Tardes naranjas he vivido, y soles que se detenían al antojo de dos voluntades. Mares eclipsados por el rozar de la piel, que en su frío romper de arena, hacían crujir la sangre tibia amontonada en las venas.
Los segundos de sal no existen, sólo el aire verde de la frontera, la voz roja de las horas plegados al sexo. Guardadas en un arca invisible, se devoran a sí mismas en una inexistencia eterna que huele a océano. Entonces llega la mano de la memoria, y llega la piel, y hacen despegar los olores de su abandono. Y la existencia de las noches no vividas se hace camino de lunas torcidas, sonrisa hueca de un reino que, sin embargo, sí existe. Existe en un segundo, en media tarde, en el instante del chocolate. Y sin ser suficiente, es ya infinito.
2 comentarios:
Chocolate relleno de café? ;-)
Chocolate relleno de café, galleta con chocolate, virutas de chocolate... y mar, mar como prólogo y epílogo. El mar, a su manera, es todas las miradas.
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