9 de febrero de 2006

Un coeur en hiver

Algunas noches de invierno, sin razón aparente, retorna, de ese otro invierno, tu mano sobre mi espalda. Y entonces recojo en mi memoria las palabras que, sí, me dijiste la primera vez, en tu coche, debajo de mi casa: yo intentando convencerte de que subieras, con el corazón acelerado al sentir tus dudas que yo las imaginaba sólo como resistencias. Pero lo dijiste bien claro, "si subo, es para pasarlo bien, pero no va a significar nada". El corazón enamorado no escucha algunas palabras. Sólo las he recuperado en su correcta pronunciación muchos años después. Yo deseaba amarte, y dejar que esa sensibilidad con la que me sedujiste, cerrara su círculo en nuestra piel y en nuestras entrañas. Y quizás sí lo fue aquella primera vez, en aquel descaro con el que dejé entrar a mi amante en mi casa compartida. Con el salvaje dulzor de tu lengua y el leve sonido de tu respiración.. Te quedaste a dormir. Ahora entiendo que en realidad sí fuiste mi amigo, y por eso pudiste. Porque lo necesitabas en tu asfixia existencial, en la soledad del abismo que se abría en tu vida de aquellos años. Llegaron los siguientes acercamientos, y yo me sentía una Jessica Lange que quería destrozar la mesa de tu cocina mientras mezclábamos nuestros sexos con ritmo volcánico. Y tu, desatabas mi arrebato con tu mano sobre mi espalda. Recogías mi deseo y lo transformabas en ternura. Los enamorados somos miopes y no podemos entender la obviedad de la no correspondencia. Fuiste generoso, supongo, porque fueron muchos meses los que me sosegaste con tus dedos. E incluso, en un engaño conseguido por mi inteligencia, en el fondo equivocada, llegaste a pensar que aquel sexo frenético y aparentemente carente de amor, en el que explorábamos y nos divertíamos con frivolidad, se terminaba ahí. Y sin embargo nunca supiste de las noches de insomnio y ansiedades que sufrí compartiendo tu almohada. Mis reflexiones siempre me traían a la cabeza aquella mirada profundamente inquietante y frágil de Daniel Auteil en "un corazón en invierno". Yo sabía que tu corazón estaba en invierno, que no podías amarme. Pero en una inexplicable vuelta de tuerca que mi mente era capaz de formular para mí, me dejaba arrastrar por ese sentimiento, sólo aparentemente femenino, de ser redentor del alma amada, y soñar con que el invierno terminaría, y yo te llevaría a esa primavera en la que finalmente entenderías que era irremediable que te enamoraras de mí. Entonces llegó aquella primavera injusta de año impar, y fuiste deslizándote de mi vida, de mis dedos, de mi obsesión. Quisiste hacerlo poco a poco, por mitigar mi dolor en un proceso progresivo que pudiera deshacer todos los vínculos que habíamos creado. Siento aún el peso de aquellas noches en las que me faltaba el aire, en las que sentía escapar la vida, y la ilusión. Y el desconcierto que me provocaba la incomprensión. Me sentía Emmanuelle Béart en su vórtice de desconcierto ante la frigidez sentimental de un Daniel Auteil que sólo sabía mirar en su curiosidad, pero que intuía esconder un secreto que nunca podíamos conocer. Pero esa omisión no era ningún engaño. Era una omisión que no omitía más que la nada, o quizá sólo las barreras indestructibles de quien no se lanza a la vida ni a la pasión con convencimiento. Durante todos estos años de consciente olvido, siempre he querido dejar la puerta semiabierta, porque la omisión de tu secreto me seguía inquietando, creando espacio en mi deseo para imaginar que me recordarías y que podrías volver.
Tuvieron que llegar mis inviernos de año par, y el amor verdaderamente correspondido y liberador, para que la razón me devolviese mis gafas para verte. Sí, ahora te miro y te veo como eres, y como fuiste. Alguien herido, quizá, por la vida. Pero definitivamente no ese ayudante de Luthier que lanzaba miradas equívocas a la intérprete de Ravel. No me puedo engañar. Tú buscabas a alguien a quien desear. Y yo, no era el objeto de tu deseo.

10 comentarios:

lopezsanchez dijo...

Ay, Vulcano, Vulcano...

Vulcano Lover dijo...

No me riñas, inquilino. Esa hitoria es la más mía de las que he escrito aquí desde el inicio. Hablar ayer de la película me hizo recordar todo.

lopezsanchez dijo...

Uy, si no te riño. Todo lo contrario (qué puñeta que esto no transmita el tono de nuestras palabras).
Quería decir algo así como "Ay, Vulcano, Vulcano... si no existieras tendríamos que inventarte". Pero, claro, me falló la elipsis ;-)

Vulcano Lover dijo...

Si, es cierto que la elipsis es engañosa, pero es un reflejo del engaño de nosotros mismos. Supongo que debo confesar que de alguna forma no estaba seguro de acertar con el momento de colocar ese post. Pero las palabras han salido esta mañana, así en borbotón, y éste es mi espacio de libertad. Y esta mi voz. Admito sugerencias, siempre. Cada día me dejas más rincones de curiosidad, inquilino...

lopezsanchez dijo...

Supongo que ese temor sobre la oportunidad de nuestros post es algo intrínseco a una suerte de empatía que no llena.

Mi ático tiene tantos rincones que aún no he acabado de descubrirlos. Trabajo duro, te lo aseguro, pero quedan muchos. Supongo que el día en que se me acaben los rincones habré terminado mi camino. Pero, de momento, por fortuna, esa es una posibilidad bien lejana.

lopezsanchez dijo...

Perdón, "que NOS llena", quería decir. ;-)

Vulcano Lover dijo...

Sí, me da a mí que la familia blogera de por aquí es bastante empática. La empatía tiene una irregular frontera con la libertad y la sinceridad. LLena de rincones oscuros. Y de susceptibilidades. Te confieso que en 2005 he llorado, de dolor, más que en el resto de mi vida. Y, sin embargo, creo que ha sido uno de los años más felices de mi existencia. Por muchas razones. Pero la vida es así. Y el dolor hay que aprender a integrarlo. El físico (recuerdas aquel libro de la Sontag??) y el sentimental también.

lopezsanchez dijo...

Hoy la cosa parece que va de rincones ;-)
En mi caso, no he tenido nunca problema con empatía y sinceridad, pero claro, ya he dicho que es mi caso.

Vulcano Lover dijo...

gracias, De Laclos.
(...)
¿te veo pronto?

Vulcano Lover dijo...

Me ahorro una respuesta manida. Sólo quería escuchar de ti que también.