella, y alguna mirada para el resto de mi vida. Y, sin saberlo, en aquel libro, estaba mi faro, y mi roca. Sin duda. A veces la vida es así de sencilla. Mi cuento es, de alguna forma, una confesión personal, pero que ansía ser homenaje a las horas de intensa pasión que los personajes de sus libros me han dado durante mi vida.
8 comentarios:
Tu mapa se (me) va revelando, Neverland...
Bueno, siguiendo con las confesiones. Para mí hay un anates y un después con la lectura de "lo raro es vivir" que (además) tiene mucho que ver con esa historia con la que te identificaste tanto el otro día, De Laclos. Es un libro que consulto a menudo y algunos de sus pasajes son ya tatuajes de mi forma de sentir.
Os deseo a los dos buen fin de semana.
El cuarto de atrás... Ahora no recuerdo si era el cuarto de atrás o ritmo lento en el que el protagonista, también se llamaba como yo (creo que era el último).
En realidad "Lo raro es vivir" no tiene tampoco paralelismo con mi biografía, pero sí que sirve de puente para muchas reflexiones, como tú dices. En mi caso, además, un día, hace años, tuve una experiencia que resulto suceder exactametne igual que en lo raro es vivr. De repente yo sentía (aunque por otras causaas) exactametne lo mismo que la protagonista, y exactamente en el mismo lugar y de la misma forma (La Gran Vía, que desde entonces tiene un valor literario muy personal para mí). La literatura de repente se hizo carne y realidad. Fue una experiendia dura, pero extraordinaria, la verdad. Creo que en "La Reina de las Nieves", también había algún magnético resorte que se desarrollaba en la gran Vía...
Por cierto neverland, que tengo yo un ensayo que se llama "El hilo en la cometa" que analiza la simbología de los personajes de las novelas de Carmen Martín Gaite. NO sé si te interesa o lo has leído ya...
Me ilusiona ir descubriendo cosas nuevas y lugares de encuentro con vosotros.
Yo con Carmen Martín gaite, tengo que confesar, que ya me enganché en la adolescencia, cuando leí su "entre visillos" identificado como adolescente asfixiado por la provinciana vida de mi Sevilla natal. Luego la relectura no ha resistido la admiración, pero si que me ha hecho tirar del hilo del resto de novelas y producción literaria en general de esta mujer excepcional.
Recomendación:
Si os gusta CMG, os recomiendo que probéis (si no lo habéis hecho ya) la escritora italiana, Natalia Ghinzburg, que si ser igual, tiene muchos paralelismos con ella. Su estupenda "le voci della sera" (las voces de la noche) fue magistralmente llevada al cine por salvador García Ruiz e interpretada en un impecable trabajo de Laia Marull y Tristán Ulloa. Una película que la verdad fue injustamente tratada, porque es muy muy bunea (Neverland, te animo a que hables de ella alguna vez en tu v.o.s... si no la has visto, yo la tengo ;-)
Cierto.. ya sabes cómo son ahora las traducciones. El libro lo tradujeron así (es que yo el italiano lo leo siempre en original).
De Laclos, uno de los últims días que estuve con León, fuimos juntos a un a librería, donde él compró poesía de Holderlin (lo recordarás de un post reciente) y yo, 2 NOVELAS DE LAÍNEZ... Hablamos mucho de él ese día... (me sonrío de las conexiones)
Por cierto, que no se te escape (después de la inigualable Bomarzo) has de leer "el escarabajo" del que te contaría tantas cosas... pero mejor en persona, si al guna vez... (es difícil de encontrar...)
Neverland, yo sí he encontrado gente a la que le gustase la pelí esta... Mi madre, mi pareja, algunos amigos... Confieso que he contribuído mucho a hacerla distribuir, pero en fin... Me gustaría que hablaras de ella, sí. Además, creo que enlaza con algunas de las cosas de las que hablas hoy en tu blog...
En el otro, el de cine he visto que mencionas a Mozart... casi se me olvida que hoy es el aniversario de su nacimiento y que yo quería escribir algo con el número 27 (día de hoy y número del concierto de piano más enigmatico que escrió, uno de sus testametnos musicales). A ver si tengo tiempo hoy...
En fin, chicos, me sobreestimulais mucho, y el día no tiene tantas horas...
Neverland: supongo que te has dado cuenta que el título de mi post de hoy también debe recordarte una película que bien merece un post en tu versión original subtitulada.
Por cierto, yo iría (volontiers!) hoy a algún concierto de Mozart, si lo hubiere... No sé si algo sabes, por lo que dices en tu post de hoy...
Ups, el contagio casi me puede... Pero no, mon cher ami Valmont, es Mujica Lainez, sin acentos, como más exótico.
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