24 de octubre de 2007

Desde la barrera



Estoy convencido de que la piel emite un imperceptible rumor en forma de ondas. La mayoría de las veces éstas atraviesan de forma absolutamente inocua nuestros sentidos. Sin embargo, algunas personas consiguen que, como si de una minúscula sierra se tratara, nos arañen suavemente. Al principio como un leve cosquilleo, para transformarse después en finísimos hilos que tiran irremediablemente de nuestra piel hacia aquella otra.

Lo sé porque cuando te acercas lo siento. Siento esos hilos tirar de mí y hacer que mi dedo busque rozar casualmente, como por accidente, tu muslo o tu cadera, o que tu pierna roce la mía esa pequeñísima porción de tiempo más de lo que la inercia obliga.
Porque nuestras pieles se buscan. Se buscan como en órbitas, bajo la ropa, y establecen su magnética lingüística. También lo sé porque sonríes. Porque sonreímos. Y porque tu mirada (quizá sólo lo imagino) parece querer salir proyectada, y brilla de una forma diferente.

Hablamos de esto y de aquello, y tú me cuentas tus deseos y tus derrotas, y yo a veces esquivo tu mirada. Te cuento cosas que no me invento, pero que tampoco me importan tanto. Quizá porque no me atrevo a que me importes, ni a conjugar “tú” con palabras prohibidas antes de escucharlo en tus labios. Faltan palabras, y también el final del laberinto. En realidad faltan todas las frases que debieron estar escritas. De alguna forma se borraron, así que siempre nos perdemos en el camino. Además, cuando la distancia se alarga un poco más, las ondas pierden su efecto, y entonces ese umbral de la intimidad en el que habitamos a veces se desvanece y pasamos a hablar desde la ventana, cada uno detrás de su pared. Así, desde el otro lado de la cascada, dejamos que sea siempre el agua quien se precipite al vacío. Y la miramos discretamente, con vértigo, pero seguros de no sentir su humedad, como si nada sucediese, como si detrás de las palabras no se escondieran las fauces del deseo, como si nuestras lenguas nunca fueran a encontrarse.

Pero no puedo negar que cada vez que te vas, cuando te abrazo, uno de nuestros hilos se queda siempre enganchado en el mismo lugar.

18 comentarios:

Fenjx dijo...

the show must go on

es cierto todo
no es ninguna licencia poética ni una metáfora ni una imagen literaria
emitimos esas ondas
esas vibraciones
la piel tiene su propio lenguaje su propia memoria
tiene ojos de calor
y una fuerza gravitatoria y magnética bajo ella
paraverseando a fangoria:
"voy a cuestionar la gravedad sino me acerca a ti"

Martini dijo...

Pienso lo mismo... esos hilos existen!!

Argax dijo...

Las calles están llenos de ellos, caminamos entre ellos y como no tengamos cuidados podemos quebrar algunos y algunos de los que hemos quebrado podrían ser los últimos que unían a dos personas. Tambien sucede al contrario y tomando un café levantas la mirada y ves a alguien al que no puedes evitar ofrecer tu ovillo para que se anude un cabo a la muñeca.

A veces muchas de nuestras soledades son debidas a que nos olvidamos de esos hilos.

David dijo...

Voy a decir lo fácil: los toros se ven mejor desde la barrera.

Según te leía, me acordaba de los hilos que hay que sacar de mi gomina, tras frotarla con las manos y antes de aplicarla al pelo. La textura es tan parecida a la conexión que se genera entre algunas personas...

Habibi dijo...

estás seguro de que faltan? o no fue quizás que sobraron en un momento?

Cvalda dijo...

Me gustan los hilos del destino, pero me parecen TAN peligrosos...es un juego al que no me gusta jugar, aunque lo disfrute y me sienta por fin algo bien conmigo misma.

eithne dijo...

Yo tambien creo que esos hilos existen... Es tan difícil romperlos...

Saludos

senses and nonsenses dijo...

jo, como os echaba de menos. echaba de menos tus textos, y te encuentro tan amante del volcán como siempre.
nadie explica mejor que tú los "hilos" del deseo.
espero recuperar pronto los hilos que nos unieron en la blogosfera.

un beso.

Arquitecturibe dijo...

entonces quedamos atados... unidos, vinculados en una red invisible e indestructible que duele un poco, pero que no hace daño.... no siempre...
un beso enorme desde mi lejana galaxia

Raúl dijo...

mmm. nunca lo habría descrito así :)

Anónimo dijo...

Nós somos nós e os fios que tecemos, sem esses fios seríamos solitários à deriva...Quebrar os fios? Nunca, só o umbilical...

Javier dijo...

Narciso se mira en los ojos de otro buscando complicidades a sus deseos.
Sí la piel, es la mejor transmisora del deseo, en esos momentos en que parece cargada de electricidad estática.

un-angel dijo...

Criptico pero precioso.
Mis hilos quedaron prendidos,y siguen flotando con el aire del otoño, señalando en una dirección donde no hay más que vacío.
No quisiera recuperar esos hilos, quisiera recuperar el abrazo al que conducían.
Pero esto ya está hablado.

Anónimo dijo...

a medida que te leía venía a mi mente el video de "cocoon" de björk.

personalmente cada vez me polarizo más respecto al contacto físico.

CRISTINA dijo...

A veces "juego" a elegir una frase de tus textos. Es difícil, elegir sólo una, un trocito, unas palabras...
De éste:
"...rozar casualmente, como por accidente, tu muslo o tu cadera, o que tu pierna roce la mía esa pequeñísima porción de tiempo más de lo que la inercia obliga."

Luís Galego dijo...

o desejo aqui é a palavra de ordem, a sensibilidade sempre...

pon dijo...

Conseguir convertir los hilos en un tejido precioso, único y delicado es la apuesta.

Anónimo dijo...

Todos somos como pequeños buceadores de la piel, esa que no sé quien definía como lo más profundo que tiene el hombre...yo no me fío mucho de esas conexiones que luego me salen las cosas como me salen..un beso