Comienza un nuevo viernes, con las bolsas del hipermercado en la mano, y el móvil que con su vibración me indica la llegada de un mensaje. Un mensaje que anuncia que el fin de semana no tendrá epílogo. En la muchedumbre, deseo estar solo un instante, pero no es posible. Debo imaginar mi soledad, fantasear con ella mientras la gente se agolpa para salir del centro comercial a empujones. Es viernes y la gente acude rápida a sus planes.
En la radio del coche busco música clásica, que amortigüe un poco el desconcierto de coches impacientes por salir raudos a la orden verde de los semáforos, a girar y adelantarse a los más pacientes... La puerta del fin de semana se abre dibujada de verde, brillante y fresca. En los restaurantes los manteles limpios aguardan ya con cierto cosquilleo que los secretos de tertulias sinceras y superficiales se entierren en sus hilos.
En casa, me dispongo a descansar un rato mientras en mi cabeza ordeno con cariño los acontecimientos de la semana. Me sonrío mientras observo mi mano que descuidada acaricia el pantalón vaquero.
No debo esperar llamadas, no tengo que buscar a nadie. Mi viernes ya está planeado, con una de esas fechas que llevan tiempo jugando en la cabeza, transformándose y pasando de curiosidad a impaciencia, de impaciencia a inquietud, de inquietud a tranquilidad. La música también está en sordina, escondida aún en la guitarra que respira aún desnuda en una silla.
Cada uno con sus pequeños hilos de vida se dispone a colmar la ilusión de la semana, o del mes, o del año. Nadie sabe qué puede pasar. Al final he decidido no ir solo, aumentar las posibilidades de que se crucen vidas me parece tentador para la noche del viernes. La noche es aún una incógnita. Luego vendrá el sol de la tarde, las lecturas en el sofá o los paseos por la montaña. La compañía de una sonrisa día y noche. Una espalda donde abrazarse la noche y dos o tres encuentros con amigos que no he visto hace tiempo. En la imaginación quedarán tardes naranjas y juegos confidentes. Miradas y alientos que aún recuerdo con secreto temblor. De repente, mientras giro la llave de casa para cerrar la puerta, un nombre despierta en mi pantalla de móvil. Todo se desmorona en un instante. La fantasía llama con fuerza y yo, bajo las escaleras a impulso de golpes en el pecho.
6 comentarios:
Lo siento, esa idea del movil me ha dejado inquieto, y no podía ser menos.
El móvil, otra vez el móvil...
No hay por qué sentirlo. Últimamente el móvil anda poseyendo a más de uno. O de una
Sms
Llamadas perdidas
Tango
Yo esta semana no me puedo quejar de sms's... me llegan en cualquier momento y lugar. En fin, yo recnozco que me gusta.
a quién no?
Bueno, a veces uno puede pasar del placer a la dependencia...
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