17 de octubre de 2007

Sin retorno (Primera Parte)

- Sí, es él -
Me giré un poco, para observarlo desde otro ángulo. En realidad, era la primera vez que lo veía y no estaba seguro. Quizá era que no quería estar seguro. Pero era él, sí. Lo observé con detenimiento, sin que se diera cuenta. No había duda, era el mismo chico de las fotos.
Él parecía no inmutarse, absorto en algún pensamiento, con la mirada perdida. Yo en cambio, desfallecía. Había mirado esas fotos cientos de veces desde que las descubrí por casualidad. Y hasta llegué a odiarlo con todas mis fuerzas. Cada una de las veces que me enfrentaba a ellas lo odiaba con más y más fuerza. A veces, incluso deseé que le sucediera algo. Que muriese, que desapareciese, que se lo tragase la tierra... Como retando a un imaginario e invisible vudú a actuar. Algo sin duda angustioso, pues no tenía forma alguna de saber si causaba efecto en él o no, ya que no lo conocía. No sabía siquiera su nombre.

Nunca he sido una persona curiosa ni especialmente inquisidora. Sinceramente, encontrarme con aquellas fotos fue un accidente casual. Siempre he ayudado a Jorge con el ordenador, con sus problemas para encontrar archivos perdidos o para desinfectar virus. Aquel día le instalaba un programa, no recuerdo cual. Y al abrir una archivo para instalarlo, allí estaba aquella carpeta que pensé olvidada o extraviada en un área de archivos de programa. Su nombre: 101. Sin imaginar qué contenía, pinché sobre ella. ¡Fue tan sencillo, tan inocente! Un segundo después, todas aquellas fotos aparecían en la pantalla. Aquel chico (el del metro) con Jorge. Abrazados, tumbados, sonriendo, como atravesados de felicidad. De una felicidad sin equívoco, porque además, aquella sonrisa en Jorge yo no la conocía. Lo primero fue sentir un intenso mareo, como si todo el suelo temblase a mis pies. Enseguida quise imaginar que aquel habría sido una pareja anterior. Una de esas de las que aún no me había hablado. Jorge era muy celoso para hablar de su pasado. Después de dos años, cada vez que me contaba algo de su vida antes de conocerme, yo lo sentía como una pieza más de un inmenso puzzle que aún no dejaba mostrar el diseño principal. Tan sólo algún detalle, la esencia del fondo o la textura de los colores. Esta era sin duda una pieza bien grande. No, no debía mirarlas. No estaba bien... Pero esas sonrisas de ambos me absorbían. Miré una a una con detenimiento, asfixiándome un poco con cada mirada, con cada mano posada sobre la pierna, sobre el hombro, sobre esa cadera que reposaba ahora junto a mí la mayoría de las noches. Entonces descubrí el reloj en la muñeca de Jorge. El reloj que yo le había regalado hacía apenas un año.

A veces me gustaría parar el mundo y dar marcha atrás. Detener todo y evitar lo inevitable. Reparar lo que se acaba de romper y colocarlo en su lugar como si nada hubiese sucedido. Hacer retroceder unos segundos a quien tal circunstancia le salvará de un accidente, o evitar quizá cruzarme con quien, con certeza, abrirá un pozo de dolor en mi vida. Sí, en aquel momento deseé con todas mis fuerzas retroceder en el tiempo y alejar aquel chico de la vida de Jorge. Averiguar cómo apareció, cómo se cruzó con él, y haber evitado que se conocieran.
Pero no, no podía. Aquellas fotos eran ya pasado, y su intenso magnetismo martilleaba mi retina, igual que el aire lo hacía justo ahora en mis pulmones.

Sé que no hice bien, pero no pude evitar copiar algunas de aquellas fotos, robarlas, para verlas con tranquilidad en mi casa. Quizá para herirme conscientemente observándolas. Y es que Jorge y yo hablábamos siempre. Quizá no de su pasado, pero sí de nuestro presente. Y teníamos las ideas claras. Yo me sentía tan querido, tan deseado. También habíamos hablado de no poner en peligro todo lo que teníamos, porque era importante para nosotros. Incluso habíamos hablado de quienes, en el fondo, nos atraían. Y bromeábamos con los celos que aquel jueguecito provocaba... Pero de repente, aparecía aquel chico. Como de la nada. De la oscuridad de la mente de Jorge. De una vida que sin duda me ocultaba. Sin embargo, no conseguí odiarle. Tan sólo conseguí albergar un sentimiento de profunda turbación cuando pensaba en ello y aquellas fotos venían a mi mente. No conseguí hablar de ello con él nunca.

Poco a poco me di cuenta de que tampoco me invadía la necesidad de averiguar más, de intentar completar ese hueco de su vida, esa historia, ese amante, amigo especial o lo que fuese. Porque en el fondo de mi confusión, un certero sentimiento de atracción se despertaba, aunque yo no fuese consciente. Una atracción hacia aquella relación, hacia aquella unión, hacia aquellos brazos enlazados, hacia aquellas sonrisas cosidas por la atracción.

Observé muchas veces aquellas fotos, aunque casi siempre lo hacía a espaldas de mi voluntad y de mi consciencia. Pero las observaba con fijación, deteniéndome en cada pequeño detalle, casi estudiándolo de memoria. Y poco a poco, no sabría explicar cómo, la atracción fue desviándose hacia aquel chico. Me llamaba poderosamente la atención su sonrisa. Y la piel de su brazo sobresaliendo de la camiseta. Y la curva de su pecho. Y ese pequeño mechón de pelo cayéndole sobre la frente...

El deseo fue haciéndose más y más grande. Y ni siquiera me di cuenta, pero algunas noches terminaba masturbándome delante de alguna de aquellas fotos. Ampliando siempre la zona en la que aparecía aquel chico, dejando mi fantasía libre. Pero mi fantasía, en esos momentos de éxtasis, se dirigía sin duda hacia el hecho de imaginarme con él, tocándolo, acariciándolo, besándolo, poseyéndolo.

Así que cuando lo descubrí en el metro, la primera sensación fue de confusión. En seguida comprobé que era mucho más atractivo que en las fotos. Inmensamente más. Y que la curva de sus brazos y la de su pecho eran vertiginosamente deseables, y que retenían con fuerza mi mirada. Él continuaba ausente. De vez en cuando, con las frenadas de cada parada, sus músculos se tensaban para contener el impulso. Lentamente, suavizando el golpe con la perfección de una máquina. En aquel punto, yo ya no quería recordar el origen de las fotos, ni el papel de Jorge en el origen de todo. Sólo quería perseguir el deseo que me asfixiaba.

En una de las paradas, el chico salió del vagón. Yo no pude resistir la tentación de perseguirle. Subió rápidamente las escaleras de salida y tomó la calle hacia abajo con el ímpetu de quien deja a su propio cuerpo dirigir los pasos, porque sabe el camino a la perfección. A pesar de su velocidad pude seguirle. Me pareció que en la segunda esquina se daba cuenta de que lo seguía. No sé, no hizo nada especial que me lo hiciera deducir, fue una simple intuición. Además, noté como disminuía el ritmo de sus pasos. Yo hice lo propio con los míos. Entonces, en la tercera esquina, se giró para observarme. Me fulminó con la mirada. No cabía duda de que se había dado cuenta de que le seguía desde el principio. Yo le sonreí, intentando parecer natural, pero seguramente estaba evidenciando el deseo que me arañaba los labios. Él continuó sin volverse hasta llegar a un portal angosto y mal iluminado, girándose lentamente antes de penetrar en él para dejarme caer un gesto de complicidad con la cabeza, como invitándome a seguirle. Sus brazos se hundieron en la oscuridad del interior -no iluminado- del edificio. Yo me quedé en el umbral, dudando. Sólo fueron unos minutos, hasta que las fotos regresaron a mi memoria con fuerza y me empujaron a atravesar el portal, que había sido dejado abierto delicadamente, y subir por la escalera que se encontraba nada más entrar.

(Continuará)

14 comentarios:

Marta dijo...

Uau, me tienes en ascuas!! Quiero una segunda parte ya :D

Besitos

Fenjx dijo...

conozco esa atracción por la atracción de quien nos atrae

ese odio y ese amor y esa comprensión y esa curiosidad que pincha por el objeto del objeto de nuestros deseos

a ver como acaba...

un abrazo fuerte

Cvalda dijo...

Dios mio,se ha quedado emocionantísimo (si es que existe este calificativo)

El amor, el odio, la envidia, el conocimiento de algo que otro cree que desconocemos, etc. provocan sensaciones desconocidas...¿por qué no la atracción? Chanchaaaannnn...:)

David dijo...

Una escena mil veces soñada y deseada nunca pudo verse reflejada de manera tan intensa.

Sí, mucho mejor el relato que el trabajo. Sí.

CRISTINA dijo...

Espero el "continuará"...

Un beso

Javier Herce dijo...

Esperando la segunda parte me tienes!

Unknown dijo...

Bonita historia espero un final sorprendente, ya veremos..un abrazo

Anónimo dijo...

Não acredito nos "acasos"! Na vida não há acasos circunstanciais; os "encontros" ocasionais já estão potencialmente "programados", por afinidades, por desejo, por ódios, por ciúme, por uma infinidade de razões.... venha a segunda parte... bj

Arkturo dijo...

jooder t�o, me has dejado enganchado, en primera escena, me sent� un poco identificado, algo aplastado por esos relatos de jorge. Aqu� en mi pueblo estoy enamorado de un chico llamado as� y creo que ese desl�z de celos, y intriga y desociego me han suced�do en estos �ltimos meses, �l tan asociado a su mundo, a sus hombres, y yo solo conspirando, como si las fotos en tiempo real, fueran las que �l mismo posa d�a tras d�a.

me has dejado enganchado, no solo por la tan delineada s�ntesis de lo que escribes, si no tambi�n por el culebr�n que le pones.

un gusto, y gracias por visitar mi blog, aun me falta mucho por escribir y decir todo lo que quiero, voy poco a poco, y anhelo (de verdad) tenerte en mi blog, pues siempre ser�s recibido, y vamos, que desde ahora me instalo en tu chiringuito, que ya me has quitao el aire.


Arkturo

Rosa dijo...

Vaya, a mi los relatos me apasionan y este se pone de lo más interesante.
Me gusta tú estilo: ágil, fresco, ameno. Se lee todo de un tirón.
A ver qué sucede con el protagonista, Jorge y el "chico de la foto".
No demores tú próxima entrega.

Carlitos Sublime dijo...

Creo que describes muy bien los procesos internos que, en ocasiones (demasiadas, tal vez) se activan en todos nosotros. Aquí no hay excepciones, Vulcanito. Me ha gustado mucho: porque me gusta como escribes, y porque siempre caigo seducido ante los textos que exponen los procesos de cada uno.

Besos, wapetón.

Francisco García dijo...

Veo que voy a necesitar tiempo para poder leerte tranquilamente. Bueno, espero poder sacarlo muy pronto, que no quiero descolgarme de ti. (¿Ha sonado muy mal? No, ¿verdad? Ja ja ja ja.)
Besos.

luigi dijo...

Esperando la segunda parte... y si, de acuerdo con fenjx, a veces nos atraen quienes atraen a otras personas. Es, digamos que de algún modo inevitable. Y viene a mi mente la escena de 'La ley del deseo' en Los Caños de Meca debajo del Faro de Trafalgar, con Micky Molina y Antonio Banderas, y un ausente Eusebio Poncela (Jorge).
Besos!

Anónimo dijo...

cómo evolucionan los sentimientos, celos, envidia, odio, deseo... casi sin darnos cuentas pasamos de uno a otro.