Has entrado por debajo de la puerta, deslizándote sin aviso. La llamada salvaje del deseo te ha convocado, y la debilidad de una pregunta que nunca fue respondida siempre planea sobre mí cuando llegas. He cerrado las puertas muchas veces. He vuelto mi mirada cuando pasaste. He desviado mi deseo conscientemente para no apuntarte nunca más. Pero es inútil, siempre vuelves, con tu carga de amargura diseminándose por mi sexo y por mi voluntad.
Pasaron los años, y yo aprendí a amar y a ser amado. Pero contigo aún no tuve tiempo de aprender que tras la sensualidad de nuestras primeras noches sólo había un pacto de deseo y placer. Después fui intuyendo mi oblicua necesidad de nuestro acuerdo. Y tú, con la sinceridad del infinito insatisfecho que siempre has sido, fuiste apartando de ti aquella lujuria, pero caíste en una trampa de ternura y escuchas nocturnas que terminaba entre tus discos de Silvio y mi carnalidad volcada entre los pliegues de tu pecho de nieve, surcando con mi dedo la longitud de tu sábana . Aún me sigue lloviendo, en las largas noches de piedra, la aérea sensación de cruzar en taxi Madrid contigo, ebrios de ginebra y de tu mano sobre mi espalda, con destino a esa calle inclinada y difícil que no nos pertenecía a ninguno, a vivir un sueño desigual. Juntos, en la estrechez del asiento de atrás en la que se rozaron nuestros dedos sin que la vigilancia del conductor escuchase mi respiración detenida. Y tu cabeza que se posaba ingrávida sobre mi hombro, encendiendo esa felicidad distinta que nunca he vuelto a sentir, a la velocidad de la sinfonía trepidante de una noche de sábado en la calle Velázquez. Esos instantes se han quedado parados en el tiempo, y sus deseos de volver se han apaciguado, mucho después de terminarlos tú, con tu despegue sutil de mi vida. Ahora ya no coincidimos en la noche. Volvemos a saludarnos cuando nos encontramos. Tú te finges amigo ocasional, y yo sé que mientes, por desidia y por olvido. Pero también sé que en algunas noches de invierno, cuando el hielo aún duele sobre las aceras, algo se rompe levemente en ti al escuchar las mismas voces del réquiem de Victoria que nos despertaron aquella mañana, después de nuestro primer taxi.Nada volverá, nada: sólo el recuerdo transformado, las miradas que ni el tiempo pudo deshacer, las caricias leves, y esa irracionalidad que te llevaría a no reconocerte jamás en estas líneas
4 comentarios:
Ya veo que os he inspirado un debate que a la postre ha sido algo inútil...
Estoy con vosotros en la decisión final: es imposible discutir o juzgar formas de sentir. Pero sí puedo aportar luz acerca de esa historia que cuento, que sólo está inspirada en la mía real, pero que se corresponde con mucha transparencia. De nuevo, una referencia (sin haberla mencionado, pero estoy seguro de que la habíais captado) a la gran 2046. Mi escena del taxi sí fue idéntica que la de la película. Y yo era ella, aquella niña rebelde y salvaje, desgraciada enamorada sumida en el pozo de la incomprensión del amor no correspondido.
En mi caso, esa persona formó parte de mi vida intensamente, y eso acerca mi forma de sentir aquello a lo que describe De Laclos.
Ayer, releyendo los cientos de correos que intercambiamos en aquella época me he dado cuenta que la intensidad no era compartida. Es más, había mensajes evidentes en sus palabras de que no era así. Pero el amor deforma la realidad de quien ama sin medida. Y así me sucedió a mí. Más allá de esa realidad, sólo perceptible en la distancia temporal, sí que siento que en otro momento de ambos, habría surgido una gran historia compartida.
Sólo ahora veo nítidamente. no sólo que no podía ser, sino también que ya nunca podrá ser (y era la continuación de la frase de 2046 que no cerré el otro día en el comentario al blog de De Laclos)
Yo también me ahogo un poco, aún después de los años que han pasado, cuando me encuentro con él, Neverland. Y mi vulnerabilidad sale a flote con claridad en mi mirada. Porque él lo fue todo una vez, como tú dices. Y aunque yo lo vea todo ahora de otra forma y la herida esté cerrada sin posibilidad de reabrirse, la amargura del pasado deja esa huella imborrable con la que no queda otra que acostumbrarse a vivir. Claro que él se acuerda de mí y de todo lo que pasó, aunque él lo viviera de otro modo. Evidentemente amigos míos, por algo lo elegí... Pero finge una relación falsa, sutilmente rescatando en cada encuentro aquella palabra que me lanza brutalmente y en un instante a aquella época, pero que no demuestra más que amistad ocasional cuando se analiza con objetividad...
Al final, estos datos no os aportan nada, mes amis, y son más suculentos para un encuentro en persona, si algún día llego a conoceros y llegáis a saber más de mí. Entonces habrá tiempo de compartir los detalles...
Te entiendo... Pero algún día comprenderás que 2046 está hecha desde el futuro, con la perspectiva de alguien que pretende entender el porqué del irracional comportamiento sentimental, integrando toda una trayectoria de pasiones... Y surgen (reveladoras) respuestas.
Sin pretender radiografiarte, no sé si quizá muchas de las cosas que te pasan (o han pasado) las ves aún sin perspectiva...
Sin que parezca que a mí no me gusta In the mood for love, todo lo contrario. La ambiguedad de los sentimientos y las preguntas equívocas, los "non-dits"... ¡qué te voy a contar yo! Para mí es mucho más redonda, pues 2046 como ejercicio desmedido que es, consigue cosas, pero se queda huérfano en tantas... En fin, tú hazme caso, que 2046 es una película que tendrás que revisar en un futuro (espermos que no sea en el propio 2046, je je je)
Besos.
De Laclos:
1- No lo hago por divertirte.
2- Yo sólo tengo perspetiva sobre mi vida muy pasada (evidemment, cheri)... Esta historia que cuento aquí, pasó hace más de lo que imaginabas. Sobre la de los demás no opino (sólo elucubro).
3- Lo más lejano a mi intención es amonestar, más aún a alguien tan celoso de su forma de sentir.
Y que conste que de verdad que lo digo con cariño.
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