En la contraportada de la vida de estos días, he olvidado leer el argumento, la síntesis de lo que me está pasando. La naturaleza, en un imperturbable continuo de noches heladas y tardes de sol, no me envía signos ni advertencias. Ha habido una distancia que ha ocupado toda nuestra cercanía. Una distancia que se ha instalado entre miradas, periódicos leídos a destiempo y cenas en la cocina. En la cama y en los desayunos descoordinados y sin miradas comunes. Bebo con nostalgia un vaso de agua, después del café, y en él se ahogan mis palabras. De repente las tuyas te han salido ásperas y nos hemos ahorrado el “te quiero” que esperaba en los labios. El camino hasta el autobús es frío cuando no me miras a través de esas gafas como otras veces, desde esa profunda ternura que me hace olvidarme del mundo. Mis pensamientos se han ido cayendo por la calle oscura, a ritmo de los frenazos del conductor. Leo mi historia en los ojos de esa chica que cada mañana se tropieza conmigo al irse a sentar en el asiento de al lado. Hoy no ha sacado su libro de lectura. Yo tampoco. Nos hemos mirado y ella ha sonreído. Después ha vuelto la cabeza hacia el cristal, hacia la noche, y sé que se la ha escapado una lágrima.
Cuando duermo de espaldas a ti mis sueños no son bonitos, amor. Necesito tus manos cerca, y tu respiración tibia de frente a mí, para fundir nuestros deseos no confesados, que se pasean juntos por la sábana mientras jugamos en sueños. Sabemos que necesitamos perdernos, alejarnos de vez en cuando, cuando no entendemos que la vida sigue siendo extraña. Sabemos que somos felinos que necesitan la soledad con capricho, y volver cuando se termina la noche de las palabras. La vida no nos deja tiempo para sentir sus leves mecanismos, sus incomprensiones.
Ver salir del vagón del metro, de vuelta a casa a mi hermano de secretas palabras, a mi felino favorito, en simétrica mirada y negro jersey, como en un imposible desafío a lo que puede suceder, me ha zarandeado con firmeza. El río de palabras y mi emoción desbordada han templado al sol del mediodía una confidencia sutil y llena de reflexión, de inteligencia siempre compartida. El desbloqueo de mis palabras ha fluido y ha encontrado inflexión en un abrazo inmenso en el que discretamente he querido embriagarme de su piel un instante. Nuestras estrellas se han separado y el día encuentra, lentamente, su significado. Has vuelto a casa con una sonrisa de las que brillan. Y lleno de intensidad para mí. He respirado dentro de ti y has entendido que mi animal ha regresado. Cargado de ríos de lava, de historias, de miradas. Y hemos salido a vaciar la tarde de Madrid con ansia, corriendo por la calle como niños, los que siempre somos cuando estamos solos. Después hemos recorrido las distancias con las frases y con las preguntas. Y me has dado la mano muy fuerte, y a los dos se nos ha acelerado el corazón, ese que nunca se gasta desde que hace 4 años (sí, mañana hace ya 4 años) se encontraron nuestras miradas en esa noche fría de Granada . Esa nieve blanca que brillaba en la noche, como un cielo imposible, siempre ha estado gravitando sobre nosotros. Llenando nuestras miradas de esa curiosidad infinita del estupor extraño del amor. Mi niño, corro a buscarte, despierta de tu ovillo de sueño, necesito amarte ya.
Cuando duermo de espaldas a ti mis sueños no son bonitos, amor. Necesito tus manos cerca, y tu respiración tibia de frente a mí, para fundir nuestros deseos no confesados, que se pasean juntos por la sábana mientras jugamos en sueños. Sabemos que necesitamos perdernos, alejarnos de vez en cuando, cuando no entendemos que la vida sigue siendo extraña. Sabemos que somos felinos que necesitan la soledad con capricho, y volver cuando se termina la noche de las palabras. La vida no nos deja tiempo para sentir sus leves mecanismos, sus incomprensiones.
Ver salir del vagón del metro, de vuelta a casa a mi hermano de secretas palabras, a mi felino favorito, en simétrica mirada y negro jersey, como en un imposible desafío a lo que puede suceder, me ha zarandeado con firmeza. El río de palabras y mi emoción desbordada han templado al sol del mediodía una confidencia sutil y llena de reflexión, de inteligencia siempre compartida. El desbloqueo de mis palabras ha fluido y ha encontrado inflexión en un abrazo inmenso en el que discretamente he querido embriagarme de su piel un instante. Nuestras estrellas se han separado y el día encuentra, lentamente, su significado. Has vuelto a casa con una sonrisa de las que brillan. Y lleno de intensidad para mí. He respirado dentro de ti y has entendido que mi animal ha regresado. Cargado de ríos de lava, de historias, de miradas. Y hemos salido a vaciar la tarde de Madrid con ansia, corriendo por la calle como niños, los que siempre somos cuando estamos solos. Después hemos recorrido las distancias con las frases y con las preguntas. Y me has dado la mano muy fuerte, y a los dos se nos ha acelerado el corazón, ese que nunca se gasta desde que hace 4 años (sí, mañana hace ya 4 años) se encontraron nuestras miradas en esa noche fría de Granada . Esa nieve blanca que brillaba en la noche, como un cielo imposible, siempre ha estado gravitando sobre nosotros. Llenando nuestras miradas de esa curiosidad infinita del estupor extraño del amor. Mi niño, corro a buscarte, despierta de tu ovillo de sueño, necesito amarte ya.
1 comentario:
Sí, De laclos, sí, como siempre, de acuerdo contigo en todo.
Mi valmontiano (a veces) disfraz, verás, se tiene en pie sólo en la palabra, en persona comprobarás rápido mi fragilidad, y mi transparencia...creo
A mí, me gustas tú
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