Debe hacer como unos siete u ocho años. Las cosas eran diferentes y yo, aquel verano, me entregaba religiosamente a exprimir las noches de fin de semana bailando hasta el amanecer con la esperanza de abrazar cada noche una piel diferente. Y sin embargo, era la tuya la que siempre miraba con más atención. Eras el más deseado, y también el más inaccesible.
Iba cada noche al bar en el que trabajabas como camarero. A pesar de tu tono más bien arrogante a la hora de tratar a los clientes, yo no podía apartar la mirada de tus ojos, que jamás se detuvieron en los míos. También averigüé cuál era la sala a la que acudías al terminar tu trabajo. Allí donde eras el rey de la pista, allí donde todo el deseo descontrolado de la noche pasaba siempre rozando el perfil de tu cuerpo. Pero tú los esquivabas siempre.
Te gustaba bailar en la escalera, desde donde podías tener una perspectiva de todo el espacio, desde donde también todos podían observarte. Te gustaba ser observado mientras bailabas. Bailabas como nadie, despacio, deteniéndote en cada giro de la música, transformándote en un objeto inevitable del deseo.
Yo siempre me quedaba detrás, mirándote durante horas, observando cómo se te acercaban los demás, y cómo tú los rechazabas... Así durante semanas y semanas. Al final de la noche siempre escogías al más guapo, le susurrabas algo al oído y huías con él. Mi corazón se aceleraba al mirar cómo te marchabas, en un deseo desmedido de ser el aire estrecho que dejabas entre tus labios y sus oídos. Masticando la impotencia de no poder huir yo también contigo, de no saber qué hacer, desorientado en la noche, caminando sobre mi soledad con las notas de la música disco aún jugueteando alrededor.
Los veranos, aunque parezca que van a durar eternamente, siempre terminan. Aquel se llevó consigo los pasos y el silencio, y el deseo recortando tu cuerpo cada noche de sábado. Y nunca te volví a ver. Hasta que ayer, de repente, surgiste en la frutería del supermercado de mi barrio. Sigues pareciendo tener veintitantos, aunque con seguridad ya pasas de treinta. Y tu mirada sigue teniendo un brillo espumoso y esquivo. Ya no se me ha detenido la respiración, pero te he seguido con la mirada hasta que te has perdido detrás de una montaña de albaricoques dorados. Después, de repente, nos hemos encontrado de frente, súbitamente, tratando de coger el mismo melón de agua. Creo que es la primera vez que me has mirado. Sin embargo, un sutil tono de sorpresa se desprende de la mirada que me dedicas, y me haces dudar. Nos quedamos esos interminables segundos detenidos, con las manos sobre la fruta. Hasta que me sonríes y me lo cedes. Yo también te sonrío. Tomas otro y te alejas. Sólo llevas fiambre y queso envasado en la cesta. Mientras te alejas te giras una vez hacia mí. Te veo triste, infinitamente triste. Y en seguida llega él. No es uno de aquellos guapos de entonces. Es más bien discreto, de esos que pasan desapercibidos. Te toma ligeramente de la cintura y desliza en la cesta un tubo de dentífrico. Y os alejáis los dos, inconscientes de mi mirada que os persigue, que levanta con cuidado el velo de la cotidianeidad para descubrir un vacío enorme, un vacío que ya no llenas con noches de sábado ni deseo sobre la escalera. Un deseo que se desvanece en mi memoria, en mi memoria que poco a poco se llena también de vacíos, de decepciones... y de tubos de dentífrico que se suceden sin remedio.
14 comentarios:
Me alegra saber que no soy el unico que siente debilidad por los camareros.
Yo conoci a alguién un poco así, pero con el tiempo he ido viendolo cada vez más simple y más estupido. Es más, la última vez que lo vi me parecio hasta feo.
Pero mientras duro mi idealización era divertido ir al bar solo porque estaba él, y buscar datos por ser amigo de un amigo de un amigo. Ahora que recuerdo, tenia perfil en gaydar y le mande quizas demasiados mensajes.
Pero eso forma parte de esa mania mia de colgarme de quien no debia y de idealizarlo en exceso.
Un beso!
Pasé por aquí y me gustó leerte. Una historia fresca entre albaricoques y menta dentífrica (rompe la idealización apretando el tubo por el centro, porque nada es perfecto y todo llega a su fin).
me gustó mucho, mucho...y esa música final de naturaleza muerta...genial.
éste es mi vulcano favorito, el que nos habla del estremecimiento del deseo, de breves encuentros y amores imposibles... parece que has regresado más vivo que nunca.
me has hecho recordar a dos o tres personas que tb veo crecer desde la distancia, ésta es una ciudad pequeña... a uno de ellos tb le gustaba bailar. ahora parece feliz junto a un tío mucho mayor que él. sigo fantaseando con que un día nos conoceremos "mejor".
bienvenido, bienhallado
un abrazo.
Niño me ha encantado! (para variar) es un relato delicioso que juega con los deseos, con los reencuentros, con los recuerdos, con la inexorabilidad del tiempo que todo lo cambia.
Lo que más me ha sorprendido es que a diferencia de otros post este no tiene un carácter críptico, se hace fácil de leer y más que recurrir a la metáfora y a la belleza formal del lenguaje tiene un carácter marcadamente visual y evocador y eso me encanta.
Ains! las personas en las que nos fijamos y que nos resultan inaccesibles, que mitificamos tal vez porque nunca podamos llegar a acercarnos.
Es curioso como la sola evocación de una imagen puede traernos tantos recuerdos, y al mismo tiempo las emociones, los sentimientos asociados a los mismos, el recuerdo de una época en la que teníamos ideales románticos sin que el tiempo con su paso los vaciara de contenido.
Ains!!!!!! no sé me viene a la mente la canción El final de un verano del dúo dinámico xddd.
Como siempre removiendo las emociones.
Precioso, y muy humano. Yo también tuve un amor de verano que me marcó para siempre. Nunca he sentido algo así, donde se mezcla la inexperiencia, la primera juventud... y el primer contacto con los sentimientos. ¡Ay! Qué tiempos...
Niño, un besazo. Y si no te hizo caso, él se lo perdió. Sin duda.
Carlitos
Magnífico relato. Ser eternamente el rey de la pista debe ser agotador -y al cabo de un tiempo, un poco ridículo. Los reyes de la pista nunca me han provocado. Siempre he preferido al chico de la puerta de la lado, el que te encuentras en la frutería del super (tengo gustos muy básicos y suelo escoger el producto de marca blanca).
Me ha gustado esa imagen de el guapo desapareciendo tras una montaña de albaricoques dorados...
...y me he impregnado un poco el corazón de la melancolía que despide el relato, del paso del tiempo, de la caducidad del verano, y qué se yo.
Pero como dice carlitos, si no te hizo caso, él se lo perdió.
( vuelvo en cuanto tu quieras que vuelva, jaja... pero en serio, la próxima vez, queda ese café pendiente )
Me ha encantado el relato. Tengo los ojos incluso llenos de lágrimas. No sé, supongo que estoy sensible. Pero es que me ha resultado tan cercano... Besos (nos vemos pronto pronto)
Luigi.
Sí, ya sabes que yo también tengo un poco de obsesión con los camareros...
Yo creo que éste sigue siendo muy guapo, fíjate. Lo que pasa es que parecer fantastico no es una cosa que pueda durar toda la vida... al final uno termina siempre teniendo una vida como los demás, con un poquito de todo.
Besitos
Sofía.
Bienvenida a mi volcán... Me alegro que te gustase... Qué sería de los veranos sin historias refrescantes... No, nada es perfecto... y sin embargo, esas personas imperfectas que a veces encontramos, qué será lo que tienen... que no sabemos lo que nos dan...
Un beso, espero que sigamos encontrándonos.
Senses.
Mi intención era hablar un poco de cómo la idealización es algo que cuando se vive parace que va a ser eterno, pero el tiempo siempre juega sus cartas... De cómo vemos las cosas con perspectiva, de cómo pasa el tiempo y deja los latidos detrás, de cómo la memoria es caprichosa... a veces quizá quiero hablar de demasiadas cosas, y no sé si en un microrrelato de estos quedan los temas un poco comprimido-disueltos.
Besos, a ver si hablamos pronto.
Salva,
cómo no, tú y tus comentarios que tanto me gustan... Me alegro que hayas disfrutado, de eso se trata con la lectura...
Calla, calla, que para el final del verano aún falta...
Besos grandes.
Carlitos
Gracias por el piropo, guapo... No sé si se lo perdió o lo gané yo por no cruzármelo en mi vida, no?? :-P
Pero eso sí, te aseguro que en la pista era inimitable...
Besos
Alfredo...
Al final, es que la mayoría somos más sencillos... y terminamos con gente como nosotros, que son lo que nos permiten explorar la existencia de forma plena... Los impostados sólo sirven un ratito.
Besos.
Un-Angel.
Pues vuelve ya, no??? que Madrid está solito y tenggo mucho tiempo libre :-P
Cuando quieras... La mayoría de los días me acuerdo de ti, porque para trabajar tengo que coger la carretera de Burgos, y como eres el único que conozco por ahí...
Besos... deja la melancolía, tomate un albaricoque dorardo, y vamos a quemar la pista, vale?
Besos.
David-
Pero qué sensible estás... Ay, echo de menos una charlita contigo, sabes? De esas nocturnas, rodeados de salamandras o en un café perdido del centro... A ver si es verdad que es prontito prontito...
Besos... y ánimo con el Lavoro.
precioso relato.
quienes me preceden en los comentarios ya han dicho lo que quería decir: deseo, mitificación, brevedad, lágrimas...
besos y bienvenido.
Gracias, Jorge, gracias. El verano a veces es como si fuera una vida entera resumida en unos meses... Por eso (entre otras cosas) me gusta...
Besos
Y yo q esperaba un final en el q compartiais el melon de agua mientras recuperabais el tiempo perdido...
Pero como siempre me ha encantado el mini relato. Si es q te sabes expresar q da gusto
que triste es no sentir la tristeza
que triste es tenerlo todo
que triste no haber mirado nunca a los ojos de la soledad
por llevarla dentro
que gusto da leerte
otra vez
Ains, como escribes...
Uy, ahora que caigo, nos conocimos por estos días, hace un año, en pleno verano...
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