21 de agosto de 2006

Aquellos días de Diciembre

La vida está llena de giros y de precipicios. Los acontecimientos y, sobre todo, las personas, llegan cuando llegan, y no siempre lo hacen en el momento apropiado. Sin embargo, el deseo y la atracción actúan siempre como ineludibles motores de la carne y del intelecto. Hay historias de noches fatales, de sueños rotos, de besos nunca dados, de miradas no continuadas, que nos hilvanan la vida y retornan en trazos de sueño y recuerdo, en forma de puertas cerradas que de repente se abren y nos arrojan a súbitas caídas al vacío de la existencia, a la extrañeza de nosotros mismos.
Aquella noche yo no te esperaba. En aquella época yo solo esperaba cuerpos sobre la luna, y frívolas garras de carne sobre la sábana. Yo quería vivir la noche y la mirada sobre la piel recién saciada; convertirme tras el ocaso en un Don Juan sin escrúpulos que vivía sin más el placer de la seducción de los otros, recorriendo los amaneceres de camino a casa lamiéndome aún los labios con concupiscencia ante el taxista. Tú tampoco me esperabas. Hundido en tu ruptura sentimental, en tu huida de vida en común, de trabajo, de vida entera. Con poca vida en los bolsillos y la cabeza llena de incógnitas y cristales rotos. Pero desde nuestra primera mirada ninguna de esas dos vidas oblicuas se amedrentó. Los caminos de la literatura y la inevitable caricia de la seducción nos llevaron al sortear, no sin dificultad, las personas que nos unían inevitablemente. Jugando a no reconocernos, sorteamos pruebas, presencias y miradas ajenas, para, de repente, fugarnos sin salir de un Madrid que recorrimos como gatos. Con nadie he recorrido esta ciudad como contigo, en aquel diciembre soleado. Tu piel apenas rozaba la mía en aquel abigarrado café, y, sin embargo, la sexualidad del momento me erizaba los sentidos. Fueron días anaranjados de recorrer la Latina entre risas y miradas silenciosas, de visitas a librerías y a oscuras discotecas. Fueron días de invierno que nunca se han ido, que se quedaron ahí, como caricia abundante de un recuerdo siempre vivo bajo la piel. Y no pudo ser, nunca podría ser, nunca podrá ser. Pero ante la ceguera de la evidencia, ambos negamos con igual evidencia la realidad y nos entregamos al momento... El deseo no se desató, no nos atrevimos a desatarlo. Siempre quedó, como letargo de la no-realidad de lo que sucedía, como un territorio prohibido donde la inmersión podía producir que todo se disipase, recuerdo y realidad, mirada y poesía. Así cumplimos el pacto implícito y sólo jugamos hasta el límite nítido de la boca del deseo. Aquella fría noche de la despedida, con el hielo temblando en mis manos y el fuego quemándome las ideas, el abrazo fue leve, y el beso, sutil, en la mejilla. Mi estómago sentía un feroz aleteo que necesitaba la carne oscura de tu boca, pero el taxi esperaba, y mis brazos no pudieron hacer nada por retenerte. Así te fuiste, a tu país lejano, a tu nueva vida. Y tras cinco o seis correos, desapareciste. Yo encontré también una vida, otra de las miles que pudieron ser. A pesar de todo, aquellos días de diciembre viven continuamente en algún lugar de mi piel, con el magnetismo intacto de nuestro engaño inteligente.
Varios años después nos reencontramos, cada uno con su vida a medio hacer. Cada uno con una pasión bajo el brazo. Y hemos construido una relación del todo distinta. De complicidades evidentes y de vericuetos repentinos que nos asaltan entre miradas furtivas. La piel sigue siendo nuestra barrera, y no sé si algún día dejará de serlo, aunque sea sólo un instante. Sólo podría serlo durante un instante, lo sabes. Pero me gusta pensar que en cualquier momento, de forma inesperada, ese precipicio que sé que hay detrás de tu mirada, puede ser el escenario de mi caída. De una caída en el más allá de tu piel y de tu aliento. Mientras tanto, en cuanto llegues esta tarde, volveremos a quemar Madrid con el impulso de nuestras manos infinitas.

11 comentarios:

lopezsanchez dijo...

"Con poca vida en los bolsillos y la cabeza llena de incógnitas y cristales rotos." Preciosa imagen.

El vértigo ante la caída, la tensión sexual permanentemente sostenida... Uf!

Vulcano Lover dijo...

Ays, y es que así ha sido... Será que mantener esa tensión también genera adicción???????

Besos, guapa.

NaT dijo...

¡¡¡Diox!!!
¿¿Y tú me hablas a mi de sensibilidad??

Qué manera más preciosa de describir una relación, qué de sentidos han quedado reflejados, tan intensos, tan felices, tan explícitos...
Espero que el encuentro de esta tarde (supongo que esa es la persona especial que viene del otro lado del mundo)sea aún más intenso si cabe.

Un beso de lava

Vulcano Lover dijo...

Sí, ciertamente sí... esta tarde me espera uno de los abrazos más intensos del año, en la T4. Tras de eso, miradas y paseos gatunos por Madrid... Y la frontera de la piel, de nuevo, jejejeje. Qué remedio!!!

Vulcano Lover dijo...

Ays Nat, que se me pasaba... el beso volcánico, que no falte.

Homo-Sapiensis dijo...

Preciosa reflexión sobre la mecánica y las posibilidades de los encuientros a que nos lleva la vida... Que haya mucho fuego para que ardais juntos. Un abrazo

Martini dijo...

Pos nada... cuidado con rebasar la frontera de la piel!!!

Anónimo dijo...

un buen coctel de sentimientos.
Besos

Anónimo dijo...

big vic, la polemica es la vida. fdo: el cuñado de tu cuñada.

Javier Herce dijo...

Qué bonito. qué bonito!!

Fenjx dijo...

uff
me pican los ojos
de sal sin agua
y siento el estómago saciado de palabras