Hemos superado muchos obstáculos. Desde la primera vez que nos vimos, ¿recuerdas? Sí, fue en casa, y venías a ayudar a mi hermano con un trabajo de Biología, tema en el que eras más experta que él. Te parecí distante y algo arrogante. Después supiste que fue sólo esa estúpida timidez que me atrapa ante la gente que me interesa, y que me paraliza y me hace huir la mirada. Mi pánico feroz ante la atracción. Después seguiste viniendo, como amiga de él, y se os veía con química. A veces me unía a la conversación, pero nunca llegaba ni a sentarme en la silla, dando a entender que yo, en vuestra amistad, estaba de paso, y no quería inmiscuirme.
Después llegó aquél día (que más que obstáculo fue una victoria), volviendo de aquel paseo. Recuerdo haber pensado en ti mientras bajaba por la calle Gerona, delante de aquella sala en la que solía ensayar la Orquesta Sinfónica. A los pocos minutos tuve el arranque de, al pasar por tu casa, llamar a la puerta y preguntar por ti... Fue la primera de muchas y muy largas tardes juntos. Hablando sin parar, siempre apasionándonos por todo lo que nos gustaba. Lo primero que me descubriste fue tu amor por Mozart. Casi lo único que tenías de música clásica, pero que adorabas. He llegado a amarlo (tanto) gracias a ti.
Crecimos juntos en nuestra melomanía. Te transmití ese amor por la música clásica que ahora es en ti muchísimo más intenso que en mí. Aún recuerdo aquella tarde, recién llegado de Inglaterra yo, con mis discos, recién descubiertos, de Jacqueline Du Pré, tomando café en mi casa... Nuestras miradas siempre lo han dicho todo entre nosotros. Y esos instantes de Jacquie compartidos contigo están entre los más especiales que he tenido nunca. Después te compraste el violonchelo... yo sabía que era por ella. Y también, un poquito por mí. Me dejaste tocarlo aquella tarde de invierno, en una de mis paradas en Sevilla. Yo arañaba las cuerdas con una torpeza que a ti no te importaba, porque sabías que me sentía feliz haciéndolo, sintiendo esa vibración grave e inexplicable de la caja por todo mi cuerpo. Al final lo dejaste. Sí, lo tuyo fue siempre el canto. Incluso antes de que te aficionaras a la ópera. Me has hecho con tu voz el regalo más hermoso que nadie me ha hecho. Sí, ya sabes, aquella canción que me dedicaste, en secreto, en aquel recital, que nadie más que tú y yo supimos que era para mí.
Hemos hablado de la vida y de la muerte. Me has hablado con pasión de tu familia paterna, haciéndome quererlos aún sin conocerlos. De tu pasión por tu padre al que tan poco pudiste conocer, de tu tía, que se nos fue, con esa poesía que aún me marca tanto la ruta de mi manera de sentir cuando la recuerdo. Han sido tardes interminables escuchando ópera, o tomando café con tu madre para provocar esas risas con las que tanto hemos disfrutado. Noches de verano en el Torreón, viendo la lluvia de estrellas de San Lorenzo mientras sonaba Strauss, entre confidencias y helados de chocolate. O con el cosí fan tutte sonando mientras nadábamos en la piscina. Han sido momentos de mucha belleza compartida.
Hemos sido y somos muy diferentes. Opuestos en tantas cosas. Política, religión, forma de vivir, actitud ante la vida... Pero llevamos años y años por encima de eso. Superando esas batallas que la vida nos había preparado para no conseguir lo que es inevitable: que no podemos dejar de querernos. Y las razones sólo las sabemos tú y yo. Porque nuestra historia es inexplicable, pero nos da igual que lo sea. He tenido que renunciar a integrarte en mi vida, a compartirte en grupo, a verte más de lo que te veo. Pero siempre serás mi debilidad, Y yo la tuya. Y esas miradas nuestras son y serán un territorio exclusivo, impenetrable, que sólo nosotros entendemos.
Has estado muy malita... He pensado mucho en ti en Italia, sabiéndote en el hospital por algo tan grave. Y ayer, al teléfono, te sentí abatida. La recuperación no va bien y no es broma. Te noto menos sonriente, menos animada, negativa en tus comentarios sobre todo. No puedes engañarme, sé que algo no va bien. Me gustaría tanto estar ahí contigo y cuidarte como tú me has cuidado siempre, casi como una segunda madre... Te han prohibido cantar, me confiesas, como intentando evitar pronunciar las palabras. Y de repente me doy cuenta de todo. Sin cantar, no puedes vivir. Lo sé bien. Y me entra una tristeza grande, infinita, de la que no me puedo desprender desde que te escuché. Mi amiga del alma, qué puedo decir... Que he llorado, pero no voy a confesártelo, te pondrías aún más triste. Pero que es una de las cosas más amargas que he tenido que vivir en los últimos meses. Ya sé que tu marido te adora y que te ha comprado partituras para hacerte sonreír. Imagino tus mañanas, cantándolas en silencio, con el pensamiento, pero frustrada por no poder interpretarlas, por no poder usar esa maravilla de voz que tienes... Yo sé que te vas a poner bien. Y que volverás a dedicarme canciones sólo para mí, como antes... que incluso dejarás que cante contigo a pesar del fiasco de mi voz. Yo, en secreto, escucho cada día esa grabación tuya del "Summertime" que cantas como nadie. Verás, dentro de poquito volverás a susurrármela al oído.
4 comentarios:
Este post desborda amistad por todas sus líneas, por todos sus poros. Nadie os quitará nunca todos esos momentos que han quedado grabados en vuestras retinas y en vuestros corazones. Espero que pronto se ponga bien, y podáis volver a ver estrellas, y cantar canciones, y tomar helados...
Besos!
:'(
BIG VIC PRESENTS:
el DE HOY ES UNA ENTRADA MUY EMOTIVA Y MUY LOGRADA. sI NO ESTA MATIZADA POR LA FICCIÓN SIN DUDA REFLEJA UNA PRECIOSA RELACION DE AMISTAD.
tu CHICO RETORCIDO DE MUY BUEN FONDO( DE ARMARIO)
Gracias por vuestros comentarios. No víctor, no está matizado por la ficción. Es una amistad real, de carne y hueso, sólo matizada por esa debilidad de querer demasiado a alguien. Y sí, me muero de pena porque para ella cantar es lo más importante... En fin, espero que se mejore prontito.
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