Mercedes Peón
Anoche salió a escena, vestida de un negro rasgado de veleidades y de botas altas, imponentes, que blindaban ese aspecto frágil de su mirada, de su complexión estrecha... Casi como si de una amiga se tratase, charlando en la esquina de la máquina del café o en un sofá de cualquier salón, nos hablaba con nerviosismo, con un retorcimiento de palabras fruto de que su idioma de uso diario es el gallego y no el castellano. Su aparente debilidad se transforma cuando saca de ese pecho de aparente vulnerabilidad, los gritos extraidos de la música popular más ancestral, esa que nunca ha tenido demasiado eco comercial, esa que lleva ella recogiendo por aldeas de la Galicia profunda desde hace 20 años. Esos gritos que ella ha hecho evolucionar en un ejercicio de creación de altísimo valor, fusionándolos con otras músicas y creando letras diferentes, a veces deconstruídas como puzles, pero siempre con acentos de alto voltaje, que brillan aún más cuando, desde el micrófono, nos las traduce desde sus ojos brillantes y emocionados. Me cuenta mi familia, que esta chica, ahí donde la vemos, presentaba el programa de televisión más "retro" de la TVG. Uno, casi de evocación franquista, en el que sacaban a tocar a las bandas de gaitas de los pueblos, con esa puesta en escena que todos podemos imaginar. Ella, pelo largo y lacio, vestida de falda larga y chaquetas de punto, nos acercaba a ese mundo rural. Hasta que un día, la metamorfosis se produjo, y Mercedes se reinventó a sí misma, creando un look de negros ultramodernos, camisetas ajustadas de Dolce & Gabbana, pelo al cero, y un azadón de madera a la espalda con el que marcar el ritmo ternario de la música tradicional que nos sorprendía transformando en algo nuevo, reflejo de una modernidad que en la que Galicia vibra, pero que me temo que nunca ha sabido proyectar. Ayer nos dejaba alucinados con su voz potente, telúrica (como rezaba el programa de mano) y sus ritmos de pandero e hierro. Incluso piedras usó para marcar el ritmo... Ella es una gran creadora, y lo demostró ayer, con salvaje puesta en escena y dulzura en las palabras que nos dedicó. El publico, demasiado frío en sus butacas, termino, en parte, levantado y alzando brazos para trazar ecos de muñeira imaginaria en el aire, muñeira punk que aún resuena en mis oídos. Gracias, Mercedes, gracias por existir.
Anoche salió a escena, vestida de un negro rasgado de veleidades y de botas altas, imponentes, que blindaban ese aspecto frágil de su mirada, de su complexión estrecha... Casi como si de una amiga se tratase, charlando en la esquina de la máquina del café o en un sofá de cualquier salón, nos hablaba con nerviosismo, con un retorcimiento de palabras fruto de que su idioma de uso diario es el gallego y no el castellano. Su aparente debilidad se transforma cuando saca de ese pecho de aparente vulnerabilidad, los gritos extraidos de la música popular más ancestral, esa que nunca ha tenido demasiado eco comercial, esa que lleva ella recogiendo por aldeas de la Galicia profunda desde hace 20 años. Esos gritos que ella ha hecho evolucionar en un ejercicio de creación de altísimo valor, fusionándolos con otras músicas y creando letras diferentes, a veces deconstruídas como puzles, pero siempre con acentos de alto voltaje, que brillan aún más cuando, desde el micrófono, nos las traduce desde sus ojos brillantes y emocionados. Me cuenta mi familia, que esta chica, ahí donde la vemos, presentaba el programa de televisión más "retro" de la TVG. Uno, casi de evocación franquista, en el que sacaban a tocar a las bandas de gaitas de los pueblos, con esa puesta en escena que todos podemos imaginar. Ella, pelo largo y lacio, vestida de falda larga y chaquetas de punto, nos acercaba a ese mundo rural. Hasta que un día, la metamorfosis se produjo, y Mercedes se reinventó a sí misma, creando un look de negros ultramodernos, camisetas ajustadas de Dolce & Gabbana, pelo al cero, y un azadón de madera a la espalda con el que marcar el ritmo ternario de la música tradicional que nos sorprendía transformando en algo nuevo, reflejo de una modernidad que en la que Galicia vibra, pero que me temo que nunca ha sabido proyectar. Ayer nos dejaba alucinados con su voz potente, telúrica (como rezaba el programa de mano) y sus ritmos de pandero e hierro. Incluso piedras usó para marcar el ritmo... Ella es una gran creadora, y lo demostró ayer, con salvaje puesta en escena y dulzura en las palabras que nos dedicó. El publico, demasiado frío en sus butacas, termino, en parte, levantado y alzando brazos para trazar ecos de muñeira imaginaria en el aire, muñeira punk que aún resuena en mis oídos. Gracias, Mercedes, gracias por existir.
2 comentarios:
¿Transformación o liberación? Por lo que cuentas, la auténtica Mercedes parece ser más la de anoche, una Mercedes liberada de las imposiciones de un director de programa demasiado corto de miras.
Qué envidia me dan tus "excursiones" musicales
No te preocupes, inquilino, es probable que en breve tengas un regalito de excursión envidiada...
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