Este fin de semana he descubierto con gran placer la edición en DVD de una de mis películas favoritas. Lo cierto es que cierto cine americano de los años 40 y sobre todo 50 ha sido hasta la fecha bastante mal tratado por los editores del digital. Sí, me refiero a ese cine especialmente centrado en dramas obsesivos, rodado en un insultante (a veces) Technicolor, que directores como, Max Ophuls, Douglas Sirk, o el último Stahl convirtieron en verdaderos retratos del alma humana donde la inhóspita y reducida vida del interior de América se convierte en escenario de las más grandes y universales pasiones del hombre. PICNIC es, sin duda, una de esas películas. Un relato estremecedor sobre el brutal hechizo de la belleza sobre la vida. Sobre la atracción física, la sensualidad, la fugacidad de la juventud (y de la vida en general), así como sobre la visión moral estrecha de una sociedad aparentemente perfecta en la que sólo hay que rascar un poco para comprobar la podredumbre que oculta.
He vuelto a disfrutar enormemente viéndola de nuevo. Porque la película realmente no ha perdido vigencia, y nos habla de algo tan actual como la turbación que ejerce la belleza, y cómo el deseo de poseerla nos lleva a volcar nuestra naturaleza más vil. Cuando la vi de adolescente ya fui consciente de lo inquietante que resultaba para mí sexualidad aquel William Holden sin camisa en gran parte de la película (o con ella rasgada en la escena del pantalán, lo cual era incluso más excitante), además de la sensualidad arrolladora de Kim Novak bajando las escaleras al ritmo de un jazz envolvente que la llevaba con fatal seducción a los brazos de William Holden, en una escena en la que aún hoy en día siento que saltan chispas. Pero quizá lo que más me quedó de la película fue la asfixiante sociedad de esa ciudad perdida en medio de los infinitos llanos de campos de cereales de Kansas. La estricta moral que organiza las gentes y las enclaustra en vidas bajo las que discurren ríos cargados de oscuras frustraciones representadas a la perfección por las insatisfacciones de las tres mujeres que vertebran la historia, pero que me resultaba especialmente evidente en la amargura de la profesora Sydney, estigmatizada en su condición de solterona, y su conciencia de la pérdida de su juventud. Me resultaba agobiante también contemplar la necesidad de algunos de ver en el matrimonio una herramienta para escalar socialmente, para alcanzar una mejor vida en lo material, y cómo la belleza se imponía como único valor frente a los que sienten el matrimonio como una cuestión de honra a través de la cual debería resultar imprescindible al menos mantener la situación social.
Sin embargo, ahora me ha resultado más sobrecogedor el entramado de pasiones que se urden bajo ese apacible día de picnic, el deseo que se cruza implacable entre los personajes. Ahora, en la profesora Sydney he sentido sobre todo la frustración de no poder ser correspondida en la atracción sexual que siente hacia Hal (Holden). La escena en la que ella mira con deseo los pantalones de Hal a la altura de sus genitales es ciertamente tórrida. Su negativa a aceptar la pérdida de atractivo físico, toda su amargura de mujer que ha llevado una vida diferente, pero que en el fondo ansía con toda su alma llevar la vida convencional de sus vecinos y tener un marido al que esperar en casa. Su perfidia al arrojar su veneno sobre un Hal aparentemente fuerte, pero lleno de flaquezas. Su posterior y consiguiente arrebato al arrojarse a los brazos de un compañero del que no está enamorada, ni él de ella... Y esa forma en la que necesita gritarlo a la ciudad entera, no exenta de un hondo patetismo que la convierte seguramente en la escena más triste de la película. Por otro lado, la envidia intensa de la pequeña hermana de Madge, que se siente celosa de la belleza de su hermana mientras se reafirma en su deseo de ser diferente a ella: en el fondo su enorme necesidad de sentir la vida fuera de los libros en los que vive sumida. Ese sentimiento amargo de percibir que la vida sólo sucede fuera de nosotros, rozándonos con alevosía, pero sin atravesarnos, que seguramente todos hemos sentido alguna vez. La incoherencia de una madre que quiere que su hija se case con el rico del pueblo, para evitar la vida difícil que ella ha llevado, pero que se estremece (aunque sólo lo sintamos en su mirada) al ver la intensidad de lo que siente su hija por el descarriado de Hal. Todos envidian o desean a Madge y a Hal por una u otra razón. Y ellos aparecen a los demás como seres seguros de sí mismos, con esa seguridad que otorgamos a la belleza, cuando en el fondo son seres llenos de dudas y debilidades. Que se atraigan, rompe todo el equilibrio de pasiones, provocando la ira incontrolada de todos además de desafiar las profundas convicciones que rigen en esa sociedad provinciana y estricta del medio oeste americano. Pero al mismo tiempo, esa atracción genera un amor redentor que los separa de los demás, que los hace huir de ese agujero negro y buscar un lugar mejor donde no ser juzgados.
La película está llena de contrastes, destacando el ambiente festivo y cordial del pueblo durante la fiesta del trabajo, lo cual acentúa aún más la impotencia de los personajes, interpretados de forma destacable, todo hay que decirlo. Incluso la insulsa Kim Novak resulta convincente y turbadora, casi tanto como lo era en aquella imprescindible Vértigo del genial Hitchcock. Es cierto que la película también nos ilustra un Hal lleno de insatisfacciones y traumas, impulsivo y profundamente imprudente, excelentemente interpretado también por Holden, y ciertamentente interesante de analizar, pero para mí, el influjo de los personajes femeninos de la película puede con todo.
La película finalmente me ha conmovido de nuevo porque me remueve muchas sensaciones que han sido constantes en mi vida, como el deseo que inspira la belleza, la perfidia que puede llegar a generar esa humana sensación de injusticia que nos provoca la belleza a través del poder gratuito que otorga... Siempre tengo en la mente aquella primera vez que un guapo me confesó lo consciente que era del poder que le confería su belleza. Poder para conseguir cosas y personas. Espeluznante, pensé aquella vez. Y lo sigo haciendo. Poco a poco he ido construyendo otra idea de la belleza, más compleja y más subjetiva, pero que responde mejor a una estética que parte de la seguridad personal, de los principios, y de una consonancia entre interior y exterior personal. Bellezas creíbles, que las llamo yo. Es una cuestión de madurez de conceptos, que, sin embargo, no está nunca exenta de que la belleza retorne, como a veces hace, irracional e implacable, a inyectarme ese turbador e inexplicable magnetismo de la carne en estado salvaje... Disfrutémoslo al menos, siempre que podamos.
5 comentarios:
Me hubiera gustado verla contigo. Ays, no pudo ser. Yo también recuerdo con cierta turbación el torso desnudo de ese maduro y masculino Holden.
Lo que cuentas me ha recordado a una serie de televisión que un querido bloguero nos recomendó hace tiempo: Nip/Tuck. Aquí también se ve esa paradoja del que vive una vida en cierto modo extraordinaria envidiando en secreto la aburrida y estable vida familiar. Muy recomendable, la verdad.
Gracias por el apunte. Lo tenía perdido en la memoria, pero está bien recordarlo... Y es que esa extraña dinámida de la atracción, a pesar de todo, sigue determinando demasiadas cosas del mundo y como ninguna otra cosa, puede tanto cegar como devolver la vida...
La verdad es que no he visto la película, pero leyendo tu post te puedo asegurar que me han entrado ganas de verla, y que este verano la consigo.
Magnífico retrato de personajes, y de la gran variedad de sentimientos que describes con detalle.
En cuanto al tema de la belleza, en mi opinion es cierto que una buena (o muy buena) apariencia física te puede abrir a priori muchas puertas (en cuanto a amigos, trabajo, parejas...) Pero afortunadamente no lo es todo: tiene que haber una belleza interior que respalde a la exterior para que esas puertas no terminen cerrándose con el paso del tiempo, con la aparición de las primeras arrugas...
Tienes razón, Naxo,pero a veces el magnetismo de la atracción física provoca debilidades (esas)... Por supuesto que las puertas que abre, si no hay un respaldo de "belleza interior" derás, no puede funcionar más allá en el tiempo. Y no es menos cierto que la belleza también tiene un reverso amargo en el paso del tiempo y el ocaso de la apariencia física... Mejor enriquecerlo con habilidades y valores personales, que esos no declinan con el tiempo...
Me he encontrado algo tarde este gran comentario sobre la pelicula Picnic, y me siento muy identificada contigo. Creo que el potencial erotico de Holden es muy importante, porque el Torso de Bill Holden turbo a muchas chicas y señoras en aquella epoca. Yo misma hace 5 años volvi a ver Picnic y me enamoré de Mr. Holden, Hay muchos actores guapos, pero nadie tan másculino como William Holden....
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