Hoy es martes de carnaval, y para comenzar la celebración por la mañana, nada mejor que comprar el CD del País de hoy, que nos hace una selección de grandes cantantes mozartianos en algunas de sus arias. Una de mis mejores amigas es soprano, y siempre recuerdo oírle decir que cantar un aria de Mozart proporciona un placer físico que ningún otro compositor puede hacer lograr a un cantante. Cuando en mi emoción, a veces, me descubro a mí mismo cantando (¡sacrilegio!) por encima de estos cantantes profesionales y llenos de emoción, mientras les escucho, ciertamente debo reconocer que algo de verdad tiene que haber en eso. Un placer físico, un placer de la carne, ideal para sumergirme en este don carnal al que toca festejar hoy y que nunca he sabido afrontar demasiado bien (falta de costumbre, de cultura carnavalera, ¡qué sé yo!). El elenco de cantantes que nos ofrece la grabación de hoy es espectacular... Desde un primer corte con Fritz Wunderlich que, poseedor de esa voz masculina y arrebatadamente aterciopelada, podría derretir el alma de más de una y de más de uno. Son muchos, y sólo me detengo en mis preferidos. Victoria de los Ángeles está sublime en la transparencia de una de las arias de concierto más bellas de la historia de la música, como es el "Ch'io mi scordi di te" (¿que yo me olvide de ti?) envuelta en esa especie de concierto de piano con el que orquesta la canción (Mozart siempre audaz y rompedor). ¿Qué hace que una voz sea mozartiana? No lo sé, supongo que ante todo la sencillez y la transparencia. Y luego, seguramente transmitir rotundidad la línea melódica de su música, resultar sincero. Con Mozart hay poco que interpretar. Hay más bien, que dejarse llevar, disfrutar mientras se canta, ese placer mozartiano del que hablaba, que es indudable que se refleja a la hora de cantar. También aparece Elisabeth Schwarzkopf, indiscutible mozartiana que está en muchas de las versiones de referencia de las operas de Amadeus, porque siempre indaga de forma extraordinaria en la psicología de los personajes, y porque su forma de cantar limpia y celestial creó escuela en el mundo de los roles femeninos mozartianos. También está Imgard Seefried, en esa misma línea, con un tono de gravedad, de oscuridad, también muy interesante. Yo la recuerdo sobre todo en el rol de la FIordiligi del Così fan tutte de Eugen Jochum, lleno de tristísimos acentos, que envolvió de melancolía toda una primavera de mi juventud. Aquí canta un aria de concierto también deliciosa. Al final veo a Anna Moffo, una cantante injustamente tratada por los críticos, para los que es una muy buena segundona, cuando la realidad es que es toda una primera cantante, sensible y contenida, pero capaz de hacernos rozar el cielo con una Susana o, como aquí, cantando Il Re pastore. Además, mirando su foto, con ese glamour perdido de cine italiano de los 50, ¿quién se atreve a decir que tras esa mirada, tras esa boca, no se esconde toda una mozartiana? No es posible.
Así, en medio de esta excitación de placer mozartiano, de este jubilo que hace de una mañana anodina de martes, en la oficina, escondido tras mis auriculares, algo verdaderamente especial, llego al segundo corte, que me trae a una también amada Lucia Popp en la flauta mágica... Yo, que admito no conocer la lengua germánica y por lo tanto no he sabido descifrar qué aria cantaba, la he imaginado en esa Reina de la Noche de la que es la mejor intérprete, de la que tanto se ha escrito, de la que conjuga con perfecto equilibrio belcanto e intensidad emocional, justo como Mozart habría deseado. Pero no, me choco de bruces con Pamina. Esa Pamina que se nos escapa en la melancolía, que vuela por encima del mundo descargando su infinita tristeza, en ese estupor que me sigue produciendo cada vez que, dentro de esa Flauta Mágica llena de alegría y júbilo de la existencia, se me cuela ese llanto inexplicablemente triste de una Pamina que raya lo extraterrenal en un aria que abre y cierra todo un mundo de emociones. Lucia Popp la atraviesa con sinceridad, con honda sensibilidad... Recuerdo esas otras Paminas sin las que no se puede explicar esta música: Edith Mathis, Hilde Gueden, Gundula Janowitz, que a su vez son algunas de las olvidadas en este CD. Así, escuchando esos acordes de la cuerda finales del aria de Pamina, me envuelvo en lo mozartiano, en lo humano de su mensaje, en lo real de su música, que pasa del júbilo a la tristeza en sólo un segundo (no es más lo que los separa en la vida), que es capaz de hacer la vida más feliz a todos, a los que le cantan, a los que le escuchan, a los que le descubren por primera vez, a los que disfrutamos volviendo a él siempre.
6 comentarios:
Absolutamente embriagador el CD de El País, que suena, y suena, y suena hoy... Excepcionalmente hermosa tu hoja de ruta ;-)
Sí, es toda una fiesta, para ponerlo una y otra vez contínuamente... Y dentro de ella, esa Pamina, que nunca supo por qué su argumento tan insignificante dio origen a esa pena tan inmensa que canta, como si detrás de ella llevase las melancolías de las almas de todos aquellos que caen por los precipicios de la vida, ¿no es así?
En fin, justo el aria de Anna Moffo creo que me viene dañado... Supongo que alguien tendrá que hacerme una copia...
Pamina es precedente, sin saberlo, de mundos modernistas, de melancólicas y reinventadas Colombinas... Es heredera -en su transgresora intensidad- de un mundo cultural y, sin embargo, se transforma en expresión de hiperestesia emocional, de individualidad reclamada desde una obra supuestamente simbólica, esquemática y casi siempre mal leída. El alemán, en este caso, ayuda a leerla en toda su ingente complejidad (4/4)... Y sí, tal vez algún alma generosa te haga una copia... Tendrás que probar suerte...
A mí es que Pamina siempre me conmovió, y siempre tuve la sensación de que ese dolor siempre clamaba por la compasión, por la ternura, por el amor... En el fondo, el ser humano lo que quiere es que le quieran, así de simple.
Ay, Vulcano, ¿qué sería de ti sin Mozart? ¿Y qué sería de mí sin tus textos? ;-)
Prometo ser buena y escribir "algo mío" pronto, en cuanto pueda. Mientras tanto, seguiré bebiendo tus palabras. Y queriéndote, claro ;-)
Gracias inquilino... Mozart abre siempre puertas. Yo te espero, no te preocupes.
Besos
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