Introducción.
Invitado: Ferrando, alguien especial, con quien he compartido últimamente mi pasión por esta ópera y a quien pedí que escribiera una pequeña introducción
Ferrando:
Un'aura amorosa del nostro tesoro
un dolce ristoro al cor porgerà.
Al cor che
nutrito da speme,
d'amore,
di un'esca migliore bisogno non ha.
(acto I, Cosí fan tutte)
La sensualidad se vuelve música en cada rincón del Cosí. El juego, el riesgo, incluso el desafío. Cuatro vértices asediados por la astucia de don Alfonso y la picardía de Despina, dignos herederos de la commedia dell’arte, cuyos designios guiñolescos se tuercen imprevisibles al igual que se retuerce e inventa casi todo en Mozart. Así, el aura amorosa que canta Ferrando traspasa el pentagrama y se hace, ante nuestros atónitos oídos, eminentemente carnal. Jubilosamente libre. Una ópera que recoge el tópico literario de las pruebas de amor para subvertirlo sin fisuras. Para transgredirlo desde la ambigüedad. Para alejarse de la moral rígida y vetusta de quienes no son capaces de entender la vida como suma de sentidos, de impulsos, de latidos comunes. En el Cosí laten cuatro corazones que se estremecen al tocarse, al sentirse, al saberse próximos. Y se prometen fidelidades mientras huyen o preparan la huida mientras les asalta el amor en toda su crudeza. Así son todas, reza el título de esta ópera. Así son todos, nos alerta su desenlace. Así somos. Así –si nos atrevemos a beber la vida en su plenitud- deberíamos ser. Piezas que siempre pertenecen a más de un puzzle. Piezas polisémicas que, en el aura adecuada, sienten el corazón latir tan fuerte como la música –sublime, siempre- de Mozart.
Mi visión.
Hoy, aprovechando que El País regala una edición del Cosí fan tutte, quiero hablar de esta ópera, mi favorita de Mozart, y quizás mi favorita de toda la historia de la ópera. Las razones para ello son demasiadas y no quiero entrar a enumerarlas. Hay muchas personales, puesto que el asistir a esta ópera en directo varias veces ha abierto y cerrado ciclos importantes de mi vida. Pero el arrebato viene del origen mismo de la música, del hallazgo de Mozart para crear, a partir de un pretexto absolutamente frívolo y hasta mezquino, una reflexión honda sobre la naturaleza humana, sobre los anhelos y las debilidades, sobre el hecho de enfrentarse con estupor a las emociones del mundo a través de nuestras reacciones ante el hecho sentimental y ante el magnetismo de la carne y de los deseos.
Lorenzo da Ponte, libretista de la ópera, subtitula la obra “la scuola degli amanti”. Y parte de un argumento con un tema muy superficial sobre el papel, en el que los protagonistas juegan a apostar la fidelidad de sus amantes (hermanas entre ellas), haciéndolas creer que se marchan a la guerra y retornando disfrazados en forma de caballeros albaneses que intentarán conquistar cada uno a la doncella del otro en un juego cruzado de seducciones que crea situaciones realmente curiosas. Toda esta farsa es ideada por el “filosofo de la vida” Don Alfonso, que se ve ayudado en su empeño por demostrar la infidelidad innata de la mujer por Despina, la criada de las doncellas. El libreto de Da Ponte tiene el hallazgo de hacer girar la acción dramática en estos personajes secundarios, que traman la historia y la retuercen hasta donde quieren, demostrando a su vez otra apuesta que en realidad está patente sin ser hablada, la del cuestionamiento del poder de la clase superior sobre la clase dominada. La historia se puede observar como un desafío al poder establecido y un grito a favor de la igualdad de clases. Esta critica es muy velada, pero evidente, y el carácter cómico de la obra lo refuerza.
Sin embargo Mozart se centra en otra segunda lectura, yendo a un más allá en esta historia frívola y banal, donde los personajes y sus reacciones, además de las situaciones a las que se enfrentan, no son en absoluto creíbles... Donde las mujeres parecen caer en la seducción ante cualquier simple palabra de amor, donde la pureza y la castidad parecen irrealmente pétreas, pero caen con un soplo leve de ardor, donde el engaño parece un juego sin consecuencias... Mozart, sin embargo, consigue aprovechar esta llamémosla sit-com del siglo XVIII, para hacernos reflexionar. Reflexionar sobre lo que normalmente más nos importa, es decir, los sentimientos. Y lo hace siguiendo el hilo de este cóctel de celos, seducciones, fidelidades e infidelidades, y demás representaciones de la volubilidad e inseguridad del alma humana que es el guión de Da Ponte.... Para ello se remite a un “segundo nivel”, que es el nivel orquestal, el nivel de lo musical en su desnudez. Mozart improvisa un laboratorio donde meticulosamente experiementa sensaciones. Su música aquí fluye ecléctica, desgranando mil sensaciones, una sorpresa continua que sin embargo hila constantemente con un grave de fondo, un grave que deja al descubierto para quien sepa escuchar un impulso que lleva las palabras aparentemente jocosas a un estado reflexivo, melancólico a veces, que deja expuesto en un entrelíneas musical la descarnada alma humana:
El sonido de la cuerda de la orquesta, luminosamente radiante, se vuelve con frecuencia grave y yo diría trisitísimo, tañendo a golpes certeros, una emoción que nos conmueve. Así, por ejemplo, en el final del primer acto, es patente que el acercamiento de las dos doncellas hacia los dos caballeros que fingen morir bajo el efecto de un veneno que han tomado por causa del desamor de ellas, en la comicidad de texto y situación, Mozart penetra en nuestra intimidad con una orquesta que nos transmite, a ritmo de latidos de corazón, ese asalto agudo de un amor que brota volcánico a la vez que iracional y prohibido, pero que quizás Fiordiligi (¿quién no?) no es aún capaz de reconocer.
El abundante uso del viento en la parte orquestal, que deja patente una sutilidad y un enriquecimiento de matices que está más allá de las palabras cantadas. Desde la obertura inicial hasta los tutti vocales, pero con un ejemplo evidente en el rondó del segundo acto, donde Fiordiligi se pide perdón a sí misma por ceder al amor que la invade sin que ella pueda hacer nada por remediarlo, acompañada de esas flautas y, sobre todo, esa trompa bellísima, que subraya la melancolía y la humanidad de sus palabras con un fraseo mozartianamente inolvidable.
El tono incisivamente menor de los recitativos, de un carácter agudo y extrañamente dramático como en ninguna otra obra del músico, que ahonda en una oscuridad que toca más los sentimientos universales que evocan los personajes que el simple argumento que trasciende en la superficie.
Mozart era un genio y en sus manos todo alcanza una dimensión trascendente, que araña un extraño más allá. Escuchando esta ópera desde su tejido musical, impresionantemente perfecto, es imposible que los personajes no queden como meras marionetas de la comedia, más dramática, que dibuja la música y que nos susurra entre líneas, como un hilo conductor, un grave sentir que se despoja de todos estos sentimientos de los que habla la obra (seducción, infidelidad, infidelidad, celos....qué importantes que son en nuestra vida!!) y que no es otro que la amarga realidad humana de la soledad, ese vacío que nos mueve a al amor y al desamor, pero siempre (volviendo al inicio, cerrando el círculo) enredado en nuestra eterna e inevitable inercia a buscar, a seducir, a dejar volar el deseo, a caer en el desengaño.
En fin, más allá de todo ello está siempre el milagro mozartiano, que nuevamente nos deja asombrados. Asombro por una música que se retuerce en la perfección, por una ópera que, a pesar de su carácter casi camerístico, hace brotar una ingeniería de voces y conjuntos que raya en una perfección, que nos deja estupefactos en un lirismo y, a la vez, en un dinamismo, que vuelve a ser de nuevo motivo para celebrar con gozo ese milagro diario de la existencia. Existencia que en compañía de Mozart, por supuesto, se alarga, se alarga en líneas de infinita verdad y belleza.
13 comentarios:
Lástima que Flotats releyera de un modo tan marxista una obra tan plural en su (desafortunada y gris) versión del Teatro Real hace unos años... No mencionaré, sin embargo, la puesta en escena de Strehler para no ser malo... ;-)
Por lo demás, precioso, denso y jugosísimo texto. Tan vibrante como un buen zumo para el desayuno que corro -cual Dorabella desatada- a tomarme ahora mismo.
Lástima que Flotats releyera de un modo tan marxista una obra tan plural en su (desafortunada y gris) versión del Teatro Real hace unos años... No mencionaré, sin embargo, la puesta en escena de Strehler para no ser malo... ;-)
Por lo demás, precioso, denso y jugosísimo texto. Tan vibrante como un buen zumo para el desayuno que corro -cual Dorabella desatada- a tomarme ahora mismo.
A mí, sin embargo, hablando de Flotats, el acto generoso de concederle a Despina la humanidad de ser objeto de amor, en esa figura inventada de amante que al final, en el sueño que resultaba ser, volvía a sus brazos, me gustó, lo reconozco. De nuevo mencionas a Strehler... ¡eres malo!
No sabía si querías ser presentado de otro modo... Y, en fin, a la Dorabella desatada, ya sabes qué suerte le espera...
No, no, me ha encantado la presentación... Mi ego de Ferrando lo agradece ;-)
¿Adivinas qué escucho ahora...?
lo suponía...
Por ahí una marioneta creo que está esperando algo...
Aún no compré el País... ¿¿qué tal está la versión??
No he podido oírla aún... Sigue precintada en mi mochila... Es que me ha llegado una versión del aura que, no sé por qué, me gusta más...
Sí lo sabes, pillín, sí lo sabes. Es curioso, en las palabras, tú, inesperdamente pasional, yo inesperadamente más racional en el análisis... ¡Qué cosas!
Dos líneas de interpretación las de esta ópera, tú mismo lo dices. La vitalista y la melancólica. La bufa y la trágica. La vehemencia y el análisis.
Ya sabes... "Dices que no analizas. Y lo haces."
Te suena?
La realidad y el deseo, ¿no es así?
Cernuda
(Bellísimo libro, por cierto)
Ferrando está hoy ciertamente arropado de ternura y felpa. En la Nápoles del Cosí, allá en lo alto, la columna de humo se yergue.
"Nel petto, un vesuvio d'avere mi par" (Dorabella, cosí fan tutte, atto II)
"Secondate, aurette amiche,
secondate i miei desiri"
(Ferrnado y Guglielmo, Atto II)
FIORDILIGI:
"giusto ciel!! Crudel, hai vinto... Fa di me quel che ti par.
(Don Alfonso Trattiene Guglielmo che vorrebbe uscire)
FIORDILIGLI E FERRANDO:
"Abbracciamci, o caro bene
E un conforto a tante pene
Sia languir di dolce affetto
Di diletto sospirar"
Cosí fan tutte, atto II
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