Cuando era yo pequeño, existía en la aldea de mi madre un pequeño jardín, en una de esas casas con aspecto de abandono que pueblan todo el norte del país. Una verja de media altura separaba aquel jardín de la calle. Yo siempre me detenía en ella a mirar a través. Se contaban historias acerca de la familia que habitó allí. Historias de esas que un niño no termina de entender, porque un niño sólo entiende lo sencillo, lo simple, lo que tiene sentido. Las paredes grises de la casona, cubiertas de líquenes y grietas oscuras, transmitían el abandono de la casa casi con más insistencia que aquellas ventanas despintadas, perpetuamente cerradas. En contraste, el jardín siempre estaba impecable. Las flores ordenadas por colores y formando tramos perfectamente recortados sobre la hierba impoluta. Los setos de boj impecablemente podados delimitaban pequeños caminos que se cruzaban en el centro. Un olor a verde y fresco siempre se desprendía de aquel rincón extraño. El sol, cuando caía oblicuo en la tarde sobre aquel lugar, me transmitía una extraña sensación de perfección. Es una sensación que se ha quedado grabada en mi mente para siempre.
Aquella noche de verano tendría yo unos quince años. Volvía solo a casa por el camino de la ladera cuando, al pasar por el borde de la casona y ver la luz de la luna llena caer de pleno sobre el jardín, un deseo incontrolable se apoderó de mí. Debía traspasar aquella verja y cruzar al jardín.
Así lo hice, con cuidado de no ser visto; con cuidado de no ser escuchado. La mala fortuna quiso que una de las agujas de aquella reja traspasara mi camiseta rasgándola completamente. En un instante, la luz blanquecina que caía del cielo me había bañado por completo, embriagándome profundamente. Caí al suelo, y la hierba fría resbaló por mi piel mezclada con la luna. Al levantarme, sentí cómo se despertaba en mí el desconcierto y la desorientación. Desde dentro del jardín todo era diferente: la casa, el verde oscurecido por la noche, el camino exterior... No había terminado de situarme, cuando desde una de las esquinas de la casa surgió aquella mirada intensa, fija sobre mi piel. Me acerqué lentamente, poseído por su sombra incipiente, pero sin temor alguno. A medida que me acercaba, su piel, también despojada de ropa, fue poco a poco dibujándose tras la esquina. Era de un azul tenue, casi dulce, y recortaba la oscuridad con el apetito de un deseo que hasta entonces desconocía. Extendió su brazo, y alcanzó con su mano mi cadera, dejándome sentir de repente que la electricidad intensa de mi incipiente sexualidad se desvelara sobre mi piel. La luna misma descendió para llenar mi cuerpo y mi boca. Sobre su lengua me llegó un extraño zumo de oscuridad: voluptuosas imágenes de ansia que precipitaban a través de mis dedos, de mis labios, de mi cuerpo todo.
No sé cuánto tiempo duró aquello. Después de aquel primer instante, no recuerdo más. Sólo la noche de verano sobre mi piel y sobre mi sueño. Y el despertar en medio de la hierba, con la semilla de la extrañeza en el cuerpo. De repente, sentí que todo era imperfecto. Casa, jardín, camino, momento... Me sentí desnudo, me levanté y huí. Salí corriendo camino abajo, con el silencio de la noche silbando en mi oídos.
Ya nada volvió a ser lo mismo. Al día siguiente el jardín ya no era el mismo jardín. Casi no quedaban flores, y las que había, crecían anárquicamente, sin criterio. Y la hierba ya no parecía como recién cortada, y lo invadía todo. Tampoco el boj, que súbitamente había crecido sin control hasta formar espesas marañas que se cruzaban entre sí, ocultando lo que habían sido pequeñas sendas entre la hierba. Todo tenía el mismo aspecto de aquella casa gris. Y nunca más volvió a ser como yo la recordaba. Nunca. Recuerdo habérselo comentado años después a mi madre. Ella me respondió que no era posible, que aquel jardín siempre había estado así, descuidado y salvaje, desde que los dueños dejaron la casa, y que aquello había ocurrido años antes de nacer yo.
¿Lo habría soñado? ¿Será que sólo de niños somos capaces de percibir la perfección? El caso es que nunca después fui capaz de sentir que algo pudiese tener la perfección de aquel jardín cuando, en la tarde, caía sobre él el último sol. Siempre que algo me gusta mucho no puedo evitar que aquella imagen me venga a la cabeza, insistentemente, pero nunca consigo que la realidad la iguale. Y es que supongo que, de alguna forma, aquella noche también perdí al inocencia.
18 comentarios:
LUAR, en gallego, luz de luna.
Luar... el protagonista de un cuento largo que escribí... yo amaba por esa época a Raul ;)
Tu perder la inocencia...? no creo ;P
La realidad que unos ojos miran no son la realidad que miran otros. Por mucho que impulses al contrario a ver las cosas bajo tu crisol, nunca igualará tu visión, distorsionada o no, de lo que se muestra antes los ojos.
Habría que preguntarse entonces ¿Cual es realmente la realidad que vivimos? ¿La que ven nuestros ojos? ¿La que se posa en las pupilas de otro?
Ese era tu jardín (como puede ser tu cuadro, tu libro, tu mar...) y tú queráis verlo de esa manera, en ese contexto, en esas circunstancias. Quizá tengas razón al decir que ya no volvió a ser el mismo, quizá porque tú ya no eras el mismo.
Creo que me he explicado bien, ¿no? Sigo espesita después de tanto festejo. Y sí, me encantó abrazaros ayer.
Un besazo enorme
Llevo tiempo leyéndote, te conocí a través del blog de fenjx. Me gusta mucho como escribes, y al leerte hoy, diera la sensación que tras cruzar la verja, cruzaste algo más ... y tu infancia quedó atrás.
****
la inociencia nos permite ver las cosas de forma diferente, nos permite descubrir las cosas. esa magia de ver o sentir algo por primera vez.
no quiero perder esa posibilidad...
un beso.
Vulcano, a mi tu relato me estremece, me da miedo, parece algo mas que un simple paso de la infancia a la adolescencia.. hay algo magico, no se.. jaja me ha dejado muy inquieto.
El jardin estará desarreglado en este mundo y arreglado en otro mundo paralelo y los cruzaste en un momento dado?
Bueno, bezos.
Muy bonito lo que escribes, Vulcano. ¡¡Y tan cargado de simbolismo!!
Ese jardín exitió, tal y como tú lo recuerdas de niño, antes de esa noche mágica de cuando tenías quince años.
Todos deberíamos tener un jardín así en nuestro recuerdo, donde la luz, el olor, la sensación sean perfectos... quizás los únicos refugios posibles sean las sensaciones que nos quedan de la infancia
Digo lo que NaT:¿perder tú la inocencia?... je je je
No me lo creo, lo siento... no imagino tus ojos traviesos con mirada inocente, no, lo siento, es superior a mis fuerzas, no puedo...
No sentido biblico talvez as crianças vejam "paraisos" em todo o lado, a perfeição nata e natural e, de repente, na adolescência tudo isso infelizmente termina... Mas prefiro sempre o sentido profano e lembro-me de "Impressão digital", um poema curto de António Gedeão, cujas duas últimas estrofes: ".../Inútil seguir vizinhos,/querer ser depois ou ser antes./Cada um é seus caminhos./Onde Sancho vê moinhos/D.Quixote vê gigantes.// Vê moinhos?São moinhos./Vê gigantes?São gigantes." Talvez vejamos coisas diferentes em momentos diferentes e ambas nos pareçam reais... xx
Jajaja. Si digo lo que Nat y Mart-ini me repito mucho, pero estoy un poco con ellos...
Lo de la perfección es que esta claro que es totalmente relativo. Somos nosotros los que vemos perfectas las cosas, en vez de ser las cosas perfectas por si mismas. Y cuando digo cosas puedo decir personas. Y cuando digo perfectas puedo decir imperfectas.
Y es que en esta vida casi todo es subjetivo... ¿o no?
Un beos guapo!
es curioso como recordamos los espacios, los objetos, ...incluso las personas, de nuestra infancia. estoy con cristina en que deberíamos poder contar un espacio así, perfecto, físico, real, donde poder refugiarnos de los embistes de lo REAL.
siempre me da por pensar cuanto de verdad, de realidad, hay en tus relatos. ...un extraño zumo de oscuridad, joder, cómo se puede escribir tan... y construir esas imágenes. me encanta.
crees que cuando surje el deseo llega el fin de la inocencia de la infancia?
qué tal el Orgullo?
muchos besos
y más historias
Me ha encantado, tan tierno, tan fantástico. Me has llevado a ese jardín.
Tampoco quiero perder la inocencia.
Gracias por todo. Un abrazo fuerte.
Genial, fabuloso. Una descripción increíble y traspolable a montones de situaciones.
(los niños entienden cosas más complicadas de las que somos los adultos capaces de entender: por eso todo el relato). Genial, absolutamente genial.
Tu relato me ha traído a la mente el recuerdo de la maravillosa novela luego hecha película también genial, "Matar a un ruiseñor": la casa de al lado, los secretos, el deseo de traspasar la verja, el fin de la inocencia...Genial..un beso
recuerdos...percepción...relatividad...supongo que en eso consiste la vida, y lo mejor es que creo que lo has retratado de forma muy lírica, y eso me gusta.
Besos de cuarentaitantos grados
muaaaaa
NAT, MARTINI Y SENSES...
Me sorprende que a estas alturas aún veáis en mis relatos la posibilidad de que lo que cuento sea exactamente mi vida. No puedo decir que el 100% sea ficción, porque la ficción en sí misma (al menos para mí) contiene importantes dosis de memoria en su esencia. Pero en fin, esto es un cuento, y nada más que un cuento... Gracias por los comentarios... Y ¡cómo que no tengo yo mirada inocente....!!! Protestoooo
Besos a los tres.
Bahhia.. no sé qué cruzaría el protagonista, pero sin duda algo más que la verja. aunque supongo que la verja es lo de menos. Vamos, que fue la verja porque estaba ahí, pero que podían haber sido muchas cosas... me gustaba esa metáfora, de todas formas... Gracias por la visita y por seguirme. besos
Gatchan... hay una inocencia que inevitablemente se pierde... porque precísamente es el precio para conseguir cosas que todos queremos... pero hay otra que uno no la pierde si lucha por ello, pero no te quepa duda que es necesario luchar por ella... que no te la quiten, amigo, que no te la quiten. Muchos besos.
Cristina... sí que es verdad que algunos de mis recuerdos de infancia estánguardados en mi memoria con un envoltorio de perfección y felicidad que ya no soy capaz de darle a la realidad ahora... creo que algo de ese sentimiento puse a la hora de escribir algunas de las cosas de este cuento.
Antonello... a realidade é o que sentimos. A memória e a fantasia são os cintos de segurança do lado amrgo da realidade... bendita memória... Feliz verão... faltar-me-ão os teus comentários. beijos.
Luigi, sí, todo en la vida es relativo... demasiado relativo (afortunada o desgraciadamente, según los casos): la respuesta me ha salido más liada que tu comentario... pero sé que me entiendes... besos.
Senses... el orgullo muy bien, muy divertido y lleno de amistad.... y... no sé si el deseo y la inocencia deben ser opuestos... creo que no, pero esa metamorfosis inevitablemente actúa sobre los dos.
David... no te preocupes, que no perdemos la inocencia... tú pégate a mí, ya verás...
besos y guiños-
Habibi... los niños sólo entienden lo que tiene sentido... cuando algo no lo entienden, seguro que hay algo mal (u oculto) en el planteamiento... Pero es que eso es (paradójicamente) lo más complicado, no crees???
Gracias por la visita. Un beso fuerte.
Chico de la chaqueta azul...
"el deseo de traspasar la verja, el fin de la inocencia"... sí, hay mucho de eso en lo que intenté plasmar.. me alegra que lo veas así...
Besos en persecusión feroz...
Azul... gracias por el piropo... te echo de menos... anda cuídate del calor... qué tal la mudanza??? besitos y ánimos...
Estrela Morta
Sei que non foi amor e, sen embargo, abriches
Amarga flor carnívora de noites os meus labios,
Deixándome beberte na túa sede escura,
Facéndome afogar no teu mar dos enganos.
O prestixio da estrela máis fermosa e maldita
Acendías no ceo ruín das madrugadas,
Nos calendarios grises nos que se abeira o inverno,
E era doce buscarte polas rúas estrañas.
Sei que non foi amor o que ti me ofrecías,
Pero amaba o perigo das estrelas na noite,
Que brillan nun instante e caen case sempre
No baleiro, na nada, nas distancias, nos lonxes.
Eu xoguei o que tiña para poder amarte,
A bandeira romántica; na brétema os meus pasos,
Sabendo que perdía meu corazón por terte,
E alleo vagaría, sen goberno nos anos.
Pisei a clandestina xeada desas horas
Nas que morre o desexo. Pero entón xa levaba
A mancha dos teus bicos impregnando os meus beizos,
E cría que eran certas as palabras douradas.
Franqueárasme a porta do teu longo desvelo,
Desa paixón sen nomes, precipitada, cega,
Abismos do teu corpo sobre min derrubaras,
E unha torre danada nas miñas horas lentas.
Caeron as camelias, no chan, apodrecidas,
Marcharon, invisibles, murchas flores no aire:
Veu un vento de marzo para queimarnos xoves
Coas causas inocentes, cos ollos lostregantes.
Pasou a vida longa, como pasan os ríos.
As princesas do mal extinguíronse todas:
A cidade borrounas do libro da lembranza,
O teu nome está escrito naquelas follas mortas.
Pero canto daría outra vez por mentirme,
Cantos dos meus infernos baixaría a buscarte,
Cantas albas desperto -ameazada lúa-
E que extensión de sombras e de luceiros fráxiles
Pasaría por verte, outra vez, e mirarte.
Coller estrelas mortas na nosa man non doe,
Se aquelas non feriran coa súa luz tantas noites.
Ramiro Fonte(de Luz do mediodía,
1995)
yo naci viejo y oscuro... pero una partecita de mi aun recuerda cosas... un pedacito de inocencia aun se refugia en un rincon de mi lejana galaxia...
besos
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